La globalización imperialista y
la lucha por otro futuro

Parte 3: Inversiones y desarrollo:
¿Para quién?

Raymond Lotta

Obrero Revolucionario #935, 7 de deciembre, 1997

Los ideólogos de la globalización imperialista afirman que los países del tercer mundo pueden salir del subdesarrollo si atraen inversiones y las combinan con su abundante mano de obra barata, que supuestamente representa la "ventaja relativa" de esos países. En realidad, la movilidad del capital produce competencia entre dichos países para ofrecer los salarios más bajos, la infraestructura más barata y las peores protecciones sociales y ambientales, todo con el objetivo de atraer inversiones.

En Corea del Sur, la cantidad de obreros que mueren en accidentes industriales es seis veces mayor que en Estados Unidos pero, aun así, Nike sale de Corea para Indonesia, donde se paga $2.20 al día. En la "zona económica especial" de Shenzhen, China, se gana 12 centavos la hora y se trabaja 12 a 13 horas al día, siete días a la semana. Esa es la realidad de la "ventaja relativa".

Los imperialistas proclaman que la integración es el destino inevitable de las naciones. Pero, fíjense, en realidad se trata de un proceso muy calculado de asignar capital. De hecho, la inversión extranjera en el tercer mundo está altamente concentrada. En 1995, el 75% se destinó a apenas 12 países. Hasta hace dos años, los imperialistas boicotearon una gran parte de Africa al sur del Sahara, donde el 50% de la población vive en la pobreza absoluta, es decir, al borde de la inanición. Los mercados financieros globales dijeron en la práctica: "que se muera esa gente, que se mate entre sí". Cabe señalar que una gran cantidad del capital que fluye al tercer mundo es de corto plazo: entra y sale rápidamente, respondiendo a los ritmos del mercado global, además de la situación local.

Sin embargo, el problema no es que la distribución de inversiones sea injusta ni que se aproveche mal. El verdadero problema son las mismas inversiones. Es decir, cada centavo de capital extranjero es un yugo para los oprimidos porque esas inversiones y el desarrollo capitalista que estimulan se basan en la superexplotación y producen miseria. Las inversiones extranjeras no son una "milagrosa hormona de crecimiento".

El capital entra a un país como Filipinas cubierto de sangre de los trabajadores de las maquiladoras de Indonesia, las minas de Sudáfrica y los campos de California. Después sale manchado por la sangre de los campesinos, de las obreras que pierden su juventud en las fábricas y de los niños que tienen que venderse para sobrevivir.

Es cierto que la inversión extranjera estimula el crecimiento; pero, ¿qué tipo de crecimiento? Un crecimiento chueco que no produce un desarrollo agro-industrial equilibrado e integrado. No fomenta una tecnología apta para la situación de esos países. Produce mayor dependencia de los préstamos y mercados del imperialismo. Hay que preguntar: ¿crecimiento para quién? La inversión extranjera no favorece el bienestar de la mayoría del pueblo ni libera el potencial humano.

¿Hacia dónde?

Es preciso sacar un balance económico y social del impacto de esas tendencias de la economía mundial en los pueblos del mundo:

  • La brecha entre los países capitalistas desarrollados y las naciones oprimidas es tan marcada como siempre. Es cierto que unos cuantos "países de reciente industrialización" a donde se ha canalizado inversión imperialista han cerrado tantito la brecha de producción económica; sin embargo, en 1995, 89 países del tercer mundo estaban en una situación económica peor que hace 10 años. Además, la disparidad de ingreso y la pobreza en cada país están aumentando: el porcentaje del ingreso mundial que corresponde al 20% de la población más rica aumentó de 70% a 85% durante los últimos 30 años.
  • La salvaje restructuración de la fuerza laboral mundial. Por una parte, como he mencionado, la manufactura global que utiliza mano de obra barata se está extendiendo, aprovechando la miseria y la gran reserva de trabajadores del tercer mundo. Por otra parte, tanto en los países oprimidos como en los imperialistas, hay nuevas formas más opresivas de controlar y utilizar el trabajo asalariado. Los sistemas de flexibilidad laboral están adquiriendo mayor importancia: contratan obreros, los utilizan de diversas maneras y los despiden cuando hay cambios en los mercados. En todo el mundo está creciendo la mano de obra subcontratada, que típicamente es de corto plazo, con salario bajo y sin prestaciones ni seguridad. A nivel mundial existe una aceleración de la producción sin precedentes.
  • Desplazamiento social masivo en el campo del tercer mundo. Millones de campesinos, expulsados de la producción agrícola, tienen que emigrar a las ciudades. Eso ocurre como consecuencia de: 1) la mayor concentración de tenencia de la tierra y los recortes de subsidios rurales que imponen las medidas de ajuste del Fondo Monetario Internacional(FMI)/Banco Mundial; 2) la mayor integración de la agricultura y la ganadería local a la agroindustria mundial de gran escala; 3) la especulación en tierras y su adquisición por corporaciones transnacionales; 4) la mayor penetración de la biotecnología imperialista en la agricultura mundial. En resumen, se están destruyendo la agricultura tradicional y los sistemas básicos de producción de alimentos.

