El patrimonio al que renunciamos

Oro y genocidio

La historia de la fiebre del oro de 1848 en California,
Parte 1

Obrero Revolucionario #1040, 30 de enero, 2000

El 24 de enero de 1998, el estado de California inició la celebración del 150 aniversario del descubrimiento de oro en Sutter's Mill. La celebración de tres años empatará este año con el 150 aniversario de la incorporación de California a la unión estadounidense.

Ante 9000 personas, el gobernador Pete Wilson dijo en 1998: "Es un día glorioso. Qué magnífico es celebrar nuestro pasado y dar gracias, sin importar cómo llegamos ni de dónde vinimos". El mismo gobernador que lanzó violentos ataques contra los inmigrantes continuó con cara de palo: "Eso dio origen a una tradición sin comparación: una tradición de gente que llegó de todas partes del mundo. Vinieron aventureros, pioneros y gente que abrió caminos textual y figurativamente".

Ese es el mito de la fiebre del oro: una historia de individuos briosos y esforzados de todas partes del mundo que llegaron a California a hacer fortunas con trabajo duro y buena suerte. Es un mito del sistema capitalista: que uno se enriquece si trabaja duro y que el sistema beneficia a todos.

Hoy la prensa dice que se está dando una "nueva fiebre del oro en el valle Silicon", el centro de la industria de computadoras.

Pero la verdadera historia de la fiebre del oro está teñida de sangre. En ese entonces, Henry David Thoreau escribió que se trataba "de la mayor desgracia de la humanidad". Para los indígenas, los inmigrantes que no eran europeos y los afroamericanos, la fiebre del oro representó la opresión, discriminación y genocidio.

California antes de la fiebre del oro

A finales del siglo 16 España tenía un enorme imperio colonial en el "nuevo mundo", que se extendía desde Tierra del Fuego en el sur hasta Norteamérica (desde el Misisipí hasta California). Un historiador describió una característica esencial del imperio español: "Era una cruel alquimia que convertía la riqueza humana en tesoros materiales consumiendo cientos de vidas indígenas por cada lingote de oro enviado a Madrid. Un holocausto de esclavitud, atrocidades y enfermedades redujo la población indígena de la Nueva España de 11 millones de habitantes cuando llegó Cortez [1519-1521-OR] a seis millones en 1550".

La principal institución social creada por los españoles en California fue el sistema de misiones. En 20 misiones a lo largo de la costa esclavizaban a miles de indígenas: construían las misiones, cultivaban la tierra y hacían todos los oficios para los colonos; a cambio recibían latigazos y permanecían encadenados y encerrados.

La mortalidad de los indígenas en las misiones era espantosa: entre 1790 y 1800 los franciscanos captaron 16.100 indígenas, de los cuales 9300 murieron, o sea el 58%. En 1818 el 86% había muerto.

En 1821, después de 11 años de lucha, México se independizó de España. En 1834, José Figueroa, el gobernador de California (que formaba parte de México), anunció la "secularización de las misiones". Prometió repartir la tierra: la mitad a los indígenas y la otra mitad a los que solicitaran tierras para trabajar. Sin embargo, la promesa jamás se materializó. En pocos años, casi todas las tierras de las misiones fueron entregadas a los amigos y socios del gobernador. Muchos indígenas destruyeron los edificios de las misiones en que los tuvieron sometidos.

Al sistema de misiones lo reemplazó un sistema de ranchos con tierras concedidas por el gobernador. En 1846 los gobernadores y sus lugartenientes terminaron la entrega de 26 millones de acres a 813 solicitantes. Los rancheros saquearon las misiones y pusieron a los indígenas a trabajar como siervos. Un rancho tenía 600 sirvientes indígenas. Un historiador comentó que los ranchos "eran el primo californiano de las plantaciones del Sur".

