México: Llueve injusticia

Obrero Revolucionario #1030, 14 de noviembre, 1999

Desde el principio de octubre, México ha sufrido una serie de inundaciones devastadoras. La cifra de muertes probablemente llega a miles de personas, mucho más alta que las cifras oficiales. Más de un millón de damnificados han perdido su casa o trabajo. La destrucción es especialmente grave en Puebla, Veracruz, Hidalgo, Tabasco y Oaxaca. También ha habido fuertes inundaciones en todo Centroamérica.

México recibió el 70% del promedio de lluvia de un año en 72 horas. Muchos pueblitos ya no existen: han sido borrados por la lluvia o sepultados bajo toneladas de barro. Ahora cientos de miles de daminificados, principalmente campesinos indígenas pobres, no tienen techo y deambulan de pueblo en pueblo buscando comida y albergue. Se informa que a causa de las inundaciones, están llegando 400 personas diarias a Ciudad Juárez, en la frontera.

A fines de octubre, una nueva serie de tempestades empezó a descargar más lluvia sobre los estados de Tabasco, Campeche, Chiapas y Yucatán, al sureste. La presa Peñitas en Chiapas alcanzó su límite el 23 de octubre y fue necesario abrirla, por lo que unas 200.000 personas tuvieron que abandonar sus viviendas. Es posible que haya que abrir otras cuatro presas en la región. Han colocado cortinas de metal alrededor de las presas para extender su capacidad.

Villahermosa, la capital de Tabasco, lleva más de un mes inundada; según el gobierno estatal, esto se debe al mal manejo de las presas en Chiapas. Hay tanta agua que se ven caimanes en las calles. La policía ha atacado las protestas por la falta de distribución de agua y de alimentos con gas lacrimógeno y macanas. Ha habido por lo menos cinco levantamientos en la prisión porque los reclusos tienen el agua a la cintura. Las familias dicen que las autoridades han matado a 19 presos, e informan que no les permiten visitarlos y que los han arrestado por bloquear la carretera en protestas contra el tratamiento de los presos.

El desalmado gobierno

Las cifras oficiales del desastre son absurdamente bajas: 377 muertos y 820.000 damnificados. El gobierno está desestimando las dimensiones del desastre, especialmente en las remotas regiones indígenas, donde nunca llegará ayuda. Se dice que en el norte de Veracruz el ejército está quemando cadáveres en secreto o enterrándolos en fosas clandestinas. Cuando le preguntaron al gobernador al respecto, dijo que estaban quemando ganado. México tiene un fondo para desastres de un poco mas de $200 millones de dólares ($2 mil millones de pesos), pero la destrucción es mucho mayor. Esta pequeña cantidad disponible para desastres naturales no se compara con los $8,5 billones de dólares ($850 mil millones de pesos) que el público tiene que pagar para rescatar a los bancos de la crisis.

El gobierno anunció que el desastre no afectará los pagos de la deuda externa al Banco Mundial. También anunció que no hay dinero sobrante de la venta de petróleo para ayudar a la población, aunque los estados productores de petróleo, como Tabasco, han sido los más afectados. Así dejó en claro que quién recibirá ayuda, qué zonas serán reconstruidas y cuáles abandonadas, se decidirá conforme a las necesidades del capital internacional y no a las necesidades de la población.

Pocos días después de que toneladas de barro y agua sumergieron la región, el gobierno anunció que ya había terminado la emergencia, que había establecido comunicación con todos los pueblos aislados y que no había brotes de enfermedades. Pero la verdad sobre la magnitud de la destrucción se conoció cuando, tras viajar días enteros, empezaron a llegar personas de los pueblos de los cerros a las cabeceras municipales, donde estaban distribuyendo comida. Contaron historias horripilantes de torrentes de agua que bajaron de las montañas, arrancando los árboles y arrastrando todo lo que encontraban en su camino. Vivieron una semana en las copas de los árboles sin comer. Los caminos y carreteras se volvieron cañadas.

