Empieza juicio federal

El asesinato de Anthony Báez

Obrero Revolucionario #962, 21 de junio, 1998 El 15 de junio empezará el juicio federal de Francis Livoti, el policía de Nueva York que mató a Anthony Báez, de 19 años, en diciembre de 1994. A Livoti lo acusaron de dos violaciones de derechos civiles: violar "el derecho de seguridad personal y de no ser sometido a fuerza irrazonable" de Anthony. Esas violaciones conllevan una posible sentencia de 10 años de cárcel y una multa de $250.000. No lo acusaron de homicidio, cuya sentencia máxima es cadena perpetua. El fiscal dijo que sería más difícil comprobar que Anthony murió como consecuencia de la llave estranguladora que le aplicó Livoti, pero en realidad no cabe duda de que Livoti lo mató a sangre fría.

Es 1994, la víspera de la navidad. La familia Báez está reunida. Unos vinieron de visita de la Florida, pero para ellos es hora de regresar. Saben que habrá mucho tráfico, así que deciden salir de la casa muy temprano, a las 3 ó 4 de la mañana. El equipaje está listo y tienen unos momentos para disfrutar juntos. Juegan a las cartas, pero tienen mucha energía y no quieren quedarse adentro. A la una, cuatro hermanos salen de la casa para jugar fútbol. A Iris Báez le gustaba que sus hijos jugaran frente a la casa. De esa manera podía verlos y ayudarlos si había problemas. Todos están muy contentos... pero de repente en vez de dar en la portería, la pelota da en el techo de un radiopatrulla estacionado en la calle. Los hermanos piden perdón. No es gran cosa.

A los agentes les gusta estacionarse en esa calle, a veces para tomar café, a veces para dormir. Llega otro radiopatrulla. El chofer es Francis Livoti, un policía contra quien se han entablado 14 quejas de brutalidad, muchas por apretarle el cuello a los detenidos. Va con un sargento que supuestamente lo acompaña para controlarlo.

En eso, una pelota da en el carro de Livoti. Se baja y les grita que se larguen a su casa. Pero están frente a su casa. Vuelven a jugar. Livoti se baja energúmeno. "¡Basta ya! ¿Quién quiere pelear?", grita. Agarra a uno de los hermanos, David, y lo zampa en la patrulla. Anthony protesta. Livoti agarra a Anthony por el cuello. Anthony es grande, era luchador. Probablemente puede darle duro a Livoti, pero no opone resistencia. A Livoti no le importa; está enloquecido. Le aprieta el cuello 10 segundos, 20 segundos, 30 segundos, 40 segundos, 50 segundos... un minuto muy largo. Le está estrujando la vida.

Anthony cae desmayado boca abajo en la calle. Los policías le clavan la rodilla en la espalda y lo esposan. Lo dejan en la calle 15 minutos y lo arrastran a una patrulla. Nunca recobra el conocimiento.

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Después del asesinato de Anthony Báez, su familia tuvo que luchar para que las autoridades acusaran a Livoti, lo que es típico. Luego lo absolvieron.

Antes del entierro, la familia Báez empezó a denunciar su asesinato a sangre fría y a demandar justicia. Su tía, Carol Sandoval, dijo: "Hicimos un plantón frente a la delegación el día del entierro. Por todos lados los agentes se nos reían. En medio de nuestro dolor tuvimos que organizar todo esto...". Esa firmeza obligó al sistema a acusar a Livoti. Luego un juez va y rechaza la acusación por un "error tipográfico", y la familia se toma la oficina del fiscal del Bronx. Lo volvieron a acusar, pero solo de homicidio por negligencia, la acusación menos grave posible, con un castigo máximo de cuatro años de cárcel.

La familia Báez pronto se dio cuenta de que en los tribunales del sistema el pueblo no puede esperar justicia. Livoti no quería que lo juzgara un jurado del Bronx (donde muchas veces los jurados no creen las mentiras de la policía), así que pidió un juicio por el juez Gerald Sheindlin. El juez decidió que las 14 quejas de brutalidad contra Livoti no eran pertinentes al juicio. Pasó por alto el testimonio de los familiares de Anthony y de seis médicos forenses, incluso el de la alcaldía. Hasta pasó por alto la versión de uno de los agentes, porque cuadraba con la del médico forense y de la familia de Anthony. En vez, creyó las mentiras de otros cinco agentes, aunque eran sumamente contradictorias.

