Revolución #102, 23 de septiembre de 2007


SOBRE LA POSIBILIDAD DE LA REVOLUCIÓN

Carta de un lector… y respuesta

Hace poco Revolución recibió esta carta de un lector:

Estimado Revolución,

Leí con mucho interés el número especial del periódico, “La encrucijada que se nos plantea; la dirección que necesitamos” (Revolución #84, 8 de abril de 2007). Me pareció muy refrescante y me hizo reflexionar, especialmente el hecho de que aborda con seriedad y de una manera poco común hoy en día el tema de la revolución, la naturaleza de la revolución y la dirección que se necesita para hacer esa revolución. Una parte en particular me llamó la atención y es sobre eso que les escribo: la sección sobre “los interrogantes difíciles” de la revolución. Específicamente, me refiero a la parte que habla del hecho de que “La opinión común dice que la revolución es imposible en un país como Estados Unidos”; continúa:

“No tiene sentido negar que así pudiera parecer. Pero si la revolución es necesaria—y lo es—entonces hay que ver cómo concretarla en los hechos, por difícil que parezca”. (p. 2)

Pero ese número especial no habla más sobre el tema de “cómo concretarla en los hechos”, además de subrayar el principio crucial de que “Dicha revolución, para que sea una revolución de veras, tiene que ser la obra consciente y resuelta de millones” y que “Solo se puede hacer cuando el sistema esté en una crisis profunda y las masas estén convencidas de que no hay otra alternativa”. (p. 2)

Entiendo que el propósito de este número especial no fue hablar sobre ese tema detalladamente; y en unidad con la orientación que subraya el número especial, de que ese es un tema que hay que abordar con seriedad, he leído otros escritos y charlas que tratan sus ideas sobre eso. A base de eso, creo que un resumen fiel de la posición básica que presentan sobre cómo se podría hacer la revolución en un país como Estados Unidos es lo siguiente:

En términos generales, hay dos tipos de países diferentes en el mundo—una pequeña cantidad de países imperialistas, como Estados Unidos, y una gran cantidad de países oprimidos del tercer mundo—y hay dos caminos a la revolución correspondientes:

La guerra popular prolongada en los países del tercer mundo, donde la guerra es la forma de lucha principal más o menos desde el comienzo y durante todo el proceso revolucionario, y donde tal guerra, por parte de los revolucionarios, empieza en pequeña escala y acumula fuerzas poco a poco, con la fuerza concentrada en las zonas rurales, y cada vez más rodea el bastión de poder del viejo sistema, en las ciudades, y luego, cuando surjan las condiciones necesarias, libra las luchas finales, centradas en las zonas urbanas, para derrotar decisivamente al viejo gobierno; y

Lo que se ha llamado el “camino de octubre” en los países imperialistas. (Esto, según tengo entendido, se basa en el hecho de que la primera revolución victoriosa que resultó en el establecimiento de un estado socialista duradero ocurrió en octubre de 1917 en Rusia, con la dirección de Lenin y los bolcheviques, y creó la Unión Soviética). Ese modelo del “camino de octubre” comprende un período relativamente largo de lucha política (esencialmente no militar), en el que la meta es, como lo dijo Lenin, preparar mentes y organizar fuerzas para la revolución; y solo cuando se haya dado un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva, de tal manera que toda la sociedad esté sumida en una crisis profunda y grandes cantidades de personas hayan llegado al punto de estar listas para luchar y morir por un cambio radical—solo en tal situación se podría iniciar una lucha armada sobre una base correcta y con posibilidades de salir victoriosa. Además, cuando se iniciara esa lucha armada, en tales circunstancias revolucionarias, consistiría, primero, de insurrecciones populares, que se dieran simultáneamente, en varias zonas urbanas, y las fuerzas revolucionarias que surgieran tomarían y se mantendrían a la ofensiva con el objetivo de derrotar rápidamente a las fuerzas del viejo orden y establecer un nuevo gobierno revolucionario en la mayor cantidad de territorio posible. Luego, ante la muy gran posibilidad de que las clases dominantes tumbadas, y otras fuerzas reaccionarias, se reorganizaran y desataran una embestida armada contra el nuevo gobierno revolucionario, ese gobierno tendría que librar una guerra civil para derrotar completa y decisivamente a esas fuerzas reaccionarias tumbadas.

De lo que he visto, en ese modelo de la revolución que se ha teorizado en cuanto a los países imperialistas, la lucha por conquistar el poder—que seguiría todo un período caracterizado por trabajo ideológico, político y organizativo—se ha descrito con la formulación ia/gc (o sea, insurrección armada, seguida por guerra civil).

Estoy firmemente de acuerdo con el énfasis que ese modelo da al hecho de que, para salir victoriosa una revolución en un país imperialista, y especialmente en una gran potencia imperialista, se necesitaría una situación revolucionaria, no solo problemas, y ni siquiera problemas serios, para la clase dominante sino una crisis profunda, que afectara a toda la sociedad y todas las instituciones gobernantes, entre ellas la maquinaria de represión de la clase dominante, y que llevara a una resistencia militante de parte de grandes cantidades de personas del fondo de la sociedad y de otras capas también. No cabe duda de que sería incorrecto y hasta suicida tratar de librar una lucha revolucionaria por el poder, o siquiera iniciar alguna clase de acciones militares de menor escala, sin tales condiciones.

