Todo el mundo está mirando

Saludo a los valientes luchadores contra la OMC en Seattle

Obrero Revolucionario #1034, 12 de diciembre, 1999

A veces la luz rasga la oscuridad y la neblina como un rayo láser.

En Seattle, la luz de la atención pública iluminó así la sórdida realidad del capitalismo/imperialismo global, las patrañas de las corporaciones transnacionales y a los burócratas que hacen tranzas en el anonimato. En las calles, ante los ojos del mundo, se condenaron sus crímenes: la dominación del planeta por un puñado de países, la explotación de la pobreza y la debilidad, la destrucción de los bosques y los mares, el constante traslado de la producción de un país a otro, y la creciente brecha entre ricos y pobres.

En un mundo donde se supone que la ganancia es el rey supremo, se puso en juicio a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y todo lo que simboliza.

Durante los días de confrontación y resistencia en Seattle, millones de personas por todo el mundo vieron algo sorprendente y emocionante: que incluso en Estados Unidos, en las entrañas de la bestia, tienen aliados y camaradas que entienden y rechazan lo que está haciendo el capitalismo global.

Esto se logró por medio de la lucha. Unos cincuenta mil manifestantes inundaron el centro de Seattle para condenar los crímenes de la globalización. Se mantuvieron firmes ante el gas lacrimógeno y las balas de goma de la policía. Regresaron día tras día a la batalla y no se dejaron intimidar por el "estado de emergencia".

Forjaron nuevas alianzas para combatir a los capitalistas monopolistas y sus salvajes capataces; se unieron estibadores y otros trabajadores, jóvenes radicales, ambientalistas, revolucionarios filipinos, estudiantes, ex combatientes de la guerra de Vietnam revolucionarios, agricultores y transeúntes indignados.

Para los oprimidos de los ghettos y barrios pobres de este país y de todo el mundo, fue algo magnífico.

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El sistema capitalista anda desbocado por todo el planeta. Destruye la vida de centenares de millones de personas para forrarle los bolsillos a un puñado. Convierte las invenciones humanas-como las computadoras y los sistemas de comunicaciones-en nuevos medios de exprimir ganancias y guiar bombas. Encadena las ciencias al carro de las ganancias: produce alteraciones genéticas de cereales para ponerles precio y perfecciona satélites para espiar. Manda ejércitos de abogados a patentar el conocimiento humano-hasta el ADN-para que las corporaciones puedan catalogar y acaparar todo.

Convierte los gigantescos medios de producción modernos, que ofrecen posibilidades sin precedentes de eliminar la pobreza, en fuentes de riqueza y armas de destrucción. Agota el ozono, destruye los arrecifes de coral y somete a poblaciones enteras a tragedias de mortalidad y trabajo infantil. Estos crímenes son tanto más crueles porque no son necesarios.

En el umbral del año 2000, se comercializa toda interacción humana para sacar las mayores ganancias posibles, al compás de falsas palabras de libertad: "libre comercio, mercado libre, libre empresa...".

Qué maravilloso ver hechas trizas esas mentiras. Los manifestantes de Seattle declararon en la práctica que el lema oficial mundial de "compra, compra, compra" es pura rapiña.

Saludamos a los valientes combatientes de la batalla de Seattle.

El Partido Comunista Revolucionario se unió orgullosamente a miles en las calles contra el enemigo común. Creemos de todo corazón que "¡la rebelión se justifica!" y estos días demuestran el poder de la rebelión justa.

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En los días venideros habrá mucho debate sobre lo que pasó en Seattle, tanto entre los participantes como entre los observadores. Confrontar y condenar al sistema es un primer paso importantísimo, y plantea la próxima pregunta: ¿cómo se puede acabar con todo esto? ¿Cómo se puede derrotar a las fuerzas corporativas y gubernamentales del imperialismo mundial, que tanto daño le hacen a la humanidad? La seriedad y el alcance de esta tarea es monumental.

A los que tienen el planeta en sus garras solo será posible barrerlos de la faz de la tierra con la forma más intensa de lucha: la revolución.

El capitalismo dice que ha triunfado. Pero vivimos en un mundo lleno de gente a la que este sistema no le ofrece ningún futuro. Su esperanza-la esperanza común de toda la humanidad-radica en arrebatarle el mundo a los que explotan el trabajo de los demás; radica en hacer la revolución, la revolución proletaria, en todos los países, y en dar los primeros pasos históricos hacia una sociedad global liberada, donde las masas trabajen en común para el bien de todos.


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