La toma de posesión:
Se inicia una época de resistencia

Obrero Revolucionario #1088, 28 de enero, 2001, en rwor.org

El 20 de enero, en los jardines de la Casa Blanca se oía el himno marcial "Aclamen al jefe"; en las calles, coreaban con mofa "Aclamen al mequetrefe". Por toda la capital, miles aguaron la fiesta de posesión y abuchearon al nuevo presidente.

Fueron a la capital a expresar furia contra la toma de posesión de George W. Bush y todo lo que representa. Fueron a protestar contra un presidente que perdió el voto popular; contra las trabas que les pusieron a los negros por todo el país para que no votaran; contra la pena de muerte; contra el bombardeo de Vieques. Fueron a reclamar justicia para Mumia Abu-Jamal y a defender el derecho de la mujer al aborto. Fueron, sencillamente, a decir que no seguirán como borregos las órdenes de este sistema sanguinario. La resistencia resonó por todo el país. Recibimos informes de protestas en San Francisco (10.000 personas), Los Angeles (5000), Tallahassee (1000), Portland, Seattle, Sacramento, Indianapolis y Montpelier (Vermont).

Hicieron acto de presencia miles de universitarios (muchos que votaron por primera vez) furiosos por la patente falta de democracia de las elecciones. La corresponsal del OR cuenta que predominaba una tónica militante, a pesar de la bola de policías que se veían por todas partes, a pesar de golpes y arrestos. La bandera nacional ardió y besó el polvo; a la del edificio de la Marina la bajaron del asta. El titular del OR "Vean a Bush... Piensen en la revolución" tuvo mucho eco.

A la vista de todo el mundo se llevó a cabo un increíble proceso de selección presidencial: empezó con una campaña electoral soporífera, siguió con un empate, continuó con una reñida pelea por el poder y terminó con la decisión de la Suprema Corte de parar el conteo de votos. Ahora el sistema está tratando de legitimar al nuevo presidente (con su programa de conservatismo extremo), tras meses de peleas internas por el poder.

El 20 de enero, tomaron posesión George W. Bush y Dick Cheney y, uno a uno, sus predecesores y rivales, Bill Clinton y Al Gore, les dieron un apretón de manos y les pasaron la batuta. Bush inició su discurso con estas palabras: "El traspaso pacífico de autoridad es raro en la historia, pero común en nuestro país". A la clase dominante le gusta jactarse de la estabilidad de las instituciones oficiales, pero la capital estaba copada de fuerzas armadas.

Toma de posesión rodeada de acero

"Será una toma de posesión rodeada de acero".

Associated Press

"Las fuentes de inteligencia indican que hay mucha gente descontenta y que vendrán muchos a protestar".

Michael Radzilowski, comandante
de policía de la capital

Esta vez, la toma de posesión tuvo tres veces más policías que hace cuatro años (10.000 en total) porque la clase dominante esperaba las mayores protestas para dicha ceremonia desde la guerra de Vietnam y necesitaba contener el impacto político. Se hablaba de impedir trastornos como los de la toma de posesión de Nixon en 1973 o de la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle en 1999.

Los 3600 agentes de la policía de la capital, más 1400 de los alrededores, estaban en alerta. A 1500 les dieron un curso de represión de protestas. En las radiopatrullas de la policía andaban 163 observadores de la Guardia Nacional para que las fuerzas armadas participaran de inmediato si estallaban batallas campales. La implicación era que las unidades de la Guardia Nacional estaban listas cerca, pero la prensa no lo dijo claramente.

Los techos del centro estaban llenos de francotiradores del Servicio Secreto. La policía de parques mandó helicópteros y policía montada. El FBI tenía equipos de "respuesta veloz" a la espera.

El 20 de enero fue la tercera vez en los últimos meses que prácticamente declararon ley marcial en una ciudad en conexión con las elecciones: la primera y la segunda fueron en Filadelfia y Los Angeles para las convenciones presidenciales.

