Revolución #164, 17 de mayo de 2009


CAVILACIONES Y FORCEJEOS

Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como una ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido
Parte 2

Nota de la redacción: A continuación presentamos un pasaje del texto de una charla que dio Bob Avakian anteriormente este año. A partir de este número, presentaremos las entregas de la charla en Revolución. En preparación para su publicación se le hicieron revisiones y se le agregaron notas. El texto íntegro saldrá en línea próximamente. Otras partes de la charla están en línea en http://revcom.us/a/162/ruminations-TOC-es.html.

La vida con un propósito: Experiencias diferentes, puntos de vista espontáneos diferentes y concepciones del mundo fundamentalmente diferentes

Para adentrarnos más, hay dos cosas que guardan relación con todo eso y que afectan muy considerablemente la vida humana, las relaciones humanas y el pensamiento humano: uno, que todo ser humano muere; y dos, que los seres humanos no solo se dan cuenta de ello sino que en muchas formas, están agudamente conscientes de ello. Ahora bien, no se trata de hablar de manera “existencialista” o de caer en el existencialismo como punto de vista filosófico, pero sí cabe, como quien dice, explorar esta cuestión, aunque sea un ratito. ¿Por qué planteo esta cuestión? Bueno, muchas veces, por ejemplo en la literatura existencialista pero también en mucha literatura que pretende tratar las “ironías y tragedias profundas de la vida”, esa contradicción constituye un tema importante —que los seres humanos son seres vivos pero todos mueren y que están conscientes del hecho— es un fenómeno importante con que la gente forcejea. Ocurre en la filosofía pero también en las artes. Especialmente en una sociedad que pone tanto énfasis, ideológicamente, en “el individuo”, al mismo tiempo que aplasta y sofoca a los individuos en la realidad material —en particular en la sociedad estadounidense y el imperialismo estadounidense— no es de sorprenderse que este fenómeno, que los seres humanos mueren y que están conscientes de ello, tenga un lugar prominente en la cultura.

También es uno de los elementos que más tienen que ver en la religión y en la manera en que la gente entiende y explica el fenómeno de la religión — y tal como muchos dicen, la necesidad de esta. Algunos hasta sostienen que siempre habrá religión porque la gente necesita una manera de aceptar la muerte — no solamente su muerte propia sino aún más, a lo mejor, la muerte de los seres queridos. Es interesante, hace poco leí una de esas novelas baratas, de dos hermanas, las hermanas O’Shaughnessy (escriben novelas de suspenso con temas relacionados a abogados, juzgados y procesos —novelas que no puedes dejar— algo divertidas para entretenerse), y de hecho en ese libro hicieron de pasada un comentario interesante sobre lo litigiosa que hoy es la sociedad estadounidense (una de las hermanas antes era abogada). Mencionaron específicamente lo mucho que se litiga la muerte causada por negligencia de otro, que por supuesto es un fenómeno mayor en Estados Unidos: si alguien se muere es muy posible que se entable una demanda de “muerte por negligencia” — a menos que se trate de una persona de las masas básicas y en tal caso por lo común no le importa a nadie que esté en una posición de autoridad o de prominencia; si bien hay unos casos sonados en que demandan a la policía por asesinar a un ser querido, por lo general la muerte de una persona de las masas básicas no es motivo de un litigio. Pero, como sea, en ese libro señalaron que en países como Estados Unidos, donde se ha dado cierto descenso en la fe religiosa (por lo menos del tipo “tradicional”), se ha aumentado el número de demandas de “muerte por negligencia” porque la gente necesita tener a quién echar la culpa — ni sé si todo ello es cierto pero es algo interesante sobre el que reflexionar. Especialmente si no les toca el falso consuelo que ofrece la religión —de que “ya están en un lugar mejor”, que “Dios les tenía un plan” y tantos otros dichos intolerables que repiten cuando alguien se muere— pues hay que imputarle la responsabilidad a alguien, así que entablan una demanda de muerte por negligencia. Total, el comentario se me hizo interesante y provoca reflexiones. No estoy seguro de que capte un aspecto esencial de la realidad pero es algo interesante como elemento secundario.

Lo principal que estoy explorando aquí en breve es que a menudo usan el hecho de que los seres humanos mueren para justificar la religión o de todas maneras para sostener que los seres humanos siempre necesitarán la religión: según ese argumento, para aceptar la muerte los seres humanos siempre necesitarán algún consuelo en forma de un tipo u otro de religión.