Pero para mí el problema es que, incluso con tales condiciones, ese modelo de ia/gc no parece realista. En particular, no me parece de ninguna manera probable que las insurrecciones urbanas, incluso si participaran enormes cantidades de personas y si ocurriesen simultáneamente en varias ciudades, saldrían victoriosas aun en la lucha contra una parte relativamente pequeña de las fuerzas militares del viejo orden, que casi seguramente seguirían muy fuertes, organizadas, entrenadas y equipadas. Por su naturaleza, las insurrecciones revolucionarias tendrían que derrotar y desintegrar esas fuerzas poderosas del viejo orden en un plazo muy corto, lo que requeriría entrar en combates decisivos y de gran escala más o menos desde el comienzo. Sin embargo, por definición, las fuerzas revolucionarias tendrían que empezar, en efecto, “desde una salida parada” y sin tiempo o experiencia para forjar la clase de fuerzas que tendrían la posibilidad de ganar tales combates. Lo que es más, aun si de alguna manera las fuerzas revolucionarias salieran victoriosas en esas insurrecciones iniciales, parece que cualquier gobierno que establecieran sería muy vulnerable al poder concentrado de las fuerzas de la violencia reaccionaria que quedaran y que se hubieran reorganizado. En esas circunstancias, ¿cómo sería posible mantener el nuevo gobierno revolucionario, defender su territorio y satisfacer las necesidades de la población y los requisitos de las nuevas fuerzas de defensa del estado revolucionario? Una vez más, que fuera posible hacer todo eso parecería muy poco probable y, al contrario, ese nuevo gobierno revolucionario sería derrotado y sus fuerzas serían pulverizadas muy rápidamente.

Me parece que esos son serios problemas, con respecto a lo que entiendo es el modelo del “camino de octubre” para hacer la revolución en los países imperialistas. Los planteo en vista de (y porque aprecio) el hecho de que la revolución es un tema sumamente serio y hay que abordarla con mucha seriedad, con el mismo espíritu con que el número especial de Revolución (#84, 8 de abril de 2007) dice que “si la revolución es necesaria—y lo es—entonces hay que ver cómo concretarla en los hechos, por difícil que parezca”. Así que el interrogante queda pendiente: incluso en las mejores circunstancias posibles, en un país imperialista poderoso como Estados Unidos, ¿sería posible hacer la revolución, y si sería, cómo?

RESPUESTA

No cabe duda de que las cuestiones que plantea esta carta son sumamente importantes. La clase de problemas que señala se presentarían muy agudamente, en realidad, al punto de librar una lucha revolucionaria por el poder en un país imperialista. Son problemas relacionados con la cuestión fundamental de si la clase de lucha revolucionaria de la que habla esta carta podría salir victoriosa. Son problemas que destacan la necesidad de una concepción estratégica—o en aspectos importantes una reconcepción—como parte de desarrollar la orientación básica que, en la esfera de la teoría y el enfoque estratégico, podría arrojar luz sobre el camino a una revolución exitosa.

El año pasado, en la charla “Forjar otro camino” (que Revolución acaba de publicar como serie y que se encuentra en revcom.us), Bob Avakian llama la atención al hecho de que hay “‘dos cosas que no sabemos hacer’—es decir, responder a la represión y ganar cuando se presente el momento… Lo digo para recalcar la necesidad de esforzarnos en esto—de una manera apropiada y no de maneras poco apropiadas”.

Continúa, hablando del tema de ganar cuando llegue la hora:

“Tenemos que abordar la cuestión de ganar de una manera muy seria y no infantil, y no de una manera que ayude a la reacción, con su concentración de poder [encarnada en la clase dominante imperialista], a aplastar todo intento de crear un mundo nuevo”.

Para subrayar más esa orientación, Avakian incluye en “Forjar otro camino” una declaración publicada en Revolución titulada “Puntos esenciales de orientación revolucionaria—en oposición a los alardes y poses infantiles y las tergiversaciones de la revolución”, que empieza así:

“La revolución es un asunto sumamente serio y hay que abordarla de manera seria y científica, y no con expresiones subjetivas e individualistas de frustración, alardes, poses y acciones que van en contra del desarrollo de un movimiento revolucionario de masas cuya meta es un mundo radicalmente diferente y mucho mejor, y cuyos medios coinciden fundamentalmente con esa meta y sirven para plasmarla en realidad. La revolución, y especialmente la revolución comunista, es y tiene que ser la acción de las masas populares, organizadas y dirigidas para librar una lucha cada vez más consciente para abolir todos los sistemas y las relaciones de explotación y opresión, y llevar a la humanidad a trascenderlas”. (Volvemos a publicar “Puntos esenciales” en este número de Revolución).

Conforme a esa orientación, en “Forjar otro camino” y sobre la base de lo que se dice en “Puntos esenciales”, Avakian llama a estudiar y bregar en la esfera de la teoría y concepción respecto al problema de ganar cuando surja el momento. Como dice:

“En charlas previas he hablado de que hay dos pistas en relación con el problema de ganar, en relación con la conquista del poder cuando surjan una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario de millones. En vista de lo que acabo de leer (el texto completo de ‘Puntos esenciales de orientación revolucionaria—en oposición a los alardes y poses infantiles y las tergiversaciones de la revolución’), y con esto como plantilla y fundación—y desde un punto de vista estratégico y no inmediato—, debemos entender el papel y la relación dialéctica de estas dos pistas. Son pistas separadas, y solo con un cambio cualitativo de la situación (como explica lo que acabo de leer de ‘Puntos esenciales de orientación revolucionaria’) podrán confluir. Hasta ese entonces, solo se pueden desarrollar correctamente—y hay que desarrollarlas—como pistas separadas.

“La primera pista, que es el principal enfoque y contenido ahora, es el trabajo político, ideológico y organizativo, guiado por la orientación estratégica del frente único bajo la dirección del proletariado, con la meta de hacer preparativos políticos para cuando surjan una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario en una escala masiva. Esto es lo que quiere decir ‘acelerar mientras se aguarda’ el desarrollo de una situación revolucionaria.

“La segunda pista se refiere al desarrollo de la teoría y la orientación estratégica para poder responder y ganar cuando las dos pistas puedan y deban confluir, con un cambio cualitativo del terreno político objetivo con el surgimiento de una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario (como he explicado aquí y se presenta en forma concentrada en ‘Puntos esenciales’). Lo apropiado ahora es prestarle atención a la esfera de la teoría, el pensamiento y el conocimiento estratégicos, y aprender de una manera profunda y global de toda clase de experiencia. Es necesario estudiar todas esas diversas experiencias y sintetizarlas desde una perspectiva estratégica correcta, para acumular los conocimientos y así profundizar la comprensión teórica y la concepción estratégica”.