    Las ciudades experimentan un crecimiento caótico. Los recursos no dan abasto ante la mayor concentración de industria imperialista en las zonas urbanas y el torrente de campesinos que llegan a los cinturones de miseria. Estas tendencias cobrarán más fuerza en los años venideros y expulsarán de la tierra a centenares de millones de campesinos.

    Simultánea y paralelamente con todo eso, la semifeudalidad perdura y se fortalece en el campo.

  • Consecuencias para la mujer. La globalización estimula la integración masiva de la mujer a la fuerza laboral del tercer mundo, pero dicha integración refuerza la opresión de la mujer. Por ejemplo, hay una gran concentración de obreras en el trabajo subcontratado, que es muy mal pagado. Asimismo, trabajan en situaciones de control muy estricto, por ejemplo en fábricas que son como campamentos militares. Muchas son trabajadoras eventuales.

    Por otra parte, en el campo es muy común que los hombres emigren a las ciudades o al extranjero y las mujeres lleven toda la carga de cultivar las parcelas para alimentar a la familia. También los recortes de salud, nutrición y vivienda en campo y ciudad recaen con más rigor sobre la mujer porque tiene la responsabilidad de ver por las necesidades básicas de la familia.

  • Destrucción ecológica. Se está produciendo una catástrofe ecológica en el tercer mundo debido a las extremas presiones de producir al costo más barato, exportar todo lo que se pueda y aflojar las regulaciones. Como ejemplos veamos las crisis de sanidad en las zonas de maquiladoras de México, el agotamiento de los recursos naturales de Indonesia, y la destrucción de la selva tropical de Brasil y los arrecifes de coral de Filipinas.

    Estados Unidos

    En los países imperialistas--me refiero en particular a Estados Unidos--la restructuración de los años 70 y 80, la globalización y los cambios tecnológicos (atizados por la crisis) han tenido un gran impacto en la fuerza laboral.

    Se destaca, por ejemplo, la eliminación de trabajos en la base manufacturera industrial. En Estados Unidos se ha visto una reorganización general de la industria básica, con reducciones permanentes de planta, exportación de producción de componentes, reubicación de operaciones manufactureras, adopción de sistemas de producción de alta tecnología que reemplazan a los trabajadores, eliminación de sindicatos, reducción dramática de prestaciones (de salud y de jubilación) y aumento de trabajo de tiempo medio y eventual.

    Todo eso ha tenido un fuerte impacto en los sectores mejores pagados de la clase obrera y ha acelerado la eliminación de trabajos estables de buenos ingresos. Se calcula que hasta la tercera parte de los empleos en Estados Unidos están sujetos a presiones de reubicación global, hecho que le permite al capital bajar los salarios y empeorar las condiciones de trabajo. En esta década los trabajos profesionales también han caído bajo la tijera de la reorganización de las corporaciones. En general en Estados Unidos, la seguridad laboral ha disminuido (entre 1992 y 1995, el 15% de los trabajadores que llevaban más de un año en el puesto perdieron su trabajo) y la intensidad de trabajo ha aumentado.