“La vida humana es finita pero la revolución es infinita”

He aquí algo que vale la pena explorar un poco — precisamente desde el punto de vista materialista y en relación a nuestra perspectiva y objetivos comunistas. En primer lugar, es necesario reconocer que si bien la muerte es universal para los seres humanos —pues todos morirán tarde o temprano—, no existe ningún punto de vista común sobre la muerte: las personas de distintas condiciones sociales tienen distintas experiencias con toda clase de fenómenos y distintos puntos de vista hacia esos fenómenos, incluida la muerte.

En este sentido, pensaba yo en una declaración atribuida a Mao hacia el final de su vida — creo que salió en una carta que según se dijo, él escribió a Chiang Ching en donde hablaba sobre lo que había tratado de lograr durante la revolución en China y como parte de la revolución mundial y las maneras que había confrontado los obstáculos en eso. Dijo algo al efecto de que “la vida humana es finita pero la revolución es infinita”. Ahora bien (suponiendo que él efectivamente dijo eso), no creo que Mao quiso decir eso en el sentido literal —literalmente que la revolución es infinita— porque Mao era suficientemente materialista como para saber que la existencia humana como tal, la existencia de los seres humanos como una especie, no va a ser infinita. O tal vez, como ha sugerido otro camarada dirigente, Mao estaba pensando efectivamente en términos más amplios —más allá de la existencia humana— sobre la realidad global y el hecho de que la totalidad de la realidad avanza no solo en línea recta y a pasos graduales, sino que se caracteriza por profundos saltos y rupturas que abarcan cambios cualitativos de un estado de materia en movimiento a otro. En cualquier caso y según la dimensión en que hablaba Mao sobre seres humanos y sociedad humana, estaba señalando la contradicción de que los individuos pueden desempeñar cierto papel —y específicamente si llegan a estar conscientes de la necesidad de la revolución y más al grano si pueden adoptar la perspectiva y el método del comunismo, podrán contribuir mucho a la transformación radical de la sociedad humana— pero en todos los casos aún tendrán un papel y contribuciones limitados, no solo por su capacidad (y deficiencias) particulares y por sus circunstancias sino también por el hecho de que la vida humana es finita, que las personas solo viven por unas cuantas décadas. Pero la revolución —es decir, no solo el derrocamiento de las clases explotadoras sino muy entrado en el futuro en la sociedad comunista, la necesidad de seguir transformando la sociedad, la necesidad de reconocer y transformar la necesidad en libertad—se presentará constantemente, y los seres humanos con diversos grados de conciencia constantemente se desempeñarán con relación a eso. Así que, con respecto a la sociedad humana, eso es el significado esencial de la frase (atribuida a Mao) de que la vida humana es finita pero la revolución es infinita.

Eso impone un reto moral importante y, si se permite, psicológico — o en términos de la orientación básica de uno. Es verdad que todos van a llevar una vida relativamente corta — por seguro en comparación a la vida del cosmos. Aun cuando a través de milenios hemos podido prolongar la vida humana por varias décadas, todavía constituye un período de tiempo relativamente breve. Pero es cierto que su vida, sea corta o larga (dentro de este marco general finito), se va a dedicar a una clase u otra de objetivo. Se moldeará por fuerzas más grandes que son independientes de su voluntad, pero de ahí está la cuestión de cómo cada individuo —así como en una dimensión distinta, más amplia, las clases sociales— responderán a la manera en que las contradicciones que están moldeando las cosas las confrontan y las afectan. Además, hay volición (voluntad propia) consciente y decisión consciente en términos de lo que las personas hacen con su vida, en relación a lo que ven como necesario, posible y deseable. Después de todo, no es como si revolución fuera algo ajeno a la experiencia humana, ni de hecho es ajena a la existencia material; en otras palabras, no es como si las personas no llevaran a cabo la revolución. No es como si se quisiera decir con “la revolución es infinita” que existe algo llamado Revolución con una R en mayúscula, que es una especie de fuerza metafísica, como la naturaleza con una conciencia o una historia con una conciencia que esté marchando hacia adelante conforme a alguna especie de concepto teleológico.

