Después de la masacre de Chiapas: Muerte y resistencia

Obrero Revolucionario #941, 25 de enero, 1998

A raíz de la masacre de 45 campesinos en Chiapas el 22 de diciembre, la zona sigue convulsionada. El presidente Ernesto Zedillo sigue enviando tropas para reforzar a los batallones que han sitiado las bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en la selva Lacandona, y para ocupar más comunidades y pueblos, con el pretexto de "pacificar" a Chiapas y "desarmar a todos los grupos armados". Pero la verdad es que van a atacar al EZLN y sus partidarios, y no hacen nada para impedir las fechorías de los paramilitares. Después de la masacre, las autoridades arrestaron a varios miembros de un grupo paramilitar y a un funcionario del PRI (el partido de gobierno), pero eso no ha impedido que los paramilitares sigan sembrando terror, al amparo de las tropas federales.

En muchas bases zapatistas los federales están entrando casa por casa, buscando armas, pidiendo información sobre los zapatistas y robándose lo poco que encuentran. Muchos campesinos han abandonado sus comunidades, ya sea por los ataques de los soldados o por temor a nuevos ataques de los paramilitares. El éxodo empezó antes de la masacre, pero esta lo redobló. Ahora hay refugiados apiñados en pésimas condiciones, sin tener de qué vivir y presa fácil de las fuerzas armadas reaccionarias.

Los sucesos del 9 de enero dan una idea de lo que está sucediendo en la zona, tanto de la represión como de la resistencia popular. Por ejemplo, en Galena, municipio de Ocosingo, los federales trataron por tercera vez desde el 1º de enero de ocupar el pueblo, pero tuvieron que replegarse ante una lluvia de piedras y palos; algo similar ocurrió en La Laguna, Altamirano. En Octal, 100 soldados interrogaron a los campesinos y saquearon sus viviendas. Al pueblo de 10 de Mayo, Altamirano, llegaron 10 camiones repletos de policías y soldados, guiados por paramilitares conocidos, y atacaron a un grupo de mujeres y niños que les cerró el camino.

El 12 de enero, hubo una confrontación en una marcha de protesta de 6000 personas en el centro de Ocosingo por la masacre de Acteal y la militarización de sus comunidades. En un punto de control en la carretera, le tiraron piedras a la policía estatal y esta disparó gas lacrimógeno contra la multitud y sus armas de fuego al aire. Pero al replegarse en sus camiones, abrieron fuego contra la gente.

Guadalupe Méndez López, una tzeltal de 38 años, murió instantáneamente de un balazo en el corazón. Su hija de dos años, que llevaba cargada, y un joven resultaron heridos.

Las noticias de la balacera llegaron a Ciudad de México precisamente cuando 100.000 personas protestaban contra la masacre del 22 de diciembre.

El gobernador de Chiapas puso cara de yo no fui y ordenó el arresto del batallón que abrió fuego en Ocosingo. Las tropas federales siguen invadiendo las comunidades de Chiapas.

Al día siguiente de la muerte de Guadalupe Méndez, miles de indígenas se concentraron de nuevo en Ocosingo y bloquearon la carretera principal varias horas para exigir el retiro de los soldados y la policía de sus comunidades.

Uno de los manifestantes dijo: "Los policías no son mejores que nosotros, pero nos quieren someter con sus armas. No vienen a protegernos ni a ayudar, solo vienen a atacar".


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