Las faldas de las montañas desforestadas por las compañías madereras se desgajaron y enterraron a pueblos enteros. En la Alta Huasteca de Veracruz, dicen que los "cerros lloran sangre". Se estima que hay 800 personas sepultadas bajo toneladas de barro. Los ancianos totonacas de la región estiman que hay 60.000 personas sin comida y 400.000 enfermos. Temen que los totonacas desaparezcan a raíz de la destrucción, hambruna y epidemias de enfermedades en los pueblos.

La distribución de víveres en las cabeceras municipales está a cargo del DIF (Desarrollo Integral de la Familia), una organización creada por el Banco Mundial supuestamente para "acabar con el hambre en el tercer mundo". En la práctica, realiza actividades de espionaje disfrazadas de encuestas y ayuda. En este desastre, lejos de ayudar, ha impuesto una absurda pesadilla burocrática: a los que han viajado días enteros en busca de comida y medicinas para llevar a su pueblo, les dicen que solo pueden recibir comida para ellos mismos. Además, tienen que mostrar tarjeta de identificación, credencial de elector y una carta firmada por las autoridades del pueblo verificando que son víctimas de las inundaciones.

Dijo un campesino: "Yo no pensaba que iban a pedir eso, ya tengo que regresar a mi rancho 50 kilómetros de aquí para conseguir ese papel.... No sé qué voy hacer pero no regreso sin llevarles algo de comer a mi gente". Y es ampliamente conocido que en las bodegas del Centro Regional del Instituto Nacional Indigenista hay 50 toneladas sin distribuir de maseca.

El papel del imperialismo en el desastre

Los cambios climatológicos que afectan al planeta han golpeado duramente a México y Centroamérica. Pero la destructividad de estas inundaciones no se debe a la naturaleza, y la inundación no es el principal problema del pueblo. Al pueblo mexicano lo agobian tres montañas: el imperialismo, el capitalismo burocrático y el semifeudalismo. Las decisiones económicas que deciden el futuro de la población las toman instituciones financieras imperialistas: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Los gobernantes de México no tienen ni la intención ni la capacidad de resolver los problemas del pueblo. Su clase solo existe para ayudar al imperialismo a explotar al pueblo: creando infraestructura (como carreteras), garantizándole los recursos naturales (ya sea administrándolos o vendiéndoselos a compañías particulares), imponiendo salarios de miseria y manteniendo bajo la bota al pueblo.

El tipo de desarrollo económico que impone el imperialismo destruye el ambiente; por ejemplo, desforesta las montañas y cuando llueve ocurren deslaves. Cada año, en los últimos 20 años, México ha perdido casi un millón de hectáreas de bosque.

El desarrollo imperialista crea zonas de gran riqueza rodeadas por pobreza extrema. Alrededor de las fábricas de miseria conocidas como maquiladoras, que producen artículos de exportación, están los barrios pobres donde viven los trabajadores.

En Tezuitlán, Puebla, una de esas comunidades de maquiladoras (construida sobre un vertedero de desechos) se vino abajo y enterró a unas 500 personas. Los trabajadores confeccionaban ropa Guess and Tommy Hilfiger para exportar a Estados Unidos. "Toda esa gente vino del campo para trabajar en las maquiladoras. La mayoría lleva unos pocos años aquí...", comentó un rescatista.

Opresión y resistencia en las montañas

Se dice que el estado de Puebla, con su gran industria de ropa, "tiene el mayor dinamismo en la generación de empleos de este sector" de maquiladoras y que el empleo ha aumentado en un 56% en los cinco meses pasados. La mayoría de los nuevos trabajadores son mujeres jóvenes de los pueblos del campo y la sierra de Puebla, Oaxaca y Veracruz. México tiene uno de los salarios más bajos del mundo (según las estadísticas de la AFL-CIO) y las maquiladoras son el sector de mayor crecimiento en la economía mexicana.

