El nuevo terreno político en Estados Unidos tras el 11 de septiembre

Obrero Revolucionario #1128, 25 de noviembre, 2001, en rwor.org  

Nota de la redacción: Este artículo resume las medidas represivas que ha impuesto el gobierno desde el 11 de septiembre. El autor presentó esta ponencia en la reunión del Consejo Nacional de ¡Rehusar & Resistir! del 3 y 4 noviembre. La publicamos, con cambios editoriales, con permiso del autor.

 

Desde el ataque de septiembre al World Trade Center y al Pentágono, con frecuencia se dice que “todo el mundo ha cambiado” o que por lo menos en Estados Unidos “todo ha cambiado”. ¿Exactamente qué ha cambiado? ¿Qué implica para el futuro de todos? ¿Y dejarán aunque sea comentarlo?

Detenciones a montón

Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada.

Pastor Martin Niemoeller

Una secuela dramática del 11 de septiembre ha sido una enorme racha de arrestos y detenciones sin entablar acusaciones. De repente llega una gavilla de agentes, zampa a una persona en un auto y se la lleva.

Cuando escribo esta ponencia, hay más de 1100 detenidos. Caen en tres categorías. Un grupo son los arrestados por ofensas de inmigración. Se cree que solo un puñado de ellos tiene conexiones con actividades terroristas. La gran mayoría cayó en redadas o delatados por vecinos. Los tienen en centros de la Migra para deportarlos.

El segundo grupo está formado por presuntos colaboradores de delitos terroristas. En este grupo también caen personas detenidas en el curso de la investigación por otras acusaciones no relacionadas. Los tienen en varios centros de detención por todo el país.

Una persona típica del segundo grupo es el médico egipcio Bader al-Hazmi, que estaba completando una residencia de radiología en Texas. La revista del New York Times describió lo que le pasó: un grupo de agentes del FBI lo sacó de su casa de San Antonio y lo llevó a Nueva York, donde estuvo preso 13 días sin que lo acusaran. Su único crimen es que su nombre se parece al de uno de los presuntos secuestradores que se estrellaron contra el World Trade Center.

El tercer grupo, un grupo muy pequeño, está integrado por personas aparentemente vinculadas con el ataque. Si no hay pruebas, los llaman “testigos materiales”. Se cree que la mayoría está en el Centro Correccional Metropolitano de Manhattan (MCC). En dicho centro han detenido por tiempo indefinido en los últimos años a docenas de personas de otros países con pruebas secretas que ni siquiera pueden ver los abogados.

De todos esos detenidos han soltado a algunos, pero no se sabe cuántos siguen presos porque el gobierno no dice quiénes son ni dónde los tiene.

Otra secuela del 11 de septiembre fue que pusieron en “segregación administrativa” (o sea, incomunicados) a muchos presos políticos en todo el país y ni siquiera les permitieron ver a sus abogados. Tal fue el caso de activistas opuestos a la guerra como el padre Philip Berrigan, de ex Panteras Negras como Sundiata Acoli y de muchos presos musulmanes.

La falta de protestas públicas contra las detenciones en masa y el aislamiento de los presos políticos ha sido alarmante. Es como si bastara con decir la palabra “terrorismo” para que desaparezcan todas las objeciones. Pero precisamente lo que dice la famosa cita de Martin Niemoeller es que la única forma de parar un estado policial es saltar a la defensa de sus primeras víctimas, no importa lo poco populares que sean.

En general se piensa que estas detenciones en masa son algo nuevo, una aberración de una sociedad libre, provocada por circunstancias extraordinarias. Pero desafortunadamente no es así y tienen precedentes funestos.

Dos ejemplos: las redadas Palmer de 1919 y 1920 (Palmer era el secretario de Justicia), en que arrestaron por todo el país a miles de extranjeros por sospechas de que podrían ser anarquistas y comunistas, y deportaron a centenares. Otro ejemplo más escalofriante es la detención en campos de concentración de 110.000 ciudadanos hijos y nietos de japoneses durante la II Guerra Mundial. A ninguno de ellos lo acusaron jamás de actos concretos de deslealtad.