El portavoz de la policía de Washington admitió que mandaron espías a las reuniones de organización de las protestas: "La inteligencia abierta es muy común, ya sea la internet, leer la prensa, ver TV o ir a reuniones". A un agente lo echaron de una reunión porque, como dijo una organizadora: "Le mostramos una foto de él con chaqueta de policía en las protestas de abril [contra la OMC] y nos dijo que no era él".

La policía respondió que echar a los agentes de las reuniones era una señal de que se planeaban cosas ilegales. El subcomandante de policía dijo: "Si tenían una foto, eso me indica que realizan contrainteligencia. ¿Por qué hace eso gente pacífica? ¿Por qué siente alguien la necesidad de tomarle fotos a un agente de policía y ponerlas en afiches o en la internet?... ¿Qué cosas nefastas planean que necesitan vigilar a la policía?". Lindo ejemplo de la mentalidad policial, ¿no?

El Servicio Secreto estaba al mando. La cadena CNN informó que es la primera vez en la historia del país que se le da el control de una ciudad. Todas las "zonas de desfile" del centro estaban rodeadas de ocho kilómetros de alambradas de acero de casi dos metros de altura (también por primera vez en la historia). Había 10 entradas, donde registraban a todos. La policía prohibió llevar títeres grandes y pancartas en palos. La víspera de la toma de posesión un juez respaldó a la policía y dijo que no era una limitación "inconstitucional" al derecho de protesta.

El tema extraoficial de la toma de posesión de este año por lo visto era "Contra la pared". ¿La típica justificación? "Prevenir terrorismo", pero las armas apuntaban, con toda claridad, contra los miles que fueron a desafiar a la nueva dirección del sistema. El objetivo del despliegue policial era contener las protestas e impedir que le fueran a quitar las primeras planas al nuevo presidente. Toda la mañana de la ceremonia hubo confrontaciones y arrestos, pero las cámaras de TV claramente resolvieron no verlas.

El gabinete de horrores

La clase dominante peló los dientes contra las protestas, pero hay que ver lo amablemente que se ha tratado entre sí en las últimas semanas, incluso cuando estallan conflictos.

El Senado confirmó unánimemente a Colin Powell (arquitecto de la guerra del Golfo) como nuevo secretario de Estado con pleno apoyo de los demócratas. Se podría acuñar un dicho: "Si te robas una cadena de oro, te meten a la penitenciaría; si te robas un campo petrolero, te dan una Secretaría". El Senado también confirmó sin problemas como secretario de Defensa a Donald Rumsfeld, que aspira a tener muchas, pero muchas armas más.

Después le tocó el turno a John Ashcroft, el renombrado fascista cristiano nominado para dirigir a "las fuerzas del orden". ¡Ashcroft es tan conservador que cree que el baile es pecado!

En las audiencias de confirmación, Ashcroft mintió con toda desfachatez (comprobando una vez más que la hipocresía es un ingrediente sustancial de la moral fundamentalista religiosa). Afirmó que apoya la integración y que va a hacer cumplir las leyes que protegen las clínicas de salud de la mujer (las va a proteger de sus hermanos fascistas cristianos). Dijo que no requerirá que los nuevos jueces federales se opongan al aborto y hasta sostuvo que no se dedicará a anular el fallo de la Suprema Corte que legalizó el aborto, aunque se ha dedicado a eso toda su vida profesional.

Palabra por palabra, todo eso es obviamente mentira. El ala fascista cristiana del nuevo gobierno exigió la Secretaría de Justicia precisamente porque quiere poder para eliminar el derecho al aborto, desmantelar más la acción afirmativa, integrar los valores cristianos conservadores en el plan de acción social del gobierno y aumentar la represión (y la pena de muerte). Como secretario de Justicia, Ashcroft controlará los juicios federales, las prisiones federales, el FBI y la preselección de magistrados de la Suprema Corte. Si no tuviera intenciones de inyectar sus opiniones en esos importantes procesos federales, ¿entonces por qué diablos exigió la derecha religiosa que le den ese puesto?

