Pasaje de

El comunismo y
la democracia jeffersoniana

De Bob Avakian

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Sociedad capitalista, democracia burguesa y dictadura

Todo esto ilustra el hecho esencial de que de lo que se trata es de una dictadura. Hay muchas ideas falsas entre el pueblo —y muchas ideas falsas deliberadamente propagadas— de lo que es la dictadura y de lo que no es. Es común y cunde en la población —y es un resultado de la influencia de los representantes políticos y teóricos burgueses, los portavoces de los medios de comunicación, los comentaristas y los "expertos" y lo demás— que por dictadura se entiende el dominio de un Líder (con la L en mayúscula) todopoderoso y esencialmente maníaco, como un Hitler (o, como por lo común se expresa en estos días, un Stalin o un Mao); o se dice que en una dictadura un pequeño grupo de personas ejercen el poder sin permitir que las masas populares tengan ningún derecho, ninguna libre expresión de ideas, ningún derecho al disentimiento político y así sucesivamente. Por otra parte, se dice que la dictadura no se refiere a una sociedad donde se celebran elecciones con candidatos y partidos que se compiten entre sí y donde se permite que la gente tenga ciertas libertades civiles y derechos humanos (recuerde los argumentos de Robert A. Dahl citados anteriormente). Pero en realidad y como cuestión de análisis científico: una dictadura es un sistema de dominio de clase, un monopolio del poder político, expresado en forma concentrada mediante un monopolio de la fuerza armada para mantener y reforzar ese monopolio del poder político — que se ejerce a fin de conservar y servir al sistema económico subyacente y sus relaciones de producción y las correspondientes relaciones sociales y de clase.

Esa es la esencia de lo que es una dictadura. Una dictadura puede dejar —en el caso de la democracia burguesa, por ejemplo— que las personas voten sobre cuál grupo de la clase dominante ejercerá las funciones de esta dictadura sobre sí mismas. ¡Qué ardid tan brillante! — no sólo ejercen la dictadura sino que hacen que aquellos que están bajo su dominio participen en fomentar y reforzar la ilusión de que no están dominados.

A veces se oye a algunos individuos, incluida alguna gente progresista, que dicen: "Me niego a reconocer que me están gobernando". Bueno, que se niegue a reconocerlo o no, a usted lo están gobernando. Su negativa a reconocerlo sólo le perjudica a usted y a otros que están en la misma situación, porque no se puede cambiar la realidad si se ha negado a aceptar lo que es la realidad. Por mucho que Huey Newton, especialmente en sus primeros años en la dirección del Partido Panteras Negras, contribuyera al desarrollo de un movimiento revolucionario en Estados Unidos (y ayudara a inspirar a las personas que estaban construyendo este tipo de movimiento en otros países también), en lo fundamental se equivocó —y le dio expresión a una idea falsa que, en una u otra forma, tiene mucha influencia en estos días— al decir: "El poder es la capacidad de definir los fenómenos y de hacerlos comportarse como uno desee". No se ejerce el poder teniendo alguna capacidad abstracta de definir los fenómenos de la manera en que usted desee y así hacer que esos fenómenos se comporten de una manera deseada. Se ejerce la influencia política y en lo fundamental se ejerce el poder político reconociendo la realidad esencial de que se trata —en qué está arraigado el poder político existente, qué refuerza y a qué sirve; cuáles son las contradicciones en eso y los potenciales caminos de transformación; y dónde están sus intereses en relación a eso— y actuando en consecuencia.

En los hechos, la democracia burguesa es una forma muy eficaz de la dictadura. Hay que darle crédito a la burguesía: realmente ha descubierto y ha "perfeccionado" algo con mucha astucia por lo que se refiere a la perpetuación de su dominio y sus intereses. Tiene sentido que la burguesía se aferre decidida y obstinadamente a ello, tanto tiempo como sea posible, porque encierra el ejercicio de la dictadura a la vez que permite y fomenta que las personas tengan la sensación de que ellas mismas estén ejerciendo el poder el que de hecho se ejerce sobre ellas mismas.

