La entrevista del OR

Danny Hoch: Cárceles, hospitales y hip-hop

Obrero Revolucionario #1132, 23 de diciembre, 2001, en rwor.org

En una cálida tarde de septiembre, Danny llega a la cita en su chatarra; busca dónde estacionarse en la calle central de Williamsburg, Brooklyn, y se apresura a buscarme. Nos miramos a los ojos y, como todos los neoyorquinos que no se han visto desde el 11 de septiembre, nos preguntamos: "¿Cómo te ha ido?".

Nos citamos para hablar sobre la nueva película de Danny, Cárceles, hospitales y hip-hop, que se inauguró el 12 de octubre en la ciudad de Nueva York. La película se basa en su obra teatral que ha tenido mucho éxito en los teatros de costa a costa y por todo el mundo. Sin embargo, la película no es una adaptación directa de la obra; Danny hace una nueva interpretación entretejiendo las historias en distintas escenas en la calle, el teatro... y hasta en la cárcel. Se mueve al ritmo de un soundtrack hip-hop de Mixmaster Mike.

 

OR: Nos pusimos de acuerdo para hacer esta entrevista pero todo ha cambiado.

DH: Claro, todo ha cambiado.

OR: Entonces, te quería preguntar sobre eso.

DH: De acuerdo, está bien. He estado pensando mucho en eso, ha sido como el canto del gallo por la madrugada, que despierta la conciencia. Por un lado siento que en realidad nada ha cambiado; que las cosas solo han cambiado para nosotros personalmente. Ya no estamos tan cómodos como antes. Todo esto pasaba antes, no más no estaba pasando aquí. Incluso los activistas nos acostumbramos a comer nuestras ensaladas de aguacate y sopas de pepino mientras preparábamos la revolución. Pero nunca pensamos que lo estaríamos haciendo en una situación tan gruesa.

Es bien angustiante; el hecho de que podíamos hacer nuestro trabajo con el privilegio de tanta comodidad nos dio fuerza y confianza. Estábamos conscientes de las atrocidades que cometíamos como nación, pero nos sentíamos seguros y eso nos daba cierta tranquilidad. Como que eso nos ayudaba a organizarnos. No nos tocaba organizar en una situación de miedo indiscriminado, aunque sí existía el miedo... Pero ahora sabemos que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento.

OR: Sí, pero para algunas personas aquí, el miedo siempre está presente, como para las madres que no saben si sus hijos llegarán a casa cada noche.

DH: Oh sí, eso era un "miedo discriminado", y ahora es un "miedo indiscriminado" aquí y estamos en una nueva época que en realidad no es nueva.

OR: Cuando nos sentamos dijiste: "Ahora nos toca a nosotros".

DH: Pues sí, pero ¿acaso solo nos debemos de preocupar ahora que nos echan las bombas? Lo que quiero decir es que ya nos tocaba desde hace mucho y ahora nos tocó. Pero ahora de repente salen a relucir todas las chingaderas, y la ansiedad, el miedo y la impotencia colectiva son palpables. Hace veinte minutos cuando hablaba con una amiga, ella dijo: "Si no podemos salvar el mundo ahora, ¿entonces, cuándo?. Ahora más que nunca tenemos que ser consecuentes". Siempre debemos ser consecuentes pero nunca pensamos que pasaría de esta forma, en este país, y durante nuestras vidas. No sé, es muy complejo, no lo puedo explicar todavía. Solo se que hay una ansiedad tremenda y que las cosas ya no serán como antes.

OR: Y al mismo tiempo esto ha unido a la gente por todo el mundo de una forma visceral que no se había visto antes, por lo menos en Estados Unidos.

DH: Sí, ya sé, pero tenemos que moldear esa unidad, porque lo de la bandera es alarmante, angustiante y alarmante, pues por un lado está ese símbolo de propaganda que une a la gente. O sea la gente tiene la impresión de que ese símbolo los une pero no es cierto, los une la necesidad de "despertar al pinche canto del gallo": esta es la realidad, esto es lo que le hemos hecho a todos desde hace mucho tiempo.