Tanto las redadas Palmer como la detención de descendientes de japoneses se realizaron por orden ejecutiva y sin autoridad legislativa. Pero ahora, están incorporando a la rama legislativa en la actual racha represiva.

Nuevas leyes represivas

...estar en guerra, y por lo tanto en peligro, hace que parezca natural y necesario entregarle todo el poder a una pequeña casta.

George Orwell, en la novela 1984

El Congreso aprobó en un abrir y cerrar de ojos una serie de leyes muy peligrosas por un voto de 98 a 1 en el Senado y de 357 a 66 en la Cámara de Representantes, con el diciente nombre de Ley USA PATRIOT de 2001 (Ley para unir y fortalecer a América por medio de las herramientas necesarias para interceptar y obstruir el terrorismo).

El paquete legislativo es la niña de los ojos del presidente Bush y del líder demócrata del Senado, Tom Daschle. Manda al diablo lo que queda de la protección de requisa y detención de la Cuarta Enmienda de la Constitución, y ampliará enormemente los poderes del gobierno federal así:

Da autoridad para intervenir comunicaciones alámbricas, orales y electrónicas relacionadas con “fraude de computadoras”. Permite darle a las entidades de policía federal el testimonio de un jurado de acusación (que supuestamente es secreto). Permite interceptar cualquier teléfono que use una persona investigada. Permite confiscar mensajes de voice mail, direcciones de correo electrónico temporales y “permite” a los proveedores de internet divulgar el correo electrónico de sus usuarios “para proteger la vida o la integridad física”.

Permite requisas secretas, o sea, pueden meterse a una casa mientras el dueño está en el trabajo y no decirle nada. Autoriza a husmear cuentas bancarias, supuestamente para parar el lavado de dinero y el envío de dinero a terroristas. Ordena a las instituciones financieras reportar “actividades sospechosas” y las protege de demandas si lo hacen.

Requiere que las compañías que reportan información de crédito den información a oficinas del gobierno autorizadas para realizar investigaciones de terrorismo. Le permite al FBI solicitar registros de cargos telefónicos, y al secretario de Justicia solicitar información de estudiantes universitarios.

Manda detener a un ciudadano extranjero hasta que lo deporten si el secretario de Justicia certifica que es un presunto terrorista o una amenaza a la seguridad nacional. La prensa pro-gobierno anunció que las nuevas leyes permiten la detención hasta siete días sin entablar acusaciones formales, pero en realidad permiten la detención de quienes no sean ciudadanos hasta por seis meses a discreción del director de una agencia de seguridad del gobierno, y ese período de seis meses se puede extender varias veces sin revisión.

Permite, por asociación, prohibir organizaciones legales si un miembro de la organización comete un delito de terrorismo.

Por último, establece “laboratorios forenses computarizados” y permite esconderle al Congreso informes de espionaje.

El 31 de octubre, el Departamento de Justicia anunció una serie de nuevas reglas para los presos federales. De ahora en adelante, un preso acusado de terrorismo o de cualquier acto de “violencia” no podrá reunirse en privado con su abogado y le grabarán todas las conversaciones.

El gobierno está considerando usar acusaciones de “conspiración sediciosa”. Esto requiere muy pocas pruebas; basta con que un acusado haga un trato con el gobierno a cambio de decir que “conspiró” con otros acusados.

Como complemento a esta serie de leyes del gobierno federal, las legislaturas de los estados y las ciudades están haciendo otro tanto. Por ejemplo, la legislatura del estado de Nueva York aprobó una serie de leyes vagas con penas draconianas después del 11 de septiembre. Ahora “dificultar” el juicio de un terrorista se castiga con cárcel de 20 años a cadena perpetua.

La revista del New York Times sacó un artículo sobre programas de software de reconocimiento facial y mencionó que en Londres en todas las zonas públicas hay cámaras para identificar a personas buscadas. Por todos lados han aumentado la vigilancia. En Nueva York, pusieron retenes de policía varias semanas en los puentes para pedir identificación. La compañía de trenes Amtrak anunció que iba a pedir tarjeta de identidad con foto para vender pasajes. Y se habló de establecer una cédula de identidad nacional con información codificada que la policía pueda leer.