No, las personas hacen la revolución. La hacen sobre una base específica. Eso es el quid de lo que dijo Marx, a que me he referido repetidamente por una buena razón: las personas hacen la historia pero no la hacen del modo que le den la gana — la hacen sobre la base de ciertas condiciones materiales específicas que han heredado de generaciones previas y que son independientes de la voluntad de los individuos. Pero dentro de ese marco, las personas tienen mucha iniciativa y una gran cantidad de posibilidades para tomar decisiones conscientes sobre lo que van a hacer con su vida; y mientras más tomen conciencia de la manera en que realmente son el mundo y las contradicciones que lo impulsan y que efectivamente se mueven y se cambian, más conscientes pueden ser sus decisiones sobre lo que van a hacer con su vida.

Me motivé a pensar más sobre este tema general después de ver una película sobre la pandilla P-Stone Nation de Chicago. La película contiene entrevistas con algunos “O.G.” (Original Gangster, o “pandillero original”) —los veteranos o ex miembros de la pandilla quienes ahora tienen de 50 a 60 años de edad— gente que pertenecía en ese entonces al P-Stone Nation y que se quedó dentro varias décadas pero quienes ahora han dejado esa vida, por así decirlo. En una entrevista uno de estos tipos habla de la situación de las pandillas y de los jóvenes quienes hoy estas atraen. Es curioso, pero con mucha frecuencia cuando por el paso del tiempo una generación de personas que ya son un poco mayores que los adolescentes y personas veintiañeras quienes hoy son los “soldados” de estas pandillas, dicen acerca de los más jóvenes hoy: “Bueno, la onda estaba bien loca cuando yo hacía esto, pero hoy estos jóvenes están bien re-locos, mucho más que nosotros”. Pero para mí lo que se destacó en lo que dijo este tipo fue su comentario de que hoy los jóvenes no esperan vivir ni hasta que tengan 21 años de edad — y sencillamente no les importa. Y de ahí reconoció: así era yo cuando entré en esto — no esperaba vivir hasta tener 21 años de edad y lisa y llanamente no me importaba.

Es esta una contradicción que George Jackson señaló y en que se centró cuando hablaba sobre la cuestión de la revolución, recalcando que el gradualismo nunca atraería a los jóvenes de esa manera — que, como él decía, la idea de la revolución como algo en un futuro muy lejano no tiene sentido para un esclavo quien no espera vivir más allá de mañana. Se trata de una contradicción muy difícil e importante con que tenemos que bregar continuamente. Pero lo que yo quisiera enfatizar es que este punto de vista (de no esperar a vivir más allá de tener los 20 años y no darle importancia a ello) tiene su origen en una cierta experiencia social — es una respuesta más o menos espontánea a esa experiencia social. Eso no quiere decir que de algún modo u otro, misteriosamente y por arte de magia, sea probable que un filósofo existencialista y un miembro de una pandilla tengan puntos de vista muy distintos sobre la vida y la muerte. Tienen diferentes puntos de vista al respecto debido a sus experiencias sociales muy distintas (de nuevo, sin reificar las cosas — sin ignorar o reducir a un todo no diferenciado las diferencias reales entre distintos individuos dentro del mismo grupo social, el cual tiene la misma experiencia social, hablando en términos generales).

Pero esa afirmación contiene algo provocador que da pensar: esos jóvenes no esperan vivir hasta que tengan los 21 años de edad y eso lisa y llanamente los tiene sin cuidado. Ese es un punto de vista muy distinto hacia la vida y la muerte al de una persona de la clase media quien, buena persona que pudiera ser, hace todo lo que pueda para prolongar su vida otros dos años, tres meses, seis días, siete horas y veintisiete segundos o lo que fuera: al hacer el ejercicio correcto, comer la dieta correcta, etc., etc. No digo que la gente debe descuidar toda consideración de salud y buena forma física y vivir lo más que pueda — la duración de su vida sí es importante. Pero lo más importante es que no tiene tanta importancia como la calidad de la vida — es decir, lo que significa la vida de alguien y a lo que esta se dedica, no importa lo larga o corta que fuese. Pero además, cabe recordar que clases sociales diferentes y grupos diferentes en la sociedad con experiencias sociales diferentes tienen puntos de vista diferentes sobre esto — puntos de vista que, sin hablar en términos reduccionistas y mecánicos, sí corresponden en términos generales a distintas experiencias sociales.

