El asesinato policial de Joe Joshua

Michael Slate

Obrero Revolucionario #981, 8 de noviembre, 1998

Hace quince días, estaba platicando con un compañero de clase media muy indignado por la brutalidad policial, pero que tenía la duda de si en verdad se trata de una epidemia. Pues, la realidad cotidiana de esta ciudad es el argumento más convincente: durante esa semana, el Departamento de Policía de Los Angeles (DPLA) mató a dos personas en el lapso de tres días. Baleó a una señora al salir del coche en un estacionamiento (según la policía, le apuntó una pistola); dos días antes ejecutó a Joe Joshua, un negro de 76 años de Sur Centro. Dijeron que arremetió contra ellos con un cuchillo y que no había otra manera de controlarlo. A continuación, la historia de Joe Joshua.

En la esquina de Manchester y Vermont los edificios son bajitos; ya no es el centro. Aquí en el sur de la ciudad da la impresión de que los edificios se aferran a la tierra por temor a deslizarse hacia un terrible abismo. Esta esquina es muy transitada: los viejos y mugrientos autobuses recogen a los trabajadores por la mañana para repartirlos a puntos distantes; por la tarde los escupen aquí de nuevo, sucios y agotados.

Por aquí difícilmente se encuentra algo de belleza; es un enorme vacío gris, salvo un rinconcito de esta esquina donde hay una ofrenda de rosas, margaritas y claveles brillantes; un oso de peluche blanco con un corazón agarrado en la manito dice "Te quiero"; y en medio se ve una tarjeta que expresa el amor de un hijo y una hija por su padre. Aquí es donde el DPLA ejecutó a Joe Joshua la tarde del sábado 10 de octubre.

Joe Joshua siempre andaba por aquí en bicicleta con un enorme radio atrás. Vivía en una casa abandonada a unas cuadras de la esquina donde murió. Sabía que la calle puede ser peligrosa y por eso tenía un cuchillo para defenderse. Como tenía muchos años por aquí, todo el mundo lo conocía. Era un carnicero jubilado y recibía una pensioncita. Chambeaba para ganarse unos centavos más; a veces vendía botellas, latas o fichas para el autobús. Se tomaba sus copas y apostaba de vez en cuando; además, tenía problemas psicológicos y hace poco estuvo en el hospital. Pero todo el mundo--su ex esposa y cinco hijos, los vecinos, etc.,--dice que era un buen tipo que no molestaba a nadie.

Ese día el DPLA invadió el barrio dizque para investigar un asalto al banco que queda a media cuadra de Manchester y Vermont, pero resulta que no hubo tal asalto. La chota llegó a joder, como siempre.

Según los agentes, Joe Joshua arremetió contra ellos con un cuchillo de 30 centímetros. Alan, un hombre que vende fichas de autobús en la avenida Manchester, desmintió la versión de la policía y el Los Angeles Times acerca del asesinato de su amigo: "El L.A. Times y la policía mienten. Joe estaba retrocediendo. ¿Cómo iba a atacar a la chota con un cuchillo cuando estaba retrocediendo hacia su bicicleta con las manos alzadas? Que agredía a alguien, pues que me digan, ¿a quién?

"Los negros no tenemos derechos. Los blancos sí, pero nosotros no. Aquí en Sur Centro, cuando nos paran, ya tienen las armas listas, pero si paran a un muchacho blanco, le dicen: `Disculpe, señor, a lo mejor no se haya dado cuenta de que estaba haciendo tal o cual cosa'. No paran a cinco blancos que van paseando en coche, pero si son cinco negros, ya verán. Siempre nos paran, nos joden todos los días. Que nos larguemos de la esquina porque si no nos meten al bote. Algunos van al bote, otros se largan. Como estoy bajo libertad condicional, yo tengo que largarme. Pero unos no se dejan.

"Cuando supe que mataron a Joe, no podía creerlo. Me enteré en las noticias, vi la bicicleta y vi su cuchillo en el suelo, reconocí el cuchillo. Joe no atacó a la chota. Iba para su bicicleta cuando lo balearon".

