El veneno de la clase dominante:
El proceso de escoger un nuevo presidente

Obrero Revolucionario #1081, 3 de diciembre, 2000, en rwor.org

Tras las elecciones, con el paso de cada día los dos campos políticos del sistema se atrincheran y la lucha por el poder se vuelve más hostil. Aunque la lucha se centra en el próximo ocupante de la Casa Blanca, ha sacado a flote de nuevo las intensas contradicciones de la clase dominante que llevaron al juicio de Clinton en 1998.

Los demócratas dicen que ganaron el voto nacional y el voto en la Florida, pero que les robaron la victoria en el primer conteo. Asimismo, anunciaron que objetarán si el gobierno de la Florida certifica que Bush ganó (sin terminar el nuevo conteo en los condados demócratas).

Por su parte, los republicanos hablan de "golpe de estado" y de "robo en cámara lenta", y acusan a los demócratas de robarse las elecciones con los nuevos conteos.

Por una parte, el conjunto de la clase dominante quiere resolver la crisis, escoger un presidente e investirle la tradicional "legitimidad" del cargo. Pero por otra parte, las enconadas hostilidades al interior de esa clase dominante mancharán la legitimidad del nuevo presidente, sea quien sea.

Durante el juicio de Clinton escribimos: "Desde el principio, fuerzas poderosas allegadas al Partido Republicano han desatado una intensa y encarnizada oposición a su presidencia; están dispuestas a empañar `la dignidad de la presidencia' para atacarlo, a un grado sin precedentes en la historia contemporánea del país". (Véase "La verdad sobre la conspiración derechista... y por qué Clinton y los demócratas no son la respuesta", en el OR No. 984 o en rwor.org)

Ese odio y deseo de disminuir la presidencia se han vuelto a ver en la estrategia de los republicanos de declarar ilegítimo a Gore si gana. Los republicanos acusan a los demócratas de rechazar los votos del personal militar enviados por correo; en el contexto de la política burguesa, eso equivale a decir que Gore no podría ser el "comandante en jefe". Un conocido locutor comentó: "Estamos viendo de nuevo el proceso del juicio de Clinton".

El líder republicano del Senado hizo un comentario venenoso sobre la elección de Hillary Clinton como senadora por el estado de Nueva York: "Déjenme decirles que cuando esa Hillary llegue al Senado (si llega, porque de pronto la parte un rayo), será una de 100 y no dejaremos que lo olvide". Decir cosas tan ásperas sobre una "Primera Dama" sin mayores consecuencias muestra lo fuertes que son las hostilidades.

Incluso si la crisis electoral se resuelve pronto (es decir, si un candidato tiene que dar el brazo a torcer y montan un show oficial de "unidad"), todo indica que habrá fuertes luchas intestinas de la clase dominante.

Cómo se toman las decisiones

Estados Unidos se presenta por todo el mundo como el sistema político modelo y siempre que hay un cambio de poder llegan legiones de gringos a decir cómo se debe hacer.

Por eso, para el mundo es revelador (y divertido) ver que las elecciones terminaron en una pelea franca por el poder. Al principio del conflicto, a los demócratas les convenía mostrar un poquito la farsa de las elecciones, y millones han podido ver los chanchullos y las componendas electorales.

En el condado de Palm Beach miles votaron accidentalmente por otro candidato, cuando la diferencia entre los dos principales candidatos es de apenas cientos de votos. De repente "aparecieron" papeletas perdidas por todo el estado. El gobierno estatal le prohibió votar a miles a último momento porque eran "delincuentes" (mentiras). Unos 400.000 ex convictos no pueden votar en el estado, lo que afecta el resultado de las comunidades pobres. La policía puso retenes en dos condados y hostilizó a los negros que iban a votar. Un grupo de republicanos iracundos golpeó las puertas de las oficinas donde contaban a mano las papeletas del condado Miami-Dade para que pararan.

El ministro de información de Zimbabwe guiñó el ojo y dijo que "los países de Africa y de otras partes deberían mandar observadores para ayudar a los estadounidenses a lidiar con su democracia".

Se habla mucha de la "voluntad del pueblo", pero está claro que el resultado de las elecciones no lo decidirán los votos sino cómo se cuenten. Esa batalla se trasladará ahora a las cámaras secretas de la Suprema Corte, que empezará deliberaciones el 1º de diciembre.

