El veredicto del caso de Diallo:
Licencia para matar

Obrero Revolucionario #1045, 5 de marzo, 2000

El 25 de febrero un jurado absolvió de todas las acusaciones a los cuatro policías que asesinaron a Amadou Diallo tras un juicio de cuatro semanas en Albany, Nueva York.

Amadou Diallo, un joven inmigrante de Africa occidental, regresaba a su apartamento en el Bronx, Nueva York, una noche de febrero del año pasado. Estaba a la entrada de su propio edificio cuando cuatro tiras armados se le tiraron encima sin identificarse y abrieron fuego; le dispararon 41 balas y 19 le dieron. Tras matarlo, registraron su apartamento e interrogaron a su compañero buscando un pretexto para justificar la ejecución de un hombre desarmado.

Ahora, un año después del asesinato, todo el "sistema de justicia"-las leyes, los jueces, el proceso de selección de jurados, el juicio, etc.-ha dado un infame veredicto: ¡Inocente!

Saikou Diallo, padre de Amadou, lo llamó "el segundo asesinato" de su hijo.

El veredicto es una infamia. Da ganas de gritar a los cuatro vientos: ¡qué sistema tan canalla y tan cruel! Da ganas de enderezar las cosas, de levantarse.

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Para comenzar, solo juzgaron a los agentes porque miles y miles de personas se lanzaron a la calle en la primavera de 1999. Sin esas protestas, ni siquiera los hubieran acusado. Mil estudiantes hicieron paros de clases. Más de mil personas fueron arrestadas en varios días de desobediencia civil. Millones de personas siguieron de cerca los acontecimientos y la presión obligó a las autoridades a entablar acusaciones.

Pero los mecanismos del sistema judicial acudieron a la defensa de los agentes. En diciembre, un panel de jueces trasladó el juicio de Nueva York a Albany, diciendo que los habitantes de los barrios patrullados por esos agentes no son capaces de dar un veredicto justo.

Durante el juicio, el juez decidió que el jurado no debía enterarse de que esos mismos agentes mataron y maltrataron a otros.

¿Y quiénes presentaron los argumentos contra los agentes? Los fiscales del sistema, quienes no van a criticar la conducta usual de la policía.

Los fiscales presentaron argumentos flojos y doblaron la cabeza ante la defensa. El fiscal mismo propuso que el jurado considerara acusaciones menos graves que homicidio. Cuando los agentes subieron al banquillo a mentir y lloriquear que un solo hombre desarmado les dio miedo, la fiscalía los trató con guantes de seda.

De comienzo a fin, el juicio fue una clase sobre cómo ver el mundo "por los ojos de los policías". ¡Y qué forma de verlo tan racista y brutal! Según los agentes y sus abogados, todo el mundo debe aceptar que todo hombre negro es un peligro a la sociedad y que todo movimiento justifica el miedo y matar. Según su testimonio, toda persona en la avenida Wheeler esa noche era un criminal. ¡Un agente hasta dijo que nunca se le ocurrió que Amadou no fuera criminal!

Al final del juicio, el juez le explicó casi cuatro horas al jurado que un agente puede matar con legalidad.

Este veredicto canalla no fue producto solo del jurado, sino de todo el sistema que se protege a sí mismo y a sus guaruras. A sabiendas, arriesgó echar combustible a la indignación popular con ese veredicto, para declarar una vez más que la policía tiene todo el derecho de matar.

¿Por qué? Porque este sistema necesita destacamentos especiales de fuerzas armadas contra el pueblo. El capitalismo es un sistema de ricos y pobres, y necesita la violencia organizada del Estado para mantener a raya a las masas. Estados Unidos está gobernado por una clase de capitalistas monopolistas que solo puede mantenerse en el poder a punta de fusil, y por eso necesita policías y fuerzas armadas.

Bueno, seguramente alguien dirá: "Ya vienen los comunistas con que este incidente trágico y este veredicto desconcertante es obra de clases sociales y del sistema".

Pero imaginemos por un momento las consecuencias si hubiera pasado lo opuesto, o sea, si un inmigrante africano hubiera sobrevivido una confrontación armada con la policía y un agente muere. Imaginemos por un momento al inmigrante en el banquillo explicando que él tenía miedo y que él tuvo que abrir fuego para defenderse.

¿Hubieran trasladado el juicio a una ciudad favorable a la defensa? ¿Hubiera presentado la fiscalía argumentos tan débiles? ¿Hubiera dado el juez un discurso de casi todo un día al jurado sobre lo justificado que era matar al agente? ¿Hubiera anunciado el alcalde de Nueva York que el veredicto restauró su confianza en el sistema judicial?

Ni modo. Porque los tribunales y las leyes están en contra del pueblo. No tratan con igualdad al opresor y al oprimido. Porque solo la revolución puede cambiar las relaciones de poder de esta sociedad y levantar la sangrienta ocupación policial de los barrios oprimidos.

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El pueblo está respondiendo a este veredicto con indignación y lucha. Pero ciertas voces piden aceptarlo con calma. Hasta dicen que una respuesta militante sería traicionar la causa, que sería adoptar los mismos métodos violentos de la policía. ¡Qué terribles consejos!

La verdad es que no se conseguirá justicia sin una lucha ardua. Y la fuerza y violencia de los opresores (cuya meta es mantener a los oprimidos bajo la bota) y la fuerza y violencia de los oprimidos no tienen nada en común. Una es degradante, pero la otra libera.

El problema en el mundo actual no es que haya demasiada violencia, sino que hay demasiada violencia contrarrevolucionaria y no hay suficiente violencia revolucionaria. Pero esto está cambiando y seguirá cambiando.

La situación exige una resistencia resuelta y militante. La rebelión se justifica. Es necesario reclamar "Justicia para Amadou Diallo" y luchar para derrocar este sistema injusto.


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