Nueva York

Resistencia popular a la policía
durante entierro de Patrick Dorismond

Obrero Revolucionario #1049, 9 de abril, 2000

Al cierre de esta edición, nos hemos enterado de que la policía de Nueva York mató a dos personas más el viernes por la noche. Una pandilla de detectives disparó 23 veces contra cinco jóvenes del barrio Bushwick de Brooklyn y mató a dos: Tysheen Bourne, de 19 años, y Andre Fields, de 17 años. Los detalles del asesinato no están del todo claros, pero un testigo le dijo al New York Times que un policía disparó dos veces a quemarropa contra uno de los jóvenes, que estaba tirado en el suelo.

El 16 de marzo, cuando esperaba un taxi, la policía mató a Patrick Dorismond por el "crimen" de ser negro.

La policía mató a otro negro a sangre fría.

Esta vez en pleno Manhattan, poco después de la medianoche del jueves 15 de marzo. Patrick Dorismond, un haitiano de 25 años, era guardia de seguridad y al salir del trabajo fue a la cantina Weakamba con un compañero de trabajo para tomarse unas frías.

Al salir, se pusieron a esperar un taxi y en cuestión de minutos cayó muerto, baleado en el pecho por un detective.

Kevin Kaiser, el amigo de Patrick, dice que un hombre se les arrimó para averiguar si sabían dónde podía comprar marihuana. Patrick le dijo que se fuera, que no quería hablar con él. El desconocido (un detective) insistió y provocó un altercado.

Otro detective, de nombre Vásquez, llegó corriendo con una pistola en la mano, con la cual empezó a golpear a Patrick. Después le disparó en el pecho. Los detectives no se identificaron.

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El 25 de marzo, las autoridades le echaron sal a la herida de los que fueron a presentar sus respetos en el entierro de Patrick, mandando 1000 policías de motín.

Los policías atacaron la marcha fúnebre con saña, dando cachiporrazos y rociando gas pimienta a diestra y siniestra. ¡Pero los dolientes contraatacaron en una justa rebelión! Destrozaron barricadas policiales y les lanzaron piedras y botellas; les bloquearon el paso con tachos de basura y durante varias horas hubo escaramuzas entre policías y chavos.

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La situación en Nueva York ya era tensa antes del entierro, pues hace menos de un mes que las autoridades dieron luz verde a la policía para seguir matando cuando absolvieron a los asesinos de Amadou Diallo. Cinco días después de ese veredicto, confirmaron que gozan de impunidad al matar a Malcolm Ferguson a dos cuadras de donde mataron a Amadou.

Otra vez el sistema ha declarado que los policías pueden matar con impunidad. El alcalde, Rudolph Giuliani, y el comisario de policía, Safir, divulgaron los antecedentes "penales" de Patrick, como si eso justificara su asesinato. ¡Su gran "crimen" fue desorden público! Además, abrieron el sello de su expediente juvenil, lo cual es ilegal, con el cuento de que como estaba muerto ya no era reservado. Y no le pidieron disculpas a la familia de Patrick porque supuestamente se trata de un "criminal".

El alcalde siempre defiende a la policía, pero esta vez su comportamiento fue tan desvergonzado que incluso partidarios suyos lo criticaron. Los consejales negros y latinos advirtieron que la ira popular es profunda y que la situación es "explosiva". Altos funcionarios del Partido Republicano le dijeron al New York Times, guardando el anonimato, que el alcalde no estaba manejando la situación debidamente.

La periodista de Newsday Sheryl McCarthy escribió: "Aparentemente hemos llegado a tal punto en Nueva York que los policías piensan que tienen el derecho de matar a quienes les contestan o quieren terminar un pleito que ellos empiezan.... Mejor dicho, en una pelea entre un policía y un ciudadano no armado, el policía puede dispararle. Es cuestión de poder, dice Michael Letwin, presidente de la Asociación de Abogados para Ayuda Legal de Nueva York. `Los policías piensan que la menor resistencia, sin que siquiera sea física, es impermisible. Piensan que se justifica la violencia cuando la persona no obedece inmediatamente lo que se le ordena', dice. Si eso es cierto, los policías a quienes pagamos para proteger nuestras comunidades se han vuelto escuadrones de la muerte, con poder absoluto".