Para decirlo de otra manera, la decisión final no la tomarán los "votantes" sino las luchas intestinas de la clase dominante. Cuando la Suprema Corte se meta en el asunto, nos dirán que el imparcial "imperio de la ley" nos protegerá de las decisiones partidistas. Pero no es cierto que el "imperio de la ley" esté por encima de las clases y la política. La experiencia de los oprimidos confirma eso todos los días, pues a cada quien lo tratan según su posición.

Cada día, el sistema judicial desempeña una de sus principales funciones: reprimir al pobre de la manera más brutal y arbitraria. Ahora, con la crisis electoral se ve la otra función central del sistema judicial: resolver las disputas internas de la clase dominante.

Supuestamente, los tribunales más altos del país son impermeables a las pasiones partidistas y a los intereses de sectores de la clase dominante. De ahí se desprende su legitimidad. Por eso la Suprema Corte tratará de legitimar al nuevo presidente y al proceso que lo escogió.

Pero en esos tribunales, como en todo, impera la política. Las decisiones no proceden de exámenes "imparciales" de pasajes jurídicos sobre el conteo de votos. La Suprema Corte de los estados y del gobierno federal es un organismo altamente político creado para considerar, pulsear y resolver problemas de la clase dominante desde el punto de vista de los intereses generales de toda la clase.

Bueno, así debería ser la cosa, pero en realidad las decisiones de los tribunales superiores responden a las presiones y lealtades partidistas de distintos sectores de la clase dominante. En esta crisis, los tribunales y las "autoridades a cargo" han interpretado de una forma francamente partidaria las leyes y las reglas electorales... y eso que se trata del "acto más sagrado de nuestra democracia": votar por el presidente.

Los dos lados lo saben bien; por eso los demócratas apelaron a la Suprema Corte de la Florida (llena de magistrados demócratas) y por eso los republicanos apelaron a la Suprema Corte de Washington, llena de republicanos y cuyo presidente es William Rehnquist.

Rehnquist empezó la carrera política como observador electoral en Arizona, con la tarea de cuestionar y espantar a los negros y latinos que iban a votar. Se puede decir que es un experto en los asuntos que el tribunal examinará.

La Suprema Corte es "independiente" en cierto sentido: es independiente de las masas populares. Cuando una disputa de poder llega a los altos tribunales, se delibera a puerta cerrada. Las masas populares ni siquiera pueden oír.

De cualquier forma, un programa reaccionario

Durante la crisis electoral, George Bush sigue ejecutando a presos en Texas. Clinton ordenó la primera ejecución del gobierno federal desde 1963. Este es uno de los muchos terrenos en que los dos partidos de la clase dominante tienen una firme unidad política.

En el artículo "La verdad sobre la conspiración derechista... y por qué Clinton y los demócratas no son la respuesta" escribimos: "En la situación y el `ambiente global' actuales, los requisitos económicos y sociales del sistema capitalista dictan que los señores del capital sean libres de cumplir su primer mandamiento, `adorarás al dios ganancia sobre todas las cosas', es decir, dominar y explotar, de una manera más desenfrenada y más `móvil' por todo el planeta. También dictan que, en la sociedad estadounidense, se recorten los principales programas sociales, se fortalezca el aparato estatal represivo y se cree una atmósfera social opresiva. Dictan lo que el grupo ¡Rehusar & Resistir! llama la política de la crueldad, o sea, una política de pobreza, castigo y patriarcado. Todo el aparato político burgués está de acuerdo en eso, aunque a veces tienen desacuerdos y conflictos sobre los términos, el ritmo y las medidas específicas para imponerlo en un momento dado".

Existen profundos desacuerdos sobre el "el ritmo y las medidas específicas" para defender los intereses comunes de la clase capitalista monopolista. Estamos presenciando una pelea entre nuestros opresores. No importa qué candidato gane, seguramente importantes fuerzas de la clase dominante cuestionarán su legitimidad. Seguramente grandes sectores del pueblo pensarán que se robó el triunfo. La clase dominante teme que eso afecte la política oficial por años, y que cause grietas y trastornos sociales.

Eso es positivo para los que anhelan un cambio radical. Las masas no ganarán nada (ningún cambio, liberación, espacios ni influencias) apoyando a uno de los lados contra el otro ni "aplaudiendo al vencedor".

Cuando se resuelva la crisis, por más que se saquen los ojos, el poder seguirá en las manos de un representante de la clase dominante. Así será hasta que el pueblo forje un movimiento revolucionario que logre tumbar la clase dominante. Esta crisis ofrece oportunidades para realizar preparativos revolucionarios, para que más gente vea que todo el sistema es ilegítimo, completamente corrupto y opresor, y que se basa en el engaño deliberado y la explotación diaria de los pueblos de todo el mundo.


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