El abogado de Livoti dijo que no le apretó el cuello a Anthony, y que murió de un ataque de asma. Pero los hermanos y el padre de Anthony afirmaron que lo estranguló hasta que cayó al suelo desmayado. Y el médico forense de la alcaldía, el Dr. Charles Hirsch, no dejó en duda la causa de la muerte de Anthony: "En mi opinión, la compresión del cuello es la principal causa de muerte". Hirsch dijo que a Anthony le comprimieron el cuello "durante un intervalo de un minuto o más". Otros cinco expertos dijeron lo mismo. Presentaron fotos escalofriantes de su cadáver, con hemorragias en los ojos y múltiples hemorragias en la laringe.

El 7 de octubre de 1997, el juez Sheindlin dijo que Livoti no era culpable. El veredicto enfureció a tanta gente que tuvo que escribir una defensa de 10 páginas y hablar con los medios. Sheindlin dijo que dado que el asma era la causa de muerte de Anthony, Livoti no era responsable porque no sabía que tenía asma (a pesar de que el padre de Anthony se lo dijo repetidas veces).

La respuesta popular fue rápida. Apenas el juez dio su veredicto, Ramón Báez, el papá de Anthony, se levantó y empezó a gritar: "¡Asesino, asesino!". Los alguaciles sacaron a Livoti de la corte inmediatamente. Otros familiares y partidarios también le gritaron a Livoti, al juez y a los policías que fueron a apoyar a su compinche. David, el hermano menor de Anthony, salió disparado, furioso y angustiado, a anunciar la decisión: "¡Inocente, lo declararon inocente!". A un grupo de policías les gritó en la cara: "¡Es culpable y ustedes lo saben!".

Otros empezaron a salir de la corte llorando y gritando de ira. Agarraron las barricadas de la corte y las tumbaron. Una señora lanzó una contra la pared. Se desplegó una bandera puertorriqueña. Estallaron escaramuzas. En el corredor, señalaban a los policías y coreaban: "¡Si no hay justicia no habrá paz!" y "¡Culpable, culpable!"

Afuera, unas 200 personas, entre familiares, compañeros, partidarios y familiares de otras víctimas de la policía, se echaron a la calle. Las protestas continuaron en los días siguientes.

En diciembre de 1996, hubo otro juicio por una demanda de $48 millones contra Livoti y la alcaldía por violar los derechos civiles de Anthony. Los abogados de la alcaldía dijeron que no era responsable de la muerte de Anthony porque Livoti no hizo nada que pudiera "considerar una promoción de los intereses de la alcaldía, sino solo de los suyos" y que sus acciones "no encajan dentro de sus deberes" de policía.

Para empezar, las autoridades se basaron en que Livoti era policía para perdonarlo. Lo juzgaron como agente de policía; su abogado era del sindicato de policías; el juez lo absolvió porque era policía; y el alcalde Rudolph Giuliani elogió la decisión del juez. La alcaldía lo defendió durante el juicio y le dio protección. Pero luego la alcaldía quería lavarse las manos, diciendo que no era responsable del crimen de Livoti porque no actuaba en nombre de la alcaldía. La demanda todavía está pendiente.

Miembros de la familia Báez han participado en la lucha contra la brutalidad policial y fueron al primer Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial, el 22 de octubre de 1996. Poco después del veredicto de octubre de 1996, tuvimos la oportunidad de platicar con Iris, Ramón y David Báez en su casa en el Bronx. A continuación presentamos una parte de la entrevista, que salió en el OR No. 879.

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OR: ¿Qué pasó la noche del 22 de diciembre de 1994?

Ramón Báez: Uno de mis hijos, creo que David o Tony, lanzó una pelota de fútbol que golpeó un radiopatrulla. Cuando mi otro hijo, Henry, fue a recogerla, le pidió disculpas al agente y este las aceptó. Siguieron jugando una media hora más sin ningún problema hasta que David lanzó una pelota que le dio al radiopatrulla del agente Livoti.

Livoti se salió del radiopatrulla, pero no como agente de la policía sino como un matón, un bravucón, y les dijo que no quería que siguieran jugando. Les dijo: "¡Váyanse de aquí, hijos de puta!". Así de grosero, y les preguntó de qué pandilla eran.

Mi hijo Ramón le contestó: "No somos pandilla, somos cuatro hermanos que estamos jugando". Luego Livoti empezó a buscar pleito con Ramón, le dijo: "¡Qué quieres, quieres pegarme!" Ramón tenía 21 años, y era un buen muchacho, nunca tuvo problemas, ni en la escuela. Era un buen muchacho, como decía, nunca tuvo problemas. Livoti quería pelear con Ramón porque era el más grande de los cuatro. David le dijo: "¿Qué quiere? Solo queremos jugar fútbol, no queremos pelear. ¿Por qué nos provoca?".

