Crisis en Argentina

Luchas campales y desastre económico

Obrero Revolucionario #1134, 13 de enero, 2002, en rwor.org

Una profunda crisis económica y política sacude a Argentina. Se han visto enormes protestas contra el gobierno y luchas campales con la policía. Lo grave de la situación se vio cuando, en un lapso de dos semanas de diciembre y enero, se sucedieron uno tras otro cinco presidentes.

La chispa que prendió la crisis fue la decisión del gobierno a principios de diciembre de limitar a $250 a la semana los retiros de las cuentas bancarias. Fue una medida extrema, y desalmada, de parte del presidente Fernando de la Rúa y la clase dominante para impedir un colapso total del sistema bancario. Los grandes inversionistas, advertidos por el gobierno, sacaron su dinero con anticipación, y la perjudicada fue la gente común y corriente.

Ya antes las medidas de austeridad la estaban golpeando duro. El gobierno, que debe más de $150 billones a bancos internacionales, atacó el nivel de vida de la población para pagar los enormes intereses. En el verano recortó los salarios de los trabajadores gubernamentales y los pensionistas. Ahora, una de cada tres personas vive por debajo del nivel de pobreza. Enormes villas de miseria rodean las ciudades y la nueva generación de la clase trabajadora deambula por las calles buscando cómo ganarse la vida. Las medidas de austeridad suscitaron protestas en julio y agosto: el país entero fue paralizado paros generales y barricadas de llantas encendidas.

El límite impuesto a los retiros de las cuentas bancarias y la escasez de dinero afectaron a millones de personas, ya sea uno vendedor ambulante, trabaje en la economía "informal" o tenga una tiendita. Temiendo perder sus ahorros fueron a los bancos, pero no les dejaron retirar el dinero. En poco tiempo resultó difícil comprar alimentos y artículos de primera necesidad.

En Rosario, los pobres de una villa de miseria y gente de la clase media se metieron en supermercados y se llevaron carne, verduras, aceite y otros artículos de primera necesidad. Lo mismo pasó en otras ciudades, como Buenos Aires.

En Córdoba, durante una protesta contra las medidas de austeridad, quemaron el edificio municipal. En Buenos Aires, le lanzaron huevos y piedras a de la Rúa cuando salía de una reunión y, en un centro comercial, persiguieron a dos funcionarios del gobierno gritándoles: "¡Ladrones!, ¡ladrones!".

Buena parte de la población cree que todos los ricos y los poderosos son una bola de corruptos y que no deben estar a cargo del gobierno. Una señora de Martínez, un barrio obrero de Buenos Aires, le dijo al Los Angeles Times: "Nos han vendido, y ahora no nos queda nada. Lloro por Argentina. Tengan piedad por los que tenemos muy poco, porque los que tienen mucho se lo han llevado y se han ido de aquí". Una empleada municipal que participaba en su primera protesta dijo que de la Rúa estaba pagando la deuda extranjera con "la sangre del pueblo".

El 19 de diciembre, centenares de miles de personas se lanzaron a las calles de Buenos Aires y otras ciudades. En Buenos Aires, una multitud llenó la plaza de Mayo para condenar al gobierno y exigir la renuncia de los altos funcionarios.

Esa noche, el odiado ministro de Economía y Finanzas, Cavallo, tuvo que renunciar. Por su parte, de la Rúa declaró estado de sitio y despachó a miles de policías contra el cacerolazo.

Los manifestantes que aplaudieron la renuncia de Cavallo se indignaron por la posición de de la Rúa y se quedaron en la plaza de Mayo. Por toda la ciudad ardieron fogatas.

Al día siguiente, muchos más fueron a la plaza de Mayo. La policía les disparó gas lacrimógeno, balas de goma, les echó encima sus caballos y por último disparó balas. Cinco jóvenes cayeron muertos. Unos eran motoqueros (mensajeros) que con sus motos protegían a la multitud de las embestidas de la policía.

Ante la creciente ola de protestas en todo el país, de la Rúa renunció. El Congreso designó dos presidentes interinos antes de escoger a Adolfo Rodríguez Sáa, un peronista.

Las protestas seguían, aunque la prensa internacional decía que ya "menguaban". Había mucha indignación porque el nuevo presidente dijo que aplicaría las viejas medidas y porque designó a conocidos politiqueros corruptos a posiciones de responsabilidad.

El sábado 29 hubo otro cacerolazo: miles de manifestantes se apoderaron de la plaza de Mayo y se reunieron frente al Congreso. La policía intentó dispersarlos a la fuerza. En la Casa Rosada, (residencia presidencial) los manifestantes escalaron los portones y la policía disparó gas lacrimógeno y repartió cachiporrazos. También atacaron bancos y otros edificios, entraron en el ala principal del Congreso, quebraron ventanas y quemaron las cortinas.

Las protestas obligaron al Congreso a deshacerse de Sáa, y el 3 de enero Eduardo Duhalde fue nombrado quinto presidente desde el 20 de diciembre.

Duhalde, un conocido populista, dijo que tomaría medidas drásticas y resolvería la crisis económica. Pero una de las primeras cosas que hizo fue devaluar el peso, lo que significa que se comprará menos con la misma cantidad de dinero.

La burguesía argentina teme un colapso total de la economía, y sus padrinos yanquis temen que eso repercuta en Latinoamérica y el sistema mundial de finanzas. La medicina capitalista de exprimirle más sangre al pueblo y otros ataques podrían hacer estallar mayores rebeliones contra la clase dominante de Argentina.

El lector encontrará más información sobre la crisis económica de Argentina en el artículo "Argentina paralizada: Paro nacional y barricadas", en nuestro número 1114, que está en rwor.org


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