Helicópteros Blackhawk, Pirañas
y el imperialismo yanqui
Más intrevención estadounidense en Colombia
Obrero Revolucionario #1057, 4 de junio, 2000
Estados Unidos está preparando una enorme intervención militar contra el pueblo de Colombia: los Boinas Verdes del ejército y los comandos SEAL de la marina están entrenando batallones del ejército colombiano para la guerra. Va a llegar una flota de helicópteros Blackhawk y Apache. El Servicio de Guardacostas está entrenando equipos del ejército colombiano para patrullar los ríos con barcos cañoneros Piraña. Están construyendo bases. Los aviones de espionaje observan constantemente carreteras y ríos. El Congreso está tramitando un superpaquete de ayuda militar. Equipos militares de ambos países han trazado planes de combate bajo la dirección de un infame criminal de guerra: el general (supuestamente jubilado) Barry McCaffrey, famoso por ordenar la atroz masacre de tropas iraquíes en retirada durante la guerra del Golfo.
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Colombia es un país de tierra fértil y rica en minerales que se encuentra paralizado por una crisis profunda y compleja.
A nivel económico, el imperialismo ha arruinado la vida de la gran mayoría de la población. Antes, se producía una variedad de alimentos y una buena cantidad de trigo, pero la importación obligatoria de trigo estadounidense arruinó la agricultura. En vez de alimentos, el campesino ahora tiene que sembrar productos de exportación, lo que lo deja a la merced de las fluctuaciones de precios y caprichos del mercado mundial. Colombia, el país del café, ¡está importando café para el consumo nacional! Ante la terrible pobreza, el cultivo de exportación más redituable para el campesino es la coca.
Una clase alta ostentosamente rica ha acaparado la mayoría de las tierras productivas y la riqueza mineral. Los grandes terratenientes (el 1.3% de la población rural) son dueños del 48% de la tierra; los campesinos (el 60% de la población rural) solo tienen el 5%.
Más de la mitad de la población es pobre y el 30% vive en absoluta miseria. La situación ha empeorado en los últimos años: el desempleo oficialmente es del 20%, pero en la práctica llega al 60%. El año pasado, la economía sufrió una contracción del 3.5%.
En las calles de las ciudades viven montones de "gamines" (niños de la calle), y la policía organiza escuadrones de la muerte para cazarlos y matarlos.
Los largos años de crisis han gestado odio hacia el gobierno (corrupto, brutal y débil) y han nutrido varios grupos político-militares que luchan en el campo. ¿La respuesta de la clase dominante?: una guerra sucia contra el campesinado y los grupos de oposición por medio del ejército, la policía y grupos paramilitares de derecha. Estos últimos atacan específicamente a los campesinos que apoyan a la guerrilla, y han aniquilado pueblos enteros a machete, armas de fuego y hasta sierras de motor. Cometen constantes asesinatos, torturas, secuestros y masacres.
Ante tales atrocidades, miles de campesinos huyen a diario a las ciudades y casi dos millones de desplazados se aglomeran en tugurios. Colombia hoy tiene más desplazados que Kosovo tras la guerra de los Balcanes. La situación de los desplazados es tan angustiosa que en una manifestación frente a la Cruz Roja hace poco tres personas se crucificaron y se hicieron clavar los pies y las manos para patentizar su sufrimiento.
En todo esto, el gobierno ha contado con el apoyo político y económico de Estados Unidos, que también apoya por debajo de cuerda a los grupos paramilitares.
En julio de 1999, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mayor grupo guerrillero del país, lanzaron una ofensiva y llegaron a 40 kilómetros de la capital. Desde esa fecha, Estados Unidos ha acelerado agresivamente la intervención militar.
Estados Unidos resolvió tomar cartas definitivas en el asunto y resolver a su manera las luchas internas de Colombia. ¿El núcleo del plan?: modernizar, armar y entrenar al ejército (famoso por su corrupción y salvajismo) para que libre una nueva guerra contra el pueblo.
El 11 de enero la Casa Blanca propuso un plan general para moldear a Colombia a su imagen y semejanza. Peter Romero, subsecretario de Estado para el hemisferio occidental, anunció que costará 1.6 billones de dólares y que se centrará en una campaña militar de dos años llamada "Ingreso a las zonas cocaleras del sur de Colombia", que "aumentará la presencia del gobierno en una zona donde ha habido un vacío de autoridad civil, policial y militar".
Mejor dicho, con el pretexto de "luchar contra la producción de cocaína", Estados Unidos va a capacitar a las fuerzas armadas para invadir los llanos orientales y la amazonia de Colombia.
