De "Grandes objetivos y gran estrategia"

La naturaleza repugnante de las fuerzas armadas imperialistas

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #1134, 13 de enero, 2002, en rwor.org

El OR está publicando esta serie de pasajes de "Grandes objetivos y gran estrategia", una obra inédita de Bob Avakian, presidente del PCR. Aunque se escribió hace más de un año, la obra (y estos pasajes en especial) abordan temas de importancia para la crisis y guerra actual. Esta es la octava parte.

En el marco de nuestro trabajo político, aun en este período, tenemos tareas directamente relacionadas con la esfera militar, por ejemplo poner al descubierto la verdadera naturaleza y papel de las fuerzas armadas yanquis a fin de atacar y socavar la "mentalidad militar" y la noción de que son "los buenos" que luchan contra "los malos" por todo el mundo, y específicamente que representan y defienden virtudes y valores que la sociedad "cochina" ha dejado en el olvido. En esta labor, los veteranos de las guerras de las fuerzas armadas imperialistas que tienen inclinaciones revolucionarias pueden hacer una contribución especial al atacar y socavar esa "mentalidad" e "imagen", esa noción de que las fuerzas armadas de Estados Unidos son los "hombres buenos de caballo blanco".

Los libros Making the Corps (Forjando la Infantería de Marina), Black Hawk Down (Cae un helicóptero Black Hawk) e Immaculate Invasión (Invasión inmaculada) sobre las fuerzas armadas yanquis y sus guerras e invasiones de los últimos años tienen muchísimos ejemplos de la naturaleza reaccionaria de la "mentalidad militar" yanqui y de sus manifestaciones grotescas (¡aunque el objetivo de los autores es pintar positivamente esa mentalidad!). En ellos sale a relucir una cosmovisión que inculca en los soldados, y las instituciones militares, que son superiores al resto de la sociedad estadounidense, que es "cochina", sufre una gran decadencia moral y va camino al infierno. En el abanico de la política burguesa estadounidense, dicho punto de vista tiene mucho en común con la derecha, especialmente la derecha cristiana. En palabras de Thomas Ricks, el autor de Making the Corps:

"Al parecer las fuerzas armadas se están inclinando más hacia el conservadurismo...

"Ciertos cambios en la sociedad, más culturales que políticos, han ampliado la brecha entre esta y las fuerzas armadas. Hay varios puntos de vista sobre el alcance de dichos cambios, pero hay una gran unanimidad en cuanto al hecho de que en las últimas décadas la sociedad estadounidense se ha vuelto más fragmentada, más individualista y menos disciplinada, y que las instituciones educativas, la iglesia y la familia tienen menos influencia. Todo esto la contrapone a los valores militares tradicionales de unidad, disciplina, sacrificio y de poner los intereses del grupo por encima de los del individuo". (Making the Corps pp. 280, 287, traducción del OR) El suplemento especial del OR "La verdad sobre la conspiración derechista... y por qué Clinton y los demócratas no son la respuesta", sobre la crisis relacionada con la destitución de Clinton, aborda este tema y cita otro pasaje ilustrativo de Making the Corps).

Por otra parte, Ricks hace una comparación reveladora entre la "mentalidad" de la Infantería de Marina (y las fuerzas armadas yanquis en general) y la sociedad japonesa, que conserva muchos conceptos feudales y feudo-militares de "honor" y valores parecidos:

"Curiosamente, la mentalidad de la Infantería de Marina es muy parecida a la mentalidad japonesa. Es casi una versión japonesa de Estados Unidos: frugal, relativamente armoniosa, sumamente jerárquica y donde casi siempre prima el grupo por encima del individuo...

