El terror que viene de noche

Redadas policiales contra los sin techo de Los Ángeles

Michael Slate

Obrero Revolucionario #1179, 15 de diciembre, 2002, posted at http://rwor.org

En la oscuridad de la noche, el centro de Los Ángeles parece una colección de castillos resplandecientes, pero hay rincones donde el brillo no llega. La zona de "Skid Row" es así. Se ubica a pocas cuadras de rascacielos y condominios de lujo, pero las únicas luces que brillan aquí son las pequeñas fogatas en la calle y el neón intermitente de hoteles destartalados. Los hoteles son el "condominio" del que vive en la calle, pues son un escalón arriba (¡pero qué salto!) de dormir con colchones de cartón y periódicos en la banqueta.

Aquí las calles tienen apodos como el "Níquel" (la calle Cinco). Con la puesta del sol, bajan las contraventanas de metal de los negocios y las banquetas se llenan de tiendas de campaña y de cajas de cartón.

Imaginen dormir en una caja de cartón estirada en la acera. Despertarse por alaridos y gritos que desgarran la noche. Ver a hombres fortachones con porras y pistolas que dan órdenes a gritos. Botas que golpean al pavimento. Un linternazo en la cara. Arrebatado de la caja y estrellado contra la pared, mientras el chota berrea preguntas que hay que contestar. Docenas de patrullas bloquean la calle. A la izquierda, a la derecha, pasa lo mismo a decenas de personas más. Terror. Así fue hace poco en Skid Row.

El 20 y el 21 de noviembre, centenares de agentes de policía de Los Ángeles, de la Autoridad Juvenil y el Departamento de Correcciones del estado, los alguaciles federales y el FBI invadieron Skid Row. Se metieron en los hoteles, y sacaron a los dormidos de las cajas y tiendas de campaña. Arrestaron a casi 200 personas que viven en la calle; en la primera redada, se llenó el cuartel de policía y les tocó recluir temporalmente en buses a los demás. A más de cien personas les pusieron infracciones de tránsito, mayormente casos de cruzar en medio de la calle.

Las redadas cumplieron órdenes del nuevo jefe de policía, William Bratton, y el alcalde, James Hahn. Según la policía, buscaban a convictos en libertad condicional. En el estado de California, Skid Row es el lugar con la mayor concentración de convictos en libertad condicional.

Con una sonrisa cínica, Bratton dijo que no se trataba de sacar a los sin techo de Skid Row sino a los transgresores de la ley y depredadores. Sin embargo, dos días antes de las redadas apoyó una petición de la Asociación del Centro de la Ciudad (compuesta de negocios y "gente decente") de desmantelar los campamentos de Skid Row. Afirmó que la concentración de gente sin techo en Skid Row supera lo que vio en Nueva York cuando fue comisionado de policía. En Nueva York, Bratton ganó fama por atacar y criminalizar a los que viven en la calle, siguiendo la campaña del alcalde Rudolph Giuliani de "mejorar la calidad de la vida". Ahora Bratton ha traído el mismo rollo a Los Ángeles.

Según cálculos del censo del 2000, de 9,000 a 15,000 personas viven en las calles del centro de Los Ángeles. De ellas, 3,000 a 5,000 viven en Skid Row, una zona de 50 manzanas cuadradas.

Bratton los pinta como depredadores y criminales peligrosos. Yo pasé unos días platicando con ellos. He aquí sus historias y su versión de las redadas policiales.

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Nadie "quiere" vivir en Skid Row. La gente termina viviendo aquí por varias razones: por drogadicción o debido a la clausura de los manicomios y clínicas de salud mental; debido a un accidente o a perder el trabajo. Mucha gente de Skid Row estuvo en el ejército. Otros terminaron aquí a raíz de los recortes de asistencia social en los años 90 y otros ataques del gobierno a los pobres.