Gran escalada de la escalada militar
"La administración propone financiar con 600 millones de dólares en el curso de dos años el entrenamiento y equipamiento de otros dos Batallones Antinarcóticos que ingresarán al sur de Colombia como apoyo a las misiones contra la droga de la policía nacional. Para que los batallones se puedan movilizar en esa zona remota y atrasada de Colombia, contarán con 30 helicópteros Blackhawk y 33 Huey. También recibirán información de inteligencia. Asimismo, se pagará vivienda y trabajo para los colombianos que resulten desplazados durante este ingreso al sur de Colombia".
Descripción del "Ingreso al sur de Colombia",
administración Clinton, 11 de enero
"Vamos a realizar mucha interdicción aérea, recolección de inteligencia, capacitación y entrega de equipo. Vamos a capacitar jueces, oficiales de la policía, a la marina y los guardacostas. Habrá ingerencia estadounidense, pero los soldados... serán de las fuerzas armadas de esos países".
General McCaffrey, zar de la droga y cabecilla
de la intervención en Colombia, cadena CBS, 12 de enero
Las operaciones planeadas para Colombia siguen el "modelo de El Salvador". Esto quiere decir que el Pentágono se propone armar, entrenar y dirigir las fuerzas armadas colombianas por medio de un grupo grande de asesores, comandantes, agentes de la CIA y la DEA, y equipos de espionaje aéreo, pero sin mandar directamente tropas. La carne de cañón y los muertos los debe poner el ejército colombiano.
El costo del plan de respaldo al gobierno y las fuerzas armadas de Colombia asciende a $1.6 billones, de un solo golpe.
Comprende:
• $600 millones para crear tres batallones de contrainsurgencia (uno ya creado) con una flota de helicópteros
• $96 millones para programas de la policía, una entidad brutal altamente militarizada, que administrarán los departamentos de Estado, Defensa, Justicia, Hacienda, DEA y la Oficina Nacional de Política para el Control de la Droga
• $341 millones para las fuerzas militares de aire y agua
• $92 millones para reestructurar el sistema de gobierno (por ejemplo, para preparar jueces para juicios políticos)
• $145 millones para "desarrollo alternativo" (producción agrícola que no sea coca)
En el apogeo de la guerra de contrainsurgencia yanqui en Centroamérica, en los años 80, El Salvador recibía un millón de dólares diarios. El paquete de Clinton asciende a dos millones y medio de dólares diarios para las fuerzas armadas y la policía de Colombia.
El plan ha pasado por una serie de trámites en el Congreso desde enero y es posible que muy pronto se dé el voto final. Tanto en Colombia como en Estados Unidos se han alzado fuertes voces de protesta contra el plan, de una variedad de posiciones políticas, pero parece que cuenta con fuerte apoyo de la clase dominante. La Casa Blanca le está haciendo mucha campaña. En marzo, la Cámara de Representantes aprobó fondos para la intervención. En abril, el líder del Senado, Trent Lott, se pronunció a favor.
Junto con este plan militar, los gobiernos europeos van a mandar 1 billón de dólares para "programas sociales" y el Fondo Monetario Internacional y los bancos internacionales le abrirán un crédito de 5 billones de dólares al gobierno colombiano.
El propósito de esa inyección de dinero es estimular la economía y crear una sensación de mejoría... mientras que las fuerzas armadas se preparan para una guerra civil sin cuartel en las zonas del país que controla la guerrilla. También se destinarán fondos a controlar la llegada de desplazados y a programas para sobornar y "reintegrar" a la oposición.
En total, se destinarán $7.6 billones para aplacar la situación de Colombia de modo que las corporaciones extranjeras puedan explotar con más "tranquilidad" los recursos naturales y la mano de obra, y con el fin de que el campo y los tugurios no sean semilleros de rebelión y resistencia. Todo esto se propone poner a Colombia "en orden" para los explotadores, bajo nuevas capas de deudas.
Ya empezó
Ya antes de aprobarse la nueva escalada militar, Colombia es el país (fuera del Oriente Medio) que más ayuda militar recibe de Estados Unidos. Durante el gobierno de Clinton, la ayuda ha aumentado enormemente: de $65 millones en 1996, a $300 millones en 1999 y $1 billón programado para el 2000. Antes se dedicaba principalmente a la policía; ahora se dedica al ejército.