"Pero la perspectiva de la Infantería de Marina es valiosa en la sociedad estadounidense porque plantea precisamente lo que se les ofrece a los reclutas de hoy, jóvenes de las capas inferiores de la sociedad con un futuro muy limitado. A ellos las fuerzas militares les ofrecen la posibilidad de superarse y de entrar a un mundo parecido a la sociedad japonesa, que tiene... la mejor situación del mundo para las capas inferiores de la escala socioeconómica y que logra que dicho segmento de la población cumpla normas muy exigentes". (Ibíd., pp. 199, 201)

(Fíjense que la subordinación del individuo al grupo en las fuerzas armadas imperialistas se da en un marco "sumamente jerárquico" y autoritario, y al servicio de la clase dominante, que las controla y esgrime como un arma de represión y dominación imperialista y que, paradójicamente, saca su "carne de cañón" de las mismas clases que explota y oprime; o sea, las clases explotadas y oprimidas luchan para beneficio del "grupo" --mejor dicho, la clase-- burguesa imperialista. Además, vale la pena considerar que a lo mejor el hecho de que la "mentalidad" militar yanqui comparte ciertas tradiciones e influencia feudales con la sociedad japonesa se debe a que los sureños blancos desempeñan un papel importante en las fuerzas armadas (hasta hoy), en particular en las academias militares y en el alto rango, e incluso muchos son de familias con una "tradición militar" que se remonta a la Confederación y la época de la guerra de Secesión, y en algunos casos a la guerra de la Independencia).

Por su parte, Black Hawk Down de Mark Bowden, sobre la experiencia del ejército yanqui en Somalia en 1993, también describe la cosmovisión de las fuerzas militares y termina poniendo al descubierto (al igual que las descripciones de la cosmovisión y las acciones de los soldados yanquis) el chovinismo colonialista de los imperialistas yanquis, y su manifestación en las fuerzas armadas: una especie de concepto "cesarista" del imperialismo liberador que siente desprecio y desdén por los pueblos que domina, o "libera":

"Podían mandar a los trabajadores sociales altruistas, y estos podían tomarse de la mano, rezar, entonar canciones de la nueva trova e implorar a los grandes dioses CNN y BBC, pero finalmente, la única forma de abrir los caminos a los niños inocentes de ojos grandes era con las armas. Y en el mundo real, nadie tenía más o mejores armas que Estados Unidos. Para hacer prevalecer los ideales altruistas de la humanidad hacían falta hombres de acción".

Más que nada, lo anterior trae a la mente la célebre frase: "brutalidad sentimental", la descripción de la cosmovisión nazi, que aquí cae como anillo al dedo. Más adelante Black Hawk Down dice:

"Ellos [una fuerza especial llamada los Rangers] eran la crema y nata, los jóvenes más altamente motivados de su generación, seleccionados de acuerdo al criterio del soldado ideal; eran exclusivamente hombres y, lo que es muy revelador, prácticamente todos eran blancos (había apenas dos negros en la compañía de 140 soldados)...

"En esa antigua jerarquía masculina, los Rangers ocupaban un lugar superior a los demás, pero los D-boys [soldados Delta] eran el escalón más alto.

"Los Rangers sabían muy bien que el camino para llegar a las alturas era experiencia de combate...

"Los Hoo-ahs [el grito de guerra de los Rangers] ardían de ganas de trabar combate. Eran parecidos a un equipo estrella de fútbol americano que aguanta prácticas peligrosas, agotadoras y crueles doce horas al día, siete días a la semana, por años, sin que les den chance de jugar...

"A los soldados que iban en los helicópteros, no les importaba un comino el hecho de que no conocían lo suficiente de Somalia como para escribir una composición en la escuela secundaria. Aceptaban ciegamente la línea oficial: las disputas intestinas de los caciques feudales causaron grandes estragos y por eso el pueblo moría de hambre. Cuando el mundo mandó comida, los caciques malvados la acapararon y mataron a los que opusieron resistencia. Así que el mundo de la civilización tomó cartas en el asunto e invitó a los más chingones del planeta para resolver el asunto. ¡Y ya! En realidad, desde agosto los Rangers habían visto muy poco que cambiara esa percepción. La capital, Mogadiscio, se parecía al mundo apocalíptico de las películas Mad Max (con Mel Gibson): un mundo dominado por pandillas de matones. Los soldados yanquis llegaron con el propósito de barrer a los peores caciques y restaurar la cordura y la civilización". (Black Hawk Down, pp. 33, 8, 9, 10, traducción del OR)

