Carta de un camarada

Las penas de cruzar la frontera

Obrero Revolucionario #1125, 4 de noviembre, 2001, en rwor.org

El OR recibió esta carta de un camarada que participó en un equipo que viajó al Suroeste para divulgar el nuevo Borrador del Programa del PCR:

De niño mi papá me contaba cómo era cruzar la frontera. Tenía que correr en la oscuridad y esconderse en las matas. Me enseñó una cicatriz en la barba de la paliza que le dieron los Texas Rangers la vez que lo metieron al bote por tres meses sin poder comunicarse con nadie. En una ocasión logró cruzar y estaba trabajando en una granja avícola en San Diego. La migra llegó en un helicóptero y persiguió a los jornaleros por muchos kilómetros; luego bajó y mi papá se cayó por la fuerza del viento, y lo agarraron.

En mi niñez, de vez en cuando llamaban a la puerta a la medianoche; mis padres se asomaban y entregaban un sobre con dinero. Luego íbamos al carro a saludar a un tío o amigo recién llegado.

Me quedó grabado un incidente que ocurrió cuando fuimos de paseo a Escondido, donde mi tío cuidaba un huerto de muchas hectáreas. Como la migra hacía redadas en las casas (pues no eran propiamente casas sino bodegas donde dormían los inmigrantes), los jornaleros dormían en los naranjales.

Un día estábamos comiendo con parientes y amigos en un terreno frente al huerto cuando de repente la Patrulla Fronteriza llegó con perros. Los jornaleros salieron de los naranjales y los perros los persiguieron. Crucé la carretera corriendo, pero mi papá me alcanzó y me detuvo. Nos abrazamos y solté el llanto al ver que agarraban a los jornaleros y los metían en una camioneta blanca.

De regreso a Los Ángeles mi papá me dijo que como ya era el fin de la temporada, los patrones preferían llamar a la migra a deportar a los trabajadores para no tener que pagarles. Así ahorraban dinero.

Esas cosas me moldearon la vida (fui un adolescente lleno de rabia), atizaron las llamas de mi lucha contra la opresión nacional y me llevaron a ser comunista revolucionario.

Cuando salió el Borrador del Programa del PCR, lo leí de un tirón. Un párrafo me impactó muchísimo y de hecho es mi párrafo favorito. Se encuentra en la parte sobre el comunismo:

"La imaginación humana echará a volar en una forma que no se puede concebir en la actual sociedad de clases. Desaparecerán las ridículas nociones de que un grupo es superior a otro. La humanidad celebrará su diversidad y, por primera vez en la historia, los individuos se comportarán como parte de una comunidad mundial libremente asociada. Visto desde las alturas, el planeta se verá tal como es la sociedad: sin fronteras".

Cuando hicimos un recorrido de la frontera con un equipo que está divulgando el Borrador del Programa en el Suroeste, esas palabras me vinieron a la mente muchas veces.

Una frontera empapada de sangre

Si les cuento todo eso es para que vean que fue muy pesado para mí ver cómo sufre la gente al cruzar la frontera. Al escribir esta carta una furia incontrolable me arde en las venas y me estremece mi corazón con ganas de estrangular este sistema, de quitarle el aliento de una vez por todas.

Al llegar a XX, nos dijeron que 14 personas murieron de deshidratación en el desierto. No era la primera vez que lo oía, pero en el bárbaro calor de esa ciudad, sentí más el sufrimiento de la gente. Por su parte, la Patrulla Fronteriza estaba en plena campaña publicitaria. En primera plana de todos los periódicos se hablaba de los "ángeles guardianes" de la Patrulla Fronteriza, que supuestamente salvan a los inmigrantes de los coyotes y de los extremos de calor y frío en la frontera militarizada.

Más tarde esa semana, caí en cuenta de que en realidad conocía muy poco de las terribles penas que los inmigrantes pasan al viajar a El Norte.

Iniciamos el recorrido en las afueras de la ciudad fronteriza de XX. Caminamos 10 minutos cuesta arriba. Desde el camino de tierra vimos un paisaje lindísimo, pero detrás de las matas había una zanja, y al caminar por los arbustos espinosos hacia el fondo, vimos huellas de inmigrantes: una camiseta entre las piedras, una botella para agua, un par de zapatos.

