Guerra venenosa en Colombia

Obrero Revolucionario #1090, 11 de febrero, 2001, en rwor.org

A lo lejos se oye el estruendo y los campesinos alzan la cabeza de su labor. De pronto aparecen escuadrones de avionetas de fumigación cargadas de químicos venenosos, con una escolta de tres o cuatro helicópteros nuevos del ejército armados con misiles y ametralladoras de alta velocidad.

Las avionetas rocían una y otra vez nubes azules de herbicidas. Ahora fumigan una nueva mezcla, llamada Roundup Ultra: combina el peligroso glifosato con una sustancia jabonosa llamada Cosmuflux para que las plantas (y los tejidos humanos) la absorban más rápidamente.

En noviembre, un ingeniero agrícola filmó las avionetas fumigando tres veces el arroyo de una comunidad indígena... para envenenar las aguas que dan vida a los cultivos, y a la gente. Las avionetas envenenaron las tres fuentes de agua de la zona 10 días seguidos.

Matar los cultivos, el suelo y la gente

"Fumigaron todos los sembrados. żDe qué vamos a vivir?"

Campesino de Caquetá

Desde el 19 de diciembre, los departamentos de Caquetá y Putumayo (del suroriente de Colombia) han sufrido una enorme ola de fumigaciones. El ejército calcula que han fumigado 26.400 hectáreas de un triángulo delineado por La Hormiga, San Miguel y Puerto Asís.

El herbicida Roundup es altamente tóxico. Más del 90% de las plantas mueren con la primera fumigada. Los sembradíos de yuca, cebada, frijol, maíz y plátano se marchitan, igual que los árboles de los alrededores. El suelo y el agua quedan tan envenenados que por lo menos durante tres meses no crece nada. Lo que se cultive después, tendrá peligrosos productos químicos.

Estados Unidos lleva más de 10 años haciendo fumigar los campos de Colombia, pero no con esta intensidad. Mario Montoya, el general a cargo del programa de destrucción de cultivos, sobrevoló con reporteros una inmensa región agrícola y les mostró orgulloso el monótono color café de la tierra quemada. No se veía nada verde. Hace un año, el ejército anunció que iba a fumigar 74.000 hectáreas de cultivos. Montoya dice ahora que van a fumigar 100.000 hectáreas en Caquetá y Putumayo.

Oficialmente, este es un programa de "erradicación de coca", la planta de donde se extrae la cocaína. Pero en realidad es un programa de erradicación de gente porque no se somete al control del gobierno. Los especialistas del gobierno admiten que después de la "erradicación de cultivos" la producción de coca se traslada hacia la frontera de Brasil. Pero los pueblos de las zonas fumigadas quedan destrozados y su resistencia recibe un fuerte golpe.

Cuando envenenan los cultivos, todos, especialmente los niños, se enferman y pasan hambre. No hay cómo vivir.

Nancy Sánchez, una trabajadora de salud, explicó: "Nos llegan casos de intoxicación, diarrea, vómito, ronchas, irritación de los ojos y dolores de cabeza". Los herbicidas dan una rasquiña intensa y enloquecedora, y las clínicas están llenas de niños cubiertos de llagas. Las muertes aumentan. En la comunidad indígena de Aponte, el 80% de los niños se enfermaron, pero solo hay medicinas para los más graves. Todo mundo se preocupa de los efectos a largo plazo.

El gobierno estadounidense dice que los herbicidas no representan ningún peligro para la salud.

Pero un río humano está abandonando la región y formando campamentos de refugiados en los cinturones de las ciudades. Ahí, no tienen comida, pero están bajo el control del ejército, los paramilitares y los "asesores" yanquis. Ese control es precisamente lo que busca el operativo.

Esta táctica es similar a la que empleó Estados Unidos en la guerra de Vietnam. La fumigación del Agente Naranja expulsó a cientos de miles de campesinos de las zonas insurgentes a zonas controladas por el ejército yanqui.