En todo eso salta a la vista el concepto machista de que la guerra da una oportunidad a los valentones para apalear al más débil (para "partirle la madre"), algo muy parecido a una violación múltiple. El siguiente pasaje de Immaculate Invasión (de Bob Shacochis) sobre la "invasión suave" y ocupación yanqui de Haití (la del gobierno de Clinton y no la de antes en el siglo XX que duró mucho tiempo) es muy ilustrativo:

"Vamos, manos a la obra. Y en el último momento antes de la penetración, con el primer grupo de asalto, como las fuerzas aéreas del batallón 82, ya lanzadas de la Rampa Verde en fuerte Bragg, corrió la voz por las filas y dejó como secuela un rechazo casi sexual que colapsó las expectaciones viscerales y moleculares de un inminente clímax. Hasta la jerga de la invasión hacía pensar en la fornicación.

"Se cancela el estado de alerta.

"¡Chinga su madre!

"Se desechó la penetración a la fuerza, la penetración dura. En su lugar, la penetración 'permisiva', 'suave'. La versión militar de forzar a una amiga a tener relaciones sexuales. Los soldados a veces mueren por el fuego cruzado y los gobiernos caen por medio de una ocupación 'amistosa'.

"Se cancela el estado de alerta.

"No mames, cabrón". (pp. 75-76, énfasis en el original, traducción del OR)

Y, ¿acaso no conocemos muy bien la lógica del siguiente pasaje que cuenta por qué mandaron a los soldados yanquis que luchaban en la guerra de Corea a Japón (que en ese momento estaba bajo ocupación yanqui) para "levantarles los ánimos" (eso encima del hecho de que para ellos las coreanas eran objetos de explotación sexual, y que convirtieron vastas regiones del país en un burdel, como hacen en el mundo entero, cuando entran como fuerza de ocupación)?:

"Para un soldado o infante de Marina agotado por la guerra, la transición de una trinchera de Corea a las brillantes luces de Tokio y otras ciudades japonesas era impresionante. Pero las ilusiones del descanso alentaron a muchos cuyos ánimos, de otro modo, hubieran caído por los suelos. Los soldados bautizaron esas licencias: permiso para `relaciones sexuales y embriaguez' o, más groseramente, `culo y chelas'.

"Se esperaba que las mujeres estadounidenses entendieran el trauma de Corea, en cambio las japonesas, no; o se les atribuía, independientemente de si la merecían o no, una mayor comprensión que su pobre inglés les permitía expresar.

"Cualesquiera que fueran sus motivos, los soldados no buscaban tan persistentemente a las estadounidenses, principalmente porque las jóvenes japonesas respondían a todo deseo de los que rehuían la dura realidad de Corea y para quienes cinco días eran muy poco tiempo para cultivar una relación duradera o profunda. La gran disponibilidad de japonesas sencillas, recatadas y sumamente femeninas les parecía un regalo del cielo. Curiosamente, la falta de comunicación por problemas de idioma entre el del occidente y la japonesa llevó a expresiones sentimentales muy genuinas, que a lo mejor un idioma común hubiera dificultado o impedido. Por cortos que fueran, muchos encuentros de soldados o oficiales y niñas japonesas les dejaron a ambos sentimientos muy profundos y duraderos". ¡Cómo no! (Alexander, Korea, The First War We Lost [Corea: La primera guerra que perdimos] pp. 396-398, traducción del OR) Fíjense nuevamente en la mezcla de sentimentalismo rapaz y abierto odio a la mujer en esa descripción de las japonesas "al servicio" de los soldados yanquis.

Todo lo anterior destaca la naturaleza totalmente repugnante y rapaz de las fuerzas armadas del imperialismo yanqui y la cosmovisión correspondiente que inculcan en los soldados. Pero además pone de relieve sus vulnerabilidades estratégicas, especialmente sus contradicciones internas, ¡por ejemplo las contradicciones implícitas en el papel de la mujer en fuerzas militares de tal laya!


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