Buscan cómo sobrevivir. Thomas me contó que ahora las autoridades tratan eso como si fuera delito. Dijo: "He vivido aquí, por tiempos, un total de 15 años. A veces en la calle y otras veces en un hotel, si puedo pagar el alquiler. Esto es el infierno. Los policías nos paran constantemente. La mayoría de las veces, ni podemos caminar a la esquina sin que nos hostiguen. Si no hay razón, pues inventan algo. Dicen que hubo un robo y que nos parecemos al sospechoso, pero nosotros no sabemos nada de eso. No vimos ningún robo ni nos metimos en nada, pero nos hostigan de todos modos: nos estrellan contra la pared o como quiera que les dé la gana".

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Wall Street de Nueva York es rascacielos, maletines, la Bolsa de Valores y dinero. Wall Street de Los Ángeles es un bulevar de gente desechada.

Raymond vende ropa usada y chatarra cerca de esa calle. Hablé con él mientras un señor de 1 metro de altura y un "afro" canoso bailaba en la calle al compás de una botella llena de piedras. Estaba en otro mundo, pero ese era su lugarcito de cada día y con su baile obligaba a todo mundo a reconocer su existencia. Raymond vigilaba para advertirle si la situación se ponía peligrosa.

Raymond me dijo: "Ya tengo un año de vender ropa aquí, pero de repente la policía me dijo que no se puede. Les dije que no puedo conseguir trabajo porque no más tengo cuatro años de primaria. Donde voy, me preguntan: `¿Cuántos años de escuela tienes?' o `¿Has estado preso?'... Por eso vendo ropa".

Raymond está en la calle a cualquier hora. Duerme en donde sea, a diferencia de otra gente que reclama su pedacito de acera y lo llama su "casa" por años. Para Raymond, tener suerte es poder ir de vez en cuando a la misión para bañarse. Pero como la reglamentación de la misión y los albergues le hace recordar la cárcel, prefiere vivir en la calle.

Le pregunté si en algún momento ha pensado en cómo poner fin a esa situación, sobre todo cuando en la noche mira los rascacielos y apartamentos de lujo a tan poca distancia. Le intrigó y le gustó la idea de una solución revolucionaria, aunque nunca había pensado en ella. Respondió: "Vivo en la calle y no tengo nada que perder".

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Sandy tiene una sonrisa que llama la atención. Conoce las calles bien, y cada una de sus grietas y agujeros. Como otras mujeres del "Níquel", tiene nueve sentidos extras que la ayudan a sobrevivir. No tiene miedo a la gente de Skid Row, pero la chota le da un miedo tremendo y tiene mucha experiencia con ella.

Cuando la vi, ella estaba vigilando el lugar donde su amigo vende ropa. Estaba sentada frente a montones de camisas y pantalones de mezclilla, todo limpiecito y doblado para vender. Tres baldes estaban en una carretilla al lado: uno de agua y lejía, uno de agua y jabón, y otro de agua limpia para aclarar. Detrás, en una pared tenía puesta la ropa para secar. Sandy escudriñaba el horizonte a ver si su amigo regresaba, porque quería que la ayudara a recoger botellas y envases.

Sandy ha estado aquí unos 16 años, desde que vino de Ohio al entierro de su padre. Se le acabó dinero y se ha quedado en el "Níquel" todo ese tiempo, sobreviviendo a pura fuerza de voluntad y de lo que se aprende viviendo en la calle.

Dijo: "Recojo envases y así me mantengo. Hay que buscar tu propia área para que nadie sepa donde recolectas. Cada quien tiene su área; tengo la mía y tú tienes la tuya. Si lleno la carretilla hasta el tope, me pagarán unas ocho bolas... eso me sirve para un día. Mañana es otro día. No necesito mucho".

Sandy y su amigo también tienen problemas con la policía al vender ropa. Muchas veces les han confiscado la mercancía. Además, le roban sus cosas, un ejemplo de la práctica sádica de "torturar a los sin techo". Muchas veces ha salido y al regresar a "casa" (su pedacito de acera), encuentra que la policía tiró sus frazadas al basurero; a veces tiene que buscar y buscar para hallar bolsas plásticas que sirvan como sustituto.