La nueva ofensiva de contrainsurgencia

Simultáneamente con las fumigaciones, el ejército está preparando una invasión del departamento de Putumayo, donde están las principales bases de las FARC.

En enero, aviones C-130 (Made in USA) trasladaron 3000 soldados y tanquetas a un borde de la zona de la guerrilla.

Cuando las tropas estaban listas, el presidente, Andrés Pastrana, anunció que el 31 de enero suspendería el cese de hostilidades en la zona (que lleva dos años) si las FARC no regresaban a la mesa de negociaciones.

El objetivo de la invasión es capturar los pueblos y replegar a la guerrilla al monte. Así, los militares y los paramilitares pueden desatar un reino de terror contra las masas populares. Si se suma a eso el programa de fumigación, el resultado es desplazar a la población civil, que le sirve de apoyo a la guerrilla.

Esta criminal maniobra lleva años preparándose. El gobierno de Clinton empezó a mandar las armas y los "asesores" y, ahora que las tropas están listas y armadas hasta los dientes, el gobierno de Bush dio la orden de arrancar.

Al cierre de esta edición, el comando de las FARC aceptó volver a la mesa de negociaciones. Sin embargo, el gobierno anunció que si las FARC no hacen concesiones, invadirá la zona dentro de 55 días. Esto prepara el camino para nuevas amenazas y para la posibilidad de una invasión en grande en la primavera, cuando estará listo el tercer batallón de contrainsurgencia entrenado por Estados Unidos y empezarán a llegar nuevos helicópteros Black Hawk.

Made in USA

Todo paso de este sanguinario proceso lleva el sello "Made in USA".

El eje del plan es la creación de tres batallones de contrainsurgencia con 10.000 comandos en unidades móviles, entrenados y controlados directamente por Estados Unidos. Dos de los tres batallones ya están en operación; el tercero estará listo en abril.

Los entrenadores de los batallones son Boínas Verdes. Los oficiales son exalumnos de la Escuela de las Américas. Las armas más importantes (helicópteros) llegan de Estados Unidos: ya llegaron 33 Huey nuevos y se espera la llegada de Black Hawk más avanzados. Con los helicópteros el ejército se puede trasladar rápidamente por el difícil terreno del suroriente de Colombia y puede escoltar las avionetas de fumigación.

Los herbicidas llegan de Estados Unidos y el Departamento de Estado confirmó el uso de Roundup Ultra. Las zonas de fumigación las escogen técnicos estadounidenses estudiando fotos y mapas creados por una red de satélites y aviones de espionaje que fotografían a la gente, los cultivos, los medios de transporte, y deciden qué pueblo vivirá y cuál morirá.

La operación está a cargo de una red de generales, agentes y entrenadores yanquis.

En la actualidad hay 300 Boínas Verdes en la zona de guerra: el doble de hace un año. Centenares de agentes de la DEA, la CIA, el NSA, etc., con camuflaje de "contratistas militares", manejan grandes redes de espías, abastecimiento militar y escuadrones de la muerte.

La operación se financia con la pequeña cantidad de $1,3 billones del gobierno estadounidense, lo que pone a Colombia en el tercer lugar del mundo en ayuda militar (después de Israel y Egipto).

"Guerra contra la droga": Pretexto para pacificación

Colombia es un país grande de Suramérica con un gobierno sumamente débil (centrado en las zonas urbanas), que se apoya en un ejército corrupto y poco confiable. En grandes partes del país, los terratenientes tienen sus propios escuadrones de la muerte. En la actualidad, los paramilitares exigen que se les trate como una organización política, no solo militar. La guerrilla controla grandes zonas del país, principalmente las FARC y el ELN. Las FARC controlan una zona dos veces más grande que El Salvador en el suroriente, y el ELN controla una región más pequeña en el norte.

La situación es sumamente inestable e inaceptable para Estados Unidos, que necesita estabilidad en Suramérica.

Oficialmente, el blanco de los operativos militares es la "droga", pero en la práctica es la guerrilla y el pueblo.