    En cuanto a los sectores más oprimidos y explotados del proletariado, afrontan una situación más y más dura como parte de una verdadera "guerra contra los pobres". Existe un ejército creciente de mano de obra barata, obreros que han sufrido recortes y tienen menores prestaciones y seguridad, obreros de maquiladoras, etc. La disparidad de ingreso, la polarización social y la pobreza están en ascenso en la sociedad estadounidense. El sistema de bienestar social está siendo desmantelado. La clase dominante busca reducir los déficits recortando los servicios sociales y fomentar la competencia entre los obreros más pobres. Se proyecta que un millón más de niños caerán en la pobreza como resultado de la eliminación de los programas básicos de bienestar social.

    Satanizan, atacan y criminalizan a toda una generación de negros: los jóvenes que no tienen perspectiva de encontrar trabajo. Uno de cada tres jóvenes negros está preso o bajo libertad condicional. El estado de California gasta más dinero en prisiones que en educación. Lanzan campañas chovinistas y represivas contra los inmigrantes, que se concentran en los sectores más oprimidos del proletariado estadounidense. Militarizan la frontera con México.

    Hay dos puntos importantes al respecto: la clase dominante de Estados Unidos fomenta su propio cruel programa de austeridad para aumentar la competividad del capital estadounidense a nivel internacional y se prepara para la posibilidad de mayores trastornos sociales internos.

    Nuevas presiones,
    nuevos trastornos

    Quisiera recalcar otro punto: la restructuración y globalización intensifican las presiones y trastornos de la economía mundial.

    Veamos, por ejemplo, el colapso de la economía mexicana. Se afirmó que el crecimiento rápido de la economía mexicana era un modelo para otros países tercermundistas que querían ser "tigres del libre mercado industrial". Pues, en el lapso de unos cuantos días a finales de 1994, una gran cantidad de capital especulativo y de corto plazo se retiró de la bolsa de valores, cetes, etc. La crisis del peso llegó como un ciclón; provocó un colapso industrial y una caída de 50% en el valor de los salarios.

    Como la crisis amenazaba con desestabilizar los mercados mundiales financieros y de capital, Estados Unidos orquestó un rescate: el paquete económico más grande desde el Plan Marshall [ayuda económica para reconstruir a Europa después de la II Guerra Mundial-Trad.]. Para 1996, el nivel de vida cayó un 20%. Ese fue el costo de los préstamos de emergencia imperialistas. La gente come tortillas cuando antes comía verduras; la desnutrición aumenta en el campo... y los campesinos se alzan en armas.

    En resumen, la restructuración y globalización han producido transformaciones importantes de la economía mundial, pero no han creado una expansión vigorosa ni estable.

    El programa del FMI/Banco Mundial de aumentar la exportación y bajar el nivel de vida intensifica las presiones para los países del tercer mundo de encontrar nuevos mercados. Las vertiginosas economías de Asia oriental son altamente dependientes del acceso a mercados de exportación; la posibilidad de una crisis financiera al estilo mexicano está latente en países como Indonesia, Brasil, Tailandia y Filipinas. [Esto se escribió antes de la reciente crisis financiera y de la moneda en Asia oriental--Ed.] La relación entre Estados Unidos y Japón--de comercio, moneda y corrientes financieras--es una falla potencial de la economía mundial.

    La globalización se plantea como "la onda del futuro", pero el futuro que ofrece este sistema--con toda su capacidad tecnológica--es mayor explotación y opresión de los pueblos de los países oprimidos, así como de los imperialistas. El futuro que el sistema ofrece--con todos sus puntos de contacto globales--es empujar a millones de personas a la mínima subsistencia. El futuro que ofrece--con todas sus inversiones--es economías más chuecas con menos posibilidades de proporcionar servicios básicos y de alimentar a los obreros y campesinos.

    ¿Qué significa para
    nuestras luchas?

    A veces la gente ve los horrores del imperialismo, pero no ve la posibilidad de luchar. Los imperialistas quieren intimidarnos y nos dicen que el capital es tan poderoso y tiene tanta movilidad que debemos acceder a todo lo que nos pidan.

    Pero, en realidad, la situación actual suscita protesta, resistencia y rebelión: motines en Venezuela por el alza de precios, luchas contra el despojo de los campesinos de Sudamérica, batallas en India contra los proyectos hidroeléctricos que desplazan a decenas de miles de sus tierras ancestrales, paro general de trabajadores del sector público en Francia en 1995.