Y, ampliando un punto que señaló Mao Tsetung, Avakian ha destacado la orientación fundamental de que es sumamente importante no dejarse restringir por la superstición y la convención—ni tampoco por lo que, hasta este momento, se ha considerado cierto—, sino que hay que abordar todos los problemas con el pensamiento crítico y creativo, basado en los principios y métodos científicos.

Defender unos principios básicos

En vista de eso, a continuación se presentan unos puntos esenciales de orientación subrayados por más estudio y conceptualización teórica.

* El análisis de, y la distinción entre, los dos tipos de países y los dos enfoques (caminos) estratégicos a la revolución correspondientes, que menciona la carta del lector, siguen siendo válidos e importantes en lo esencial. Por otro lado, unos cambios importantes que se han dado en el mundo, y en los países del tercer mundo en particular—lo que incluye especialmente la enorme migración de campesinos de las zonas rurales a las urbanas, que continúa, y el enorme crecimiento de las barriadas urbanas en muchos de estos países—apuntan a la necesidad de hacer más trabajo teórico para forjar un conocimiento más profundo de esos sucesos importantes, del proceso y las dinámicas generales de que forman una parte y las implicaciones de esto para la lucha revolucionaria, incluso donde, en los países del tercer mundo, la concepción y el enfoque (camino) estratégicos básicos seguirían siendo iguales en lo fundamental: es decir, la guerra popular prolongada, para rodear las ciudades desde el campo, y luego finalmente derrotar el poder de las clases dominantes reaccionarias, concentrado en las ciudades.

* En cuanto a los países imperialistas (y las cuestiones que plantea esta carta de un lector se enfocan en ese tipo de país), sigue siendo cierto, y un punto de orientación decisivo, que para que exista la base para librar una lucha seria por el poder revolucionario, y la posibilidad de ganar tal lucha, tiene que haber un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva, y como parte de esto en los sentimientos políticos, el estado de ánimo y las acciones de las masas. Como dice “Puntos esenciales de orientación revolucionaria—en oposición a los alardes y poses infantiles y las tergiversaciones de la revolución”:

“Este sistema se basa en la explotación, aquí y por todo el mundo. Carece completamente de valor y nada podrá mejorar fundamentalmente hasta derrocarlo…

“En un país como Estados Unidos, solo se puede hacer una revolución para tumbar este sistema cuando se dé un cambio mayor y cualitativo en la situación objetiva, de modo que toda la sociedad esté en una profunda crisis, debido fundamentalmente a la naturaleza y al funcionamiento del sistema, y cuando junto con eso surja un pueblo revolucionario, de millones y millones de personas, consciente de la necesidad de un cambio revolucionario y resuelto a luchar por él. En tal lucha, el pueblo revolucionario y quienes lo dirigen tendrán que enfrentar la fuerza represiva violenta de la maquinaria del estado que encarna e impone el sistema de explotación y opresión, y para triunfar, la lucha revolucionaria tendrá que enfrentar y derrotar esa fuerza represiva violenta del viejo orden de explotación y opresión.

“Antes del desarrollo de una situación revolucionaria—y como la clave para hacer surgir un pueblo revolucionario en un país como Estados Unidos—, quienes ven la necesidad de una revolución y quieren contribuir a ella tienen que concentrar sus esfuerzos en elevar la conciencia política e ideológica de las masas y en forjar una gran resistencia política a las principales maneras en las que la naturaleza explotadora y opresiva de este sistema se concentra en las medidas y acciones de la clase dominante y sus instituciones y dependencias—todo esto con el objetivo de habilitar a más y más gente a captar la necesidad y la posibilidad de la revolución, cuando surjan las condiciones necesarias por medio del desenvolvimiento de las contradicciones del sistema, así como del trabajo político e ideológico de los revolucionarios”.

Nuevas e importantes conclusiones

Por otro lado, el estudio y la conceptualización teórica también apuntan en nuevas e importantes direcciones:

* Aun con una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario, es casi seguro que no se podría resolver la clase de problemas que plantea y subraya la carta con la estrategia de insurrecciones urbanas simultáneas que conducirían rápidamente al establecimiento de un gobierno revolucionario y luego, probablemente, a una guerra civil para derrotar decisivamente a las fuerzas que quedaran de la clase dominante tumbada y las demás fuerzas reaccionarias. Es casi seguro que un enfoque estratégico distinto para esta cuestión sería necesario, una vez que las condiciones necesarias se habrían presentado, en la forma de una crisis revolucionaria en la sociedad y el surgimiento de un pueblo revolucionario (una vez más, ver “Puntos esenciales”).

Una posible excepción a esa conclusión sería el desarrollo de una situación parecida en lo esencial a lo que pasó en la “Revolución de Octubre” en Rusia. En esa situación, entre los factores básicos que llevaron al éxito de la insurrección figuraron:

la realidad de que Rusia, aunque era una potencia imperialista con un imperio extenso, al mismo tiempo era un país muy atrasado con un nivel de desarrollo industrial mucho menor que el de los demás países imperialistas y con relaciones feudales generalizadas, especialmente en el inmenso campo, donde la mayoría de la sociedad todavía vivía y donde sufría enormemente;

una situación de intensa explotación y pobreza de la gran mayoría de la población y un gobierno autocrático sumamente represivo que detentaba el poder (encabezado por un monarca absoluto, el zar);

además, la intensificación de todo esto, y la miseria y angustia aun más extrema de las masas, como resultado de la participación de Rusia durante varios años en la I Guerra Mundial, y las enormes consecuencias de eso para la población de Rusia y para los soldados rasos del ejército ruso;

el hecho de que un levantamiento popular tumbó al gobierno del zar, junto con la intriga burguesa e imperialista, a comienzos de 1917 (la revolución de febrero) y que el nuevo gobierno burgués que llegó al poder como consecuencia de la revolución de febrero no estaba dispuesto a retirarse de la guerra, y fundamentalmente no lo podía hacer, a pesar del amplio y creciente descontento con la guerra y la creciente demanda popular de que Rusia saliera de la guerra.