California entró a la unión estadounidense en 1850. En 1840, solo tenía 400 ciudadanos estadounidenses, pero eso no frenó a Washington. En 1845, el día de la toma de posesión el presidente James Polk le dijo en confianza al secretario de la Marina que uno de sus principales objetivos sería arrebatarle California a México. La doctrina con que se justificaba tal expansión se llamaba "Destino Manifiesto", que expresaba la "voluntad de dios". Para provocar una guerra con México, en 1846 Polk despachó tropas a territorio mexicano desde Texas (recién anexado). Cuando México respondió a la agresión, Estados Unidos le declaró la guerra.

En la batalla final por la ciudad de México las tropas estadounidenses entraron en la capital. Un comerciante mexicano escribió a un amigo sobre el cañoneo de la ciudad: "En algunos casos se destruyeron manzanas enteras, y grandes cantidades de hombres, mujeres y niños murieron o sufrieron heridas".

Un soldado estadounidense describió así la ocupación de la ciudad de México: "Primero se metieron en las cantinas; luego, borrachos, cometieron toda clase de ultrajes. A las ancianas y las jovencitas les arrancaron la ropa y a otras les fue peor. A los hombres los mataban por docenas... saquearon establecimientos, iglesias, tiendas y viviendas.... Por todos lados había caballos y hombres muertos, y los soldados borrachos perseguían gritando y aullando a los mexicanos que huían de sus hogares".

México se rindió en 1848 y fue obligado a firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el cual le dio a Estados Unidos casi la mitad de su territorio. Así fue como poco antes del descubrimiento de oro California llegó a ser territorio de Estados Unidos.

La verdadera historia de Sutter's Mill

Los libros escolares dicen lo siguiente sobre la fiebre del oro en California:

En la mañana del 24 de enero de 1848, James Marshall estaba construyendo un aserradero para su patrón, John Sutter, cuando descubrió oro y cambió para siempre la historia de California.

Eso ni empieza a contar lo que sucedió. Para empezar, ¿quién era John Sutter y en qué negocios andaba?

John Augustus Sutter convenció al gobernador mexicano de California de que le diera 48.000 acres (120 kilómetros cuadrados) en el valle Sacramento. Naturalmente en esa tierra vivían indígenas, como los 200 miwok que vivían a 20 kilómetros de lo que hoy se llama Sutter's Fort. La aldea Kadema quedaba a nueve kilómetros hacia el oeste y a nueve kilómetros al norte vivían los maidu.

Los indígenas realizaban casi todos los oficios en el rancho de Sutter. Hombres y mujeres miwok y maidu construyeron el fuerte, araban la tierra, sembraban trigo y otros productos, cuidaban el ganado, tejían, hacían sombreros, cobijas, operaban una destilería, trabajaban en la curtiduría, atendían un hotel y cazaban venado.

Hoy, los guías y los letreros de Sutter's Fort dicen que los indígenas estaban ahí voluntariamente y que se les trataba bien. Pero la verdad es que los tenían como siervos y casi como esclavos. Heinrich Lienhard, un capataz de Sutter, escribió: "Tenía que encerrar con candado a las mujeres y a los hombres para que no se escaparan de noche y regresaran a sus tierras. Durante el día muchos se fugaban".

Sutter armaba a los indígenas de pueblos cercanos para que secuestraran a niños de pueblos lejanos para venderlos en San Francisco. Otro observador escribió que a Sutter "le gustaban las jovencitas indias".

En 1844, Pierson Reading, otro capataz de Sutter, escribió: "Los indios de California son tan mansos como los negros del Sur. Por migas se pueden conseguir sus servicios de por vida". Un indígena de California dijo la pura verdad cuando escribió: "Sutter esclavizó a mi abuelo para la construcción del fuerte. Lo hizo trabajar muy duro y le dio el mínimo de comida. A la primera oportunidad mi abuelo se escapó con la familia y se escondió en las montañas".

