Revolución #165, 24 de mayo de 2009


CAVILACIONES Y FORCEJEOS

Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como una ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido
Parte 3

Nota de la redacción: A continuación presentamos la tercera parte del texto de una charla que dio Bob Avakian anteriormente este año, que empezó a salir en el número 163 de Revolución. La segunda parte salió en el número 164. En preparación para su publicación se le hicieron revisiones y se le agregaron notas. El texto íntegro saldrá en línea próximamente. Otras partes de la charla están en línea en http://revcom.us/a/162/ruminations-TOC-es.html.

La “apariencia seductora para los demócratas”

Volviendo al asunto de que los individuos en la sociedad no existen puramente como individuos sino en un sentido más fundamental como parte de agrupaciones sociales y cómo eso está basado en ciertas relaciones específicas sociales y fundamentalmente de producción, quiero retomar algunos puntos que tienen que ver con lo que Marx señala muy puntualmente en su ensayo El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, específicamente sobre la cuestión de los intelectuales democráticos y su relación con la pequeña burguesía (la “clase media”). Empecemos con lo siguiente de la polémica contra K. Venu (“Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”) que fue escrito hace más de 15 años pero sigue siendo muy pertinente (esta polémica salió en la revista Un Mundo Que Ganar #1992/17; se halla una buena parte de este ensayo en revcom.us). Primero citaré el pasaje completo y luego comentaré ciertas partes que son particularmente aleccionadoras en relación a lo que pasa hoy:

“Los siguientes análisis de Marx vienen muy al caso. Comentando sobre una variante pequeñoburguesa de la socialdemocracia que, en un contexto diferente y de una forma algo diferente, también proponía ‘la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía’, Marx dice:

“‘No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shop-keepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquéllos, prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada’” (Vea Bob Avakian, “Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor”, Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 58, subrayado en el original).

Al examinar esto más, veamos primero la observación muy perspicaz de Marx de que la pequeña burguesía “cree que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases”. ¿Con qué frecuencia hoy vemos, cosa que es motivo de nuestra gran frustración, las manifestaciones de este fenómeno en la política y en otras esferas de la sociedad? El pequeño burgués, y en particular el intelectual pequeñoburgués, constantemente se acerca y le da expresión a la noción de que los intereses limitados y las “soluciones” ilusorias que corresponden a los esfuerzos e inclinaciones espontáneos de las personas en esta situación (“de la clase media”) de alguna manera se pueden imponer a toda la sociedad y van a arreglar los males de la sociedad o al menos van a atenuar y mitigar las contradicciones objetivamente profundas que dividen la sociedad y repetidamente generan el conflicto antagónico en que esta “clase media” por lo general se encuentra envuelta… en una posición intermedia.

Y Marx sigue: “Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos tenderos o gentes que se entusiasman con ellos”. Marx es un materialista dialéctico, y no vulgar. Explica:

“Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones…”

Nótese: a los mismos problemas y a las mismas soluciones. No solamente las mismas soluciones, sino los mismos problemas y soluciones. También en relación a cómo ven los problemas, además de las soluciones que creen que han encontrado, estos intelectuales democráticos elaboran ideas y proposiciones teóricas que en última instancia corresponden a donde “impulsan a aquéllos [los tenderos], prácticamente, el interés material y la situación social”.

Luego sigue una conclusión muy importante: “Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada…”. De nuevo, Marx plantea un entendimiento correcto de la manera en que las ideas son un reflejo de la realidad material y más específicamente de cierta situación social — pero no se reducen a eso de un modo burdo, no se reducen a eso de un modo reduccionista, a una relación de uno a uno. En última instancia, recalca, las ideas de los intelectuales democráticos no van más allá de los límites dentro de los cuales por sus intereses económicos y su situación social está confinada la pequeña burguesía práctica, por así decirlo. Eso es una observación muy profunda y muy importante. Pero, de nuevo, no es una relación lineal de uno a uno. Para ayudar a ilustrar esto, cabe referirme a un informe que leí de una discusión sobre cómo yo había aplicado esta cita de Marx al papel de alguien como Amy Goodman. En esa discusión, una persona dijo: “Pues, Amy Goodman, ella es un tendera”. No… a-a-a. [Se ríe haciendo el sonido de un “timbre” en un programa tipo concurso, cuando se da una respuesta equivocada.] Esto no capta lo esencial para nada. Lo importante es la relación entre los intelectuales democráticos y los tenderos —la relación dialéctica— y cómo, en la formación de sus ideas, estos intelectuales pueden obrar de manera muy distinta a la manera en que el tendero piensa respecto a problemas prácticos durante un día cualquiera o incluso el modo en que el tendero piensa acerca de la política, pero que los intelectuales democráticos —como representantes de la pequeña burguesía en la esfera de las ideas— no se escapan al marco y a los límites dentro de los cuales están confinadas las actividades más prácticas (por así decirlo) de la pequeña burguesía. Y es muy importante entender eso en el sentido completo — y en su aplicación viva del materialismo dialéctico, a diferencia del materialismo mecánico y el idealismo.