En tales circunstancias, a base de fortalecer los lazos y raíces con los trabajadores explotados (proletarios) en los principales centros urbanos de Rusia—y como el nuevo gobierno burgués estaba cada vez más vulnerable (por las razones que señalamos aquí) y sectores de su ejército se pusieron del lado de la revolución—Lenin y los bolcheviques (comunistas rusos) pudieron dirigir insurrecciones populares que tumbaron al gobierno burgués y lo remplazaron con un estado proletario (gobierno soviético) muy rápidamente y con una lucha militar relativamente pequeña. Fue una revolución auténtica, en la que las masas participaron en una insurrección—y no un mero golpe de estado realizado por un puñado de conspiradores—, pero en las circunstancias que reinaban en Rusia en aquella época (que resumimos aquí brevemente, en algunos de sus aspectos esenciales), el gobierno burgués, cuyos cimientos eran débiles y cada día más podridos, en un sentido fundamental no pudo movilizar una fuerza significativa para suprimir la insurrección en las primeras etapas, y el viejo gobierno cayó relativamente fácil y rápidamente.

En resumen, se produjo una combinación excepcional de circunstancias que llevó a la victoria de esta Revolución de Octubre, en la forma de insurrecciones urbanas populares más o menos simultáneas.

Por supuesto, si un pueblo revolucionario y su dirección se encontraran en una situación muy parecida a la que se produjo en Rusia en 1917, entonces parecería tonto, y de hecho criminal, no aprovecharla para tumbar rápidamente al viejo orden podrido y establecer un nuevo poder revolucionario, muy posiblemente por medio de insurrecciones urbanas populares, como sucedió en Rusia. Pero es importante tener presente que sería poco probable que se volvieran a surgir circunstancias muy parecidas en un país imperialista, en particular en un país imperialista altamente desarrollado y poderoso. Además, es importante tener presente que, aunque esos sucesos de octubre de 1917 en Rusia llevaron a la victoria rápida de la revolución socialista, en la etapa muy inicial, después el nuevo gobierno revolucionario tuvo que librar una guerra civil de varios años contra las fuerzas reaccionarias reorganizadas, especialmente unos oficiales y soldados del viejo ejército reaccionario que contaban con el apoyo de varios países imperialistas, algunos de los cuales invadieron el territorio de la nueva república soviétiva en el curso de la guerra civil.

En pocas palabras, todo esto apunta a la conclusión de que, en el futuro, sería muy poco probable que las revoluciones en los países imperialistas salieran victoriosas, una vez que la lucha por el poder llegara a ser el orden del día, si intentaran seguir el curso de los levantamientos insurreccionales de la Revolución de Octubre en Rusia.

* Con respecto al “camino de octubre” en conjunto, hay unos aspectos esenciales que tienen vigencia todavía, y otros aspectos importantes que casi seguramente no la tendrían, y que no se podrían aplicar en una lucha victoriosa por el poder.

Lo que todavía tiene vigencia, en el sentido básico, es que el camino revolucionario en los países imperialistas requiere todo un período de trabajo político, ideológico y organizativo para preparar el terreno para el surgimiento, con el tiempo, de una crisis revolucionaria profunda y un pueblo revolucionario (preparar mentes y organizar fuerzas para la revolución, como lo dijo Lenin).

Nadie puede predecir, de antemano, precisamente cuánto tiempo duraría tal período (y, por supuesto, variaría de un país a otro). Pero, como subraya “Forjar otro camino” (y otras obras), el papel de los revolucionarios no es simplemente esperar, pasivamente, hasta que surja casi por arte de magia una situación revolucionaria, sino “acelerar mientras se aguarda” el desarrollo de tal situación. Tienen que llevar a cabo el trabajo ideológico y político general para repolarizar la sociedad, lo máximo posible, en una dirección que, desde el punto de vista estratégico, sea más favorable para la revolución y preparar las filas del pueblo en crecimiento, en la base de la sociedad y de otras capas, así como preparar el partido de vanguardia mismo, para cuando surja una situación revolucionaria.

Por otro lado, tal situación revolucionaria no es algo que los revolucionarios pueden “mandar surgir” por su voluntad o únicamente con sus esfuerzos. Como “Puntos esenciales” deja bien sentado, esto ocurre “por medio del desenvolvimiento de las contradicciones del sistema, así como del trabajo político e ideológico de los revolucionarios”. Por un lado, y esto es muy importante, sería incorrecto y en realidad dañino para la revolución, tener e imponer a la realidad una “fórmula” estereotipada de cómo se desarrolla una situación revolucionaria y de cómo es cuando surja. Por otro lado, es cierto que tal situación revolucionaria se caracterizará por ciertos rasgos y características específicos que no son fundamentalmente las impresiones subjetivas de la vanguardia revolucionaria, sino que son las expresiones objetivas de la profunda agudización de las contradicciones de la sociedad y del mundo entero.

Esto se relaciona al hecho de que, en términos básicos, los criterios que formuló Lenin, en el período de la Revolución Rusa, de lo que caracteriza una situación revolucionaria y de las condiciones necesarias y esenciales para librar una lucha para conquistar el poder en los países como Rusia (es decir, en términos generales, los países imperialistas) siguen siendo válidos y todavía se aplicarían. Lenin dijo que en una situación revolucionaria:

la clase dominante está enredada en una crisis profunda, entre cuyas características figuran serios conflictos en el seno de la clase dominante misma, así que cada vez más no puede gobernar como hasta entonces;

estas grietas y fisuras en el seno de la clase dominante ofrecen más posibilidades para que irrumpe la indignación suprimida de las masas populares y, por estas y otras razones, las masas no están dispuestas a vivir como hasta entonces sino que están dispuestas a cambiar la sociedad de una manera radical;

y, además de esto, existe un partido revolucionario que está forjando continuamente la influencia extensiva y los lazos amplios y profundos con cada vez más explotados y oprimidos, tanto como con todas las capas de la sociedad, para que sea capaz de dar una expresión más consciente, así como una forma y dirección organizadas, a la resolución de lo que son en realidad enormes cantidades de personas a hacer tal cambio radical.