Sutter no se adaptó a las transformaciones económicas ni a la llegada de miles de colonos. Los indígenas se escaparon del fuerte y no quedó nadie para recoger el trigo. Los mineros le robaban el ganado. Su título de propiedad tenía problemas y quebró.

El genocidio de los indígenas

Ningún grupo de la sociedad sufrió más a consecuencia de la fiebre del oro que los indígenas. Se calcula que antes de la llegada de los europeos, en la región ahora conocida como California, vivían de 310.000 a 705.000 indígenas, y que antes de la fiebre del oro murieron unos 150.000 en las misiones. El resto de la población indígena fue diezmada durante la fiebre del oro y en 1870 solo quedaban 31.000, según el padrón oficial del estado.

Se informa que al verano siguiente del descubrimiento de oro en Sutter's Mill, unos 4000 indígenas trabajaban en las minas para los blancos. Pero luego se les prohibió por ley trabajar en las minas. A eso le siguió una política sistemática de genocidio.

En un discurso ante los legisladores del estado en enero de 1851, el gobernador, Peter H. Burnett, prometió que "continuará una guerra de exterminio entre las razas hasta que se extinga la raza india". La prensa aclamó la campaña y en 1853 el Yreka Herald le pidió al gobierno que ayudara "a los ciudadanos del norte en una guerra de exterminio a muerte de todos los pieles rojas. Ya no hay que esperar la hora del exterminio; la hora ha llegado, la labor ha empezado. Al primero que pida tratado o paz hay que tratarlo como traidor". Otros periódicos expresaron sentimientos similares.

En unos pueblos se ofrecía dinero por la cabeza o el cuero cabelludo de los indígenas. En 1855, en Shasta City, se ofrecía 5 dólares por cabeza y en 1863, en Honey Lake, 25 centavos por cuero cabelludo. Un habitante de Shasta City escribió que vio a hombres llegar al pueblo con de ocho a doce cabezas colgadas de sus mulas. Otros pueblos aplicaban castigos colectivos contra las comunidades de los indígenas acusados de un delito. Así destruyeron 150 comunidades indígenas.

En 1851 y 1852 el estado de California pagó, con los ingresos del oro, un millón de dólares a milicias que cazaban indígenas. En 1857 les pagó $400.000 en bonos.

El periódico Alta Californian informó sobre una masacre cometida bajo la dirección de un tal capital Jarboe en 1860: "La cuadrilla descendió sobre ellos y les voló la tapa de los sesos o les partió el cráneo con hachas. Incluso a los recién nacidos que llevaban en canastas les partieron la cabeza o los cortaron en pedazos. Las madres y los niños sufrieron la misma suerte.... A los que intentaban huir les perseguían o les disparaban.... Los niños, que apenas empezaban a caminar, corrían hacia las mujeres llorando de miedo, pero los aniquilaron como animales salvajes y los amontonaron".

El 12 de abril de 1860, las autoridades estatales aprobaron $9347.39 para pagar "la deuda contraída por la expedición contra los indios en el condado Mendocino que dirigió el capitán W.S. Jarboe". El gobernador felicitó a Jarboe en una carta "por hacer todo lo que se esperaba" y le agradeció "sinceramente por la manera en que realizó la campaña".

En 1850, se aprobó la ley de "Protección de los indios", que permitía a los blancos poner a trabajar a cualquier indígena que no pudiera comprobar su fuente de ingreso. Como los indígenas no tenían el derecho de hablar en un tribunal, la ley automáticamente favorecía a los blancos. Muchos ni se molestaban en cumplir la ley y simplemente compraban niños y mujeres indígenas; ese tráfico fue la fuente de grandes fortunas.

Un editorial del Marysville Appeal ilustra esa práctica: "Es de estas tribus montañosas que los blancos secuestran niños para enseñarles a ser sirvientes y mujeres para labores y lujuria... en el norte del estado hay cuadrillas que se dedican exclusivamente al robo de niños y jovencitas... para venderlas a altos precios a los colonos que con gusto pagan $50 ó $60 por un cocinero o sirviente, o $100 por una jovencita".

