Helicópteros yanquis a Colombia

Congreso aprueba $1,3 billones de ayuda

Obrero Revolucionario #1063, 23 de julio, 2000

En un fin de semana de febrero, unos 300 hombres armados (paramilitares de las reaccionarias Autodefensas Unidas de Colombia) entraron a El Salado, un caserío en el norte de Colombia, y masacraron a 71 campesinos a sangre fría.

Colocaron una mesa y silla en la cancha de baloncesto, frente a la iglesia, y con la ayuda de dos hombres enmascarados (desertores de las FARC, el principal grupo guerrillero), fueron a buscar uno por uno a presuntos colaboradores de las FARC. Los torturaron y los ejecutaron a machetazos, a golpes y a balazos. La mayoría eran hombres, pero también mataron a una niña de 6 años y a una anciana.

El horror duró tres días, durante los cuales los paramilitares se emborracharon con bebidas robadas de una cantina, tocaron música a todo volumen y violaron a las mujeres. Un sobreviviente dijo: "Para ellos fue una gran fiesta. Tomaron y bailaron mientras nos mataban como cerdos".

Los paramilitares no cometieron este horror solos. A unos pocos kilómetros de El Salado se encontraban unidades del ejército y de la policía enteradas de lo que pasaba, pero no intervinieron. De hecho, el ejército bloqueó la carretera al pueblo, no para cerrar el paso a los paramilitares sino para que nadie fuera a ayudar. Los sobrevivientes de El Salado huyeron, y los siguieron los habitantes de otros pueblos de la zona al enterarse de la masacre.

La masacre de El Salado no fue un incidente aislado. La Fiscalía de Colombia calcula que en 1999 los escuadrones de la muerte cometieron más de 125 masacres, con un saldo de mil muertos. En los últimos dos años, más de 300.000 campesinos han abandonado el campo a causa de la violencia paramilitar.

Los paramilitares tienen lazos con terratenientes, la policía y unidades del ejército. Llevan a cabo asesinatos y masacres de simpatizantes de la guerrilla y de campesinos comunes y corrientes, con el fin de sembrar terror y aislar a la oposición. Trabajan de la mano con el gobierno, y tras bastidores están los imperialistas yanquis. Para Washington, tener una red de asesinos hasta cierto punto independiente del ejército es muy útil. Es parte del "modelo de El Salvador", perfeccionado durante la guerra de contrainsurgencia de los años 80.

Ahora, Estados Unidos está a punto de redoblar el apoyo militar a Colombia. Acaba de aprobarse un plan, con el apoyo tanto de los demócratas como de los republicanos, de mandar enormes cantidades de dinero, equipo y asesores militares para apoyar una ofensiva de las fuerzas armadas colombianas contra las FARC y otros grupos de oposición.

Lo que pasó en El Salado da un vistazo de lo que puede pasar en mayor escala en el campo colombiano como consecuencia del plan estadounidense.

Un plan para reestructurar el país según las necesidades del imperialismo

El 29 de junio, la Cámara de Representantes aprobó un paquete de ayuda de $1,3 billones al gobierno, las fuerzas armadas y la policía de Colombia. Al día siguiente, el Senado también lo aprobó sin objeciones y pronto lo firmará Clinton.

Esos fondos son parte de un agresivo plan para reestructurar a Colombia y fortalecer al ejército, con tres nuevos batallones de contrainsurgencia bajo al supervisión de Estados Unidos, y para lanzar una nueva guerra contra el pueblo. La ofensiva se centrará en una campaña militar de dos años llamada "Ingreso a las zonas cocaleras del sur de Colombia". Un alto funcionario del gobierno de Clinton dijo que el plan "aumentará la presencia del gobierno en una zona donde ha habido un vacío de autoridad civil, policial y militar".

No es casualidad que esas zonas, donde existe un "vacío" de autoridad, sean las zonas donde la oposición, especialmente las FARC, tiene mucha influencia.

Las operaciones planeadas para Colombia siguen el "modelo de El Salvador". Esto quiere decir que el Pentágono se propone armar, entrenar y dirigir las fuerzas armadas colombianas por medio de un grupo grande de asesores, comandantes, agentes de la CIA y la DEA, y equipos de espionaje aéreo, pero sin mandar directamente tropas. La carne de cañón y los muertos los debe poner el ejército colombiano.

Ya antes de aprobarse la nueva escalada militar, Colombia es el país (fuera del Oriente Medio) que más ayuda militar recibe de Estados Unidos. Durante el gobierno de Clinton, la ayuda ha aumentado enormemente: de $65 millones en 1996, a casi $300 millones en 1999. Antes ese dinero se dedicaba principalmente a la policía; ahora se dedicará al ejército.