Fue entonces que Livoti se lanzó contra David y lo trató como criminal.

David Báez: Dijo que estaba bajo arresto y me esposó, me estrelló la cabeza contra el jeep de mi hermano, me lanzó contra el suelo, me levantó de las esposas y empezó a tirarme y jalarme. Las esposas empezaron a cortarme. Luego me metió en el radiopatrulla y fue a buscar pleito con mis hermanos, creo que para demostrar que era bien macho.

Mi hermano Tony le preguntaba que por qué me arrestaban, que conocemos nuestros derechos. Pero Livoti no quería escuchar nada de eso y lo agarró en una llave estranguladora. Mis hermanos le pedían que lo soltara, pero a ellos también les cayeron encima. Yo vi todo desde el radiopatrulla, así que me salí y vi venir corriendo a mi papá. Todos llamaban a mi papá a gritos. Yo iba corriendo a donde estaban mi papá y mis hermanos. En eso me tiraron contra el suelo, me golpearon y uno me puso la pistola en la cabeza; me volvieron a meter en el radiopatrulla y me llevaron a la delegación.

Mi papá le suplicaba al agente Livoti: "Suelte a mi hijo, es asmático. ¿Por qué lo están matando?".

En la delegación, otros agentes me pegaron y me tuvieron ocho horas. Me dijeron que me iban a mandar a Rikers [un penal], me dieron golpes en la espalda y la cara. Ahí nos tuvieron ocho horas a mí y a mi hermano Henry, a quien arrestaron simplemente por preguntar por qué me estaban tratando así y por explicar que todos vivimos juntos y no estábamos haciendo nada más que jugando fútbol.

Ramón Báez: Henry y Ramón estaban gritando: "Papá, papá". Oí el pánico en sus voces. Me dije: hay problema, y salí a ver qué pasaba. Por la manera en que trataban a mi familia uno hubiera pensado que se trataba de una pandilla, de criminales, porque nos trataron como criminales. Yo he visto cómo tratan a los jóvenes.

Cuando vi al agente Livoti, le dije que lo soltara, que lo iba a matar, que es asmático. El sabía que mi hijo era asmático, y así y todo no lo soltó. Por eso estoy tan indignado. Mi hijo cayó al suelo. Livoti me dijo: "Tu hijo es asmático, qué bueno".

Nos maltrataron. Uno de los agentes quiso arrestarme porque estaba buscando ayuda para Tony, que estaba tirado en el suelo, inmóvil. Estaba buscando al sargento, a quien estaba a cargo.

No me dejaban acercarme a Tony, me empujaban cada vez que me acercaba. Era increíble.... Ahí estuvo tirado unos 20 minutos; yo esperaba una sirena, alguna clase de ayuda. Una agente metió a Tony en su radiopatrulla y me dijo que lo llevaba a un hospital porque tenía los ojos cerrados y no tenía pulso, nada.

Fui a la delegación; Ramón estaba afuera esperando. Entramos y me acerqué al agente que estaba detrás del escritorio y le dije: "¿Por qué no paró a Livoti? ¿Por qué no hizo algo?". El agente agachó la cabeza y nos dijo: "No sé, no sé", estaba casi llorando, porque sabía lo que pasó. Pero en la corte dijo un montón de mentiras.

Estuve en la delegación esperando a Henry y David, pues no sabía de ellos. En eso llega una llamada telefónica a la delegación y el agente me dice que debo ir al hospital, que Tony se bate entre la vida y la muerte. Fuimos al hospital. Ya sabía que Tony estaba mal, sabía que algo iba a ocurrir.

Entonces me informaron que había muerto.

Llamé a mi esposa para informarle, también llamé a la esposa de Tony, a toda la familia. Ellos fueron al hospital y yo me fui a la delegación porque tenía que hacer todo lo posible para sacar a David y Henry de las garras de los policías porque no quería que me mataran a otro hijo. Vi que a David le pusieron una pistola a la cabeza.

Conozco a mi hijo Tony. Le decía al agente que conocía sus derechos. Y cuando uno le dice eso a un agente, se mete en problemas, especialmente si uno es latino. Piensan que por ser latinos no somos inteligentes. Pero mi hijo Tony era muy culto, yo no tengo la educación que tienen mis hijos, no puedo hablar inglés tan bien como ellos, pero hago el esfuerzo, al igual que mi esposa. Todos mis hijos tienen educación. ¡Pero nos tratan como animales! Por eso me altero cuando hablo sobre esto.

Me enardezco porque conozco a mis hijos, los conozco. Esos cuatro muchachos nunca tuvieron problemas con la policía...llevan 20 años jugando fútbol en la calle frente a la casa. En 20 años nadie se ha quejado, ni una sola vez en 20 años y ahora esto.