En contraste, la región del norte de la Sierra Madre, al norte del pueblo de Tezuitlán, Puebla, sufrió grandes pérdidas pero recibirá muy poca ayuda. Es una zona indígena atrasada que el gobierno ha "olvidado". Pero ese atraso no es un vestigio del pasado sino un elemento integral del semifeudalismo, una de las tres montañas que agobian al pueblo. Los habitantes de la zona son indígenas de una nacionalidad oprimida que tiene su propia cultura e idioma nahuátl. Su opresión beneficia a los imperialistas: les permite sacar jugosas superganancias puesto que muchos de los trabajadores de las maquiladoras han tenido que abandonar pueblos como esos para subsistir.

En la Sierra Norte y otras regiones indígenas, los caciques y terratenientes ligados al gobierno dominan la vida. Controlan la tierra, el crédito para comprar semillas, las fuentes de agua y el transporte para llevar la cosecha al mercado. Los "sacagentes" contratan a los campesinos pobres para trabajar en las grandes plantaciones de Veracruz. Para agarrarlos, les pagan por adelantado más de lo que ganarán; así tienen que regresar a la próxima cosecha. Las plantaciones tienen cárceles para los que huyen sin pagar la deuda.* Esto no es inusual; el 50% de los trabajadores indígenas no reciben salario.**

El norte de la Sierra Madre, la Alta Huasteca de Veracruz y otras zonas indígenas son centros de fiera resistencia popular, conocidos por sus grupos guerrilleros armados. Desde el levantamiento de Chiapas de 1994, el ejército ha ocupado esas zonas para "impedir más brotes de violencia".

En una reunión a fines de septiembre, el Banco Mundial anunció que una vez más México es la "estrella" de Latinoamérica por recuperarse de la crisis del peso de 1995. El Banco Mundial y el FMI señalaron que su cumplimiento de las medidas económicas es un modelo para las Américas y le encargaron a José Angel Gurria, el Secretario de Hacienda, convencer a otros gobiernos latinoamericanos de no pedir una moratoria a la deuda exterior. El FMI afirmó que México tiene la economía más "saludable", más "madura" y de mayor crecimiento de Latinoamérica. Pero para el pueblo mexicano la realidad es muy distinta: millones viven en la pobreza, el 50% padece desnutrición y el crecimiento económico se limita principalmente a las maquiladoras.

Las mentiras del Banco Mundial hacen pensar en las cortinas metálicas que están construyendo para contener las aguas de las presas llenas a reventar. Esas mentiras no pueden cambiar el hecho de que el sistema de capitalismo burocrático de México está podrido. Lo único que ofrece para desviar la indignación popular son elecciones y la promesa de que serán "democráticas" y "limpias". El Banco Mundial le dio al gobierno un préstamo de 24 billones de dólares para impedir trastornos durante las elecciones y el cambio de gobierno en el año 2000.

Pero el descontento popular brota por mil grietas y podría dispararse. Las luchas populares (como por ejemplo la huelga estudiantil en la Universidad Nacional Autónoma de México) apuntan al imperialismo y buscan zafarse de los límites de la política electoral. El sufrimiento que han causado las inundaciones aumentará el odio hacia los opresores e impulsará al pueblo a buscar soluciones de verdad. Los imperialistas y sus lacayos no pueden ni predecir ni controlar completamente eso.

Al concluir la reunión del Banco Mundial, un fuerte terremoto sacudió el estado de Oaxaca, y luego empezaron las lluvias...

* "Caciquismo y estructura de Poder en la Sierra Norte de Puebla" en "Revolución Agraria y Semifeudalidad", Serrano, Isidro, Centro de Investigación Popular, Editorial La Chispa, México.

** Estadística de Encuesta Nacional de Empleo en Zonas Indígenas, 1997, Instituto Nacional Indigenista, La Jornada, 1998.


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