Así que nosotros como artistas de izquierda [risa], por decirlo así, debemos contrarrestar eso; como pasó la otra noche en Joe's Pub. Me dio mucho gusto, estaba muy contento de haber participado. Estuvo muy chingón. Ni conocía a la mitad de los güeyes pero había mucha energía, muy positiva, y constructiva también... ¡qué chingón! No sé por qué, me sentía de la chingada, con el ánimo por el suelo, no pensaba que podíamos llegar tan pronto al grano. Porque estábamos atarantados, y seguimos así. Pero aprendimos. Fuimos hábiles, profundos, fuertes, vibrantes e intrépidos. Por eso estaba tan contento y orgulloso.

OR: Platícame sobre tu participación.

DH: [Más risa] Había estado platicando con un chingo de gente y conmigo mismo también, y estábamos a punto de llorar, pero también a punto de reírnos a carcajadas, no de gusto, sino de impotencia, y para desahogarnos. Sentí, a huevo, teníamos que reírnos así, desahogarnos. Entonces recogí esos pedacitos de las conversaciones sobre temores e intenté hablar de lo que podemos hacer ahora, o sea, no olvidarnos de lo que hacíamos antes de que esto pasara.

En la esquina una voz decía: "Güey, ¿oíste lo que dijo George Bush?", y ese güey se refería a la película The Siege (Estado de sitio) con Bruce Willis. Tienes que rentar esa madre, a huevo. En la película hacen una redada de gente árabe y los meten en centros de detención en Brooklyn, y Bruce Willis es un jefe militar, igual que Bush, pues parece que hacer la guerra es lo único que sabe hacer ese güey. Bruce Willis dice: "Que no haya duda, vamos a cazarlos, donde sea que se escondan, y vamos a eliminar la maldad en el mundo". Y por cuatro días después de lo que pasó en el World Trade Center, Bush repitió eso, ¡mínimo 15 veces!

Otro chavo estaba diciendo que su ex trabajaba en el piso 90. Se iba a casar con ella, y otro güey le decía: "¿Cómo te ibas a casar con ella si era tu ex?" [risa] y dijo: "Bueno, cuando andábamos juntos nos íbamos a casar pero luego tronamos, pero de todos modos". Ese chavo vive como a dos cuadras de aquí y su ex tenía las mejores calificaciones de toda su escuela [El Puente, una prepa alternativa en Williamsburg] en 1998, se llamaba Marlyn García. Tenía 21 años cuando consiguió trabajo con Cantor Fitzgerald. Es muy difícil, muy duro... No estoy diciendo que una vida vale más que otra pero esta chava era muy chingona.

Todas esas conversaciones de duelo, de miedo y pérdida, pero son muy humanas y te hacen regresar a la realidad.

Luego decía otro chavo: "Para que veas lo espantada que está la gente, güey. Recibí uno de esos emails que dicen Alto a Bush y su bombardeo del mundo, firmado por 60.000 güeyes, y 40.000 eran anónimos. Así están de asustados, ni siquiera firmar para pedir que no haya guerra en 2001. No sé qué da más miedo, que me vuelen en el metro mañana o que los güeyes de este país me vuelen por decir lo que pienso".

"Todo mundo está en la onda patriótica, poniendo la bandera, ¿pero a poco te sentías muy patriótico cuando le dieron 41 tiros a Amadou Diallo... o qué? ¿A poco muy patriótico cuando estrangularon a Anthony Báez... o cuando bombardearon a Vieques, o cuando balearon a Aníbal Carrasquillo por la espalda, ahí en el piso, o qué, o qué? ¿O en ese momento solo... te dio asco?"

Y así fueron las conversaciones, en una onda seria pero al mismo tiempo daba risa, tienes que reírte, y pensar, no estar muerto, en este momento...

Por eso no estaba seguro si iba a funcionar. Pero la gente necesita reírse. Muchos me dieron las gracias cuando se terminó y me sentí bien, pues no se trata solo de lo cómico. Seguido nos reímos cuando vemos arte, queremos estar en esa onda de risa, de comedia, porque así nos han enseñado, que la comedia es la comedia y lo serio es serio, y lo dramático es lo dramático. Pero para mí, lo serio puede ser muy cómico y lo que es muy cómico puede ser bien serio.

OR: Bueno, la risa nos puede ayudar a entender.