Por primera vez que yo recuerde, la prensa habló abiertamente de que el gobierno use tortura para extraer información de sospechosos. Esto se ha visto en la revista Newsweek, el canal de noticias Fox, CNN, ABC Nightline y el Wall Street Journal.

Esto no tiene mucho que ver con la prevención de ataques terroristas contra civiles inocentes, pero sí tiene que ver con lo que el gobierno planea para el futuro.

Poderes de guerra, en el país y en el exterior

Que se autoriza al presidente a usar toda la fuerza necesaria y apropiada contra las naciones, organizaciones o personas que él determine que planeó, autorizó, cometió o facilitó los ataques terroristas que ocurrieron el 11 de septiembre del 2001, o que refugie a dichas organizaciones o personas, a fin de prevenir futuros actos de terrorismo internacional contra Estados Unidos por tales naciones, organizaciones o individuos.

de la Resolución Conjunta
del Congreso, 15 de septiembre

Esta es una autorización increíblemente amplia de poder militar al presidente. Sobrepasa la Resolución del golfo de Tonkín, que le dio a Lyndon Johnson carta blanca para empezar la guerra de Vietnam (que duró 12 años). A raíz de esa trágica experiencia, el Congreso instituyó la Ley de Poderes de Guerra para evitar que un presidente empiece guerras por su cuenta. Dicha ley dicta que cuando el presidente ponga tropas en una situación que pueda llevar a un conflicto armado le presente un informe al Congreso en un plazo de 60 días y obtenga la aprobación del Congreso para continuar.

¿Cómo se aplica eso ahora? ¡No se aplica! En otra parte de la resolución del 15 de septiembre, el Congreso le dio a Bush autorización por anticipado para continuar. No tiene que pedirle autorización al Congreso. Solo una congresista, la representante Barbara Lee, tuvo el valor de votar contra esa transferencia de poder al presidente.

La segunda cosa que hay que notar es que no se traza distinción entre el ámbito nacional y el internacional. Después de la guerra de Secesión, el Congreso prohibió usar las fuerzas armadas en conflictos dentro del país. La nueva autorización del Congreso por lo visto rebasa esa prohibición y le da al presidente autoridad para despachar el ejército contra organizaciones e individuos dentro del país.

Para remachar ese punto, Bush despachó miles de soldados de la Guardia Nacional a los aeropuertos y a otros sitios a realizar las funciones de la policía. Es una forma de decir “acostúmbrense a ver soldados armados en la nueva América”.

El secretario del Ejército, Thomas White, está a cargo de la campaña militar contra el terrorismo dentro del país. Ha propuesto formar un comando de combate para defender el país comandado por un general de cuatro estrellas.

El 8 de noviembre el secretario de Justicia anunció “una reorganización y movilización para la guerra de los recursos nacionales de justicia y aplicación de la ley con el fin de cumplir la misión del Departamento de Justicia”.

Algunas voces han expresado la esperanza de que el Congreso no renueve la nueva ley “USA PATRIOT” cuando expire en cuatro años. Pero el vicepresidente fue más realista y les dijo a los gobernadores republicanos el 25 de octubre: “Muchas de las medidas que hemos tenido que tomar serán permanentes en la vida americana. Yo lo veo como la nueva normalidad”.

Calladito, calladito

La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad.

Senador Hiram Johnson

Hace unos años la prensa alabó una nueva tecnología: fotografía de satélites particulares. Por medio de la maravillosa libre empresa, cualquiera de nosotros podía entrar a la internet y comprar fotos de satélite de cualquier parte del mundo. Así se acabaría el monopolio de los gobiernos sobre la información de sucesos en lugares lejanos.

Así que, ¿qué pasó cuando Estados Unidos empezó a bombardear a Afganistán? La Agencia Nacional de Imágenes y Mapas del Departamento de Defensa compró todos los derechos de las fotos de Afganistán que tomaran los mejores satélites comerciales, y puede mantenerlas en secreto para siempre. Como dijo Adam Clayton Powell III, vicepresidente del Foro Libertad: “Esto establece un precedente de que el gobierno compre toda la capacidad de una tecnología que sirva para verificación independiente y reportajes básicos”.