En el norte de Colombia hay grandes cultivos de coca, pero los nuevos operativos militares se concentran en el suroriente, territorio de la guerrilla, donde el cultivo de coca es marginal. Los campesinos que siembran coca lo hacen porque es el único cultivo que paga. Colombia es una país fértil que producía suficientes alimentos, pero la importación de cereales de Estados Unidos arruinó la agricultura y a los campesinos ahora les toca sembrar productos de exportación.

El producto de exportación mejor pagado es coca para el mercado mundial de cocaína. Los campesinos colombianos no controlan la industria de la cocaína; ellos a duras penas subsisten. Los grandes narcos son parte de la clase dominante, los capitalistas compradores y los terratenientes semifeudales ligados y subordinados a los imperialistas. Ellos, cosa curiosa, no son el blanco de los operativos militares.

El zar de la droga de Clinton, el general Barry McCaffrey, dijo que la decisión anterior de retirar las tropas de las zonas de la guerrilla fue "un error ingenuo". El nuevo secretario de Defensa y otros voceros del gobierno de Bush han dicho que es dudoso que los operativos militares paren la producción de cocaína, pero eso no ha impedido que apoyen el Plan Colombia.

Un editorial del Washington Post resumió una opinión que se oye mucho en la capital: "Pastrana debería eliminar el cese de hostilidades en las zonas de la guerrilla y aceptar que, aunque las negociaciones pueden ser útiles, el conflicto no va a terminar con tratados políticos... Estados Unidos, por su parte, debería dejar de aparentar que solo apoya una campaña militar contra el narcotráfico en Colombia. Para seguir entrenando y equipando al ejército colombiano, la nueva administración por fuerza tiene que ingerirse en el conflicto".

Una región volátil del imperio

"Me parece que esto está evolucionando en un asunto regional andino, no un asunto puramente de Colombia; siempre lo ha sido".

Thomas R. Pickering,
subsecretario de Estado

El motivo de esta intervención es proteger los intereses imperialistas. La clase dominante de Estados Unidos necesita que Colombia sea una nación capitalista estable y unificada. Quiere establecer las condiciones necesarias para seguir explotando al pueblo colombiano, pero más que eso, necesita pacificar a Colombia para mantener el control de una región altamente volátil que va de Panamá al sur de los Andes.

En Perú, continúa la guerra popular maoísta, un gran dolor de cabeza para el imperialismo, y el sistema político se está deslizando a una mayor crisis. En Ecuador, han caído cinco gobiernos en cinco años y hay mucho descontento popular. En Venezuela, el gobierno criticó el Plan Colombia.

Por su parte, Estados Unidos ha elaborado un nuevo operativo aéreo en la base Manta de Ecuador; ha establecido dos bases nuevas en Aruba y Curacao; y ha dicho que por lo visto se necesita un golpe militar en Venezuela.

Brasil está trasladando tropas y aviones a la frontera de Colombia; está instalando un sistema de radar en la región por un costo de $1,4 billones; "comparte datos con sus vecinos"; y va a gastar billones de dólares en nuevos aviones militares y de transporte de tropas.

Por una parte, los intereses de los imperialistas los están metiendo más y más en una guerra contra el pueblo de Colombia. Por otra parte, temen "atascarse" y prender más resistencia y revolución en la región.

Las fuerzas guerrilleras de Colombia no buscan tumbar del todo las relaciones sociales existentes y crear una nueva sociedad revolucionaria. Estados Unidos piensa que las puede desgastar, separarlas de las masas y dividirlas (presionando a ciertos sectores a trabajar con el gobierno).

Pero es posible que esos planes no den resultado. Colombia es un país inmenso, que nunca se ha unificado bajo el gobierno central. Y, aunque la guerrilla no es fundamentalmente revolucionaria, es grande, está bien establecida y tiene muchos años.

La escalada de la guerra en Colombia puede espolear la resistencia antiimperialista en la región y el mundo. Asimismo, los combates podrían extenderse a los países vecinos, especialmente si el ejército desplaza a gran cantidad de campesinos y guerrilleros.


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