DH: Sí, nos puede ayudar a entendernos a nosotros mismos, o llevarnos a una comprensión colectiva, a reconocer la realidad.

OR: Reconocer la realidad y de una forma llegar a entender la contradicción.

DH: Sí. Entonces eso es lo que pasó la otra noche, y yo estaba bien contento. Estuvo chingón. Todos se abrazaban, quizá por el miedo o por apoyo, personas que normalmente no se abrazan en reuniones así. Y no debería de decir "reuniones así" pues realmente no era una de "esas reuniones".

Todo ocurrió espontáneamente. Nueve artistas cubanos de hip-hop iban a venir el sábado por la mañana y luego íbamos a celebrar su llegada esa misma noche en Joe's Pub, pero nunca llegaron porque les suspendieron los visas por ser de un país que no coincide con el plan de Estados Unidos. Por eso tuvimos que arreglarnos de otra manera.

Bueno, ya sé que deberíamos de estar hablando sobre la película, pero también esto es lo que estamos tratando de hacer con la película, sentir ese vaivén de seriedad y risa, seriedad y risa, para entender y reconocer. Para abrir los ojos y ver lo que está pasando.

OR: El título de la película, Cárceles, hospitales y hip-hop, como que tiene que ver con los lugares a donde van a dar muchos jóvenes.

DH: Así es. No fue a propósito, más bien así pasó. Yo quería enfocarme en las historias que no se cuentan pero deberían estar en el centro del escenario. Una de esas historias es lo que pasa en la cárcel, el complejo industrial penal, ¿qué es lo que no se oye? Lo otro era sobre los hospitales, no tanto los hospitales como instituciones, pero más bien la gente que está adentro. Y luego el hip-hop, que desde niño ha formado mi cosmovisión, como toda una generación y hasta otras generaciones, las de gente más grande y más chica.

Pero sí, después de un rato sí se me ocurrió que son lugares a donde van a dar los jóvenes, ya sea de una manera positiva o negativa. Por eso me urge que los jóvenes vengan a ver esta película, pues trata de ellos, de esta nueva generación, y las películas que están hechas para los jóvenes en este país realmente no tienen que ver con lo que está pasando... ni siquiera investigan las dimensiones de humanidad.

OR: Hay que hablar sobre algunos de los personajes, como Bronx, al que apañan por vender playeras de Bart Simpson y OJ Simpson en la calle. ¿De dónde vino y para dónde vas con él?

DH: Bronx significa la ironía, la hipocresía, la contradicción de cómo se representa este país y lo que realmente es, en términos económicos y en términos de las oportunidades que existen. Que las reglas son distintas si has estado en la cárcel, o dependiendo de dónde vives, qué vecindad, o hasta dependiendo no de cómo te ves pero de lo que pareces. De ahí sale este personaje; él busca ser un buen capitalista americano con un sueño [risas].

OR: Exactamente; "aprende de la niña que pone su propio puesto de limonada".

DH: Sí, aprende de la niña con el puesto de limonada en la televisión, en el comercial, puedes lograrlo, lo puedes hacer si te decides. Bronx se mete en un lío con un policía y lo meten a la cárcel; no hay cargos pero tiene antecedentes y quién sabe si lo van a chingar con los "3 strikes". Es uno de tantos que están en la cárcel, en una especie de purgatorio, son casi invisibles. Invisibles en la calle, invisibles en la televisión, y el sistema prefiere que este personaje esté en la cárcel que afuera tratando de ser empresario; prefiere no tener que distribuir la oportunidad y la riqueza con igualdad.

OR: O vender playeras de Bart Simpson y de OJ Simpson...

DH: Sí, precisamente. De eso trata el personaje. Es sobre el comportamiento en la cárcel y sobre el hecho de que la sociedad mete a la gente a la cárcel por distintas razones, ya sea por seguridad, porque no hay trabajo para esa gente, o para no tenerlos en frente, pues ojos que no ven, corazón que no siente.

OR: Luego está el personaje de Sam, el policía. Al terminar su historia, entiendes su viaje, pero a diferencia de los otros personajes, a este no lo quieres, o no lo puedes querer. Bueno, yo no lo puedo querer.