Por todo Colombia operan militares yanquis. Se calcula que hay unos 300 agentes del Pentágono, la Agencia de Inteligencia de Defensa, la CIA y la DEA. Se concentran en Tres Esquinas, en el nuevo cuartel general de la Comisión Especial Conjunta que supervisa las operaciones de las fuerzas armadas y la policía en el sur del país. Tres Esquinas se halla en la confluencia de los ríos Caquetá y Orteguasa, una zona donde la guerrilla le ha dado duro al ejército.
Tres Esquinas también es ahora el cuartel general del nuevo batallón de contrainsurgencia. La creación de este batallón se decidió en diciembre de 1998 y el entrenamiento empezó en abril del 99. El nuevo batallón prototipo de 950 hombres consta de brigadas de helicópteros de "despliegue rápido", una unidad de artillería y una versión colombiana de las Fuerzas Especiales o Boinas Verdes. Ya ha salido a hacer redadas, con apoyo de aviones yanquis y sistemas de radar, sensores de movimiento y satélites. Su uniforme, equipo, transporte, repuestos, táctica y estrategia son Made in USA de cabo a rabo.
Estos nuevos batallones son un experimento de contrainsurgencia, una nueva fuerza neocolonial del imperio. Cuando el batallón dio su primer desfile militar frente a un grupo selecto de la clase dominante en diciembre, marchó al compás de la música de la película Guerra de las galaxias.
El general Wilhelm del Comando Sur le comunicó a un comité del Senado que el objetivo del nuevo batallón es "llevar la pelea" al sur de Colombia. El Comando Sur también ha dicho que su objetivo es "cambiar la mentalidad defensiva del ejército colombiano".
En 1999, la Fuerza Aérea estadounidense realizó 2000 vuelos sobre Colombia, donde tiene cinco centros de radar.
Además, en la Escuela de Combate Riverino en Puerto Leguízamo, gringos del Servicio de Guardacostas, el ejército, la marina y el Departamento de Policía de Miami capacitan al ejército en combate de ríos.
El próximo paso importante en la intervención yanqui será crear otros dos Batallones Antinarcóticos parecidos al primero. Para ponerlos en acción se necesitan los 63 helicópteros que el gobierno de Clinton prometió en enero: 33 Bell UH-1N y 30 Sikorski Blackhawk UH-60L (dotados con equipo ultramoderno de visión nocturna y blindaje especial). Pero Estados Unidos también está considerando mandar helicópteros más baratos.
La construcción de hangares y la capacitación de pilotos tardará hasta fines del año. Así que, si aprueban todos los fondos y el plan se cumple sin dificultades, los tres batallones colombianos estarán listos poco después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Thomas Pickering, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, dijo en Colombia hace poco: "El plan contempla un dramático aumento de actividad... a comienzos del año entrante".
Los escuadrones de la muerte y el ejército: Gemelos mortales
Para librar la "guerra sucia", la CIA y la clase dominante colombiana han formado una red de grupos paramilitares paralela al ejército. Los paramilitares tienen lazos con terratenientes, la policía y unidades del ejército. Llevan a cabo asesinatos y masacres de rebeldes, activistas y campesinos comunes y corrientes con el fin de sembrar terror y aislar a la oposición.
La Fiscalía de Colombia calcula que los escuadrones de la muerte cometieron más de 125 masacres, con un saldo de casi mil muertos, en 1999. En los últimos dos años, han desplazado a más de 300.000 campesinos.
A veces los ataques duran varios días. Los paramilitares invaden un pueblo, cazan a sus habitantes, los matan a machetazos y tiran los cadáveres en ríos o fosas comunes. Nunca se sabrá cuántas víctimas han perecido.
Una y otra vez se ha documentado que esos asesinos cuentan con el apoyo del ejército. Se desplazan en camiones militares, tienen uniformes militares, los dirigen oficiales militares y reciben protección de represalias en bases militares. Los grupos de derechos humanos (cuyos observadores arriesgan la vida para investigar la situación) han documentado vínculos entre la mitad de los 18 batallones del ejército y los escuadrones de la muerte.
Estados Unidos apoya tanto a las fuerzas militares como a los paramilitares. Como informa la revista NACLA (marzo/abril de 2000), uno de los acusados de planear la decapitación de 30 civiles en Mapiripán es el coronel Lino Sánchez de la Brigada 12 del ejército. Poco antes, Sánchez recibió entrenamiento de los Boinas Verdes (Fuerzas Especiales). Colombia tiene la mayor cantidad de oficiales capacitados en la Escuela de las Américas.