El siguiente paso del gobierno fue “pedir” a las principales cadenas de TV que no pasaran mensajes grabados de Osama bin Laden. Todas dijeron que sí, cómo no. El New York Times escribió: “Un ejecutivo de una red dijo que la decisión de limitar las noticias (acordada por primera vez por las redes) fue patriótica”. La excusa oficial ante tan crasa censura fue que de pronto bin Laden mandaba mensajes secretos en las entrevistas.

El problema era que la red de televisión árabe Al Jazeera las estaba transmitiendo por satélite a todo el mundo. El New York Times se quejó: “Hace una década, tal acuerdo entre el gobierno y los canales de TV hubiera impedido que el Sr. bin Laden se comunicara por medio de la televisión con sus seguidores en Estados Unidos. Pero no es así hoy. La aldea global tiene muchas conexiones”.

Incapaz de censurar las noticias en el resto del mundo, el gobierno se puso a censurar la prensa nacional. Primero le cayó el golpe a Bill Maher, del programa de TV “Politically Incorrect”. Maher comentó que los que se lanzan con un avión contra un edificio no son cobardes y que los cobardes son los que sueltan bombas protegidos por la distancia. Bueno, inmediatamente lo obligaron a pedir disculpas.

Después le cayó el hachazo a la tira cómica “Boondocks”. Cuando el artista puso al personaje principal (Huey) a contar la historia de la CIA en Afganistán, en vez de repetir la historia oficial, los periódicos no publicaron la tira cómica.

Una cadena radial, Clear Channel, hizo una lista de canciones antipatrióticas y recomendó no tocarlas. (Toditas las canciones de Rage Against the Machine cayeron en la lista negra).

Los periodistas y los profesores universitarios que criticaron la guerra recibieron amenazas.

El portavoz presidencial Ari Fleischer dijo en una reunión de prensa en la Casa Blanca que “hay que tener cuidado con lo que se dice y lo que se hace”. Acto seguido, la transcripción oficial de la reunión cortó las palabras de Fleischer.

Luego le tocó el turno a la internet. Por supuesto censuraron sitios árabes, pero incluso censuraron sitios de apoyo a la lucha de Irlanda. Por ejemplo, Radio Free Erieann de Nueva York tenía archivos de sus programas en el website IRAradio.com. La compañía que mantenía el website, Cosmic Entertainment, recibió una “fuerte recomendación” de su servidor de que lo cerrara. El servidor le dijo que la nueva Oficina de Seguridad de la Patria puede confiscar todos los bienes de una compañía o persona “que ayude, apoye o haga cualquier cosa que se pueda llamar terrorismo o que esté conectada con el terrorismo por cualquier medio o forma posible”.

Ideología y “seguridad de la patria”

Desde los niveles oficiales más altos están cultivando y dirigiendo un programa político e ideológico: la “América Resurgente”. Sus temas más sobresalientes —un “nuevodespertar moral de la nación” y el afán de que América sea el Número Uno en el mundo por la fuerza de las armas— tienen un aura claramente fascista y suscitan el espectro de un estado policial.

declaración de la fundación de ¡Rehusar y Resistir!

Fuera de la censura, ha habido una vasta campaña ideológica para hacer que todo mundo apoye la guerra y las medidas represivas. Las redes de TV proclaman “America Under Attack” y lo que quieren decir es muy claro: “Esto nos afecta a todos”, “América no se deja”, “América contraataca” y “Estás con nosotros o contra nosotros”.

En Nueva York se organizó una enorme campaña patriótica inmediatamente después del 11 de septiembre. Mandaron a los bomberos a colgar banderas gigantes de los edificios. A los vendedores ambulantes (a quienes la policía jode todo el tiempo) les dejaron vender banderas y cintas. Al principio, el despliegue patriótico se asoció con el rescate, que todo mundo apoyaba. Pero paso a paso el tema cambió a apoyar la guerra contra Afganistán (y otros países todavía no definidos).