Para allanar el camino de los colonos, en 1853 el Senado federal mandó tres comisiones a negociar tratados con las tribus de California. En total negociaron 18 tratados. Los indígenas cedieron miles de acres a cambio de protección y la promesa de que se les dejaría vivir en tierras con suficiente agua y animales para vivir según sus costumbres. Los terrenos prometidos cubrían 7,5 millones de acres, o el 7.5% del territorio de California. Cuando los indígenas empezaron a ocupar esas tierras, se les informó que era ilegal porque el Senado no aprobó los tratados.

En vez de cumplir los tratados, el gobierno federal impuso un "sistema de puestos militares" en reservas con un "sistema de disciplina e instrucción". El mantenimiento de la tropa lo pagaría "el excedente de la mano de obra indígena". Se suspendieron las negociaciones y en vez se "invitó a los indígenas a concentrarse en las reservas".

Los acorralaron en las reservas a punta de fusil y marchas forzadas. En el poema History Lesson, la poeta indígena Janice Gould cuenta cómo fue: "El desplazamiento duró dos semanas y de los 461 indígenas que emprendieron la triste marcha solo 277 llegaron a Round Valley. Muchos murieron de las siguientes maneras: les dispararon a los que trataron de fugarse. A los viejos, enfermos o mujeres que no podían continuar los mataron con bayonetas para no desperdiciar municiones. También mataron bebés; los agarraban de los pies y los estrellaban contra árboles o piedras para reventarles el cráneo".

En las reservas los ponían a trabajar como animales de carga para los colonos. En 1857, un colono dijo: "Unos 300 murieron en la reserva por andar por las montañas en la nieve y el lodo.... Se les hacía trabajar desnudos, solo con una piel de venado sobre los hombros.... En promedio cargaban 50 libras".

Aunque eran menos y no tenían armas, los indígenas opusieron resistencia al genocidio. Uno de los episodios más famosos de resistencia fue la guerra de los modoc a principios de los años 1870. Los modoc abandonaron la reserva para regresar a sus tierras ancestrales del condado Siskiyou. Bajo la dirección de Kentipoos, conocido como el capitán Jack, 150 guerreros combatieron contra más de 1000 soldados. Resistieron durante meses, hasta que los cañones Howitzer y la falta de agua los debilitaron. Al capitán Jack lo ahorcaron. El ejército tuvo 83 bajas y la guerra le costó al gobierno un millón de dólares.

*****

"Ustedes, que nos han puesto precio, que nos han desplazado, ¿a qué costo? Cuánto vale la fosa donde nuestros huesos comparten una pizca de memoria; cómo un siglo convierte a nuestros muertos en especímenes y nuestra historia en polvo...".

Wendy Rose, Three Thousand Dollar Death Song, 1980 (miwok/hopi)

La verdadera historia de la fiebre del oro es la historia del genocidio de los indígenas, el robo del territorio mexicano y de crímenes contra muchos otros sectores de la población. Son crímenes que emanan de la naturaleza del sistema, que pone por encima de todo la acumulación de riqueza. La fiebre del oro creó imperios económicos, familias como los Hearst y compañías como Wells Fargo y el Banco de California. La verdad es que la riqueza de California chorrea sangre.

Continuará

La segunda parte examinará el impacto de la fiebre del oro en los californios, en los inmigrantes latinoamericanos y chinos, y en los afroamericanos, así como la destrucción del ambiente.

Fuentes:

La otra historia de los Estados Unidos, Howard Zinn, siglo veintiuno editores, 1999

Gold, Greed and Genocide: Unmasking the Myth of the 49ers, Project Underground Pamphlet, 1998

Rush for Riches: Gold Fever and the Making of California, J.S. Holiday, University of California Press, 1999

Lies Across America, James W. Loewen, 1999


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