Se calcula que en la actualidad hay unos 300 agentes del Pentágono, la Agencia de Inteligencia de Defensa, la CIA y la DEA en Colombia.

El plan aprobado por el Congreso comprende:

• $600 millones para crear tres batallones de contrainsurgencia (CNBN). Un batallón ya creado tiene: brigadas de contrainsurgencia con helicópteros, artillería y unidades parecidas a las Boinas Verdes. Cuenta con la ayuda de aviones, radar, detectores terrestres y satélites estadounidenses. Hasta los uniformes, equipo, transporte, piezas de repuesto, tácticas y planes estratégicos son "Made in U.S.A.". Estos batallones recibirán 60 helicópteros de ataque Huey y Blackhawk (dotados con equipo de visión nocturna y blindaje especial).

• $96 millones para programas de la policía.

• $341 millones para las fuerzas militares de aire y agua. Las fuerzas armadas colombianas ya han recibido barcos cañoneros Piraña y tienen asesores del Servicio de Guardacostas, el ejército, la marina y el Departamento de Policía de Miami para combate de ríos.

• $200 millones para reestructurar el gobierno y para "desarrollo económico alternativo".

Junto con este "PLan Colombia", los gobiernos europeos van a mandar 1 billón de dólares para "programas sociales", y el Fondo Monetario Internacional y los bancos internacionales le abrirán un crédito de 5 billones de dólares al gobierno colombiano.

El propósito de esa inyección de dinero es estimular artificialmente la economía y crear una sensación de mejoría... mientras que las fuerzas armadas se preparan para una guerra civil sin cuartel. También se destinarán fondos a controlar la llegada de desplazados y a programas para sobornar y "reintegrar" a la oposición.

Es un plan para aplacar la situación de Colombia de modo que las corporaciones extranjeras puedan explotar con más "tranquilidad" los recursos naturales y la mano de obra, y con el fin de que el campo y los tugurios no sean semilleros de rebelión y resistencia. Todo esto se propone poner a Colombia "en orden" para los explotadores, bajo nuevas capas de deudas.

La verdad sobre la "guerra contra la droga"

Desde el comienzo el pretexto de la escalada de ayuda militar a Colombia ha sido la guerra contra la droga. Washington dice que va a participar en "operaciones contra narcóticos", no en operaciones de contrainsurgencia. Colombia es la mayor fuente de coca del mundo, la materia prima de la cocaína. Oficialmente, el jefe de la campaña es el general McCaffrey, el director de la Oficina Nacional de Política para el Control de la Droga.

Pero no es verdad que Estados Unidos se esté preparando para librar una guerra contra los narcos. Hace poco los voceros de las FARC dijeron: "Los narcotraficantes no tienen una fuerza militar. Entonces, ¿para qué los helicópteros, las lanchas y los batallones antinarcóticos?" En realidad la meta de esta escalada militar es amenazar, y posiblemente invadir, las zonas controladas por las FARC y otros grupos insurgentes.

En los últimos años se comprobó con lujo de detalles que durante la guerra clandestina contra el gobierno sandinista de Nicaragua en los años 80, la CIA ofreció proteger el tráfico de cocaína de Colombia a Estados Unidos a cambio del transporte de armas a la contra nicaragüense. La "epidemia de crack" y el crecimiento de los carteles colombianos están íntimamente vinculados a las medidas para apretar el control yanqui de Latinoamérica. (La Neta del OR-rwor.org-tiene una serie sobre la conexión de la CIA y la cocaína.)

Para muchos campesinos colombianos, el cultivo de exportación más redituable es la coca. No es una "opción": la organización de la sociedad y de la economía bajo la dominación imperialista los obliga a sembrar coca. Colombia es un país de tierra fértil que producía una gran variedad de alimentos y una buena cantidad de trigo, pero la importación obligatoria de trigo estadounidense arruinó la agricultura. En vez de alimentos, el campesino ahora tiene que sembrar productos de exportación, lo que lo deja a la merced de las fluctuaciones de precios y caprichos del mercado mundial. Colombia, el país del café, ¡está importando café para el consumo nacional!

