Entrevista a un camarada

El Moratorio Chicano de 1970...
y la lucha de hoy

Parte 2

Obrero Revolucionario #1069, 3 de septiembre, 2000

El 29 de agosto de 1970, 25.000 chicanos de todo el país se dieron cita en Los Angeles para el Moratorio Chicano, una gran protesta contra la guerra de Vietnam y la opresión nacional. Marcharon por el bulevar Whittier de Boyle Heights bajo el lema "¡Raza sí, guerra no!". El LAPD reprimió la manifestación y el pueblo se defendió heroicamente; tres compañeros dieron la vida por la causa ese día. Con motivo del 30 aniversario del Moratorio, unos revolucionarios jóvenes entrevistaron a un camarada de larga trayectoria que participó en esa lucha. Esta es la segunda parte de la entrevista.

 

Pregunta: Es común que nos digan que la comunidad no apoyará planteamientos y acciones radicales de los jóvenes: "No queremos que los arresten a ustedes ni que los lastimen", etc., etc. Pero por lo que sabemos, gente muy diversa participó en el Moratorio: masas, proletarios, estudiantes. Y cuando la situación se puso gruesa, cuando la policía atacó a los jóvenes, los defendieron. Leímos de un viejito que escondió a un grupo de chavos en el patio. Llegó el sheriff y les apuntó una escopeta, pero el señor se puso en medio y dijo: "Usted no puede pasar". O sea, estaba dispuesto a dar la vida por esos chavos aunque no los conocía. Cuéntanos de otras situaciones similares. O sea, ¿la gente se defendía mutuamente? ¿Estaba dispuesta a dar la vida por la causa y por los demás?

Respuesta: Son puntos muy importantes. Es preciso destacar el hecho de que los gobernantes nos mandan a morir por la dominación imperialista. No les importa un comino el bienestar ni los intereses fundamentales del pueblo; somos carne de cañón para sus guerras genocidas. Hay que destacar eso. Siempre es importante que el pueblo nos apoye. En el caso del Moratorio, la represión fue muy salvaje y mucha gente, que quizás no le hubiera entrado en otras circunstancias, defendió a los luchadores, como en el ejemplo que ustedes mencionan.

Además de la voluntad de defenderse, hubo mucha ira popular. Eso es muy importante. Les doy un ejemplo: un policía estaba defendiendo una estación de bomberos u otro pinche edificio, no me acuerdo exactamente. De repente cayó en cuenta de que estaba solito y en eso una muchedumbre lo rodeó. Se metió a la patrulla y cerró la ventana. ¡Ni modo, güey! Volcaron la patrulla, rompieron las ventanas, lo sacaron y le dieron una buena paliza. Y esto me quedó grabado en la memoria: una joven chicana salió de la multitud y le dijo: "¡Cabrón, me has chingado a mí y a mi gente toda la pinche vida!". Y le dio duro a pesar de que algunos le dijeron que ya bastaba, que lo dejara en paz.

O sea, tarde o temprano, la ira popular se hará sentir y debemos apoyar a los que realizan esas acciones avanzadas. Si los demás no quieren hacerlo, está bien, pero no debemos frenar el odio y la ira de los oprimidos ni decirles que solo aceptamos ciertas formas de lucha. Si adoptáramos tal actitud, sería como decir que está bien que los imperialistas nos exploten y jodan, que no tenemos el derecho de hacer nada.

Claro, la joven actuó por su propia cuenta; su ira estalló. No tuve la oportunidad de preguntarle sobre los particulares de lo que dijo, pero lo cierto es que una ira muy justa le estremecía el corazón y esa ira es bella porque cambia el mundo.

Como ese ejemplo, hubo otros. En ese tiempo los refrescos venían en botella; el dueño de una tienda nos trajo unas cajas de botellas y dijo que cuando se acabaran, nos daba más. El señor no era ultrarradical ni quería tumbar al gobierno, pero su tienda estaba en el bulevar Whittier, donde estallaron las batallas campales, y conocía muy bien la vida del pueblo. Veía tantas cosas por la ventana de su tiendita. Así que cuando tuvo la oportunidad de aliarse con gente que quería acabar con todo eso, respondió sin pensarlo dos veces. No fue iniciador del Moratorio ni desempeñó las mismas actividades que los jóvenes, pero los apoyó porque pensaba que era justo. Y no se desperdició lo que ese señor nos dio.

Quiero destacar un punto importantísimo: cuando las masas luchan contra la opresión, hay que apoyarlas. Sería muy erróneo decirles que no deben hacerlo y, de todas formas, no nos harían caso. Cuando la policía lanzó el ataque contra la marcha, no sabíamos qué pasaba. Bregamos por captar qué carajo pasaba y les dijimos a todos que se calmaran. A los policías les dijimos: "No deben estar aquí. Lárguense, váyanse al carajo. Nosotros nos encargamos del problema". Y, ¿saben cómo respondieron? Formaron una columna y arremetieron contra el pueblo.

