La policía del arte de Nueva York

Redwing

Obrero Revolucionario #1026, 17 de octubre, 1999

Si hace un mes me hubieran preguntado cuál es la conexión entre el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, y el excremento de elefante, no me habría parecido una pregunta tan rara... sin embargo, nunca hubiera podido imaginarme la situación que se desenvuelve actualmente en Nueva York, donde a fines de septiembre Giuliani inició un nuevo capítulo de la Inquisición del siglo 20, que busca imponer valores fascistas.

En esta ocasión, el blanco fue la exhibición "Sensations" de un grupo de artistas ingleses jóvenes en el Museo de Arte de Brooklyn, Nueva York y, en particular, la pintura "La Santa Virgen María" de Chris Ofili, un artista inglés de ascendencia africana que emplea excremento de elefante como elemento simbólico.

Giuliani puso el grito en el cielo; dijo que la obra profana el catolicismo y que el museo debía quitarla: "... Si van a manchar de excremento a símbolos religiosos, símbolos de la nación, pues lo van a pagar". Al oír eso, mucha gente se preguntaba: ¿Acaso la virgen es ahora un símbolo nacional? ¿O es que sin querer el alcalde mostró su amor por los fascistas cristianos?

El Museo de Arte no se rajó. Entonces Giuliani le retiró el subsidio; amenazó con despedir a la junta de directores (una descarada violación de sus garantías elementales); y para colmo está tramitando una orden de desalojo para cerrar el museo.

Se me ocurre que el alcalde está creando condiciones muy favorables para una nueva alianza, pues millones de personas de clase media amantes del arte empezarán a captar cosas como el horror de Amadou Diallo, parado en la puerta de su casa con el llavero en la mano cuando el DPNY le soltó una ráfaga de 41 tiros.

Los recortes de periódico que se apilan en mi escritorio se parecen a un montón de hojas otoñales. La trama se complica; el cardenal John O'Connor afirma que la obra es "un atropello a la religión en sí"; el Senado recomienda quitarle los fondos federales al museo; y hasta Hillary Clinton aporta su grano de arena: aunque no "conviene" que el gobierno suprima el arte, ella no irá a ver una obra tan repugnante.

Me pongo a surfear la Internet en busca de información sobre el nuevo "anticristo".

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Chris Ofili es un artista en ascenso de la nueva onda de Gran Bretaña, cuya técnica de emplear objetos orgánicos ha sacudido al mundo artístico. Un artista revolucionario los comparó a los primeros músicos de punk: "son muy rebeldes, pero su política tiene muchos matices".

Chris creció en Londres, hijo de inmigrantes africanos que trabajaban en panificadoras. Hace unos ocho años, recibió una beca y viajó a Zimbabwe, donde le impresionaron los vestigios del colonialismo y le emocionó la belleza del paisaje.

Esa experiencia influyó en su obra: empezó a incorporar capas de puntos brillantes (de las antiguas imágenes de las cuevas de Zimbabwe) y a emplear excremento de elefante: "Es tan sencillo, tan elemental. Presenta una multitud de significados e interpretaciones". Es decir, las tortas de excremento son un elemento africano y además una manera de jugar con el concepto artístico de "objetos reales". Por ejemplo, en su pintura de una diosa misteriosa, una bola de excremento cubierto de esmalte dorado se parece a un broche adornado. Muchos de sus cuadros descansan sobre patas que son bolitas de excremento y sus títulos emplean ese elemento en juegos de palabras. Su obra "Adoración al Capitán Mierda y la leyenda de las estrellas negras" tiene un tono de burla: manos blancas agarran a un superhéroe (el Capitán Mierda), pero las verdaderas "estrellas" negras no se dejan ver; o sea, el cuadro da a entender que los ricos coleccionistas quieren exprimir ganancias del artista, pero no entienden su obra.

Al enterarme del actual debate en Nueva York, estaba puestísima a defender el arte antirreligioso de las embestidas de la policía del arte, pero resulta que Ofili es católico y muy religioso. ¡Vaya! Un letrero en la puerta de su taller dice: "El Señor vigila y patrulla aquí"; lo puso para que los chavos drogadictos de la zona "reflexionen sobre las consecuencias de sus acciones".