El siguiente párrafo del “Dieciocho Brumario” de Marx, que también se cita en el mismo ensayo mío (pp. 58-59), desarrolla más y arroja más luz sobre este asunto. El párrafo empieza así: “Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan simultáneamente unos contra otros, cree estar por encima del antagonismo de clases en general” (traducción corregida).

Aquí Marx habla del hecho de que la pequeña burguesía es una clase que no tiene futuro como tal y no es capaz de gobernar la sociedad como tal, aunque es posible que los representantes de la pequeña burguesía de hecho lleguen a presidir la sociedad o a dirigir la sociedad como representantes del proletariado o como representantes de la burguesía — “transitarse a un lado” por así decirlo a fin de asumir el punto de vista y los intereses de clase de una u otra de estas dos clases fundamental y antagónicamente opuestas. Por eso Marx se refiere a la pequeña burguesía como una clase de transición en que los intereses de dos clases —es decir, la burguesía y el proletariado— “se embotan espontáneamente unos contra otros”. Por eso el demócrata pequeño burgués “cree estar por encima del antagonismo de clases en general”.

¿¡Cuántas veces hemos oído expresiones de este punto de vista, entre otras respecto a las recientes elecciones y el triunfo de Obama?! Por ejemplo, hace poco alguien envió una carta a nuestro periódico en que se queja de nuestro desenmascaramiento de Obama y declara: creo que la gente está más inclinada hacia la conciliación que hacia el conflicto.

Esta es una expresión clásica de la perspectiva de clase de personas de la pequeña burguesía — que como Marx dijo tan gráfica y perspicazmente, por lo común se imaginan “estar por encima del antagonismo de clases en general”. Se imaginan que puedan agitar la varita mágica del idealismo pequeñoburgués y eliminar los conflictos de clase objetivos y el antagonismo y la lucha a que dan lugar repetidamente de una u otra manera estos conflictos.

Marx sigue:

“Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada” —vaya que Marx tiene un análisis muy sutil y matizado— “Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan son los derechos del pueblo, lo que los interesa, es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases” (obra citada, p. 59; énfasis en el original).

De nuevo, hace una observación sumamente perspicaz y sumamente importante. Es muy útil retomar esto repetidamente y sacarle más y más jugo, precisamente en relación a la realidad en desarrollo y las formas en que esto se manifiesta constantemente — incluidas las formas en que hoy se plantea en términos muy agudos. Aunque este fenómeno se manifiesta repetidamente cada vez que se celebran unas elecciones en una democracia burguesa —y en Estados Unidos en particular—, se ha expresado muy fuertemente con las elecciones recientes alrededor de Obama, las que han tenido sin lugar a dudas la cuota más alta de ilusiones, engaños y sobre todo engaño propio de cualquier elección desde hace mucho tiempo. Ha establecido una norma muy alta para la ilusión, el engaño y el engaño propio, incluso para las elecciones burguesas.

Junto con eso, la siguiente cita de los Grundrisse penetra debajo de una buena parte de la apariencia externa de las cosas y la mistificación de tantas personas (de manera consciente o no) acerca de la realidad fundamental y esencial:

“...en las relaciones monetarias, en un sistema de intercambio desarrollado (apariencia seductora para los demócratas), los lazos de dependencia personal están destruidos, fragmentados, igual que las diferencias de sangre, educación, etc. (aunque estos lazos no dejen de presentarse como relaciones personales); y los individuos parecen independientes (independencia puramente ilusoria que más exactamente debería denominarse indiferencia); parecen libres de enfrentarse y de intercambiar en el seno de esta libertad; pero pueden parecer como tales sólo ante quien se abstrae de las condiciones de existencia bajo las cuales estos individuos entran en contacto (estas condiciones son a su vez independientes de los individuos, y aunque hayan sido creadas por la sociedad, cobran la apariencia de condiciones de la naturaleza, es decir, incontrolables por parte de los individuos)... Pero un examen más profundo de esas condiciones, de esas relaciones externas, muestra que, para los individuos de una clase, etc., es imposible superarlas en masa sin destruirlas” (Marx, Grundrisse [Siglo XXI, 2002],tomo 1, “El dinero como relación social”, pp. 91-92, subrayado en el original; traducción corregida. Otra versión de esta cita aparece en el citado ensayo de Un Mundo Que Ganar #1992/17, p. 57.).