En la Casa Blanca reunieron un equipo especial para escribir un discurso “presidencial”. Bush lo leyó ante el Congreso el 20 de septiembre. Inmediatamente después nos dijeron que su rating subió a 89% y que todos queríamos bombardear a Afganistán.

Para calmar a los aliados musulmanes y para recabar apoyo a la guerra y a la represión, el presidente criticó los ataques a los musulmanes y árabes. Pero el FBI y la policía paraban a los árabes porque sí, y los programas reaccionarios de llamadas eran una tribuna de propaganda contra los árabes.

Como era de esperarse, el resultado fue una serie de ataques contra árabes, mezquitas y hasta los que parecieran árabes (como los sijes de India, que usan turbante). Las voces de ultraderecha, como el Washington Times y la Organización de Defensa Judía, andaban ocupadas publicando nombres de grupos e individuos de izquierda que “apoyan al enemigo”.

El alcalde de Nueva York concentró todo ese chovinismo en un discurso a las Naciones Unidas el 1º de octubre. Dijo: “Están del lado de la civilización o del lado de los terroristas. De un lado está la democracia, el imperio de la ley y el respeto a la vida humana; del otro lado está la tiranía, las ejecuciones arbitrarias y los asesinatos en masa... Que los que dicen que debemos entender las razones del terrorismo vayan conmigo a los miles de entierros que hemos tenido en Nueva York...”. Mejor dicho, incluso preguntar por qué pasó esto es deshonrar a las víctimas inocentes. Así que a callarse la boca.

La campaña de patriotismo subió de calibre cuando el secretario de Educación recomendó que todos los 52 millones de estudiantes del país recitaran la Promesa de Lealtad al mismo tiempo el 12 de octubre. El distrito escolar de Madison (Wisconsin) dijo que no lo haría, pero le cayeron encima y claudicó.

Para suavizar la cosa un poco, a la campaña de patriotismo obligatorio le dieron un barniz de ayuda humanitaria. El presidente pidió a todos los niños que donaran un dólar para ayudar a los niños bombardeados de Afganistán. Y cuando los aviones soltaban bombas, también soltaban bolsas amarillas con la bandera y crema de cacahuate, mermelada de fresa y galletas.

Tampoco debe sorprender que después de meter en las escuelas el patriotismo obligatorio siguiera la religión.

En el clima actual, en docenas de distritos escolares del sur del país los eventos deportivos empiezan con una oración por altoparlante, lo cual está prohibido por la Suprema Corte. En Carolina del Sur, un proyecto de ley propone que el minuto de silencio con que empieza el día escolar sea un minuto de oración, lo cual también es inconstitucional. Todo esto cuenta con el apoyo de un presidente que ha nombrado cristianos fundamentalistas a altos cargos de gobierno.

Para coordinar todo esto, el presidente creó la Oficina de Seguridad de la Patria, a cargo del gobernador de Pensilvania, Tom Ridge. Como Bush, Ridge es un ardiente partidario de la pena capital y firmó 220 órdenes de ejecución en Pensilvania (dos de ellas para Mumia Abu-Jamal). Como segundo al mando, Ridge escogió al almirante retirado Charles Abbot, quien también fue segundo al mando de la guerra contra Yugoslavia y quien realizó una investigación de la seguridad interna para el vicepresidente.

Toda la campaña llegó al paroxismo con lo del ántrax. No hay pruebas que conecten las pocas cartas portadoras de ántrax con el ataque al World Trade Center. Sabemos que en los últimos años más de 170 consultorios y clínicas de aborto de 14 estados han recibido cartas que decían tener ántrax, y que en las últimas dos semanas 200 clínicas de aborto y organizaciones en pro del aborto recibieron paquetes de Federal Express con polvo blanco y amenazas del “Ejército de Dios”. Este “ejército” es una organización fascista cristiana nacional. Pero informar eso no cuadra con las especulaciones de personas del gobierno que dicen que el ántrax vino de Irak y que hay que extender allá la “guerra contra el terrorismo”.

¿Por qué nos odian?

Los americanos preguntan: “¿Por qué nos odian?”

Nos odian por lo que ven aquí en este recinto...