Nos dijeron que es muy común encontrar zapatos y ropa. Por lo general los zapatos son elegantes, pero por dentro están destruidos. Como la gente pasa varios días viajando en el agua, los zapatos se pudren por dentro y las suelas se deterioran. Toca seguir el camino sin zapatos. También es común encontrar ropa. La gente se pone mucha ropa y se la va quitando en el desierto. Así cuando llega a un pueblo o una ciudad no llama la atención por tener ropa sucia. A veces se encuentra ropa interior de mujer porque un coyote, otro inmigrante o un cazainmigrante o agente de la Patrulla Fronteriza la agredió.

Encontramos botellas para agua por un sendero que conduce a donde los coyotes recogen a la gente. Claro que la naturaleza es muy bella -los cactos y el sol brillante- pero, ¿cómo será correr por esas matas en la oscuridad? Nuestro guía nos cuenta que encuentran gente con cortaduras en la cara y los brazos después de una noche en el desierto. También dijo que por lo general, cada quien carga cuatro litros de agua que le debe durar siete días. Así que a lo mejor encontramos esas botellas vacías porque se les acabó el agua. Señaló los cerros a lo lejos y dijo que con binoculares a veces se ve a los racistas cazainmigrantes con gorras que dicen "Cazador de Foráneos" y rifles. Se sientan en el cerro y esperan hasta que los inmigrantes salgan de la zanja; estos se esconden de día, se tienden en el suelo por horas sin moverse.

Al retirarnos, oímos disparos. Nos dijeron que ahí cerca hay un campo de tiro. ¡Imagínese viajar por días en el desierto corriendo de la Patrulla Fronteriza y escondiéndose en una zanja y luego oír disparos todo el día!

Nos dirigimos a otro lugar y en el camino vimos unas torres con sensores para detectar a los inmigrantes y unas cámaras para filmarlos cuando cruzan la frontera. También pasamos por un depósito de carros. Nos dijeron que si uno le da un aventón a un indocumentado y lo paran, le quitan el auto. De acuerdo a la ley, pueden quitarle el carro y uno pierde meses en los tribunales para recuperarlo. Muchas veces lo subastan. Para colmo, la compañía a cargo de las subastas es de los hermanos Barnett, unos racistas cazainmigrantes de muy mala fama.

Es común que los inmigrantes se escondan en las matas mientras sus compañeros salen a comprar comida. Juntan el dinero y limpian a un compañero que va a la tienda a comprar comida y agua para los demás. Todo mundo conoce este lugar, pero la Patrulla Fronteriza no hace redadas aquí. ¿Por qué no? Nuestro guía dice que les da gusto cazar a los inmigrantes. Se estacionan cerca de los campamentos y esperan hasta que tengan sed y hambre, y no puedan seguir escondidos. Cuando salen, los agarran. Dijo que una señora viajaba con su criatura y pasó cuatro días en una zanja. Pero al segundo día a la criatura le dio diarrea por la deshidratación, porque se les acabó el agua. No podían salir de la zanja porque la Patrulla Fronteriza estaba ahí, pero al cuarto día, la señora salió corriendo con su hijo y la agarraron. No llevaron al niño al hospital; los detuvieron a los dos por dos días y los mandaron de regreso a México.

El guía también dijo que cuando están en apuros, los inmigrantes salen de las sombras y piden ayuda, pero si uno les da un aventón, le quitan el carro y la casa hasta que demuestre que no transportaba deliberadamente a un indocumentado.

Nuevamente llegamos a un lugar donde se ve el privilegio al lado de la miseria: en un club de golf vimos árboles y pasto muy verdes, y al lado estaban las zanjas donde los inmigrantes se esconden. Se tapan con cajas de cartón para protegerse del calor. Por aquí han encontrado mucha gente deshidratada. Se esconden en las zanjas sin agua y al lado los dueños del club riegan el pasto todos los días.

