Exploremos el Borrador del Programa del PCR

La catástrofe ecológica del capitalismo y la alternativa revolucionaria

Obrero Revolucionario #1110, 15 de julio, 2001, en rwor.org

El sistema capitalista es totalmente desalmado; para él, tanto los seres humanos como los animales, plantas y recursos del planeta son simplemente medios para la acumulación de riqueza. Despilfarra, contamina y destruye la naturaleza a toda hora y en una escala masiva. El desmesurado aceleramiento de la producción capitalista en los últimos cien años ha dañado el ambiente a tal punto que peligran los ecosistemas fundamentales de la Tierra. No es exageración decir que la dinámica ciega y desenfrenada del capitalismo podrá alterar el equilibrio químico y biológico necesario para los seres humanos y otras especies. Urge cambiar esa situación; ¡estamos contra el reloj!

El proceso de poner un alto al saqueo del mundo natural, revertir los daños ambientales y elaborar nuevos métodos de organizar la producción y la sociedad será arduo y prolongado.

En los últimos meses, el PCR formó un equipo de militantes y partidarios para investigar cuestiones relacionadas a la ecología: examinar a fondo los efectos del sistema capitalista en la naturaleza, y cómo revertir los daños ambientales y organizar la futura sociedad socialista con una orientación totalmente distinta.

El equipo examinó detenidamente una gran cantidad de artículos y estudios sobre el tema, y se reunió con muchos luchadores sociales y expertos para dialogar e intercambiar información sobre los problemas y las soluciones.

Este artículo es el producto de la investigación del equipo y la publicamos con el afán de estimular comentarios y opiniones respecto a lo que plantea el Borrador del Programa sobre este tema tan importante.

El calentamiento global

Una de las cuestiones más candentes y apremiantes es el hecho de que la combustión de hidrocarburos está cambiando el ambiente y el clima de la Tierra. Cada vez es más evidente que las masivas emisiones de gases de invernadero (sobre todo el dióxido de carbono o CO2 producido por la combustión de carbón, petróleo, gasolina y gas natural) están produciendo calentamiento global.

Según Corporate Watch, la temperatura de la superficie de la Tierra ha aumentado .5 grados a 1.1 grados F (.5 grados C) a partir de 1850 (cuando empezaron a observarla) y en los últimos 15 años se han registrado los diez años más cálidos de que se tenga conocimiento. Los científicos creen que la temperatura podrá subir un promedio de 6 grados F (3,5 grados C) en este siglo. Si eso ocurre, los glaciares y los casquetes polares se derritirán, el nivel del mar subirá e inundará docenas de islas y zonas al nivel del mar que tienen millones de habitantes. Aumentarán las tormentas en ciertas regiones y las sequías en otras, y se producirán hambrunas, destrucción de ecosistemas como arrecifes de coral, enfermedades y la extinción de muchas especies.

Al examinar unos 3000 estudios científicos, el Consejo Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) concluyó que los gases de invernadero ya están produciendo cambios climáticos en todos los continentes con consecuencias "dramáticas y de extenso alcance". Según el IPCC, actualmente se detectan cambios en más de 420 sistemas biológicos y físicos, como por ejemplo, la reducción de los glaciares en todos los continentes, la menor congelación de los mares árticos, temporadas más largas sin heladas y tormentas más frecuentes y extremas. Esos cambios ya están afectando a muchas especies de mamíferos, invertebrados, reptiles, aves, anfibios e insectos.

Además de la combustión de hidrocarburos por los seres humanos, muchos procesos naturales producen gases de invernadero. (De hecho, los seres humanos los han producido por miles de años al quemar leña). Pero la industria, transporte, comercio y agricultura capitalista han multiplicado las emisiones de gases y han producido un patrón de despilfarro y desequilibrio sin la menor preocupación por el futuro del planeta. La combustión de hidrocarburos ha aumentado tres veces y media desde 1950, principalmente en los países imperialistas.

Con apenas el 4% de la población del mundo, Estados Unidos produce el 25% del CO2, lo cual es un indicio del gran desequilibrio del consumo global: los países capitalistas avanzados, que apenas tienen el 15% de la población mundial, consumen el 80% de los recursos del planeta. Estados Unidos despilfarra la energía mundial y consume 22 veces más energía por persona que un país como India.