Hablando de los países imperialistas, Lenin también identificó tres condiciones básicas que son necesarias para librar una lucha victoriosa por el poder:

1) Esta lucha, y en particular una lucha que encarna los objetivos comunistas, no se apoya únicamente en las acciones de un partido de vanguardia sino en una clase avanzada, que representa la base y el potencial para reestructurar la sociedad de una manera que resuelva las contradicciones sociales fundamentales en beneficio de los explotados y oprimidos, y a fin de cuentas que beneficie a la gran mayoría del pueblo. En el mundo actual, esta clase avanzada es el proletariado. Como clase, el proletariado representa los medios colectivos por medio de los cuales se realiza la vida económica básica y el funcionamiento de la sociedad; y encarna el potencial para apoderarse de los medios de producción—la tecnología, la tierra y las materias primas, etc.—que en sí son producto del trabajo colectivo, y transformarlos paso a paso en el recurso colectivo de la sociedad. (La tierra y las materias primas en sí son “productos de la naturaleza”, pero para hacerse parte del proceso de producir riqueza, de una forma u otra, hay que integrarlas a un sistema de producción y relaciones sociales humanos, y los seres humanos tienen que trabajar con ellas—cultivarlas, minarlas, etc.—, y de esa manera y por medio del proceso de producción en general se transforman. En la sociedad capitalista, sobre todo, eso ocurre por medio del trabajo colectivo en lo fundamental). Junto con eso, los intereses del proletariado, como clase, consisten en transformar y revolucionar todas las relaciones económicas y sociales, las estructuras e instituciones políticas, y los modos de pensar que corresponden, en el capitalismo, a la apropiación privada de la riqueza producida por medios sociales y la división de la sociedad en explotados y explotadores. Además, Lenin analizó que, con el desarrollo del capitalismo en un sistema mundial del imperialismo—y con la extrema explotación y saqueo por el imperialismo del tercer mundo—existe un sector de la clase obrera en los países imperialistas que está, en gran medida, sobornado del botín del imperialismo, y que es necesario que la revolución en los países imperialistas se apoye en los sectores del proletariado que están, en palabras de Lenin, “más abajo y más a lo hondo”, cuyas condiciones de vida corresponden a las de una clase que no tiene nada que perder más que las cadenas de explotación y opresión. El papel del partido de vanguardia comunista del proletariado es facilitar que esos proletarios, y gente de otras capas que busca un cambio social radical, se concienticen de los intereses revolucionarios del proletariado como clase y del papel especial de esos sectores que están “más abajo y más a lo hondo” como la base sólida sobre la cual descansa la revolución comunista.

2) La lucha revolucionaria por el poder debe apoyarse en un pueblo revolucionario: las masas populares no solo del proletariado sino también de otros sectores de los oprimidos y otras capas de la sociedad en general, quienes sean (en las palabras de “Puntos esenciales”) conscientes de la necesidad del cambio radical y resueltas a luchar por plasmarlo en realidad.

3) Hay que lanzar esa lucha revolucionaria por el poder en una situación en la que no solo no puede gobernar como hasta entonces la clase dominante, y las masas populares no pueden seguir viviendo como hasta entonces, sino también en la que cada vez más se haya demostrado que las fuerzas y los programas que representan la oposición débil, a medias, indecisa al viejo orden no son capaces de responder a las necesidades de la situación y las demandas de las millones de masas despiertas políticamente e inclinadas a la revolución.

Satisfacer esas tres condiciones, Lenin subrayó, representa una línea divisoria básica entre, por un lado, una auténtica lucha revolucionaria por el poder por parte de las masas populares, dirigida por una vanguardia comunista, y, por el otro, varias formas de lo que hoy se llama en general el “terrorismo”. En un sentido general, la caracterización de Lenin de las condiciones y los criterios de una situación revolucionaria y una lucha revolucionaria por el poder no solo siguen siendo válidos sino que todavía tienen una importancia decisiva, en particular en cuanto a los países imperialistas, no solo para distinguir entre la revolución auténtica y el “terrorismo”, sino también para establecer los cimientos básicos para reconocer, y aprovechar con éxito, una oportunidad revolucionaria, cuando surja.

Por otro lado, aun con una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario—incluso en las circunstancias en que los criterios y condiciones básicos que describió Lenin (resumidos arriba)—lo que se requeriría, de parte de los revolucionarios en un país imperialista, para tener la posibilidad de ganar, sería librar una lucha más prolongada que la clase de insurrecciones populares que Lenin dirigió en Rusia en 1917. Requeriría una lucha que a lo mejor no duraría décadas sino que con toda probabilidad sí duraría años, y en la que casi seguramente sería necesaria que las fuerzas revolucionarias organizadas evitaran enfrentarse no solo con el poderío pleno de las fuerzas reaccionarias y su maquinaria de violencia organizada, sino también que evitaran, por un tiempo, las confrontaciones directas y más convencionales con las formaciones grandes, bien organizadas y todavía poderosas de esa fuerza reaccionaria.

Esta representa una diferencia básica y muy importante de la revolución de octubre de 1917 en Rusia y de ese aspecto del “camino de octubre”.

* Además de eso, sería probable que, en las primeras etapas de esta lucha prolongada, y por un tiempo, las fuerzas revolucionarias no establecieran un gobierno formal (lo cual, si existiera, tendría que satisfacer los objetivos que menciona la carta del lector, tales como defender y administrar un territorio definido). De hecho, establecer tal estado revolucionario sería la meta de esa lucha prolongada y se volvería posible en el momento, o con el acercamiento más o menos inmediato, de la derrota final y completa de las fuerzas reaccionarias y la victoria final y completa de la revolución.