O podemos pensar acerca de los jóvenes y otros que dan la vida en luchas y guerras — en muchas ocasiones haciéndolo a voluntad, especialmente hoy, por lo que en última instancia son callejones sin salida u objetivos malos. Pero al contrario ha habido experiencias históricas —y sí, incluso hoy existe experiencia— donde esto se hace por propósitos verdaderamente liberadores, por metas y objetivos emancipadores. O en una dimensión más “personal”, hay padres que dicen: “Tienes que proteger a tus hijos, sea lo que sea”, y quienes sacrifican la vida por los hijos. Algunas veces esto se hace de un modo más elevado y algunas veces de un modo no tan elevado. Pero en términos globales, existe el importante fenómeno de las personas que toman conscientemente la decisión —la que de nuevo está “entrelazada” con la experiencia social, pero que todavía abarca un proceso de tomar conscientemente la decisión— de consagrar y dedicar la vida y de incluso entregarla para uno u otro propósito — algunas veces muy negativo pero algunas veces muy positivo.

Así que el hecho de que todos los seres humanos mueren y de que están conscientes de ello, no es el principio ni el fin de la historia. Esto se da dentro de una realidad mucho más grande y las personas tienen puntos de vista muy diferentes al respecto, lo que en gran medida refleja sus experiencias sociales distintas así como, de manera secundaria pero importante, sus propias experiencias individuales.

No se trata de que el gran drama existencial —y, tal como se presenta a menudo, la gran tragedia inevitable— de los seres humanos es que hagan lo que hagan y pretendan como puedan, no tienen la capacidad de escaparse de la muerte. Se trata de una realidad material. Pero siendo una realidad material, también es algo que las personas aceptan de maneras diferentes y es algo con relación al que actúan conscientemente, bajo circunstancias diferentes y según experiencias sociales diferentes.

Esto tiene mucho que ver con lo que dice “Salir al mundo — como una vanguardia del futuro” sobre por qué al iniciar la guerra popular en China, Mao acudió a lo que llamaba los elementos valientes. Como dijo, estos tenían menos miedo de morir y estaban más dispuestos a correr un riesgo de la muerte. Es como la frase de la canción de Bob Dylan: “Cuando no tengas nada, no tienes nada que perder”. Bien, quisiera recalcar muy categóricamente que no es cierto que los comunistas consideren que la vida humana o la vida de las masas vale poco o no vale nada. Muy al contrario. Como también dijo Mao en forma muy poderosa: de todas las cosas del mundo, el pueblo es la más valiosa. Pero la realidad es que a) nadie podrá escaparse de la muerte y b) la vida de las personas e incluso su muerte van a tener uno u otro contenido y van a contar para una y otra cosa. Sería una tragedia, al decirlo así, si la vida de la gente se entregara para lo que en última instancia son callejones sin salida — o, lo que sería aún peor, propósitos malos. Nunca constituye un acto a la ligera cuando alguien dé su vida, incluso para un fin verdaderamente liberador. Para parafrasear otro dicho poderosamente poético de Mao: si bien morir al servicio de los imperialistas y los reaccionarios pesa menos que una pluma, morir por el pueblo pesa tanto como una montaña. (Hice hincapié de esta orientación en el pronunciamiento que hice con motivo del asesinato de Damián García1). El contenido de la vida de las personas —la calidad de esa vida, a lo que se consagran y se dedican y en última instancia de lo que se ha vivido, el que la muerte venga tarde o temprano— es lo más importante y da sentido de uno u otro modo a la vida de las personas, por corta que fuese en relación a la existencia infinita de la materia en movimiento.

Eso constituye un punto básico de orientación que tiene que ver con la cuestión de si podemos confrontar de hecho y si debemos confrontar la realidad tal como en esencia es —al contrario de la idea de que los seres humanos (o por lo menos algunos de ellos) necesitan algún tipo de consuelo en la forma de distorsiones de la realidad— y en particular inventar dioses y/u otros seres y fuerzas sobrenaturales. Esto es un punto fundamental de orientación ideológica — y de lucha ideológica. ¿Podemos y deberíamos enfrentar la realidad tal como realmente es? ¿Es posible que los seres humanos tengan de hecho y cómo pueden tener de una manera más plena una vida con sentido y propósito, y se puede hacer eso de la mejor manera de hecho confrontando la realidad y, sí, esforzándonos para transformar la realidad sobre la base de cómo es la realidad de hecho y el potencial para hacer cambios dentro de eso; o deberíamos rebajarnos —y utilizo aquella palabra muy conscientemente— hacia invenciones, ofuscaciones y distorsiones de la realidad en un intento fundamentalmente fallido de dar consuelo — no solo por el hecho de que las personas morirán sino también por el hecho de que la vida de la mayoría de las personas en el mundo tal como es bajo la dominación del sistema imperialista y sus relaciones de explotación y opresión no es una vida que se vive ricamente (y no digo eso en un sentido monetario sino en el sentido de la plenitud de la vida, la humanidad de la vida, por así decirlo)?