Tony era parte de nuestra familia, estaba en la flor de la vida. Para nuestra familia, la vida ya no es igual. Hemos tenido muchos problemas desde que mataron a Tony. Tenemos problemas con el Departamento de Justicia y con la policía. Lo único que tenemos es a Dios, Dios y la comunidad. Necesitamos que la comunidad nos apoye, lo único que necesitamos es que se una la comunidad para que no vuelva a ocurrir algo igual.

Quiero que todo eso contra los latinos, negros, toda la ciudad pare. No quiero que nadie salga lastimado, especialmente nuestros hijos. No quiero más asesinatos aquí en Nueva York. No quiero que maten más muchachos judíos, no quiero que maten más muchachos italianos, irlandeses, no quiero que eso le pase a nadie. Por eso es que tenemos que seguir luchando. Es cierto que tenemos diferencias, pero hay que ponerlas a un lado para luchar juntos contra la brutalidad policial....

OR: En medio de todo el dolor, empezaron a luchar por justicia para su hijo; cuéntennos cómo lo hicieron.

Iris Báez: Cuando me dijeron que Tony murió de asma, dije no, eso es imposible, no pudo haber muerto de asma, y decidí buscar un médico forense independiente. Llamé a un abogado que me consiguió un médico forense la nochebuena. La alcaldía todavía no me había dicho qué le pasó a mi hijo.

El médico forense concluyó que fue homicidio y la alcaldía tuvo que reconocerlo. Desde ese momento me puse furiosa, porque todo eso por una pelota de fútbol.

Decía que no hay justicia, simplemente no la hay. El policía o era un racista o se creía muy macho, y se ensañó con mis hijos. Decidí que tenía que luchar. Vino mi hermana, así como mi hija Patricia, y dijimos que teníamos que hacer algo, que esto no podía quedar así. ¿Pero qué hacer?

Ellas dijeron que teníamos que dar a conocer lo que pasó, armar lío y yo estaba de acuerdo. Conseguimos cartones y los muchachos empezaron a hacer pancartas; marchamos de aquí a la delegación 46 el día que velamos a Tony en la funeraria. Decíamos que mi hijo fue asesinado.

Marchamos a la funeraria para que los vecinos supieran que algo andaba mal, como para despertarlos. Esas protestas las hicimos todos los días de la velación. Después que lo enterramos tuve que regresar a la Florida.

Regresé a Nueva York en enero e hicimos otra marcha a la delegación. De ahí fuimos hasta la corte en la calle 161. Esa fue la primera protesta. Solo éramos los familiares y un par de vecinos que nos acompañaron, pero a medida que seguíamos marchando y coreando se unía más y más gente. Cuando llegamos a la corte ya éramos como 50. Una amiga de mi hija desde hace muchos años dijo: "No se preocupen, los vamos a ayudar". Ella le pidió a la Coalición Mumia que nos ayudara porque no teníamos dinero. Así que ellos nos ayudaron con los primeros volantes y pancartas. Desde ese entonces la cosa ha ido creciendo.

Ahora luchamos por todas las víctimas.

OR: Dijiste que tienes una misión, que tienes que despertar a la gente y hacerla consciente de la brutalidad y los asesinatos de la policía. ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que asesinaron a tu hijo?

Iris Báez: Cuando murió mi hijo y empecé a salir a la calle y la gente se me acercaba a contarme sus problemas, pensé que la muerte de mi hijo no fue en vano. Tal vez el hecho de que me lancé a la calle a gritar y llorar ayudó a muchos a sacar todo eso a la luz, a hablar sobre eso y decir claramente que tenemos un problema grave en esta ciudad. Y que vamos a tener que lanzarnos a la calle, despertar a la gente y hacerla ver lo que está pasando, porque estamos demasiado callados, permitiendo que nos pisoteen y hagan con nosotros lo que les dé la gana, y nosotros sin poder decir nada. No debemos vivir así....

Me he fortalecido. Tony me ha dado el ánimo para hacer cosas que nunca me imaginé que podía hacer, como hablar en público, gritar, chillar, ¿me entiendes? Nunca me imaginaba que era capaz de hacer eso. Me ha dado voluntad para vivir, la voluntad para luchar por otras víctimas, por los padres; porque unos padres no expresan lo que sienten, se mueren por dentro y mueren de pena. No podemos permitir que la pena nos cubra como una cobija. Tenemos que decir ¡basta!

Mi hijo valía mucho, él era la vida misma y amaba la vida, así que no puedo permitir que eso le pase a otros.


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