DH: Sí, es difícil quererlo. Fue difícil para mí porque tengo la responsabilidad de mostrar la humanidad de cada personaje, pero también tenía la responsabilidad de mostrar lo que no se está contando. En el momento en que estaba creando esa pieza, le tenía miedo a la Orden Fraternal de Policía, la Asociación Correccional de América y otros que criticaba en Cárceles, hospitales y hip-hop.

Creo que hubiera sido más fuerte hacerlo más humano, o como diré, más simpático, más simpático al final. Casi lo era en la versión de teatro, cuando lo oyes lidiar con el chiste que echa de las gallinas. Pero lo tuvimos que cortar porque es demasiado largo, de por sí ya está muy largo. Me dio lástima no ponerlo en la película porque podemos ver su lucha interna y su frustración, que quiere hacer su trabajo.

Si tuviera una granja de manzanas, no lo hubiéramos aborrecido. Esos momentos de sacar a relucir la humanidad en medio de condenar son importantes.

Cuando ves la película te preguntas: ¿De parte de quién estoy?, ¿Con quién me identifico?, y en realidad nadie quiere identificarse con él. Pero lo curioso es que mucha gente, de todos modos, se identifica con él, los que están mirando, sin decir nada se identifican con él. No toda la gente que ve esta película sabe del complejo industrial penal.

OR: Luego está Víctor, que está paralizado porque lo baleó la policía, y parte de su lucha es entender: ¿En realidad me pasó eso? ¿Cómo pasó? ¿Me creo las mentiras del New York Post que escriben sobre lo que "realmente me pasó a mi? Está grueso.

DH: Sí, muestra la fuerza que tienen los medios masivos de comunicación para convencer a la gente de que la realidad no es la verdadera realidad. Y yo lo relaciono con lo que estabas diciendo, que Víctor más bien le cree al New York Post antes de creer lo que vivió en carne propia. ¡Y eso que está paralizado!

Mi vecina me dijo el otro día, ella es puertorriqueña, que unos corretearon a su primo porque pensaban que era árabe. Y no es la primera vez que se escucha eso. Hace poco oí que a otro puertorriqueño lo golpearon en New Jersey. A un amigo que también es puertorriqueño lo pararon en un banco; están pasando un chingo de cosas.

Mi vecina está luchando con esa realidad y con la realidad de ser pobre y puertorriqueña en la ciudad de Nueva York. Y luego me dice: "¿Cómo lo ves, lo que pasó? No puedo creer que dejamos que entrara esa gente. Así no más los dejamos entrar, a cualquiera, y luego vienen a elaborar sus proyectos, sus complots. Por eso debemos ser más estrictos con los que tratan de entrar".

Yo pensé, no mames, ahí está la contradicción, con mi propia vecina. No hay una contradicción más clara que esta. Le dije: "Es más complejo...". Y ella contestó: "Ya sé, ya sé, no más digo que dejamos entrar a cualquiera". El concepto de quiénes somos "nosotros" y quiénes son "ellos" se define cada día en la máquina de los medios. Esas contradicciones hay que expresarlas en películas, en teatro y en arte.

OR: Definitivamente. Otro tema importante en la película y en lo que estás haciendo ahorita es la preocupación por hacia dónde va el hip-hop.

DH: Bueno, lo que yo pienso es que el hip-hop es la cultura de resistencia de los jóvenes, cultura de resistencia de masas... Pero esa cultura de resistencia la sabotean las corporaciones, el gobierno, los medios. Tienen que sabotear la resistencia para neutralizarla, para que ya no sea una fuerza de resistencia. Y hay que enfrentar eso. Si las voces más fuertes en hip-hop son sobre el materialismo, la riqueza y la envidia, entonces los saboteadores han triunfado. Aunque el hip-hop critica el sistema, el hip-hop mismo necesita una crítica constructiva para mantenerlo vivo, porque si no, no es hip-hop.

Es como lo que me pasó con lo de Nike. Todo empezó cuando Nike quería que yo usara los tenis que mencioné en lo de Seinfeld para hacer una campaña de tenis. Y surgió la pregunta, bueno, si usas resistencia para vender tenis, ¿sigue siendo resistencia?