Muchísima gente venía de afuera y no conocía Los Angeles. Yo sí había andado por esa zona y la conocía bien, pero mucha gente no. Se comprobó nuestra unidad en medio de la batalla cuando gente que ni siquiera se conocía funcionó como una unidad militar. Caímos en cuenta de que la policía quería matarnos, que eso no pasaba por equivocación sino todo lo contrario.

Eran como "policías robóticos" y nos atacaban con saña. Teníamos que defendernos, aunque no nos conocíamos ni teníamos ninguna experiencia de trabajar juntos. De repente nada de eso importaba. Todo mundo formó escuadras; grupos de 10 personas se juntaron en una esquina e hicieron planes: fulano va para allá a hacer tal cosa, mengano hará lo otro y en media hora nos reunimos acá. Cosas por el estilo. Así la gente se organizó.

La policía se desanimó, pues no esperaba esa respuesta. Como desprecian tanto a los chicanos, no esperaban que íbamos a analizar la situación y responder. O sea, tenían la idea de que nos iban a atacar, y que nos echaríamos a correr y ya.

Cuando oscureció, la policía efectuó arrestos en masa y selló la zona. Muchas personas se retiraron. Como mencioné, no conocían la zona y ni sabían si meterse por esta calle o aquella. Estaban perdidos. Pero en todo caso, la batalla duró unas 7 u 8 horas, con un período más intenso de 3 a 4 horas. Expulsamos a la policía. O sea, tuvo que reagruparse, pues su plan inicial fracasó. Perdieron el control en una sección de la ciudad cerca del parque. Y en otras partes de la ciudad pasaron otras cosas, pero desconozco los pormenores.

Pregunta: ¿Por qué la policía le tenía tanto miedo a la marcha? ¿Por qué quería dispersarla?

Respuesta: El ataque a la marcha se dio en el marco de ciertos acontecimientos en este país y el mundo, acontecimientos como las matanzas de estudiantes en las universidades de Kent State y Jackson State que mencionamos. A Estados Unidos le daban duro en todo el mundo: la guerra de Vietnam, las rebeliones urbanas, como la de Watts aquí en Los Angeles. Los negros se levantaron en Washington, D.C., y llegaron a ocho cuadras de la pinche Casa Blanca: ¡por poco la incendian! En fin, Estados Unidos estaba sitiado y le era totalmente inaceptable que los chicanos se alzaran y tomaran el destino en sus propias manos. Por eso, atacaron la marcha y no por otro motivo.

Además, las autoridades angelinas tenían esa mentalidad de vaqueros; no iban a permitir protestas como en otras ciudades. Estaban ante una situación explosiva y batallaban por controlarla. Por eso reprimieron la marcha, pero no tomaron esa decisión por su propia cuenta sino que actuaron por orden directa de los más altos niveles del gobierno. Y de paso aprovecharon para matar a Rubén Salazar, un periodista que estaba escribiendo un libro sobre la brutalidad policial. El año del Moratorio, 11 personas murieron en los calabozos del Departamento del Sheriff. Dijeron que un preso se cayó en las escaleras y otras cosas por el estilo. ¡Que no chinguen! Así que aprovecharon la situación, para chingar a Rubén Salazar. (En realidad, mataron a tres personas ese día, pero solo se comenta la muerte de Salazar.)

Una semana antes del Moratorio, fui a Los Angeles a visitar a unos amigos porque el LAPD acababa de matar a balazos a dos inmigrantes, dos mexicanos de San Leandro, y formamos un comité. Queríamos conseguir videograbaciones del incidente, no del momento de los disparos porque no había, sino de lo que pasó después.

Nos reunimos con Rubén Salazar, quien nos dijo que el reportero que buscábamos estaba filmando otra noticia y que volvería en un par de horas. Dijo: como son estudiantes, a lo mejor tienen hambre. Nos invitó a comer y platicamos. Comentó que el Departamento del Sheriff lo amenazó por el libro que estaba escribiendo sobre la brutalidad policial; cuando supieron que hacía entrevistas, le dijeron que no se metiera.

Salazar era el encargado de noticias latinoamericanas del Los Angeles Times y vino a radicarse en Los Angeles para informar sobre la comunidad chicana. Como era de una familia acomodada, ignoraba la situación de la comunidad chicana. Le platicábamos de los atropellos y nos miraba incrédulo, pero poco a poco cambió de opinión porque se dio cuenta de los desmanes de la policía, y sus reportajes también cambiaron. Cuando lo mataron, estaba sentado tomándose una cerveza. Tienen fotos del sheriff en el momento de meterle el tiro; sin embargo, salió totalmente impune.

¿Acaso fue una casualidad histórica? Claro que no. Aprovecharon para matarlo. Así de sencillo. Tenían todo fríamente calculado. Lo mataron para que no despertara a la población.

Para los imperialistas es imprescindible canalizar la actividad de las masas y tienen varias formas de hacerlo. Una de ellas es sembrar la falsa ilusión de que gozamos de ciertas garantías democráticas, pues ¿quién va a aceptar una dictadura descarada? Pero no permiten que la protesta se desborde y en ese momento tenían pavor. Por eso, atacaron la marcha y desde su perspectiva tenían razón porque tenían que controlar la situación.