El cultivo de exportación que más permite subsistir a los campesinos es la coca. Pero los campesinos no controlan ni se enriquecen del narcotráfico. Los capos de la droga son parte de la clase dominante colombiana (así sea que comiencen como campesinos), o sea, la clase de capitalistas compradores y terratenientes semifeudales íntimamente vinculada y subordinada al imperialismo. El narcotráfico penetra toda la economía y los narcodólares corren por las venas de toda la clase dominante. El gobierno es sumamente corrupto y coopera con los traficantes. En un célebre escándalo de 1999, se supo que el presidente Ernesto Samper recibió 6 millones de dólares de los carteles durante su campaña presidencial, al igual que los demás candidatos.

En Colombia, los narcodólares se han invertido en fincas, bienes raíces y la industria turística. Pero gran parte también llega a Estados Unidos, donde "se lava" por medio de bancos e inversiones "legítimas". Esas ganancias solo benefician a una pequeña capa de la sociedad; los explotados y oprimidos de Colombia son víctimas del narcotráfico.

En pocas palabras, es una mentira y un absurdo que Estados Unidos diga que va a "combatir el narcotráfico" apuntalando al gobierno y combatiendo a la guerrilla.

Negociaciones y amenazas

La escalada militar yanqui coincide con una compleja serie de negociaciones y acuerdos entre el gobierno colombiano y los dos principales grupos guerrilleros, las FARC y el ELN.

En 1998, el nuevo presidente, Andrés Pastrana, tomó las riendas con el apoyo de Estados Unidos e inició un proceso de negociaciones. Para ello, reconoció la autoridad de las FARC en una "zona desmilitarizada" en el sur del país. Hace poco, el ELN recibió su propia zona de control en la región central. La guerrilla ha mandado comisiones a Europa para reunirse con líderes de corporaciones y gobiernos imperialistas.

El reconocimiento de las zonas desmilitarizadas ha servido para concentrar las fuerzas guerrilleras, declarar un alto al fuego y sacar a los dirigentes de la clandestinidad. Eso es parte de una estrategia de doble filo: atraer a unos dirigentes a integrarse a la élite gobernante y luego derrotar a los demás con una guerra sin tregua. Es decir, la escalada y amenazas militares van de la mano con una campaña para atraer a la guerrilla a una especie de "compromiso histórico". Este es otro elemento del "modelo de El Salvador".

Las negociaciones entre el gobierno y las FARC se han suspendido repetidas veces. Por su parte, Estados Unidos está robusteciendo a las fuerzas armadas para hacerle a las FARC una "oferta que no puede rechazar". La meta es imponer una solución a la guerra civil de décadas en Colombia, ya sea con la capitulación o con la derrota militar de la guerrilla.

¡Estados Unidos fuera de Colombia!

Las actividades de Estados Unidos en Colombia son parte de la meta de pacificar todo el continente para sacar más ganancias de la explotación de sus recursos y pueblos. Está construyendo bases militares y llevando a cabo otras operaciones militares por todo Centro y Sudamérica.

Colombia es un país empantanado en una profunda crisis multifacética que ha arruinado la vida de la gran mayoría de la población. Una clase alta ostentosamente rica ha acaparado la mayoría de las tierras productivas y la riqueza mineral. Los grandes terratenientes (el 1.3% de la población rural) son dueños del 48% de la tierra; los campesinos (el 60% de la población rural) solo tienen el 5%.

Más de la mitad de la población es pobre y el 30% vive en absoluta miseria. La situación ha empeorado en los últimos años: el desempleo oficialmente es del 20%, pero en la práctica llega al 60%. El año pasado, la economía sufrió una contracción del 3.5%.

En las calles de las ciudades viven montones de "gamines" (niños de la calle), y la policía organiza escuadrones de la muerte para cazarlos y matarlos. Gran parte de la clase media también ha quedado arruinada.

Los largos años de crisis han gestado odio hacia el gobierno y han nutrido varios grupos político-militares que luchan en el campo. ¿La respuesta de la clase dominante?: una guerra sucia contra el campesinado y los grupos de oposición por medio del ejército, la policía y grupos paramilitares de derecha. Estos últimos atacan específicamente a los campesinos que apoyan a la guerrilla, y cometen constantes asesinatos, torturas, secuestros y masacres.

Ante tales atrocidades, miles de campesinos huyen a diario a las ciudades y casi dos millones de desplazados se aglomeran en tugurios. Colombia hoy tiene más desplazados que Kosovo tras la guerra de los Balcanes.

Es muy importante condenar la escalada de agresión yanqui, especialmente aquí en las entrañas de la bestia. Estados Unidos no tiene soluciones para los problemas que confronta el pueblo colombiano porque ha causado la crisis que asola al país, y la ayuda militar solo agravará la situación. El nuevo plan solo promete desatar más masacres como la de El Salado, más opresión y más miseria.


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