La toma de posesión

Vean a Bush...
Piensen en la revolución

Obrero Revolucionario #1087, 21 de enero, 2001, en rwor.org

Ver a George W. Bush, ese presumido hijo de papi y verdugo envalentonado, a punto de agarrar las riendas del poder global, da náuseas.

Ver a la bola de petroleros, generales y pulpos de corporaciones que rodearán a Bush, muestra claramente que no habrá nada para la vasta mayoría de la gente: solo hay corazones de piedra y planes despiadados.

Ver al sistema político y económico que creó a esos adefesios y que ahora los pone en el poder, hace pensar en una sola cosa: solo la REVOLUCION--un cambio radical, fundamental, hasta el final--puede barrer tanta podredumbre e injusticia y crear un nuevo futuro liberado.

Hijo de papi a la presidencia

Tras un año de circo político y crisis, "el proceso" seleccionó a ese hijo consentido de la clase dominante, George W. Bush, como el próximo presidente. Gastaron cientos de millones regando propaganda y mentiras políticas las 24 horas del día. En la práctica declararon ley marcial en Filadelfia y Los Angeles durante las convenciones. Y al final, la noche de las elecciones se produjo un empate que lanzó a la clase dominante a un estado de pánico y a una pelea mortal.

Proclamaron: "Tu voto cuenta"; a la nueva generación le advirtieron: "Vota o pierde". Pero después de las elecciones el mundo entero vio cómo se toman las grandes decisiones políticas, y quién las toma. Vimos anular, negar, descartar, perder y botar los votos. Cada partido apeló a las instituciones que maneja. La clase dominante recurrió a los tribunales, las legislaturas y las negociaciones a puerta cerrada para resolver esta lucha interna por el poder. Se preguntaban en voz alta qué querrían los "padres de la patria" y, con la aprobación de los máximos tribunales, pasaron por alto los votos.

żY quién le va a tomar el juramento a Bush el 20 de enero? Pues William Rehnquist, el detestable presidente de la Suprema Corte que resolvió el empate a dedo.

Vientos inmisericordes

De los centros de poder del sistema soplan vientos inmisericordes. Todas las infamias de los años de Clinton-Gore--el recorte del welfare, la destrucción de la vivienda pública, las ejecuciones, la criminalización de la juventud, los preparativos para la Guerra de las Galaxias, las agresiones militares, la ingerencia en Colombia, la disminución de servicios de aborto--servirán de base para los planes de este nuevo grupo.

El nuevo gobierno piensa que no hay tiempo para pensar en los pobres; para lo único que tiene tiempo es para la ganancia y el predominio yanqui. No ha perdido ni un momento en promesas de igualdad, de salario mínimo, de escuelas públicas o de respetar los tratados de control de armas. Y tiene mucha prisa de tronar las reservas naturales de Alaska para sacar petróleo.

En los proyectos de vivienda, en los ghettos y barrios pobres, en los talleres de miseria, en las clínicas de la mujer, las universidades y las cárceles, es hora de prepararse para responder a una nueva ofensiva de la política de crueldad.

Una repugnante plana mayor

El 20 de enero, la clase dominante coronará a su nuevo presidente. Organizará un espectáculo de unidad, aunque sea por un solo día, para proclamar que el nuevo mandatario tiene legitimidad y que el sistema tiene estabilidad. Bush buscará destacarse. La policía y la prensa se están preparando para ahogar todo desafío al espectáculo de legitimidad presidencial... y no hay que permitirlo.

En este país millones odian la política y la economía oficial, y detestan lo que este sistema les hace a los oprimidos aquí y en todo el mundo. Su espíritu de resistencia y su deseo de cambio tiene que manifestarse con fuerza en las calles de la capital.

El 20 de enero las calles de la capital se llenarán de protestas y todo el mundo prestará atención. Nosotros, los revolucionarios del PCR y de la BJCR, nos sumaremos con gusto a las protestas contra este sistema y su repugnante plana mayor.

Una cuestión de clase

Ha sido muy instructivo ver a los demócratas proclamarle lealtad al nuevo presidente, sin abandonar la encarnizada lucha interna de las elecciones.

Antes de navidad, Al Gore dobló las manos ante las cámaras de TV, le prometió apoyo a Bush y mandó parar todos los trámites de los tribunales. Gore dirigió la sesión conjunta del Congreso que aprobó el voto final del Colegio Electoral (esa creación constitucional elitista de los tiempos de la esclavitud). Cuando los miembros de la Junta de Congresistas Negros se pararon, uno a uno, a protestar por los atropellos contra el voto de los negros, la suspensión del recuento de votos de la Florida y la ilegitimidad de la elección de Bush, Gore los mandó callar y siguió adelante con el show de legitimar la elección y la presidencia de Bush.