No obstante, ésta es una dictadura, y cuando quiera que un grupo cualquiera (o a veces un individuo) actúe de manera seria en oposición a los intereses concretos que están dictando, acto seguido sale el filoso lado de esta dictadura. Toda la historia de Estados Unidos en realidad es testimonio de eso. En los tiempos de aguda crisis social y de auge popular de oposición, este fenómeno resulta más claro — despeja más la apariencia externa y camuflaje. Por ejemplo, en los grandes auges de lucha de la década de 1960 y en los primeros años de los años 70 en Estados Unidos, muchas personas se hicieron frente a esta dictadura y comenzaron a tener al menos un sentido de la misma. Recuerdo que yo mismo estaba en situaciones de franca ley marcial, donde la gente no podía congregarse en grupos de más de unos pocos —la policía desbarataba por la fuerza cualquier intento de hacerlo— sobre todo si éste parecía tener algún propósito político opositor; y no se permitía hacer cosas como distribuir abiertamente ninguna literatura política opositora. Bueno, en esas condiciones era mucho más difícil sostener que no hay dictadura en este país.

Por ejemplo, vimos lo que ocurrió en la rebelión de Los Ángeles de 1992. Cuando se sublevaron las masas populares, el gobierno no dijo: "Celebremos una votación para decidir si creemos que su rebelión está justificada o no". Enviaron a la Guardia Nacional y luego al Ejército. ¿Por qué? "Para reestablecer el orden". Desde el punto de vista del funcionamiento de este sistema, fue lógico hacer eso — movilizar a la fuerza militar bruta con la amenaza de utilizarla al por mayor con el fin de reprimir una rebelión que amenazaba a los intereses de la clase dominante y al "orden" que requieren esta clase dominante y este sistema. A la clase dominante no le importaba —o ésta no aceptaba— que esta rebelión fuera justa, que fuera una expresión de furia popular completamente justificada por los años tras años de brutal opresión. La rebelión confundió y suscitó sentimientos contradictorios hasta entre muchas personas que tal vez pudieran haberse identificado con el sentimiento de indignación o al menos haber comprendido dicho sentimiento que llevó a la rebelión —que surgió a raíz de la paliza a Rodney King y más concretamente, la absolución de los policías pescados en vídeo dándole la paliza—, porque la cuestión se planteaba de forma muy aguda: ¿hacia dónde irá esta rebelión? Muchas personas, especialmente la gente blanca de la clase media, tenían el siguiente sentimiento: "Existe caos en las calles... ¿Van a venir a mi casa y prenderle fuego o llevarse mis cosas?" Algunas personas que se consideran progresistas hasta se dejaron  llevar por ello — pero en lo fundamental se dejaron llevar por una lógica que correspondía a las necesidades del sistema. El sistema burgués —cuyo funcionamiento opresor era la causa fundamental de la rebelión en primer lugar— requería que se volviera a establecer el orden mediante la fuerza franca y bruta. En otras palabras, era necesario ejercer agresivamente la dictadura para servir y reforzar los intereses de clase de la clase dominante burguesa (capitalista) y las relaciones sociales y de producción de las cuales la burguesía en sí, a su vez, es en última instancia y fundamentalmente una expresión.

Si uno no quiere ver que se reestablezca el orden de esa manera, tendría que afirmar que más vale tener caos y desorden, cuando menos por un tiempo, que tener el forzoso reestablecimiento y apuntalamiento de la injusticia. Para asumir esa posición —y sostenerla a fondo y de manera profunda—, se necesita un punto de vista radical, rayando en uno revolucionario. Se necesita una comprensión científica de las relaciones y las dinámicas concretas que están en juego y cómo lo que existe, y lo que se está afirmando agresivamente, es el ejercicio concreto de la dictadura —aun con ciertas formas democráticas— al servicio de los intereses de una clase específica, que es en sí la encarnación de específicas relaciones sociales, y sobre todo, de producción y las dinámicas subyacentes de la acumulación capitalista por medio de esas relaciones de producción.