Bajamos al río y nos dijeron que los inmigrantes viajan por él hasta llegar a la carretera. Está muy contaminado porque de este lado echan las aguas negras, y del otro los pesticidas y agentes químicos de las maquiladoras. Por eso, los inmigrantes no pueden tomar el agua y a veces se enferman por pasar por el río. Tienen que cambiarse de ropa al salir de esa agua inmunda; en la estación de lluvias, el río se desborda y se ahogan.

Por último, fuimos a un lugar donde hace poco estuvieron unos inmigrantes. En el piso vimos comida: latas de atún, nachos, tortillas y agua. A veces tienen que salir de prisa y dejan algunas cosas: una mochila, una camiseta, comida.

Viajan por siete o 12 días hasta llegar a la carretera, donde los recoge el coyote, pero miles no llegan porque mueren en el desierto o las agarra la Patrulla Fronteriza. También nos dijeron que ahora la situación está más difícil y tienen que cruzar al este, donde no hay matas ni árboles ni donde esconderse del terrible calor del sol.

Platicar con los luchadores

Hace un año leí la novela Stones by the River (Piedras al lado del río) sobre un pueblito alemán durante y después del gobierno nazi. Nuestro guía y los compañeros de XX me recordaron esa novela porque mi experiencia con ellos se parecía a estar en la Alemania nazi con los luchadores antifascistas.

Nos platicaron de cómo es vivir en XX. Nos dijeron que las autoridades no informan sobre cuántos agentes de la Patrulla Fronteriza están en la zona porque la frontera es una "zona de guerra". Nuestro guía nos dijo que acababa de ir a una reunión donde la Patrulla Fronteriza les advirtió que deben reportar si ven a mucha gente o un carro desconocido estacionado frente a la casa de un vecino. Quieren soplones y aislar a la gente que odia todo eso.

Francamente, antes de conocer a esos luchadores, pensaba que XX solo tenía puros rancheros reaccionarios que atacan a los inmigrantes. Desde luego, esos rancheros están allí, pero según nuestro guía, no son la mayoría, aunque sí controlan la opinión pública. Conoce rancheros que dejan agua para los inmigrantes o los esconden. Obviamente no lo dan a conocer, pero a lo mejor se sientan al lado de los rancheros reaccionarios en la iglesia los domingos. Odian el maltrato a los inmigrantes y ponen de su parte para ayudar.

Los luchadores que conocimos van los martes a recoger basura en los campamentos de inmigrantes, y dejan agua y provisiones. Lo de recoger la basura no es simplemente un pretexto, pues saben que el ganado se come las botellas que se dejan en el campo (y muere). Quieren evitar eso para que más rancheros ayuden a los inmigrantes. También animan a los restaurantes a dejar comida para los inmigrantes.

Hay grupos religiosos que organizan la recolección de basura y jóvenes de todo el país acuden a esa actividad. Por un lado parece algo muy sencillo dejar agua para los inmigrantes, pero en estos momentos, cuando los cazainmigrantes y la Patrulla Fronteriza han invadido la ciudad, es muy valioso hacerlo.

No tiene que ser así

P>El último día en XX fuimos a un cementerio y vimos que en el capitalismo las divisiones de clase persisten más allá de la muerte. En la entrada todo es verde pero atrás, donde no hay pasto, solo tierra y piedras, están las tumbas de los inmigrantes que mueren en el desierto. Aunque han trabajado toda la vida, sus familias no tienen para sepultarlos en un lugar mejor.

En todo el recorrido me daba mucha rabia que "el mundo no tiene que ser así". Como comprueba el Borrador del Programa, podríamos construir algo nuevo y totalmente diferente que la sociedad de clases, donde la gente no muera cruzando la frontera para buscar un trabajo. ¡Carajo, podemos acabar con las fronteras de una vez por todas! Una y otra vez me venía a la mente ese párrafo del Borrador del Programa que ofrece una visión de un mundo por el cual vale la pena vivir y morir:

"La imaginación humana echará a volar en una forma que no se puede concebir en la actual sociedad de clases. Desaparecerán las ridículas nociones de que un grupo es superior a otro. La humanidad celebrará su diversidad y, por primera vez en la historia, los individuos se comportarán como parte de una comunidad mundial libremente asociada. Visto desde las alturas, el planeta se verá tal como es la sociedad: sin fronteras".


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