Jesse, un viejo que estaba recogiendo latas y botellas, se acercó para platicar de su amigo Joe. Jesse trabajó 30 años en los ferrocarriles y ahora tiene que pepenar en la basura para ganarse los centavos que necesita para comer. Durante 35 años vivió con su esposa en una casa cerca de donde asesinaron a Joe. Suelta una carcajada amarga al decirme que allí crió a seis hijos, pero un día el dueño decidió que no iba a cuidar la casa, que se la iba a dejar a los ratones y cucarachas. Finalmente, Jesse y su esposa se tuvieron que mudar.

Jesse vio el incidente: "Yo estaba ahí mismo. La chota le dijo que alzara las manos y obedeció. Tenía el cuchillo en la mano derecha. Dicen que arremetió contra ellos, pero no es cierto. Estaba allí parado no más y le metieron un tiro en el pecho. ¡Lo asesinaron! Leí la prensa, oí las noticias; eran puras mentiras, una bola de mentiras. Joe no le hacía daño a nadie, nada más andaba por esta calle en su bicicleta, aquí andaba todos los días".

George tiene 18 años y se la pasa caminando en las calles del barrio. Yo lo vi parado frente a la esquina donde balearon a Joe, viendo pasar a la chota y mirándola con odio y coraje.

George también presenció el asesinato de Joe Joshua: "El viejito iba en su bicicleta y, cuando iba pasando, una mujer policía lo llamó. Contestó: `¿Para qué? Yo no hice nada. ¿Para qué se meten conmigo?' Se supone que los policías estaban aquí por un robo; ¿por qué le cayeron encima a un viejito que no hacía nada? Lo mataron por nada. Cuando lo llamaron, alzó las manos y dijo: `Déjenme en paz. No hice nada y no quiero problemas'. Lo insultaron; contestó que dejaran de chingar. Tenía un cuchillo chico--no muy grande--la tenía en la mano y tenía las manos arriba. Luego dio un paso y le metieron un tiro. Ahí mismo murió, por nada. No quería problemas, solo quería seguir en su bicicleta.

"Entonces todos los policías se apuraron a sacar al agente que lo baleó. Me acerqué a un policía negro y le pregunté: "`¿Oye, viste eso, hombre?'. `No vi nada', me contestó. Yo dije: `¿Cómo que no viste nada? Estabas ahí mismo, oíste el disparo, sabes lo que están haciendo los demás agentes'. Siempre dicen que hay que obedecer la ley, pero yo digo que se vayan a la chingada. La chota no se apega a la ley, se protege y a nosotros nos jode. Rodaban el cuerpo del viejito para aquí y para acá, aunque saben que no se debe mover un cadáver en un incidente así. Luego le aplicaron choques para ver si estaba vivo o muerto. Vi todo porque estaba ahí mismo. Después otro agente fue a su patrulla y sacó una escopeta, y empujó al viejito para ver si movía. Pues en dado caso, seguro que le iba a meter unos tiros. Había nueve chotas--el FBI también estuvo--y todos llegaron con las armas listas como si el viejito fuera a matar a alguien".

Jesse tiene mucho coraje por la brutalidad y hostigamiento cotidiano que sufren en Sur Centro a manos de la chota: "Aquí nos joden constantemente. Por ejemplo, hoy estaba en el patio con mi cuate y la chota viene a preguntar si aquí vivimos. Pensé: ¿qué importa si vivimos aquí o no? Pero sabía que si digo que no, nos iban a tirar contra la patrulla, y ¿para qué? Nos iban a tirar contra la patrulla como de costumbre. Nos joden por nada. No tiene caso. Tengo 18 años y no puedo andar por la calle sin que de repente me tiren contra la patrulla. ¿Por qué? Nada más voy caminando por la calle, ¿que me quieren arrestar por caminar en sentido contrario? A la chingada, que se jodan. Me caen remal, me dan asco.

"Estuvo mal que mataran al viejito, pero eso lo hacen todos los días y como si nada. Lo tapan. Aquí tienen carta blanca para asesinarnos. Se roban droga y la venden. La chota es sucia, todos son sucios. La neta. Son malos, son sucios, pero ¿qué se le puede hacer? ¿Llamar a la policía? ¿Para qué? Nada más viene a joder".


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