Ese gran derroche y la peligrosa producción de gases de invernadero no se debe principalmente a un estilo de vida parasítico sino a las decisiones miopes de la producción y competencia capitalista. Los capitalistas estadounidenses dependen de grandes cantidades de combustibles, que abundan en este país y les dan la ventaja sobre rivales como Japón y Europa (que no los tienen). Por el afán de mantener la dominación del mundo, no les importa un comino la contaminación ni el hecho de que la combustión de hidrocarburos no es sustentable. Están dispuestos a sacrificar recursos no renovables e incluso a devastar la vida del planeta.

Los imperialistas estadounidenses no han hecho absolutamente nada para frenar el calentamiento global. De palabra, Clinton y Gore apoyaron los esfuerzos de frenar las emisiones de CO2, pero en la práctica aumentaron un 13% en su gobierno. Antes de dar a conocer el nuevo plan energético de Bush/Cheney, se calculaba que en 2010 dichas emisiones ascenderían 20% por encima de los niveles de 1990. Ahora se proyecta un aumento de 35%, con graves consecuencias globales.

Otro factor es la división internacional de trabajo que ha creado el imperialismo: muy pocos productos se consumen en el lugar donde se producen y los recursos del planeta se gastan para transportarlos de un rincón del mundo al otro (al servicio de las máximas ganancias). Según la coalición de grupos ambientalistas Turning Point Project, actualmente ese traslado innecesario de productos es la mayor fuente de emisiones de gases de invernadero.

Deforestación

En los últimos dos siglos han tumbado grandes bosques vírgenes, y la destrucción sistemática ha alcanzado a las selvas tropicales.

En Estados Unidos, el 95% de los bosques vírgenes han desaparecido y se calcula que la mitad de las selvas tropicales de la Tierra han corrido la misma suerte. El 50% de las selvas que quedan están muy fragmentadas y eso ha perjudicado la diversidad de los ecosistemas.

Turning Point Project señala que de seguir así, casi todos los bosques vírgenes desaparecerán en los próximos 50 años.

Los bosques son los pulmones del planeta. Producen oxígeno y retiran el gas de invernadero CO2 del ambiente. Renuevan el suelo, producen un clima más moderado, contrarrestan las inundaciones, almacenan agua en tiempos de inundaciones y sequías, e impiden la erosión. Además, las selvas tropicales contienen más de la mitad de las especies del mundo y la mayoría de ellas ni siquiera han sido identificadas o estudiadas.

La destrucción de las selvas tropicales tiene varias causas (todas producto del sistema capitalista). Por ejemplo, las talan para obtener madera y otros productos. (El comercio de esos productos aumentó de $29 billones en 1961 a $139 billones en 1998). Con ese fin, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la Organización Mundial de Comercio (OMC) quieren eliminar los aranceles y restricciones que protegen los bosques (según ellos, son "barreras al libre comercio"). En México, el Tratado de Libre Comercio (TLC/NAFTA) eliminó el derecho a tierras comunales y las restricciones a la adquisición de propiedades por los extranjeros; eso dejó el camino libre para 15 compañías madereras estadounidenses, que iniciaron operaciones en zonas donde se encuentran los mayores bosques vírgenes de Norteamérica. Brasil levantó las restricciones a la tala de la selva amazónica a finales de la década pasada para generar fondos destinados a pagar la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI).

La expansión de la agroindustria imperialista ha provocado la destrucción de los bosques. Por un lado, talan los bosques para la agricultura capitalista y la ganadería. Por otro, el capitalismo hunde a las masas rurales y urbanas del tercer mundo en la miseria, y ellas tumban bosques en países como Brasil para sembrar nuevas parcelas, aunque la tierra de las selvas tropicales no es buena para el cultivo.

En este país, el gobierno de Bush está acelerando la explotación capitalista de los bosques. El nuevo director del Servicio de los Bosques, Dale Bosworth, propone aumentar la tala de bosques federales y afirma, junto con el vicepresidente, Dick Cheney, que será necesario eliminar las restricciones que protegen 23 millones de hectáreas de bosques vírgenes federales de la tala, la minería y la perforación (las cuales se permiten en la mayoría de los bosques federales actualmente).

La extinción de las especies

Al momento de escribir este artículo, los biólogos que estudian la vida marina informan que seis de las 84 ballenas orca que viven en las aguas del Pacífico norte de Estados Unidos no han regresado de su viaje del invierno. Es posible que hayan muerto de hambre por la disminución de peces en esas aguas o por la contaminación de PCB (agente químico). Eso subraya la posibilidad de que esta y muchas más especies se extingan como consecuencia de las actividades humanas.