A los oficiales vinculados a las masacres nunca los castigan; a veces simplemente se pasaban a las unidades paramilitares. En algunos casos, "reorganizan" los batallones y les cambian el nombre para que sigan recibiendo armas y capacitación estadounidenses.
En otro incidente muy revelador, las FARC atacaron un cuartel de los paramilitares y el ejército corrió a rescatarlos con la dirección y asesoría de aviones de espionaje RC-7b yanquis.
En septiembre de 1999, la Comisión Colombiana de Juristas informó que los asesinatos políticos aumentaron un 20% en 1999 y que casi el 80% los cometieron paramilitares.
Para Washington, tener una red de asesinos hasta cierto punto independiente del ejército es muy útil. Es parte del "modelo de El Salvador", desarrollado durante la guerra de contrainsurgencia que Estados Unidos libró en El Salvador en la década de los 80.
Las atrocidades de los paramilitares indican cómo sería la vida en las zonas del sur del país bajo el mando de los Batallones Antinarcóticos.
Con el pretexto de la guerra contra la droga
"Estamos trabajando de la mano con el gobierno colombiano para combatir el narcotráfico, no la insurgencia".
Brian E. Sheridan, Coordinador de la Lucha contra el Narcotráfico del Departamento de Defensa, testimonio ante el Congreso
Desde el comienzo el pretexto de la intervención yanqui en Colombia ha sido la guerra contra la droga, igual que en Perú. Colombia es la mayor fuente de cocaína en el mundo, y Washington dice que está capacitando al ejército para proteger la campaña de la policía contra la producción y tráfico de coca. Oficialmente, el general McCaffrey es el director de la Oficina Nacional de Política para el Control de la Droga.
Pero no es verdad que Estados Unidos se esté preparando para librar una guerra contra los narcos. Hace poco los voceros de las FARC dijeron: "Los narcotraficantes no tienen una fuerza militar. Entonces, ¿para qué los helicópteros, las lanchas y los batallones antinarcóticos?" En realidad la meta de esta escalada militar es amenazar, y posiblemente invadir, las zonas controladas por las FARC y otros grupos insurgentes.
El general Fernando Tapias, comandante de las fuerzas armadas, dijo: "La tarea de este batallón es confrontar a los grupos armados en tierra y agua".
En un informe de junio de 1999, la Oficina de Contabilidad del gobierno estadounidense informó: "La embajada estadounidense ha decidido entregar rutinariamente información de los servicios de espionaje sobre los insurgentes a las unidades colombianas.... Pero todavía no hay garantías de que esa información no se usará con fines fuera de combatir el narcotráfico". Las fotos tomadas por satélites y aviones (supuestamente de campos de coca y de centros de procesamiento) en realidad se usan para detectar el movimiento de unidades guerrilleras y la ubicación de sus bases. El 16 de julio de 1999, el general McCaffrey dijo que es "ridículo" hacer una distinción entre las actividades antinarcóticos y de contrainsurgencia, dado que los narcos y las FARC trabajan de la mano.
Lo que sí es ridículo es que los imperialistas yanquis se las den de paladines de la guerra contra el narcotráfico. ¿No financiaron la guerra secreta en Laos (en el sudeste asiático) en los años 70 con la venta de heroína? ¿No apuntalaron a fuerzas de Afganistán en los años 80 metidas en el tráfico de heroína?
En los últimos años se comprobó con lujo de detalles que durante la guerra clandestina contra el gobierno sandinista de Nicaragua en los años 80, la CIA ofreció proteger el tráfico de cocaína de Colombia a Estados Unidos a cambio del transporte de armas a la contra nicaragüense. La "epidemia de crack" y el crecimiento de los carteles colombianos están íntimamente vinculados a las medidas para apretar el control yanqui de Latinoamérica. (La Neta del OR-rwor.org-tiene una serie sobre la conexión de la CIA y la cocaína.)
Las FARC tienen operaciones e influencia en casi la mitad del campo y gran parte de las zonas de producción de coca. A veces trabajan con los narcos y reciben dinero de ellos. Pero las FARC y los demás grupos insurgentes no son ni la causa ni el principal factor del narcotráfico.
Los capos de la droga son parte de la clase dominante colombiana (así sea que comiencen como campesinos). O sea, son parte de la clase de capitalistas compradores y terratenientes semifeudales íntimamente vinculada y subordinada al imperialismo. El narcotráfico penetra toda la economía colombiana y los narcodólares corren por las venas de toda la clase dominante. El gobierno es sumamente corrupto y coopera con los traficantes. En un tristemente célebre escándalo de 1999, se supo que el presidente Ernesto Samper recibió 6 millones de dólares de los carteles durante su campaña presidencial, al igual que los demás candidatos.