    Las mini-crisis de repente abren nuevas posibilidades de lucha. La globalización imperialista produce mayor integración mundial, y los acontecimientos y luchas en una parte tienen un gran impacto en la situación en otras regiones.

    Es cierto que se nos plantean enormes retos... pero también existen oportunidades de avanzar nuestras luchas y, en particular, luchas revolucionarias porque si bien el sistema es bárbaro, también es vulnerable. ¿Qué significa esto para nuestras luchas?

    En primer lugar, cuando enfrentamos al monstruo imperialista, hay que estar resueltos a librar una lucha militante y a guiarnos por los intereses fundamentales de las masas. Hay que desencadenar su activismo y determinación porque en eso descansa el poder de un movimiento que de veras se guía por los intereses fundamentales del pueblo.

    Necesitamos una visión global. Los imperialistas buscan dividirnos y tenemos que encontrar la forma de solidarizarnos. Nos toca tumbar las barreras y estrechar los lazos de nuestra lucha común contra el imperialismo. Los agricultores de India recibieron un gran apoyo internacional cuando lucharon contra las corporaciones estadounidenses que querían obtener patentes para técnicas de cultivo tradicionales. El debate acerca de NAFTA (el Tratado de Libre Comercio) suscitó la actividad de muchas fuerzas políticas a fin de forjar solidaridad entre obreros mexicanos y estadounidenses, y cuando estalló el levantamiento en Chiapas, la actividad se multiplicó.

    Los revolucionarios en Estados Unidos tenemos la obligación especial de ganar a amplios sectores del pueblo a oponerse a la dominación yanqui del tercer mundo y a su agresión contra países como Irak. Nos incumbe ganar apoyo a todas las luchas contra el imperialismo yanqui, sobre todo las luchas revolucionarias de nuestros hermanas y hermanos de clase.

    Debemos aprender de la experiencia y lucha de compañeros en distintas partes del mundo, por medio de apoyo y relaciones directos, así como de la comunicación y difusión de las lecciones.

    Hay otra tarea crucial: apoyar de todo corazón las luchas de vanguardia de nuestro tiempo. Me refiero a las guerras populares maoístas de Perú, Filipinas y, ahora, Nepal, que han movilizado a las masas campesinas en heroicas revoluciones agrarias armadas como el preludio a la revolución socialista.

    Los maoístas sostenemos que hay que librar la guerra revolucionaria... porque es la única forma de tumbar el imperialismo y sus compinches nacionales y crear un mundo nuevo... solo la guerra revolucionaria puede desencadenar el coraje y el entusiasmo de los explotados y oprimidos... es imprescindible para resolver los problemas fundamentales del pueblo.

    Existe una alternativa a la locura y el sufrimiento del sistema imperialista: la revolución proletaria mundial, que encierra dos corrientes de lucha revolucionaria. Una es la lucha antiimperialista democrático-nacional (de nueva democracia) librada por las naciones y pueblos dominados por el imperialismo. Las naciones oprimidas del tercer mundo han sido los centros de la tempestad de la revolución desde la II Guerra Mundial y estas luchas han brindado muchísima inspiración a los pueblos del mundo, fortaleciéndolos enormemente y debilitando mucho al imperialismo.

    La otra corriente es la lucha del proletariado y sus aliados por el socialismo en los baluartes del imperialismo. ¿A poco es imposible hacer la revolución en el corazón del imperialismo? La Rebelión de Los Angeles de 1992 demostró la fuerza de los de abajo en Estados Unidos. No solo afroamericanos sino gente de muchas otras nacionalidades participaron en ese levantamiento; eso puso de manifiesto algunos elementos que serán importantes para hacer la revolución en Estados Unidos.

    Esas dos corrientes de la revolución proletaria mundial son la clave para transformar la pesadilla en que vivimos.

    Un socialismo viable y visionario

    He hablado de los "sórdidos secretos" de la globalización. Pues, existe otro. Una estrategia de suma importancia para los imperialistas es utilizar su "carretera de información" global y todo su aparato de propaganda para bombardearnos y desmoralizarnos. Dicen que este mundo es el único que puede haber, que cualquier iniciativa de cambio está destinada al fracaso y producirá algo peor, que no hay más remedio que rogarles que nos den a las víctimas un trato mejor.