De los 30 millones de especies que existen hoy, apenas se han catalogado 1,4 millones. La tasa de extinción de especies es 10.000 veces mayor que antes de la industrialización capitalista y la época del colonialismo. De seguir así, el 50% de las especies de plantas y animales podrán extinguirse en los próximos 50 años.

Los tratados de libre comercio y las decisiones de la Organización Mundial de Comercio han eliminado protecciones al ambiente y perjudicado especies como las tortugas marinas y los delfines, además de la pesca indígena, el aire y el agua.

En Estados Unidos, la tercera parte de las especies están en peligro y 126 ecosistemas han sufrido una gran destrucción (hasta el 70% del ecosistema). La extinción de las especies es consecuencia de la contaminación y la destrucción de su hábitat por la expansión desenfrenada de los centros urbanos, la tala de los bosques, la construcción de carreteras y presas, la ganadería y otros proyectos de desarrollo.

El 80% de las especies de peces del Oeste se han extinguido o están en peligro de extinción. En el Noroeste, una cantidad increíble de salmón nadaba en los ríos, se reproducía y servía de alimento para los indígenas de la región por miles de años. Pero actualmente 103 grupos de salmón se han extinguido debido a la tala de los bosques, la construcción de carreteras, la contaminación y la industria pesquera.

Por otra parte, la destrucción de las selvas tropicales, que albergan el 50% de las especies del mundo, perjudicará profundamente la biodiversidad del planeta. La biodiversidad es muy importante, pues al destruir una gran cantidad de especies se desgarra el tejido de los ecosistemas. Además, los sistemas menos diversos son más susceptibles a enfermedades, y el complejo proceso de evolución de muchas especies ha producido agentes químicos y formas de vida que podrán ser sumamente importantes para los seres humanos para elaborar medicinas o como recursos renovables (incluso tendrán muchos usos que ni siquiera conocemos hoy).

Asimismo, en la agricultura capitalista prevalece la tendencia de limitar la variedad de las siembras (el monocultivo) de cereales, café, papas, caucho y vegetales), lo cual va eliminando la diversidad natural, hace que los cultivos sean vulnerables a plagas y crea dependencia de pesticidas químicos.

Derrames tóxicos, despilfarro y contaminación

La industria y el transporte capitalista producen fugas, derrames y otros desastres en su afán de explotar los recursos y mano de obra del planeta, pues descuidan la elaboración de sistemas para evitar siniestros.

En 1985, una fuga en una planta de pesticidas de Bhopal, India, produjo un nubarrón de gas tóxico que mató a miles de personas. Con el cambio de la economía de la Unión Soviética al sistema de ganancias capitalistas en los años 50, la contaminación aumentó, y se produjo la fusión y explosión de la planta de Chernobyl; los nubarrones de radiación se extendieron hasta Lapland, Escandinavia, donde tuvieron que matar manadas de renos contaminados. En Estados Unidos se dio la fusión parcial y fuga radiactiva de la planta de Three Mile Island. Sin embargo, debido a la sed capitalista de energía barata y la feroz contienda geopolítica por el petróleo, la clase dominante estadounidense emprenderá un nuevo proyecto de plantas de energía nuclear, pese al peligro de fugas, siniestros y la acumulación de desechos radiactivos.

En 1986, un derrame masivo de una planta de pesticidas de Europa eliminó la vida acuática (de microbios hasta peces) del río Rin. En los últimos años, la minería ha contaminado los ríos de España, Rumania y Hungría con desechos tóxicos que han destruido la vida acuática de varios ríos.

Mucha gente recuerda el derrame de petróleo del Exxon Valdez en las aguas limpias de Alaska que destruyó la vida marina, pero casi nadie sabe que cada año Estados Unidos arroja 1,4 millones de toneladas de desechos petroleros (el equivalente de 35 derrames como el del Exxon Valdez) a basureros y sistemas de alcantarillado.

Han descubierto grandes campos tóxicos en muchos países (como Love Canal y los alrededores de la planta nuclear Hanford en Estados Unidos). Bajo este sistema, no es posible limpiar esas grandes extensiones de tierra envenenada y la industria capitalista crea más a diario.