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Patrick Dorismond tenía 25 años. Su padre, Andre Dorismond, es un famoso cantante haitiano. Patrick nació y se crió en Brooklyn, tenía tres hermanos y una hermana, y dos hijas, de uno y cinco años. En la comunidad haitiana se formó la Coalición Haitiana pro Justicia, que convocó a su velorio y entierro. Dos mil personas fueron al velorio. Al terminar, Marie, su mamá, dijo: "Quiero que se haga justicia para mi hijo. Sin ustedes no se hará justicia. Me siento fuerte. Quiero luchar por mi hijo, por la justicia. Si me ayudan, lo haré".

El entierro empezó con una procesión de cinco kilómetros por el sector haitiano de Brooklyn. A la cabeza de la procesión iban amigos y familiares cargando el ataúd de Patrick y una manta que proclamaba: "Justicia para Patrick". Tres mil personas participaron en la marcha fúnebre. Unos expresaban pena y otros desafío; unos lloraban y otros derrochaban ira contra el alcalde y la policía.

Desde que empezó la marcha, la policía le faltó el respeto y no dejaba de hostigar. La policía rodeó la marcha con agentes de asuntos comunitarios. Los dolientes estaban furiosos de que se atrevieran a ir, pues ellos lo mataron. Más aún, unos tuvieron las agallas de tocar el ataúd. Un periódico informó que la gente coreaba: "¡Policías fuera!" y "¡Ya está muerto, para qué necesitamos a la policía!".

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La procesión caminó hacia la iglesia Holy Name, donde miles de personas estaban en la acera esperando, contenidas por barricadas policiales. Los padres de víctimas de asesinatos policiales, como los padres de Amadou Diallo, se abrieron paso hacia el frente; con ellos también estaba Abner Louima, el haitiano a quien violaron con un destapador de inodoros en una delegación de policía en 1998.

También estaba Nicholas Heyward, Sr., cuyo hijo murió a manos de un policía de vivienda de Nueva York en 1996. En un comunicado de prensa de la Coalición 22 de Octubre contra la Brutalidad Policial, dijo: "Fui al entierro para presentar mis respetos a Patrick Dorismond y una vez más me encontré ante la policía. Ya estaba dentro de la iglesia cuando me sacaron con el cuento de que tenían que registrarla. Luego pusieron una barricada metálica a lo largo de la acera. Estamos hablando de un entierro. No me permitieron estacionar el carro cerca a la iglesia, porque querían acceso a la iglesia sin estorbos. Si estaban ahí para proteger y servir, ¿a quién estaban protegiendo? Por supuesto no a Patrick Dorismond, a quien ya mataron".

Cuando la marcha fúnebre llegó a la iglesia, se encontró con las barricadas policiales. Una persona nos dijo: "Nos venían escoltando policías de relaciones comunitarias, y al llegar a la iglesia no encontramos con barricadas, y como éramos tantos, las tumbamos, las desarmamos". Por todos lados empezaron a desarmar las barricadas.

Miles de personas se tomaron la calle. Casi todos eran haitianos, pero también había otros caribeños y activistas. Los haitianos empezaron a corear, en criollo: "Tenía un hijo, pero ahora Giuliani se lo arrebató. ¡Tendrá que pagar!" y "¡Patrick era inocente, tienen sangre en las manos!".

Dos hombres cargaban ataúdes con los nombres y fotos de víctimas de la policía. Muchas pancartas comparaban a Giuliani con Hitler. Otras preguntaban: "¿Quién será la próxima víctima?" La manta de la Coalición 22 de Octubre contra la Brutalidad Policial, con los nombres de 100 personas de todo el país muertas por la policía, estaba colgada de la cerca de la iglesia. Se hicieron colectas para comprar el libro Vidas robadas: Asesinados por la policía y ponérselo frente las narices a la policía.

Los haitianos hablaron con dolor de las torturas y asesinatos que han sufrido a manos de los escuadrones de la muerte llamados Ton Ton Macoutes en Haití. También hablaron de haber venido en busca de una vida mejor, pero que han sufrido lo mismo. Corearon: "¡Policía de Nueva York/Ton Ton Macoutes!", "¡Giuliani Dwe Dechouki! ¡Giuliani tiene que irse!" y "Haitianos: ¡No se rindan jamás!". Luego quemaron una bandera yanqui. Un joven haitiano dijo: "Por esa bandera mataron a Patrick. ¡Esa no es nuestra bandera!"; otros la pisotearon y escupieron cuando estaba en llamas.