Nombrar a un reaccionario tan extremo como Ashcroft a un puesto tan importante es un claro barómetro de los vientos de derecha que predominan en la política oficial. El hecho de que el nuevo presidente lo nominara y que el Senado esté dispuesto a confirmarlo demuestra por enemilésima vez que el mejor lugar para este sistema es el basurero.

La respuesta de los senadores demócratas fue muy informativa. Le hicieron preguntas sobre el pasado, dejaron que unos testigos lo criticaran y (con contadas excepciones) aceptaron sus mentiras y le dijeron a la prensa: "Dio las respuestas correctas y seguramente no tendrá problema". Incluso cuando expresaban desacuerdo, los senadores demócratas repetían que Ashcroft es "honorable", "un querido amigo de todos" y un "hombre idóneo para el cargo". Alabaron a ese momio que se opone de frente a la integración y dijo en un discurso que Jesucristo debería ser rey en Estados Unidos.

Los senadores Leahy y Biden, demócratas liberales, afirmaron que en su comité nadie acusó a Ashcroft de "racista". Pues hay que preguntar: ¿por qué no? ¿Qué podría ser más patentemente racista que alabar a Jefferson Davis, el presidente esclavista de la Confederación, como lo hizo Ashcroft?

Al cierre de esta edición el Senado no ha votado sobre Ashcroft, pero se cree que lo confirmará, y con el apoyo de muchos demócratas.

También se cree que el Senado (dividido por parejo en republicanos y demócratas) confirmará a Christine Whitman como directora de la Agencia de Protección del Ambiente. Whitman fue gobernadora de New Jersey y protegió a la policía de caminos cuando recibió críticas por parar conductores negros y latinos. ¿Qué dice eso de un sistema político que la considere apta para cualquier cargo del gobierno?

Lo que pasa es que los senadores ven esos conflictos como "problemas de familia", y de fondo hasta los políticos liberales tienen mucha unidad con tipos como Ashcroft en cuestiones de valores y metas. En la selección del nuevo presidente y gabinete se ha puesto a la vista la naturaleza de clase del sistema político: en la resolución del despelote electoral (a puerta cerrada, pisoteando los votos), en la aprobación del gabinete de Bush, en el traspaso pacífico del poder por los demócratas y en sus promesas de lealtad al nuevo equipo.

A los negros les faltaron al respeto. Se ha constatado que en muchas partes las autoridades tomaron medidas extraordinarias para impedir que votaran. Y el sistema no va a hacer nada al respecto.

La clase dominante ha puesto un nuevo gobierno que tiene intenciones de acelerar el desplazamiento a la derecha de la política oficial. Es un gobierno de medidas crueles contra los trabajadores. Es un gobierno que le ofrece a la juventud más exámenes y más cárceles. Es un gobierno que quiere reforzar el patriarcado, los valores de la familia tradicional y olvidar los derechos de la mujer. Es un gobierno loco por tumbar más árboles y chupar más petróleo de Alaska y las aguas de California. Es un gobierno que aspira a meter más policías y predicadores en la vida privada de todos. Es un gobierno que financiará nuevas generaciones de bombas y misiles de alta tecnología.

Estamos entrando a una época en que ha aumentado la necesidad y la posibilidad de resistencia en masa. Aquellos que piensan que la solución es que los demócratas recuperen la presidencia en el 2004 deben observar con atención los años de Clinton, el "traspaso pacífico" del poder y la aprobación del Senado a los pistoleros del nuevo gobierno. Las fuerzas políticas de la clase dominante, dedicadas a la ganancia y a la preservación del sistema capitalista, no pueden contribuir a los grandes cambios que se necesitan para acabar la corrupción y la opresión de la sociedad estadounidense.

El lado positivo de la toma de posesión se vio en las calles.

Esta es una presidencia peleada, que se inició tras alambradas de acero, con un fuerte descontento de los de abajo (los que sienten el peso de la pobreza y el terror policial) y, también, de gente de la clase media que normalmente acepta las idas y venidas del gobierno.

LA PROXIMA SEMANA: NOTAS DE NUESTRA CORRESPONSAL DESDE LAS CALLES DE LA CAPITAL


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