Los derrames tóxicos se han vuelto muy comunes en los países oprimidos. En México, la compañía petrolera paraestatal Pemex registró 28 derrames que dejaron 17 muertes, 20 heridos y 4000 damnificados en 1998. En los alrededores de los campos petrolíferos, la leucemia infantil aumenta desmesuradamente. En 1996, se calculó que los países productores de petróleo tienen una tasa 10 veces mayor de leucemia.

En Bolivia, los indígenas uru morato están muriendo de hambre debido a un derrame petrolero del consorcio Transredes que ocurrió el año pasado. (Los dueños del consorcio son Shell Oil de Bolivia y la compañía Enron de Estados Unidos, uno de los grandes monopolios de distribución de energía que está forrándose el bolsillo con billones de dólares de las compañías de energía de California). Un oleoducto se reventó y arrojó petróleo al río Deseguardo por 32 horas. El río alimenta los lagos donde los pueblos autóctonos han pescado y cazado pájaros por 5000 años.

En Nigeria, África, explosiones de dos gasoductos mataron a 300 personas en menos de 10 días el año pasado. Pueblos autóctonos, como los u’wa de Colombia y los ogoni de Nigeria, libran una lucha encarnizada contra las compañías petroleras imperialistas que explotan sus tierras y recursos y causan grandes daños ecológicos.

Contaminación por
las fuerzas militares

Las guerras imperialistas son grandes crímenes contra los pueblos, pero también contra el ambiente. La guerra de Vietnam y la guerra contra Irak son dos ejemplos candentes.

En Vietnam el uso de defoliantes químicos, bombas, minas y napalm destruyó bosques y cultivos, y envenenó el agua y la tierra. Eso sigue perjudicando al pueblo vietnamita muchos años después de la guerra.

En la guerra del Golfo, Estados Unidos empleó municiones y misiles de uranio agotado contra Irak, que dejaron 40 toneladas de material radiactivo en el desierto.

Además, bombardeó 18 plantas químicas, 10 plantas biológicas y tres plantas nucleares, lo cual causó una tremenda contaminación tóxica. Los bombardeos yanquis (y de acuerdo a algunas fuentes, derrames iraquíes) produjeron el mayor derrame petrolero de la historia. Las bombas prendieron fuegos en los pozos petroleros que produjeron grandes nubarrones negros y una lluvia de petróleo en los países vecinos.

La mayoría de los desechos tóxicos del planeta son producto de la producción capitalista, pero los periodistas Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair han documentado que en Estados Unidos la máquina de guerra produce más contaminación que las compañías. Cada año produce 750.000 toneladas de desechos tóxicos, más que el total producido por las tres mayores compañías de la industria química. Las fuerzas militares no tienen que preocuparse por las leyes de protección al ambiente y dedican muy pocos fondos a la limpieza de desechos. Si unas instalaciones se contaminan, las cierran y pasan a manos de otras dependencias federales. En los últimos 20 años han transferido unos seis millones de hectáreas, que ahora son refugios silvestres, parques y centros comerciales.

En su artículo "The Military’s Toxic Timebombs" (Las bombas de tiempo tóxicas de las fuerzas militares), Cockburn y St. Clair señalan: "En casi toda instalación militar las quebradas, el suelo y las aguas subterráneas están muy contaminadas. Están repletos de metales y otros contaminantes, además de cargas explosivas". La isla puertorriqueña de Vieques es un ejemplo de ese fenómeno: el pueblo y el ambiente de la isla han sufrido por décadas debido a las prácticas de guerra y pruebas de armas.

Crímenes y más crímenes

El afán de lucro del sistema capitalista-imperialista ha causado un sinnúmero de problemas ecológicos para los pueblos del mundo:

• Un hueco en la capa de ozono del hemisferio sur de millones de kilómetros cuadrados (a consecuencia del uso de los agentes químicos sintéticos llamados halocarbonos) que deja que niveles peligrosos de radiación solar penetren a la superficie del planeta.

• La difusión de contaminantes (PCB, dioxinas, DDT y otros agentes químicos industriales tóxicos) que se acumulan en la carne de los mamíferos marinos y las personas que los consumen.

• Una situación en que un billón de personas no tienen agua potable y el 90% del agua limpia del mundo se emplea en la industria y agroindustria capitalista.

• Altísimos niveles de contaminación en muchos centros urbanos del mundo.

¿CUÁL ES EL PROBLEMA?