La sonrisa de Sandy se convirtió en risa nerviosa al hablar de las recientes redadas policiales. Describió el enjambre policial que atacó a un grupo que dormía en la banqueta en tiendas de campaña. Dijo: "[Los chotas] los sacaron de las tiendas, los echaron contra la pared y los esposaron. Yo estaba muerta de miedo. Nunca he visto algo como eso, parecía que salieron de la nada. Vino el camión grande y no más tiraron dentro a la gente... A la noche siguiente, yo iba caminando y a la vuelta, unas 15 patrullas llegaron a esa esquina. ¡Chin! Estaban por aquí, por allá y al otro lado de la calle. Estaban en todas partes, tiras y uniformados".

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Algunas personas que viven en Skid Row tienen trabajos. Incluso los que viven en tiendas de campaña buscan una chamba cada día, y trabajan arduamente cuando consiguen algo.

Es bastante común que los hombres sin techo trabajen dos, tres días descargando los camiones que llegan a los talleres coreanos en el distrito de juguetes y a los negocios de mayoreo que están cerca. El pago es suficiente para sobrevivir, pero no para alquilar un cuarto en los hoteles. A veces, los trabajadores de sanidad recogen las cosas de los destechados cuando trabajan y estos tienen que gastar el dinero ganado para reemplazar sus cosas.

Otra gente trabaja de tiempo completo pero no puede pagar más que un cuarto en los hoteles. Brian Smith es un activista de la Coalición 22 de Octubre para Parar la Brutalidad Policial, la Represión y la Criminalización de una Generación, y vive a unas cuadras de la cárcel Twin Towers, donde los guardias asesinaron a su hermano. Tiene un trabajo estable y vive en un cuarto sencillo en Skid Row.

En medio de la locura de Skid Row, Brian logra mantener una visión amplia. Descarga productos de Indonesia y Malasia. Sabe que allá las condiciones de trabajo son pésimas y le atormenta tener que trabajar para corporaciones estadounidenses que sacan ganancias de eso. Me dijo: "Voy al trabajo y pienso: ¿cómo les va a mis compañeros y compañeras de Malasia?".

Le hablaba frente al hotel un domingo por la mañana. Era casi mediodía y miramos a los cientos de personas que hacían cola para recibir una comida gratis.

Brian me dijo: "Tengo dos años de vivir aquí y cada día pasa algo, pero muchas veces la policía lo provoca con sus tácticas de empujar a los sin techo hacia ciertas partes de la comunidad y al no permitirles dormir frente a ciertos negocios, por temor de que eso ahuyente a la gente de dinero. Pero el problema es que no tienen dónde vivir; eso no es delito, es que la gente está en un apuro. No es delito pedir una peseta. Bueno, tal vez ahora sí, porque una ley dice que si pides ayuda agresivamente, te pueden multar o llevarte a la cárcel".

Agregó: "La policía por aquí hace patrulla constantemente. En la calle donde yo vivo, está prohibido estacionarse y es casi ilegal estar parado en la banqueta".

Sobre las redadas, dijo: "Vi por los menos 50 patrulleros y agentes del Departamento de Correcciones, los de la libertad condicional, la policía federal y municipal, hasta uno que otro sheriff. Una cantidad enorme de policías. Verdad, había más policías que gente caminando por aquí...

"Iban hostigando a hombres, mujeres y niños. Querían echar a los sin techo de la misión y de la calle, y hacer de esta zona un pinche santuario o no sé qué. Pero aquí no es santuario, es donde la gente tiene que sobrevivir día tras día. Con el día y medio o dos días que estuvo la policía, pues eso le dio miedo a la gente".

Brian vio a dos chotas que sacaron a un señor de la misión, que gritaba y gritaba, y lo metieron en el patrullero. Dijo: "Probablemente tiene problemas mentales, a lo mejor estaba dormido y le dieron un susto despertándolo. Pero cómo lo sacaron, como si fuera un pinche animal. Me dio lástima y grité bien fuerte para que me oyeran. Quería que se dieran cuenta de que los estábamos mirando".

Brian dice que "ya no tengo miedo" de la policía. Juró luchar por la justicia, no solo para su hermano asesinado sino por otros también.

"Necesitamos unirnos, organizarnos y educarnos sobre esta situación. Es una lucha de nosotros contra ellos. Al final de cuentas, así es. Se reduce a esto: los ricos contra los pobres, nosotros contra ellos, el pueblo contra la chota".


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