    Pero la neta: el imperialismo no sirve; entre más tiempo perdure, mayor será el sufrimiento que produzca. Como dije, existe otra alternativa: le pongo el nombre de "socialismo viable y visionario"; es decir, socialismo cuya visión es poner el mundo al derecho, un socialismo que de veras funciona. Tal socialismo existió en la China revolucionaria. No me refiero al falso socialismo de la ex Unión Soviética y de la China actual, que es una porquería capitalista, sino a la China maoísta.

    Los obreros y campesinos de la China maoísta, colectivamente y con el poder político en sus manos, se dedicaron a resolver problemas, transformar instituciones y cambiar su propia mentalidad. Se creó un modelo de desarrollo económico que es muy relevante para el mundo de hoy. China se desligó del sistema imperialista mundial y estableció una economía autosuficiente cuyo punto de partida fueron las necesidades del pueblo y no las ganancias ni las exigencias del mercado mundial. La agricultura fue la base y la industria estaba al servicio de ella.

    La tecnología se manejó conscientemente con el objetivo de fomentar un desarrollo económico y social igualitario; no se utilizó para dominar, deshumanizar o desplazar al pueblo, al contrario, el pueblo la dominó. Los obreros y campesinos participaron en las tareas de administración, planeación y gerencia; los gerentes participaron en la producción. Los estudiantes fueron al campo para aprender de los campesinos. Se estaban superando las diferencias que existieron durante siglos entre el trabajo intelectual y manual, entre la industria y la agricultura, y entre la ciudad y el campo. Se luchó contra las relaciones sociales e ideas que degradan a la mujer y generan rivalidades y encono. Fue una revolución continua que luchó contra las fuerzas burguesas y explotadoras, las antiguas y, sobre todo, las nuevas que surgen en la sociedad socialista. Fue una base de apoyo para la revolución mundial.

    Pero en 1976, los seguidores del camino capitalista encabezados por Deng Xiaoping derrotaron la revolución. Al analizar esa derrota y las dificultades concretas que la revolución socialista ha enfrentado, algunos concluyen que es imposible forjar una sociedad y economía independiente en el contexto de la economía mundial globalizada. Dicen que el imperialismo es demasiado fuerte y el mundo demasiado integrado; proponen "reevaluar" o, inclusive abandonar, el proyecto socialista.

    Para responder, los maoístas planteamos dos puntos. Primero, durante 25 años el socialismo funcionó en China y puede funcionar en otros lugares. En segundo lugar, es cierto que los estados socialistas han enfrentado y enfrentarán enormes retos y obstáculos. A escala mundial, las fuerzas de explotación e imperialismo por ahora son más fuertes que las de la revolución proletaria. Las relaciones económicas y sociales del imperialismo, así como su ideología y cultura, seguirán ejerciendo mucha influencia; y, tarde o temprano, el imperialismo buscará retomar las posiciones perdidas violentamente.

    Sin embargo, eso no implica que la revolución es imposible. Significa que el destino de cada revolución está ligado, en última instancia, al avance de la revolución mundial, lo cual implica que cuando las masas logran tomar el poder y construir el socialismo, la nueva sociedad debe, ante todo, servir al avance de la revolución mundial. Ese es el segundo punto.

    La revolución socialista es difícil y tortuosa, pero es el único camino a la emancipación y la superación de las diferencias y desigualdades de la sociedad de clases; a establecer una economía socialista liberadora que se caracteriza por el control social, la participación de las masas y el aprovechamiento de los recursos para satisfacer sus necesidades básicas; a crear una sociedad donde la mujer "sostiene la mitad del cielo", hay igualdad de culturas e idiomas, y la meta de la revolución es llegar a un mundo sin clases: el comunismo.

    He tocado muchos aspectos de la globalización imperialista. Fíjense: para que el sistema funcione, millones de personas del tercer mundo mueren de hambre... millones en los países imperialistas pierden el empleo... y en el país más rico del mundo, Estados Unidos, se construyen más y más cárceles para los oprimidos. De veras este sistema es obsoleto, pero los buitres quieren convencernos de que es eterno.

    Confrontamos un enemigo común. Forjemos lazos fuertes y solidaridad más férrea. Aprendamos uno del otro. Luchemos por otro futuro. Podemos emanciparnos y emancipar a toda la humanidad.


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