¿Cómo debemos tratar la contradicción más flagrante entre el hecho de que se está pulverizando la vida de la mayoría y mientras esta exista, la vida está llena de miseria, y por otro lado que eso podría ser radicalmente diferente y el mundo en conjunto podría ser radicalmente diferente y mejor? ¿Qué debería ser nuestra orientación hacia esa contradicción? ¿Qué es lo que deberíamos tratar de hacer al respecto? A causa de que la vida es corta y las personas mueren y lo saben, ¿deberíamos rehuir a los sacrificios que son necesarios para hacer que la vida humana sea radicalmente diferente y mejor — o, de manera cada vez más consciente y con cada vez más voluntad propia, deberíamos consagrar, dedicar y en un sentido general entregar nuestra vida a los objetivos emancipadores de la revolución comunista?

No podemos cambiar el hecho de que todos los seres humanos tienen una vida finita. No podemos cambiar el hecho de que los seres humanos están conscientes de esto (y si no estuvieran conscientes de esto, tendrían una vida mucho más pobre, porque obviamente tendrían un conocimiento de muchas cosas extremadamente restringido y limitado). Lo que sí podemos cambiar y lo que tiene mucho sentido es lo que hacemos con la vida que sí tenemos. Para repetir, eso es el sentido de la declaración de Mao o es un aspecto importante de lo que quería decir Mao con lo de que la vida humana es finita pero la revolución es infinita.

Así que tal vez habiendo hablado de manera más existencial de lo que fue mi intención, permítame terminar esta parte de la charla citando el siguiente pasaje del libro sobre la evolución (The Science of Evolution and the Myth of Creationism — Knowing What’s Real and Why It Matters2 en inglés), que trata muy poderosa y ampliamente unas cuestiones fundamentales de orientación:

 “Nuestra existencia no tiene propósito especial en el gran universo... fuera del que le demos. Nuestra presencia no le importa a nada ni nadie de este planeta fuera de nosotros mismos (al menos no de manera consciente); y nuestra existencia no tiene el menor impacto en el cosmos (al menos en este momento), donde tenemos menos importancia que un granito de arena en una playa. ¿O sea que no importamos? ¿O sea que da lo mismo que nos matemos unos a otros porque no hay un dios a quien le importe lo que hagamos? ¿O sea que nuestra vida no tiene absolutamente ningún propósito? ¡Todo lo contrario!  ¡Nuestras vidas son muy valiosas y nuestra existencia es muy importante... para los demás seres humanos! Debemos ‘hacer lo correcto’ —y tratarnos con integridad y de una forma ‘moral y ética’— no por temor a que nos regañe un dios castigador, sino porque lo que hagamos afecta directamente la calidad de la vida humana. Y nuestra vida tiene propósito (aunque cada quien lo define de modo distinto según su concepción del mundo) ¡porque los seres humanos podemos infundirle propósito a nuestra vida!” (pp. 155-156, cursivas en el original).

Continuará.

1. El Camarada Damián García fue un muy querido militante del PCR. Lo asesinaron agentes a sueldo de la policía de Los Ángeles el 22 de abril de 1980. Dos semanas antes izó la bandera roja sobre El Álamo en lugar de la tejana como parte de la campaña de organizar las acciones revolucionarias del Primero de Mayo de 1980. La “Declaración con motivo de la muerte de Damián García” de Bob Avakian salió en Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #51, 25 de abril de 1980. Una parte de esta se cita en su autobiografía From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist (Chicago: Insight Press, 2005), pp. 408-409. [regresa]

2. Ardea Skybreak, Chicago: Insight Press, 2006. La serie de artículos en que se basa este libro se halla en español en revcom.us. Esta cita aparece en “La ciencia de la evolución. La evolución de los seres humanos: 6d. Los dos mayores saltos en la evolución de los homínidos”, Obrero Revolucionario (ahora Revolución) #1182, 12 de enero de 2003. [regresa]

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