Durante esa lucha revolucionaria más prolongada, las fuerzas del núcleo organizado de la revolución estarían “entrelazadas” con, y en un sentido fundamental amparadas y protegidas por, el pueblo revolucionario más amplio: las decenas y decenas de millones de personas atraídas a apoyar la revolución de varias maneras aunque, en un momento dado, muchas de ellas no serían parte de las principales fuerzas organizadas de la lucha revolucionaria. De esa manera, el núcleo de las fuerzas revolucionarias, como lo dijo Mao Tsetung, nadaría como peces en el mar de las masas del pueblo revolucionario.

Aquí hay algo importante que se puede aprender de una nueva percepción de un estratega imperialista, el general inglés Rupert Smith, autor del libro La utilidad de la fuerza. Como es común entre los que comparten el punto de vista de los imperialistas, Smith confunde las fuerzas revolucionarias auténticas con varios grupos “terroristas”, pero de todos modos esta observación de Smith es muy pertinente y cargada de significado en relación con una auténtica lucha revolucionaria por el poder, en las condiciones donde se podría librar tal lucha sobre una base correcta: una fuerza insurreccionista que “define los parámetros del conflicto” (Smith escribe) “como consecuencia ha presentado una fuerza y un poder alternativos”. (Smith, La utilidad de la fuerza)

* Previamente, se descartó la clase de concepción estratégica a la que se refiere aquí, o sea una lucha revolucionaria prolongada, porque se creía que no fuera posible librar y mantener una lucha prolongada en los países imperialistas urbanizados con un alto desarrollo tecnológico, aun cuando existieran una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario. Por eso, es importante examinar más a fondo varios factores clave relacionados.

Está muy claro que, en tales países imperialistas con un alto desarrollo tecnológico, intentar lanzar tal lucha—o cualquier clase de guerra—sin y antes del surgimiento de una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario llevaría a una terrible derrota para la revolución y a la desmoralización de las masas que ansíen un mundo radicalmente diferente y mejor. Cuando las masas populares se defienden contra las acciones infames de opresión y supresión violentas, esto es una cosa—y es algo que toda persona con un sentido de justicia defendería. Pero es otra cosa muy diferente—es incorrecto y muy dañino—intentar librar una lucha armada, con acciones ofensivas, en la forma de la “guerra de guerrillas urbana”, u otra concepción de la guerra, cuando todavía no hayan surgido ni una situación revolucionaria ni un pueblo revolucionario; una vez más, esto seguramente llevará a la derrota de los que traten de iniciar tal “estrategia” y dificultará el proceso de forjar un movimiento revolucionario de una manera que con el tiempo podría conquistar la victoria cuando surgiera la oportunidad.

¿Por qué están destinados a fracasar y a terminar en la ruina tales intentos? Entre las razones esenciales figuran:

En la ausencia de una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario—en la ausencia de las condiciones y los criterios básicos resumidos arriba, tomados de Lenin, con respecto a una lucha por el poder en un país imperialista—los intentos de librar alguna clase de guerra revolucionaria en un país imperialista no se podrían apoyarse en las masas de oprimidos y explotados. No se podría poner en marcha una dinámica en la que cada vez más podrían ser y serían motivadas y movilizadas masas, de varias capas sociales, a no solo apoyar sino a participar activamente en tal lucha. Al contrario, habría una dinámica en la que las fuerzas que intentaran librar tal lucha se encontrarían cada vez más aisladas de las masas, obligadas a tomar una postura pasiva, expuestas al poderío concentrado del estado represivo—y derrotadas, probablemente con mucha rapidez y sin duda decisivamente.

Especialmente en los países imperialistas donde las masas populares más explotadas y oprimidas representan un sector importante de la sociedad pero no la mayoría; y donde hay grandes capas medias cuya situación, “en los tiempos normales”, no se caracteriza por la clase de desesperación e indignación que caracteriza la vida de los del fondo de la sociedad; en tales circunstancias, intentar iniciar una lucha revolucionaria por el poder cuando todavía no hay una aguda crisis revolucionaria en la sociedad, y no se ha puesto en duda en un sentido fundamental, tanto el derecho como la capacidad de la clase dominante de gobernar entre sectores muy grandes de la población, de diferentes capas sociales; todo esto llevaría, en tales condiciones, a una situación en la que la clase dominante podría seguir polarizando la sociedad de una manera más favorable a sí misma, y las fuerzas revolucionarias, en el mejor de los casos, tendrían apoyo de unos sectores de la sociedad que se encontrarían, en efecto, rodeados y suprimidos—e incluso en el caso de esos sectores del pueblo, la lucha revolucionaria perdería apoyo, ya que esas masas sufrirían cada vez más represión terrible y violencia destructiva a manos de la clase dominante, mientras que la lucha revolucionaria cada vez más perdería el ímpetu y la iniciativa y las fuerzas revolucionarias se encontrarían cada vez más acorraladas, restringidas y pulverizadas.

En un país imperialista, solo con el desarrollo de una crisis revolucionaria aguda, que afectara toda la sociedad de una manera profunda, y con el surgimiento de un pueblo revolucionario—una fuerza de gente consciente de la necesidad del cambio revolucionario y resuelta a luchar por plasmarlo en realidad, una fuerza de millones de personas y que tuviera su base sólida en los más explotados y oprimidos, pero también contara con gente de todas las capas populares—solo en una situación así podría surgir la posibilidad de lograr, por medio de una lucha prolongada por el poder, una dinámica por lo general favorable para el lado revolucionario y una polarización de la sociedad que en su totalidad también sería cada vez más favorable para la revolución.