Fue parecido a la masacre estudiantil de 1968 en ciudad de México. Los estudiantes mexicanos no pensaban tumbar el gobierno ni mucho menos, pero a Estados Unidos le interesaba frenar las protestas para que las Olimpiadas lucieran como un modelo de paz y tranquilidad. Desataron una salvaje represión, o sea, una respuesta muy exagerada ante las reivindicaciones de los estudiantes. A mi parecer, lo mismo sucedió con el Moratorio Chicano. Querían frenar la protesta y aparte creían que el ataque les arrojaría ciertas ventajas.

Pregunta: Participaron varias organizaciones chicanas. ¿Tenían discrepancias sobre el Moratorio?

Respuesta: No me parece correcto ahondar en ese punto porque, independientemente de lo que hicieron los organizadores, el Moratorio Chicano fue testimonio del sufrimiento de los chicanos y de su firme decisión de barrerlo.

La respuesta del pueblo fue totalmente inesperada. Nadie esperaba que fuera tan grande, nadie en absoluto. Algunos no esperaban más que 2000 personas. El Moratorio sobrepasó las mejores expectativas de todos por varias razones. En primer lugar, como mencioné, jamás habíamos hecho algo así y no sabíamos cómo iba a salir. Por otra parte, muchos organizadores subvaloraban al pueblo. De hecho, ese era un rasgo del movimiento, o sea, subvaloraba el potencial de las masas chicanas.

Ese día demostraron su gran valor al mundo entero. Fue una gran hazaña, un acontecimiento muy importante. El pueblo vietnamita lo aplaudió y, posteriormente, cuando Estados Unidos tuvo que firmar los acuerdos de paz, fue en parte por el Moratorio, por el gran auge de lucha revolucionaria que estremeció al país. Más de 100 ciudades ardieron durante las rebeliones de esos años. Y en Vietnam tenían el problema muy grueso de fragging. A lo mejor, ustedes ni saben qué es eso... Fragging ocurría porque los soldados tenían ganas de regresar. Estaban enfadados por la pinche guerra y cuando el oficial les ordenaba salir a patrullar, se armaba una discusión. Si no lograban convencerlo, ponían una granada, y ¡pum! el tipo amanecía muerto y... ¡problema resuelto!; se suspendió la patrulla. Así que fragging es cuando los soldados matan a sus oficiales y llegó hasta tal punto que el gobierno no tenía un ejército confiable.

Fíjense que se encuentran en una bronca porque tienen que dar armas a los soldados para que maten al enemigo, pero si el oficial le dice a la tropa que haga esto o aquello y ellos saben que a lo mejor no van a regresar vivos, ¿a poco lo van hacer? ¡Para nada! Van a decir, ¡a la chingada, cabrón! Tienen un arma y no tienen que obedecer. En esa situación no se puede confiar en la tropa.

Encima, sucedieron cosas como el Moratorio Chicano. Hasta entonces, los chicanos prestaban su servicio militar con orgullo. Así que el Moratorio mostró un cambio de actitud y fue un factor que motivó a Estados Unidos a firmar los acuerdos de paz, pues veía que no iba a ganar la guerra.

Eso es muy importante por varias razones. Comprueba la importancia de ligar la lucha con los acontecimientos mundiales. Hubiera sido incorrecto subestimar la conexión entre la lucha del pueblo chicano y la del pueblo vietnamita. El gobierno no la subestimaba para nada; al contrario, estaba muy consciente de ella. Pensaban: "¡Chin! Los vietnamitas nos están jodiendo, pues la gente no se alista como antes ni quiere combatir". Manuel Gómez escribió un poema sobre por qué no prestaba servicio militar. Y todo eso fue parte del Moratorio Chicano, y fue muy grueso y muy importante.

Pregunta: Y, en cuanto a la nueva generación que está luchando contra los ataques del sistema, ¿cuáles son las lecciones del Moratorio Chicano?

Respuesta: Antes que todo, hay que recalcar que tenemos un balance muy positivo del Moratorio, a diferencia de mucha gente, porque para nosotros lo clave es que el pueblo se defendió heroicamente. En cambio, muchas personas no lo analizaron dialécticamente, o sea, le pusieron mucho énfasis a la represión. Pero para mí, la lección más importante es que es justo rebelarse y si uno lucha por una causa justa, tendrá aliados.

Una vez leí una entrevista a Mao Tsetung en que decía que lo más importante es que jamás nos rindamos. Al emprender una lucha, no sabemos cómo saldrá, pero sí sabemos que no permitiremos que nos sigan oprimiendo así. Aquí mismo en las entrañas de la bestia, podemos hacer algo.

En ese entonces, contábamos con ciertas cosas: un estado socialista, Mao, la Revolución Cultural, el pueblo vietnamita. Es cierto que no contamos con esas cosas hoy, pero hay otros factores muy positivos: la rebelión de Los Angeles, el levantamiento de Chiapas, Seattle. Además, el hecho de que ustedes, revolucionarios jóvenes, están aquí es otro factor muy positivo.


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