Si el hip-hop es resistencia, si el hip-hop es rebelión, si es la voz de los jóvenes marginados, no solamente en Estados Unidos pero por el mundo entero, entonces si usamos el hip-hop para vender autos o joyas o para hacer fiestas, ¿sigue siendo resistencia? Si lo usamos para vender Sprite o Hersheys y Coca Cola, ¿sigue siendo resistencia?

Y veo que el hip-hop va de un lado al otro. Hay gente que dice que hay hip-hop de izquierda, hip-hop intelectual y hay hip-hop desesperado, amante del capitalismo... Sale de un lugar de desesperación y de miseria. Entonces cada lado, si hay esos dos hip-hops, se disputan el título de hip-hop "verdadero". Y los dos lo son. La desesperación y la miseria son verdaderas. El miedo de que te mate la policía es verdadero. Es la necesidad de sentirse dueño de algo, aunque sea de un coche caro o una casa en las lomas.

OR: O de un par de Nikes.

DH: O de un par de Nikes. Es la verdad. Eso es el hip-hop. Pero al mismo tiempo, el hip-hop también son los revolucionarios, los revolucionarios templados y consecuentes, los que pueden explicar lo que es la revolución. Creo que los dos son hip-hop, y el hip-hop necesita una crítica cultural, y que lo estamos viendo, especialmente en el cine.

Vas a ver una película hip-hop, y esas películas no tratan de las luchas del hip-hop, ni de la cultura, ni mucho menos de una cultura de resistencia. Nunca tratan de lucha, siempre es parodia, unidimensional. O es una distracción, abrazar al capitalismo y es todo. Por eso trato de darle dimensión a la conversación de lucha, o a la lucha por conversar del hip-hop.

OR: Cuando estabas hablando sobre el hip-hop, pensé en el reggae, que cuando empezó era la voz de la resistencia y de la revolución; era la expresión de gente que venía del campo a la ciudad, que no tenía música que realmente expresara su experiencia y les daba un espacio para hablar con el resto del mundo que también se estaba radicalizando en los 60 y se empezaba a oír con la onda de la radio y esas cosas.

Reggae era la nueva expresión que los jóvenes desarrollaron. Todos esos álbums viejos de los Wailers enseñaban el tam y el revólver; esa música era muy radical porque la inventaron los jóvenes que no estaban satisfechos y que veían esa apertura. Y, al igual que muchas formas de arte, ha llegado a tener esas dos dimensiones. Digo, sí hay todavía muy buen reggae, pero mucho ha sido apropiado por los medios, como las canciones de amor o chingaderas así, ¿no? ¿Crees que este proceso es diferente al del hip-hop? Estás pensando en algo más amplio, que abarca más, crees que es algo más...

DH: ... más que música.

OR: ¿Y algo único de esta generación?

DH: Definitivamente. Por ejemplo, Chimurenga es el reggae y el hip-hop de Zimbabwe. Surgió de la resistencia de allá. Cada país y cultura tienen su cultura de resistencia. Pero el hip-hop se desarrolló como una cultura de resistencia del país más poderoso del mundo, y eso es algo muy especial, no solamente el país más poderoso, porque el roc viene de aquí también, y el jazz. Pero viene de los barrios más pobres, del país más poderoso del mundo... en su apogeo. Por eso vibra tan poderosamente en la vida de tantos.

Por eso afecta tanto a Flip-Dog [un personaje de Cárceles, hospitales y hip-hop], por eso afecta a los chavos de Indonesia, por eso el afroamericano más famoso del continente africano es Tupac Shakur. Es un dios. Si vas a Cuba, Tupac es un dios. Si vas a Brasil es igual. Y eso es poderoso, más poderoso que Mohammed Ali en los años 70. Es una vibra poderosa, ondas que llegan muy lejos y a gran velocidad...

OR: Lo que también hace que la estructura de poder trate de moldearlo...

DH: Sí. O de estrangularlo...

OR: O de utilizarlo.