Mientras que esta dictadura tiene el monopolio del poder político —expresado en una forma concentrada como un monopolio de la fuerza armada—, también tiene el monopolio de moldear la opinión pública, a fin de que la manera en que las personas tienden a actuar políticamente concuerde con los intereses de la clase que ejerce el poder político —la dictadura— sobre ellas.

Algo de esto salió en la película Bulworth. En esa película el personaje que representa Warren Beatty, el senador Bulworth, está medio perdido, pero al estar medio perdido se acerca a la verdad — se ha perdido las inhibiciones. Bueno, va a un debate entre los candidatos y ahí están los tipos Jim Lehrer de los medios de comunicación que van a hacerles las preguntas a los candidatos. Empiezan a hacerles las preguntas, pero Bulworth responde: ¡N’ombre, esto es requete-ridículo — la misma gente que nos paga está pagándoles a ustedes para que nos hagan las preguntas! [risas]

Bueno, en términos un tanto populistas, eso es una reflexión básica, si no un análisis rigurosamente científico, de lo que realmente sucede. Ésa es la "misma gente" —en el sentido de la misma clase que ejerce el poder político— que también monopoliza y controla los medios de comunicación y las maneras de moldear la opinión pública de diversas maneras — no sólo en los medios de comunicación pero en un sentido general también en la cultura, incluyendo el "entretenimiento popular" (aunque sí se expresa cierta oposición en el ámbito de la cultura, la abruma enormemente el "mensaje" dominante que se queda de manifiesto en diversas formas al servicio de la clase dominante).

El libro de Dark Ages America tiene una importante sección en la que el autor Morris Berman habla de las mentiras que contó el régimen de Bush al ir a la guerra de Irak. Al leerla, de referencia, apunté la palabra "mentiras" al lado de cada lugar en el que el autor describe estas mentiras: ocupan página tras página tras página. El autor también denuncia cómo los medios de comunicación propagan estas mentiras y atacan vilmente a las personas que procuran refutarlas. Le pregunta retóricamente:

¿Qué opina de la NBC, que despidió a Phil Donahue (además de Peter Arnett, el periodista de guerra de larga trayectoria), el único locutor de una cadena de televisión opuesto a la guerra? ¿O la CNN, que atacó a Scott Ritter, quien había encabezado las inspecciones de armas de la ONU de 1991 a 1998, por ser "un apologista y defensor de Saddam Hussein", porque dijo que aún no se había comprobado el argumento de que Hussein era "una amenaza a Estados Unidos que justificara ir a la guerra"? (Kyra Phillips prácticamente lo llamó un traidor durante la entrevista, y Paula Zahn les dijo a los televidentes de la CNN que él se había "tragado el Kool-Aid de Saddam Hussein".) (Morris Berman, Edad oscura americana. La fase final del imperio, Sexto Piso, 2008; la traducción es responsabilidad de Revolución.)

Bueno, esto concuerda a la perfección con el papel esencial de estos medios de comunicación, el que es moldear y crear opinión pública de modo que cuando las personas piensen y actúen en lo político, están condicionadas a pensar y actuar dentro de los confines y al servicio de los intereses del sistema capitalista imperialista.

Citemos de nuevo a Democracy: Can’t We Do Better Than That?:

la cacareada libertad de expresión en los "países democráticos" no es contraria sino complementaria y está incluida dentro del ejercicio concreto de la dictadura de la burguesía; por dos razones básicas: primero, porque la clase dominante tiene un monopolio de los medios para moldear la opinión pública y segundo, porque con su monopolio de las fuerzas armadas puede suprimir, tan violentamente como sea necesario, cualquier expresión de ideas o acciones que desafíe seriamente al orden establecido. Lo que escribieron Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista es más cierto que nunca aplicado a la situación actual: "Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante". (Bob Avakian, Democracy: Can’t We Do Better Than That? [Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?], Banner Press, Nueva York, 1986, p. 71)