Por estas razones “Puntos esenciales” subraya que, en un país como Estados Unidos:

“Sin tal situación revolucionaria—y en contraposición a la orientación revolucionaria y el trabajo político e ideológico revolucionario necesario—, iniciar o propugnar acciones violentas aisladas, de individuos o pequeños grupos divorciados de las masas, que intentan sustituirse por un movimiento revolucionario de las masas, es totalmente incorrecto y supremamente dañino. Incluso—o especialmente—si esto se hace en nombre de ‘la revolución’, irá contra y de hecho perjudicará el desarrollo de un auténtico movimiento revolucionario de las masas, y el desarrollo de resistencia política a las infamias e injusticias de este sistema antes de que surja una situación revolucionaria. Coadyuvará a las medidas de las fuerzas altamente represivas del sistema existente para aislar, atacar y aplastar a las fuerzas revolucionarias y las fuerzas de la oposición política general que tratan de forjar una resistencia política masiva y lograr cambios sociales importantes y profundos por medio de la actividad e iniciativa política consciente de las masas”.

La reexaminación de la situación con nuevas perspectivas y percepciones teóricas ha confirmado aún más el hecho de que iniciar la clase de lucha prolongada descrita aquí antes de que hubieran surgido una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario conduciría a la derrota y a la ruina. Pero por otro lado, ha apuntado a la conclusión de que con tal situación revolucionaria y pueblo revolucionario, sería muy probablemente necesario, y podría ser posible, librar tal lucha prolongada, y de hecho sería casi seguramente el único medio por el cual el pueblo revolucionario podría ganar.

* Una característica particular y singular de una situación en la que sería posible, y correcto, que las fuerzas revolucionarias iniciaran una lucha prolongada así, sería que la violencia represiva y reaccionaria del actual estado y de sus instituciones hubieran perdido legitimidad—hubiera llegado a verse como violencia injusta e ilegítima—a los ojos de muchísimos sectores de la sociedad. Esto es uno de los signos clave del surgimiento de una situación revolucionaria y una de las bases clave para el surgimiento de un pueblo revolucionario. La respuesta de las fuerzas revolucionarias a esta violencia represiva reaccionaria en tal situación—al comienzo de la lucha revolucionaria prolongada—sería de tal naturaleza y tendría rasgos específicos que dejarían bien sentado que una autoridad diferente—una autoridad revolucionaria que una gran y creciente cantidad de personas reconocerían como legítima y justa—ahora existiera en contienda de una manera seria y general en el sentido estratégico contra la vieja autoridad reaccionaria; y que, mientras no se presentara a las fuerzas reaccionarias de tal manera que les permitiera pulverizarla y destruirla, esa autoridad revolucionaria lucharía con la meta estratégica de establecer una nueva forma de poder político en la sociedad que prepararía el terreno para crear nuevas relaciones económicas, sociales y políticas, libres de explotación y opresión.

El hecho de que las metas estratégicas de tales fuerzas revolucionarias dirigidas por los comunistas—la meta de acabar para siempre con todas las relaciones explotadoras y opresivas—se expresaría en la doctrina y principios, los métodos y medios de lucha de esas fuerzas revolucionarias, como el papel activo y cada vez más desencadenado de la mujer en la lucha y en todos los niveles de las fuerzas revolucionarias organizadas; en el curso de esa lucha prolongada, esto arrojaría una luz cada vez más en la diferencia fundamental entre tales fuerzas revolucionarias y los varios reaccionarios que se les opondrían y que buscarían aplastar la revolución.

* En esa orientación global, mientras la vieja clase dominante y las fuerzas del viejo orden buscarían aterrorizar al pueblo para disuadirlo de apoyar la revolución y tratarían de aislar y aplastar el núcleo de las fuerzas organizadas de la revolución, esas fuerzas revolucionarias una vez más serían como peces en el mar, en medio de las enormes y crecientes filas del pueblo revolucionario. Las acciones brutas y la destrucción gratuita que llevarían a cabo los imperialistas, y los reaccionarios aliados con ellos, en el curso de la lucha, desenmascararían más profundamente su naturaleza y atraerían a cada vez más masas a la causa revolucionaria, especialmente en la medida que los revolucionarios llevaran a cabo sus operaciones de tal manera que (para una vez más utilizar las palabras de Rupert Smith) “definieran los parámetros” del conflicto y frustraran los esfuerzos de los imperialistas y reaccionarios de atraer a las fuerzas revolucionarias a situaciones en que se las podría pulverizar y destruir.

Para apropiarse de otra formulación de Rupert Smith, esto requeriría que las fuerzas revolucionarias actuaran de tal manera que quedaran, a lo mínimo durante la mayor parte de la lucha prolongada, “debajo del umbral de la utilidad de la fuerza” de los imperialistas. Smith señala que en la guerra, de cualquier tipo, lo que es importante no es la fuerza de las partes opuestas, en el sentido absoluto, sino la fuerza que cada parte pueda utilizar para su beneficio en la contienda con su adversario; eso es lo que quiere decir con “la utilidad de la fuerza”. (Por ejemplo, puede ser que un lado de un conflicto tenga armas nucleares, pero si no puede utilizarlas en el conflicto, pues esas armas no tienen la utilidad de la fuerza). No es que los imperialistas vacilarían al momento de desatar la fuerza destructiva terrible contra los revolucionarios y las masas populares que los apoyaran—en vista de su naturaleza reaccionaria, sería necesario tener en cuenta que los imperialistas lo harían—pero el factor decisivo sería si, por medio de hacerlo, los imperialistas podrían aislar y destruir a las fuerzas organizadas de la revolución; o si, por el contrario, esas acciones bárbaras de los imperialistas prenderían el odio de cada vez mayores cantidades de personas, fortalecerían la resolución de los que ya apoyaran el lado revolucionario y atraerían a más sectores del pueblo a simpatizar con, y apoyar activamente, la causa revolucionaria.