DH: Sí, por eso es tan importante. Es importante para los dos lados. Y no digo solo como música, porque el reggae no era tan solo la música tampoco, sino cómo usabas tu cabello, cómo te vestías, tu lenguaje. Y el hip-hop existe en todas esas formas también. Yo soy una de esas personas que dice que el hip-hop no es solo la música. Sabemos que el hip-hop es teatro, que es activismo, educación. Claro, también es el baile y otras formas de música aparte del rap. Y esta cultura de resistencia que existe de todas esas formas es lo que es el hip-hop.

OR: Regresando a la película, la obra en la que está basada ha tenido mucho éxito, artísticamente, críticamente, y mucha gente la ha visto como una obra de teatro, algunos más de una vez. Pero querías que fuera película. ¿Por qué?

DH: Viendo lo que hice en mi último show, que HBO filmó, quería hacer algo cinemático. El especial de HBO vibró y afectó a mucha gente, pero yo quería hacer una película; quería que fuera película pero no estaba seguro cómo, o qué es lo que estaba tratando de crear. Tuve que preguntarme, bueno, ¿de dónde salió, de dónde vino? Regresamos a una cárcel y presentamos la obra para los presos y los guardias, y también en un teatro. Pero esos dos elementos resultaron ser una parte muy pequeña de lo que en realidad es la película. La película más bien es cada uno de los personajes en diferentes lugares.

La otra cuestión es cuánta gente lo va a poder ver. Porque aunque me late el teatro más que el cine, la realidad es que más gente va a ver la película. Más gente va a ver películas que obras de teatro.

OR: No es fácil crear arte poderoso, provocativo y hermoso, que dice la verdad y que inspira a resistir. Pero tú has encontrado formas de hacer ese tipo de arte. ¿Cómo lo haces?

DH: El problema de cómo logramos que el arte crítico tenga éxito es difícil. No sé, no sé cuál es la respuesta. Parte es acordarse de que a fin de cuentas estás haciendo arte en un sentido muy antiguo. A veces, cuando un artista intenta decir algo político más bien parece políticos, o si trata de decir algo sobre la sociedad parece sociólogos.

Nos olvidamos de los elementos del arte y de por qué son importantes. Puedes hacer todos los comentarios políticos que quieras pero no van a vibrar y no van a ser tan profundos como es el arte... Porque antes de que hubiera políticos o sociólogos o maestros, había artistas que hacían todo eso. Pero por alguna razón nos fragmentamos. Los políticos se hicieron especialistas, los maestros se hicieron especialistas, y hasta los artistas se hicieron especialistas. Los antepasados combinaban esas cosas. Por eso para mí la pregunta no es cómo puedo hacer más político mi arte. Los políticos deben preguntarse: ¿Cómo puedo hacer más artística mi política? El arte antiguo tenía que ver con lo que pasaba en el momento, en la historia de antes y la historia contemporánea. No tengo sugerencias de cómo hacerlo bien porque siempre estoy bregando con esa cuestión.

OR: El mundo está cambiando velozmente en estos días. Seguido, el arte es un precursor de lo que viene. ¿Qué crees que la gente necesita de nuestros artistas hoy en día?

DH: Mmmmh. Lo que yo necesito de mis artistas es una noción de urgencia. No veo eso en mucho arte. Y necesito responsabilidad colectiva, no solo que lo sienta el artista, pero que el artista haga que la audiencia lo sienta aunque los individuos no se conozcan.

Desde el 11 de septiembre, todos sentimos esa urgencia... Nunca hemos visto esa urgencia aquí, esa responsabilidad, en el sentido colectivo. Ni siquiera durante la II Guerra Mundial. Quizás en los años 60. ¿Por qué tienen que morir 5000 personas para que se sienta esa urgencia? Eso es lo que quería decir cuando empezamos a hablar, que tenemos que entender esta madre ahorita mismo, quizás no lo podemos resolver, pero tenemos que empezar a descifrarlo ... ahorita.

www.jailshospitalsandhip-hop.com contiene más información sobre Danny Hoch y Cárceles, hospitales y hip-hop. También se encuentra una entrevista con Danny de 1997 en nuestro sitio, www.rwor.org


Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero Revolucionario en:
rwor.org
Cartas: Box 3486, Merchandise Mart, Chicago, IL 60654
Teléfono: 773-227-4066 Fax: 773-227-4497
(Por ahora el OR/RW Online no se comunica por correo electrónico.)