En Colombia, los narcodólares se han invertido en fincas, bienes raíces y la industria turística. Pero gran parte también llega a Estados Unidos, donde "se lava" por medio de bancos e inversiones "legítimas". Esas ganancias solo benefician a una pequeña capa de la sociedad; los explotados y oprimidos de Colombia son víctimas del narcotráfico.
En pocas palabras, es una mentira y barbaridad que Estados Unidos diga que va a "combatir el narcotráfico" apuntalando al gobierno y combatiendo a la guerrilla.
Negociaciones y amenazas
La intervención militar yanqui coincide con una compleja serie de negociaciones y acuerdos entre el gobierno colombiano y los dos principales grupos guerrilleros, las FARC y el ELN.
En 1998, el nuevo presidente, Andrés Pastrana, tomó las riendas con el apoyo de Estados Unidos e inició un proceso de negociaciones. Para ello, reconoció la autoridad de las FARC en una "zona desmilitarizada" en el sur del país, que las FARC llevan casi dos años gobernando. Hace poco, el ELN recibió su propia zona de control en la región central. La guerrilla ha mandado comisiones a Europa para reunirse con líderes de corporaciones y gobiernos imperialistas. ¡El fundador de la más poderosa compañía de la Internet, America On Line, fue a la zona de las FARC para invitarla a sumarse a la "revolución informática"!
El reconocimiento de las zonas desmilitarizadas ha servido para concentrar las fuerzas guerrilleras, declarar un alto al fuego y sacar a sus dirigentes de la clandestinidad. Eso es parte de una estrategia de doble filo: atraer a unos dirigentes a integrarse a la élite gobernante y luego derrotar a los demás con una guerra sin tregua. Es decir, la escalada y amenazas militares van de la mano con una campaña para atraer a la guerrilla a una especie de "compromiso histórico". Esto es otro elemento del "modelo de El Salvador".
Existen posibilidades de llegar a un acuerdo. Desde el comienzo las FARC han combinado sus actividades militares con un programa de reformas políticas y económicas. Las FARC están ligadas al Partido Comunista de Colombia, un partido revisionista (falso comunista) que tenía fuertes vínculos con la imperialista Unión Soviética. Con el colapso del bloque soviético, muchos partidos pro soviéticos abandonaron abiertamente la lucha armada. Las FARC no han rendido las armas, pero su estrategia y política son muy diferentes de las del Partido Comunista del Perú, que dirige una guerra popular maoísta.
Las FARC nunca han seguido la política revolucionaria de librar una revolución de Nueva Democracia que movilice a las masas por medio de la revolución agraria para tumbar al viejo estado y derrotar al imperialismo yanqui.
Las negociaciones entre el gobierno y las FARC han fracasado repetidas veces. Por su parte, Estados Unidos está robusteciendo a las fuerzas armadas para hacerle a las FARC una "oferta que no puede rechazar". La meta de los imperialistas es imponer una solución a la guerra civil de décadas en Colombia ya sea con la capitulación o con la derrota militar de la guerrilla.
Estados Unidos fuera de Colombia
Los imperialistas yanquis querían llevar a cabo la escalada militar en Colombia sin mucha publicidad. Aseguran que no pondrán en peligro a fuerzas estadounidenses y que ganarán en dos años (por su parte, los militares colombianos hablan de una campaña de seis años).
Es bien posible que, en vez de la victoria que predicen, el Plan Colombia lleve a nuevas derrotas, nuevas crisis y una renovada resistencia. Es poco probable que una rápida infusión de armas y fondos cree un nuevo orden estable. El pueblo colombiano odia al gobierno y las fuerzas militares, y darles nuevos helicópteros y lanchas cañoneras no les ganará más apoyo popular. Colombia es grande y hay muchas zonas lejos de las ciudades y las carreteras. El pueblo colombiano tiene una larga tradición de resistencia al corrupto gobierno de Bogotá.
Es muy importante condenar esta agresión yanqui, especialmente aquí en las entrañas de la bestia. Estados Unidos no tiene ningún derecho de controlar otros países. Su meta es pacificar todo el continente para sacar más ganancias de la explotación de sus recursos y pueblos, y esto no tiene nada que ver con los intereses de los pueblos latinoamericanos.
El pueblo colombiano necesita una auténtica revolución que no pare a medias, pero Estados Unidos le ofrece una guerra de contrainsurgencia y más opresión.


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