Después, el expresidente Jimmy Carter dijo dos cosas contradictorias por TV. Una, que su famoso equipo de "observadores electorales" no hubiera certificado estas elecciones. Dos, que todo mundo debe aceptar y apoyar a Bush como nuevo presidente, desearle lo mejor, trabajar con él, etc. etc.

Ahora, los que tengan estómago de hierro pueden mirar a los senadores demócratas darle la bienvenida al general Colin Powell (arquitecto de la guerra del Golfo) a su nuevo puesto de secretario de Estado. Los demócratas también están muy amigos de Donald Rumsfeld (destacado en la guerra fría), quien pronto será secretario de Defensa.

Los líderes demócratas ofrecen una rastrera mantra de pasividad y lealtad: "Denle apoyo al nuevo presidente, deséenle éxito", cuando es obvio que su "éxito" traerá más guerras culturales, privatización y sufrimiento por todo el planeta.

Dentro de la clase dominante la lucha continúa y estallará una y otra vez. Clinton ya soltó la puya de que en realidad Gore ganó las elecciones. El periódico Miami Herald (con aprobación de los demócratas) está realizando un recuento extraoficial de votos en la Florida para documentar que Gore sí ganó. Y unos cuantos demócratas le están lanzando pedradas al fascista cristiano John Ashcroft, nominado para secretario de Justicia.

żY entonces por qué los demócratas, al mismo tiempo, piden aceptar a Bush y le ofrecen cooperación? Porque fundamentalmente no se oponen a él ni a sus planes.

Es una cuestión de clase. La élite política y económica de Estados Unidos y su imperio (una clase dominante capitalista monopolista de banqueros y gerentes de corporaciones) necesita que este sistema político sea estable. Es su sistema. La dirección del Partido Demócrata en última instancia y fundamentalmente representa a esa clase y sirve a los mismos intereses de clase que Bush y los republicanos. Los dos partidos tienen sus desacuerdos, a veces fuertes, pero a nivel fundamental comparten metas comunes y una profunda necesidad de respaldar al sistema. Los representantes de la clase dominante, de ambos partidos, quieren reparar la desilusión que causó la debacle electoral porque quieren que en el futuro la gente busque soluciones dentro del marco de referencia de la política oficial y las elecciones.

El objetivo de todo este sistema de leyes, tradiciones, partidos, policía, tribunales, ejércitos y elecciones es mantener al pueblo en su lugar; es continuar y legitimar el robo de gente por todo el planeta. El sistema usa las elecciones para legitimar a los gobernantes, pero las decisiones centrales de poder en última instancia las toma (siempre las ha tomado) la clase dominante, de acuerdo a lo que le convenga.

Los demócratas quieren debilitar al nuevo presidente (para obligarlo a hacer concesiones y reemplazarlo a su debido tiempo), pero no quieren que nadie más debilite sus instituciones ni cuestione los mecanismos fundamentales de esta sociedad. Sin embargo, eso es precisamente lo que se necesita: un cambio revolucionario fundamental que tumbe al sistema y cree una nueva sociedad sobre las cenizas de su mundo capitalista/imperialista.

El Partido Demócrata tiene un programa liberal de reformas aguadas y la misma opresión. Pero los oprimidos necesitan crear un camino totalmente diferente y un programa revolucionario que ilumine el camino a la liberación. Nuestros problemas no se resolverán con la reforma financiera de las campañas electorales, con un debate presidencial abierto ni con la abolición del Colegio Electoral. "Democratizar" el sistema político no dará resultado porque esta sociedad se basa en la propiedad capitalista, la explotación del trabajo humano y enormes concentraciones de riqueza en las manos de una minoría explotadora. Y hasta que las masas no se alcen y tumben por medio de una revolución al sistema y sus capataces, no se podrá acabar con la pobreza y la opresión ni desencadenar la creatividad del pueblo.

Que la clase dominante inaugure su nueva era de Bush. Pero, para el resto, la furia de las elecciones tiene que espolear una fuerte resistencia a todos los horrores que piensan desatar.

Mao Tsetung dijo una vez: "Como nuestro enemigo está ahora afilando sus espadas, debemos afilar las nuestras".


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