El Borrador del Programa empieza con una rotunda condena de la destrucción del mundo natural por el sistema capitalista:

Página 7: "Con el insaciable afán de convertirlo todo en un medio para exprimir ganancias privadas, y con los monstruosos métodos de guerra que usan para defender y extender su predominio, los imperialistas tumban bosques, contaminan el agua y el aire, ponen en peligro la atmósfera y devastan sistemas ecológicos. En una palabra, están destruyendo el planeta. No se les puede confiar. Además de haber causado enorme sufrimiento a muchas generaciones, cada día destruyen más el ambiente, lo que perjudicará a muchas generaciones por venir en todo el mundo".

¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN?

En la primera parte, la sección sobre "La economía socialista" explica cómo la revolución proletaria permitirá una interacción radicalmente diferente con el ambiente:

Página 17: "El proletariado seguirá una pauta de ‘desarrollo socialista sustentable’ para proteger el ambiente corregirá paso a paso la destrucción de los bosques, el suelo, el agua y el aire. Desarrollará sistemas industriales y agrícolas que sean productivos según las normas de productividad económica, racionalidad ecológica y justicia social. En general, la nueva sociedad se propondrá interactuar con la naturaleza de una forma planificada que preserve los sistemas ecológicos, y promueva mayor conocimiento y respeto de la diversidad del mundo natural".

En la segunda parte, en el apéndice "La nueva economía", la sección sobre "`Desarrollo socialista sustentable’ y ecología" da más detalles:

"La revolución proletaria en Estados Unidos representará un gran cambio para el equilibrio ambiental mundial. El imperialismo ha generado un patrón destructivo e ineficiente de actividad económica y desarrollo industrial. Su naturaleza expansionaria ciega, con ganancias al mando, su cada vez mayor explotación de la naturaleza como mercancía, y sus guerras y armas de destrucción masiva estrangulan los ecosistemas fundamentales del p laneta.

"A continuación, algunos importantes principios del ‘desarrollo socialista sustentable’:

"El proletariado buscará un control social consciente de la producción. Para ello, será necesario conservar el equilibrio ambiental, es decir, regenerar los ecosistemas y su capacidad de asimilar los desechos de la actividad productiva humana, y usar los recursos naturales a favor del desarrollo social, no de la acumulación de riquezas por unos pocos.

"Al reconstruir y reestructurar la economía con criterios radicalmente diferentes, de inmediato el nuevo estado tomará medidas para revertir los daños ambientales de siglos de desarrollo capitalista. Por ejemplo, limpiará con urgencia los basureros tóxicos y, en los planes económicos de corto y largo plazo, buscará solucionar los problemas de contaminación del suelo, aire y agua, especialmente la difícil eliminació ;n de los desechos radiactivos.

"En conexión con otras transformaciones de la sociedad, el nuevo estado desarrollará paso a paso una tecnología, sistemas agroindustriales e infraestructura según las normas de productividad económica, racionalidad ecológica y justicia social.

"Los sistemas de transporte ya no se centrarán en el automóvil y las carreteras. Será necesario eliminar el absurdo derroche de petróleo para desplazarse a centros de trabajo muy distantes. Todo el nuevo desarrollo, reestructuración e investigación dará prioridad a sistemas de transporte público seguros y eficientes.

"La economía socialista combinará producción en gran escala con producción diversificada en pequeña escala. Se establecerán sistemas de reciclaje y usos múltiples de materiales y productos (a diferencia de la práctica de usarlos una sola vez y en una sola esfera de producción), de eliminación de desechos y de conservación de recursos a todos los niveles de la sociedad y la economía. El sistema de pro ducción no dependerá de distantes fuentes de insumos, pues se abastecerá dentro de las economías regionales y locales.

"La nueva economía irá reduciendo --entre otras cosas-- la dependencia de tecnologías de hidrocarburos contaminantes y no renovables, y desarrollará tecnologías alternativas ecológicas, como energía solar, termal y de viento.

"Será necesario movilizar a las masas para solucionar problemas ambientales, combinando conocimientos y experiencias directas con conocimientos científicos generales.

"Por medio de campañas de concientización de masas, cultura y otras esferas, el estado socialista popularizará la idea de que la humanidad es el guardián del planeta para las generaciones de hoy y el futuro. Y la nueva sociedad se propondrá interpenetrar con la naturaleza de forma planificada. La población profundizará y ampliará su conocimiento y apreciación de la riqueza del mundo natural".


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