Presidente George W. Bush ante una sesión conjunta del Congreso

La pregunta de por qué en el mundo odian a Estados Unidos es sumamente importante. Es una pregunta que se debe discutir en todas partes, pero la respuesta del presidente es sencillamente ridícula: que odian a Estados Unidos por su gobierno democrático.

Pensemos en eso un minuto. ¿Hay gente dispuesta a matarse pilotando un avión contra un edificio porque aquí se vota por George Bush o Al Gore (y después la Suprema Corte decide quién ganó)? ¿La gente del tercer mundo aborrece a este país porque a veces el líder del Senado es un republicano como Trent Lott y a veces es un demócrata como Tom Daschle? No me parece.

La razón de fondo, más bien, es la increíble disparidad de riqueza del mundo y la determinación del gobierno estadounidense de que siga así, para lo cual apoya a los más infelices tiranos que le juren obediencia (aunque muchas veces les da una patada en el trasero más adelante). Sea quien sea el responsable de los ataques del 11 de septiembre, está claro que la crisis actual es el resultado inevitable y terrible de las perversas alianzas y profundas injusticias que causa Estados Unidos en el Medio Oriente.

En vez de buscar “justicia”, el gobierno busca reconfigurar las relaciones de poder del sur de Asia y del Medio Oriente, es decir, mantener y aumentar el control de esas vitales regiones productoras de petróleo.

Por ello, ofrece un pacto diabólico: “Olvídense de las libertades civiles, éntrenle a la campaña para erradicar a los infieles antiamericanos, y los protegeremos de las consecuencias de nuestras acciones en el mundo”. De ahí a apoyar a la mayor potencia del mundo contra millones de oprimidos y explotados no hay ni un paso.

Personalmente, como internacionalista revolucionario, yo creo que el pueblo del mundo necesita un mensaje distinto de nosotros. Necesita oír que sabemos lo que está haciendo este gobierno y por qué lo odian millones en todo el mundo. Todos los que anhelamos justicia tenemos que unirnos contra los crímenes de este sistema, abrazar a los pueblos del mundo, y fortalecer nuestra resistencia contra todo acto de guerra y represión.

Los sucesos del 11 de septiembre han demostrado trágicamente que Estados Unidos ya no puede vivir impune en el mundo. Es claro que hay gente tan furiosa por lo que este país le ha hecho al suyo que lo atacará. Lo que se necesita en estos momentos es un gran debate nacional, sin censura ni demagogia del gobierno, sobre quién ha causado esto y cómo debemos responder.

La importancia de la resistencia

Algunos de nosotros creemos firmemente en los principios y valores a los cuales ha aspirado este país a lo largo de su historia; a otros nos parece que de esos mismos principios arranca la opresión e injusticia. Pero TODOS estamos de acuerdo en que es necesario repudiar este nuevo curso de la “América Resurgente”. La actual transformación no es un vaivén periódico del péndulo de la “izquierda” a la “derecha”; es un cambio directamente relacionado a preparativos para la guerra, a la represión del disentimiento y a la promoción de la dominación y superioridad global estadounidense sobre otros pueblos.

declaración de la fundación
de ¡Rehusar y Resistir!

Los momentos de gran peligro son también los momentos en que millones se politizan, cuestionan lo que les dicen y consideran qué hacer. Ahorita no es fácil inyectar voces de disentimiento y de crítica en la sociedad. Para que se dé ese discurso nacional hay que luchar por el espacio y la libertad para informar, debatir y protestar. Pero no hacerlo es peligroso.

Miles y miles han condenado la guerra y el clima de xenofobia y represión. Ha habido protestas de docenas de miles contra los bombardeos; gente común y corriente ha protegido a amigos y vecinos musulmanes; las organizaciones de abogados y de libertades civiles han criticado las nuevas medidas represivas.

Ahora se necesita unir a todos los que se oponen a esto, aunque tengan distintas opiniones sobre otros asuntos. Es crucial unirnos para apoyar el derecho de disentir y a los que lo ejercen. Es crucial movilizarnos para entrarle a esta lucha y redoblar la resistencia a todas las formas de represión.


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