Además, hay que contar con que los imperialistas, como un elemento crucial de su orientación estratégica, buscarían atacar y eliminar a los que identificaran como la dirección de la revolución, conforme a la doctrina de “decapitación” a la que recurren generalmente los imperialistas y las fuerzas reaccionarias. Ante esto, el lado revolucionario tendría que combinar correcta y hábilmente la centralización, en lo ideológico y en la orientación estratégica, con un alto grado de descentralización, en lo organizativo y en las tácticas, y la iniciativa en los niveles locales y básicos. Sería necesario combinar una lucha resuelta para defender y proteger a la dirección, y derrotar los conatos de “decapitación”, con una orientación doctrinal y esfuerzos prácticos para desarollar, entrenar y dar iniciativa continuamente a los nuevos dirigentes. En todo esto, sería importante que el lado revolucionario aplicara el principio de “núcleo sólido, con mucha elasticidad”.

La caracterización de Smith de las fuerzas insurgentes que luchan “debajo del umbral de la utilidad de la fuerza” de su adversario, representa una reformulación, desde el punto de vista de los imperialistas, de unos principios básicos de la guerra desarrollados por Mao Tsetung en el curso de la guerra popular prolongada en China; y en particular, es una reformulación del principio, que Mao subrayó, de que las fuerzas revolucionarias tienen que evitar los enfrentamientos estratégicos, que tendrían un impacto decisivo en el resultado de la guerra en su totalidad, hasta el momento en que se podría librar tales enfrentamientos en beneficio de las fuerzas revolucionarias y para acelerar su victoria final. Este es un principio básico que las fuerzas revolucionarias tendrían que tener plenamente presente y que tendrían que aplicar correctamente a las circunstancias específicas; si no lo hicieran caso, la causa revolucionaria correría mucho peligro.

* Los principales objetivos de los revolucionarios, al librar la clase de lucha prolongada descrita aquí, en una situación que permitiría librar tal lucha, serían: atraer a aun mayores cantidades de personas, por medio de la confrontación y el contraste vivo entre las dos autoridades radicalmente diferentes, y al mismo tiempo frustrar, desintegrar y desmoralizar a las fuerzas imperialistas y reaccionarias—que buscarían reimponer y reforzar por medios violentos el viejo orden y las viejas relaciones de explotación, opresión y dominación—y a fin de cuentas derrotar a esas fuerzas reaccionarias. En el curso de esto, las fuerzas revolucionarias emprenderían una línea de acción resuelta y concebida estratégicamente, caracterizada por luchas calibradas contra las fuerzas reaccionarias, en que los revolucionarios se esforzarían por conquistar cada vez más iniciativa sin entrar prematuramente a enfrentamientos que correrían el riesgo estratégico de la derrota decisiva y el diezmamiento. Y, con respecto a los efectivos de las fuerzas reaccionarias, especialmente los que vinieran de los oprimidos y explotados de la sociedad, y cuyos intereses objetivos correspondieran fundamentalmente a la revolución, los revolucionarios seguirían exhortándolos políticamente a cambiar al lado de la revolución.

* Por fin, cuando se hubieran creado las condiciones necesarias por medio de toda esta lucha intensa pero también prolongada, las fuerzas revolucionarias se enfrentarían con el desafío, y tendrían la posibilidad, de derrotar decisivamente a las fuerzas violentas del imperialismo y la contrarrevolución que quedaran. Pero incluso en ese punto, las fuerzas revolucionarias probablemente tendrían que evitar confrontaciones con los elementos reaccionarios especialmente “duros” muy temprano, especialmente en situaciones y condiciones que todavía les serían favorables, como la clase de choques entre las fuerzas concentradas que han sido comunes en las guerras entre ejércitos con armas de alta tecnología (por ejemplo, en las dos guerras mundiales del siglo XX) o la clase de batallas unilaterales que Estados Unidos libró contra las fuerzas regulares del gobierno de Saddam Hussein en las guerras contra Irak, en 1991 y otra vez en el 2003. En cambio, incluso durante la última etapa, y en particular al comienzo de esa etapa, es muy posible que las fuerzas revolucionarias necesitaran combinar varios estratagemas para aislar y desintegrar más a esos elementos reaccionarios “duros” y sentar la base para trabar batalla con lo que quedaría de las fuerzas reaccionarias y derrotarlas total y decisivamente, una vez que se las hubieran debilitado suficientemente.

Todo esto sería radicalmente diferente, en filosofía guía, objetivos y métodos, de lo que se considera generalmente las estrategias “terroristas”—que constan de acciones aisladas de las masas populares y/o que apuntan el fuego a las fuerzas no combatientes y utilizan medios y métodos que buscan aterrorizar con la fuerza a la población, o a sectores de la población, y obligarlos a aceptar las metas de los que practican esa clase de violencia—, y en general sería radicalmente diferente de las metas, orientaciones y métodos reaccionarios de las fuerzas anticuadas históricamente, lo que sin duda incluye a los imperialistas mismos.

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Estos son los elementos básicos de la conceptualización—y, en aspectos significativos, de la reconceptualización—con respecto al tema de la posibilidad de la revolución. Por supuesto, durante todo un período de tiempo, antes de que haya una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario, queda la necesidad de seguir elaborando un conocimiento más profundo y más exhaustivo de las dinámicas de la revolución en general y de la lucha revolucionaria por el poder una vez que hubieran surgido las condiciones necesarias.

En conclusión, para responder al interrogante fundamental que plantea la carta de un lector: sí, la revolución es posible. Sí, hasta en los países imperialistas más poderosos, en los bastiones del dominio reaccionario y opresivo por todo el mundo, la revolución podría prevalecer, podría plasmar en realidad una sociedad radicalmente diferente y mucho mejor, y podría hacer una gran contribución a lograr un mundo radicalmente diferente y mucho mejor—si la guiaran una orientación, un enfoque y unos métodos serios y científicos—si el trabajo revolucionario se emprendiera correctamente, en el período antes de que surgieran una situación revolucionaria y un pueblo revolucionario, y si la teoría y la concepción estratégica correctas guiaran la lucha revolucionaria una vez que se hubiese dado el salto a una situación revolucionaria y se hubiese surgido un pueblo revolucionario, de millones y millones, consciente de la necesidad del cambio revolucionario y resuelto a luchar por plasmarlo en realidad.

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Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
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