"La Santa Virgen María" de Ofili es negra; viste un largo manto azul y tiene una brillante bola de excremento en el seno. En el fondo dorado se ven genitales y pequeños pompis (recortados de revistas), que substituyen a los angelitos de las obras religiosas tradicionales. La virgen negra tiene aspecto desafiante, y los recortes son una crítica del trasfondo "sexual" que el artista encuentra en los cuadros tradicionales de la virgen. Es decir, Ofili ha creado un nuevo mito de la virgen, una obra profundamente católica que contrapone el mito religioso a la sensualidad vulgar.

Estudio el catálogo de sus obras en la Internet y me dan ganas de conversar con él sobre el mito de la virgen y la opresión milenaria de la mujer, sobre cómo la iglesia católica y la ideología cristiana esclavizaron a los pueblos africanos... de contarle las reflexiones de una atea. Pero, ¡qué bárbara es la policía del arte! ¡Los inquisidores modernos son reaccionarios hasta el tuétano! Para ellos cualquier imagen religiosa que no sea totalmente tradicional es una amenaza al orden imperante. En ese sentido es bien interesante el comentario del abogado Marvin Garbus de que existen grandes similitudes entre Giuliani y los nazis, pues estos prohibieron el arte que no encajaba con sus criterios racistas. (Garbus defendió al comediante radical Lenny Bruce, a quien la policía jodió hasta que se mató.) En este momento me vienen a la mente las palabras de Lenny: "¡Y qué me dicen de la mentada libertad de expresión, cabrones!".

Una carta de camaradas de Nueva York menciona que es novedoso que Giuliani se meta en las guerras de la cultura y que ha provocado alarma en las instituciones artísticas de la ciudad por su mano de hierro.

Justo cuando estoy pensando que necesitamos un poderoso movimiento de resistencia y arte que desafíe al sistema, de repente oigo una noticia muy alentadora: el 1º de octubre, 1000 personas protestaron en Nueva York contra las medidas dictatoriales del alcalde. Participó gente de renombre como la actriz Susan Sarandon, el artista Leon Golub, el reverendo Daughtry y el artista revolucionario Dread Scott. Es más, un chingo de gente acudió a la apertura de la exhibición y la prensa informó que la mayoría de los neoyorquinos-y la mayoría de los católicos-se oponen a la posición del alcalde.

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En el viejo cuento del elefante varias personas tocan una parte del animal y piensan que es una culebra o un árbol o un pájaro. De manera similar, existen muchas interpretaciones de la actual controversia en la ciudad de Nueva York. Como Giuliani aspira al Senado, dicen que lo motiva el afán de ganarse el apoyo de los conservadores del estado; por otro lado, se sostiene que es una batalla en defensa de las garantías constitucionales o que lo que está en juego es la posición de Nueva York como centro del arte internacional, o que el meollo del debate es si los contribuyentes deben subvencionar al arte radical. Pero en el fondo hay algo mucho más siniestro...

Giuliani ha marcado una pauta de mano de hierro al servicio de una "urbanidad" blanca, adinerada y reaccionaria. Ahora se declara paladín de la moral reaccionaria, lo cual destaca la gran importancia de esta cruzada moral para poderosos sectores de la clase dominante.

Una frase reaccionaria que le encanta a Giuliani es que "la libertad descansa en la autoridad". Ahora con la embestida contra el Museo de Arte de Brooklyn ha cometido una nueva barbaridad. Pues en realidad su autoridad descansa en la salvaje represión de los jóvenes negros y latinos. Recuérdese que Giuliani llegó a la alcaldía tras incitar a una chusma de policías a realizar una protesta racista contra el alcalde David Dinkins (un negro). Ni es casual que el mismo día que Giuliani demandó al museo, cientos de policías realizaron un mitin de apoyo a los cuatro que asesinaron a Amadou Diallo.

Y esa misma noche, el DPNY arrestó a Mary Boone, una conocida dueña de galería, porque un artista (cuya obra incorpora pistolas de mentiras) distribuyó balas como obsequio a los que acudieron a la exposición. A Boone la fregaron; pasó 24 horas en el bote, lo cual provocó el siguiente comentario del prestigioso diario New York Times: "Es alarmante la presencia cada vez mayor de las autoridades neoyorquinas como policía del arte".

Por su parte, Chris Ofili expresó su punto de vista sobre los ataques de Giuliani contra el museo: "La neta, quiere imponerse. Para mí es como una obra de teatro donde yo figuro, pero mi papel no es central, o sea, esto va mucho más lejos".

¡Conste!


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