Aquí, porque Marx lo ha puesto entre paréntesis, es posible perder o no captar en toda su extensión una observación muy importante: en el sistema de intercambio desarrollado encarnado en las relaciones monetarias, la apariencia de las cosas —la apariencia externa y no esencial de las cosas— es seductora para el demócrata de modo que éste cree que los varios individuos que se relacionen entre sí por medio de este sistema de intercambio son de hecho independientes y autónomos, cuando en realidad están enredados y confinados en relaciones de producción específicas, de las que el sistema de intercambio desarrollado basado en el dinero es una expresión subordinada. En un sentido importante —y esto es cierto aunque varía el grado en que se plasma en el pensamiento consciente— tales demócratas ven el sistema capitalista y su modo de intercambio en contraste con el sistema feudal, en que los lazos de dependencia personal, diferencias de sangre, de educación, etc., determinan abiertamente e indican la situación social. En contraste, en la sociedad capitalista tales diferencias ajenas al mercado, al menos a un grado importante y en esencia, están destruidas y como Marx dice, todos los lazos personales parecen personales, no establecidos por costumbre y tradición y ni siquiera ley. Eso también es parte de lo que es “seductora” para el demócrata.

Pero en realidad, ¿qué es esta independencia y autonomía tan cacareada de las personas que están enredadas en las relaciones capitalistas de mercado? Como Marx la caracteriza cáusticamente, esta independencia se llama más acertadamente indiferencia, porque las relaciones capitalistas no solo permiten sino que requieren y obligan a las personas a mostrarse en lo fundamental indiferentes a la situación y a la suerte de los demás — y la libertad que las personas tienen dentro de estas relaciones es, según Marx, en esencia la libertad de enfrentarse unos contra otros.

De fondo, como Marx también pone en claro, la independencia y la autonomía que se proclama con tanta frecuencia como un rasgo esencial de la sociedad burguesa y como superior a todas las otras formas de sociedades, es una ilusión. De hecho, la situación en que las personas se encuentran y la “libertad” que de hecho tienen, se definen y se limitan por “las condiciones de existencia bajo las cuales estos individuos entran en contacto” —otra vez, en lo fundamental las relaciones de producción del capitalismo y las correspondientes relaciones de intercambio y de distribución— que, como Marx recalca, son independientes de los individuos. Lo que los demócratas típicamente hacen —lo que de nuevo refleja la posición y el punto de vista de la pequeña burguesía, entendido en un sentido materialista dialéctico y no mecánico— es precisamente “abstraer” la situación de los individuos a estas relaciones y condiciones fundamentales y esenciales. Al mismo tiempo, se dejan seducir por la apariencia de que las condiciones sociales —las condiciones que son el producto del desarrollo histórico de la sociedad y qué ha engendrado ese desarrollo, las condiciones y las relaciones que caracterizan la sociedad y que esta encarna en cualquier momento dado— son “condiciones de la naturaleza”, las que son simplemente “dadas” por la naturaleza o que conforman a la “naturaleza de las cosas” por así decirlo y más específicamente a una “naturaleza humana” supuestamente esencial(ista) e inmutable.

¿Cuántas veces hemos oído a las personas decir: “Sí, estoy de acuerdo, hay muchas cosas malas en la sociedad —pero así son las personas— así es la naturaleza humana, por eso las cosas son como son y por eso éstas no se pueden cambiar en serio”?

Por esas razones, los demócratas —y otros siempre que se adhieran a este punto de vista— no son capaces de reconocer esta verdad muy fundamental: los distintos individuos no solo están “ubicados” dentro de un sistema más grande de relaciones sociales, de producción —y, en la sociedad de clases, de clase— que han evolucionado históricamente y que en lo fundamental son independientes de la voluntad de los individuos, como individuos, sino que, si bien algunos individuos pueden cambiar su situación social y de clase en la sociedad capitalista, las masas populares —y en particular las masas explotadas de los sectores inferiores del proletariado y otros miembros de los grupos sociales oprimidos cuya situación de opresión es un elemento integral e indispensable de la sociedad capitalista imperante— no pueden hacer eso dentro de las condiciones y relaciones actuales. Como Marx insiste muy correcta y profundamente, lo pueden hacer en masa solo mediante la destrucción de estas condiciones y relaciones — solo mediante el derrocamiento del sistema que encarna y refuerza estas condiciones y relaciones.

Como se sabe, por eso una transformación radical de la sociedad, una revolución, es necesaria a fin de que los individuos en masa —en otras palabras, las masas de explotados y oprimidos enredadas en estas relaciones sociales— las superen y creen condiciones y relaciones sociales radicalmente diferentes, una base económica y una superestructura radicalmente diferentes: para avanzar al comunismo y consumar las “4 Todas”.

Así, de todo eso podemos ver la gran importancia de estas citas de Marx, de los Grundrisse y del “Dieciocho Brumario”, en relación a las nociones muy generalizadas que predominan en la sociedad hoy —y como disección y refutación de dichas nociones— sean en la forma de teorías y filosofías más desarrolladas o simplemente prejuicios e ideas erróneas de la gente acerca de la naturaleza de las cosas y “la naturaleza humana” en particular y sobre la posibilidad —o como a menudo se concibe espontáneamente, la imposibilidad— de la revolución y el comunismo.

Continuará.

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