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Cientos de policías de motín rodearon a la multitud; helicópteros policiales sobrevolaban arriba. Cuando partió la carroza fúnebre, muchos empezaron a seguirla, y entonces la policía atacó. Un miembro de la Coalición 22 de Octubre nos dijo: "Muchos empezaron a gritar: ¿qué hacemos? La policía nos cayó encima con cachiporras y escudos".

Empezaron a rociar gas pimienta y a dar cachiporrazos. Golpearon y arrestaron al productor/corresponsal de WBAI Errol Maitland, que estaba transmitiendo en vivo. El New York Times informó que un policía le apretó el cuello a una joven y la arrestó. Una estudiante le dijo al Times que un policía golpeó a una señora que no se subió a la acera. "No estaba haciendo nada y una policía le dio un cachiporrazo en la cabeza".

Pero sucedió lo que la policía no esperaba; la multitud contraatacó, lanzando piedras, botellas y barricadas. En las noticias se veía a señores de saco y corbata y señoras de vestido tumbando barricadas. Luego el gas pimienta empezó a afectar a los policías y tuvieron que batirse en retirada, especialmente los que no tenían máscaras.

El testimonio de un testigo: "Los carros que formaban parte de la procesión quedaron atrapados detrás de la multitud. La policía tenía todo bloqueado. Después de un rato, la policía atacó y empezó a arrestar. Entonces la gente contraatacó y estalló una lucha campal. A los policías que no tenían equipo de motín les cayeron encima botellas y piedras. Luego llegaron los refuerzos pero seguían lanzándoles piedras y lo que estuviera al alcance. La policía se puso en formación militar para avanzar, pero les bloquearon el camino con pedazos de barricadas, tachos de basura y lo que fuera".

La prensa informó que las escaramuzas entre policías y grupos de jóvenes duraron toda la tarde. También se informó que quebraron vitrinas de almacenes.

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El comisario de policía dijo que los que lucharon contra la policía eran "delincuentes" y "buscapleitos". Giuliani alabó a la policía por su "moderación". Pero hubo muchas críticas por el comportamiento del alcalde y de la policía.

Al día siguiente, una encuesta del diario Daily News informó que el 72% pensaba que "el uso de fuerza mortífera por la policía de Nueva York está fuera de control"; que el 47% pensaba que el comisario de policía debe renunciar; y que el 67% pensaba que fue un error divulgar los antecedentes juveniles de Patrick.

Después del entierro, muchas personalidades que respaldaban al alcalde y al comisario les pidieron que renunciaran. Unos clérigos de Brooklyn rehusaron reunirse con Giuliani hasta que pidiera disculpas a la familia de Patrick. El New York Times informó que a la policía le preocupa que las medidas del alcalde han "perjudicado el apoyo comunitario".

La situación sigue tensa y el alcalde sigue apoyando a la policía. Giuliani no asistió al entierro de Patrick, pero sí fue a visitar a los policías heridos en las escaramuzas. A una señora que le aplastaron un dedo en las barricadas, la arrestaron cuando fue a entablar una queja por la manera que la trataron; la pusieron en una rueda de presos y la acusaron de agredir a un policía. Para ganar puntos, la policía divulgó estadísticas de que el crimen ha disminuido un 55% en los últimos seis años.

Cuatro días después del ataque al entierro de Patrick, unos policías entraron en un patio lleno de niños de primaria persiguiendo a un "sospechoso" con las pistolas desenfundadas. El comisario de policía dijo que el departamento revisará las normas sobre cuando se pueden desenfundar las pistolas, y Giuliani dijo que hay que enseñar a los agentes cuándo no deben desenfundar las pistolas. Pero la verdad es que ya saben, y han aprendido que pueden desenfundarlas y disparar cuando les da la gana.

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El día del entierro de Patrick Dorismond las calles de Brooklyn quedaron cubiertas de vidrio, piedras y basura; arrestaron a 27 personas y, de ellas, a seis las tuvieron que hospitalizar. Pero por todo el país los oprimidos quedaron contentos de ver que el pueblo contraatacó. Una joven que milita en el movimiento contra la brutalidad policial nos dijo: "Después del veredicto en el caso Diallo, esperábamos que algo sucediera, que la gente contraatacara. Pienso que hoy ganamos, ¿me entiendes? Los jóvenes se lanzaron a la calle, furiosos y feroces. Nadie se va a rajar, nadie se va a rendir. Por eso digo que esto apenas ha empezado...".


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