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ROBERT F. KENNEDY JR... CHARLATANISMO Y CONSPIRACIONES…

IDEAS NO CONVENCIONALES Y UN ENFOQUE CIENTÍFICO

Debatir o no debatir — Se trata de una cuestión de principios y método

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Hace poco se ha dado un debate entre varios comentaristas políticos y otros sobre si se debe debatir con Robert F. Kennedy Jr sobre las vacunas. Kennedy ha propagado varias afirmaciones claramente irracionales que se han desmentido sobre varios temas, incluido los efectos supuestamente dañinos no solamente de las vacunas contra el Covid sino otras vacunas que se han usado durante mucho tiempo para prevenir (o mitigar) enfermedades serias e incluso potencialmente mortales.

Por esa razón, además de la postulación de Kennedy como oponente a Joe Biden para la candidatura presidencial del Partido Demócrata en las elecciones de 2024, los fascistas republicanos y otros defensores de teorías lunáticas de conspiración han acogido a Kennedy. Han tratado de promover la idea de que las afirmaciones de Kennedy sobre las vacunas sean un tema legítimo de debate (en particular en vano han intentado urgir a Peter Hotez, un doctor pediatra y experto sobre vacunas, a que debata con Kennedy, cuyas “teorías” sobre vacunas Hotez ha refutado). Después de todo, insisten, una confrontación directa entre puntos de vistas opuestos sobre cuestiones importantes, como vacunas, sólo podría resultar en algo positivo, no negativo.

Otros han insistido en que no puede resultar nada positivo de semejante debate, porque los argumentos de Kennedy no se basan en el discurso racional y no lo facilitan, sino que proceden de tergiversar sistemáticamente la realidad para negar hechos muy comprobados y establecidos desde hace mucho tiempo — y que debatir a Kennedy solamente daría un aire de “legitimidad” a sus argumentos lunáticos.

Debatir, o no debatir, con una persona cuyas ideas van en contra de lo que se considera una verdad ya establecida no es una cuestión sencilla con una respuesta global “de talla única”. En el presente caso, tienen razón aquellos que sostienen que semejante debate con Kennedy sólo puede tener resultados negativos concretos, no positivos. Para ayudar a ilustrar por qué es así, es útil recordar la experiencia de Stephen Jay Gould, un paleontólogo y biólogo evolutivo de renombre, al debatir con fundamentalistas cristianos sobre la evolución, hace varias décadas.

Después de varios debates de ese tipo, Gould adoptó la firme posición de ya no participar en semejantes debates, por la razón básica de que no era posible sostener una confrontación racional y de principios a las posiciones opuestas: los fundamentalistas cristianos con los cuales él debatía no tenían ningún interés en llegar a un entendimiento objetivo y científico de la realidad, basado en la evidencia. Al contrario, su propósito y objetivo era de promover un fanatismo religioso anticientífico, y sus argumentos estaban acordes. Cada vez que Gould presentaba hechos y evidencia que comprobaban que de hecho la evolución natural ha ocurrido, y sigue ocurriendo —y específicamente que los propios seres humanos son un resultado de ese proceso evolutivo—, sus adversarios fundamentalistas cristianos le contradecían con argumentos que no se basaban en métodos científicos racionales ni era posible abordarlos con dichos métodos. Además de hacer afirmaciones dogmáticas de “verdades bíblicas”, constantemente repetían afirmaciones descabelladas contrarias a la realidad, con el resultado de que Gould repetidamente se veía obligado a “corretear” y refutar afirmaciones anticientíficas engañosas, lo que socavaba y distraía de centrarse en un enfoque científico serio del tema.

Por ejemplo, fundamentalistas cristianos decían en ese entonces —y aún dicen— que las “lagunas” en el registro fósil de alguna manera “comprueban” que la evolución natural no podía ser lo que causó la emergencia de diferentes especies, y que por lo tanto, “Dios tenía que haber creado” estas especies.

Cuando se ha refutado repetidamente esta afirmación, incluido con una demostración de que las “lagunas” que antes existían en el registro fósil se han “llenado” por el descubrimiento de nuevos fósiles que demuestran los lazos entre las especies, los fundamentalistas cristianos respondían con declaraciones de que, con este nuevo descubrimiento, ¡aparecieron “nuevas” lagunas en el registro fósil!

Como lo señaló Ardea Skybreak en su explicación sustancial y viva de la teoría de la evolución y la refutación de las afirmaciones anticientíficas del “creacionismo” bíblico (La ciencia de la evolución y el mito del creacionismo — Saber qué es real y por qué importa), estos creacionistas religiosos fundamentalistas “no aplica[n] un método auténticamente científico ni tienen ninguna evidencia científica legítima que posiblemente pudiera avalar su posición (en líneas generales, confeccionan afirmaciones absurdas que no se basan en nada, como la idea de que ¡el orden de los fósiles en distintas capas de roca representa el orden en el que los animales se ahogaron en el diluvio universal!)”.

Todo eso es lo que llevó a Gould —tras varios intentos sinceros de sostener un debate honesto de principios con estos fundamentalistas cristianos— a concluir con razón que no era posible sostener semejante debate racional, y que estos fanáticos religiosos no tenían ningún interés en semejante debate, ni eran capaces de hacerlo. En lugar de eso, Gould dedicó considerables esfuerzos a promover y popularizar ampliamente la verdad sobre la evolución, basada en la evidencia, y el método científico que conduce a este entendimiento. Y eso es lo que se debe hacer ante otras tergiversaciones anticientíficas de la realidad —especialmente las que reciben una amplia promoción— tal como la locura la que pregona Robert F. Kennedy Jr sobre las vacunas (y otros temas).

Una complicación: No todas las “verdades bien conocidas” son ciertas en realidad

No debe ser difícil reconocer que es imposible sostener un debate racional científico de principios y basado en la evidencia con los creacionistas. Y lo mismo se aplica a los argumentos y enfoque “pseudo científicos” —de hecho anticientíficos— de una persona como Robert F. Kennedy Jr.

Sin embargo, como asunto de principios y de método, es importante enfatizar que simplemente porque algo no encaja en el marco de la “verdad aceptada”, y se le opone, no significa en sí que ese algo esté mal. “Lo que todos saben” no es siempre cierto, y apoyarse en “lo que todos saben” no es una base correcta para determinar lo que en realidad es cierto. En un momento anterior de la historia humana, “todos” (o casi todos) “sabían” —creían firmemente— lo que ahora se sabe ampliamente que es una falsedad anticientífica: que la tierra es plana, y “el sol gira alrededor de la tierra”. Se podría citar muchos otros ejemplos para ilustrar el argumento de que lo que se considera comúnmente la verdad puede ser falso en realidad. Es el método científico, y no la “sabiduría común”, el que constituye la base y los medios para llegar a conocer la verdad sobre los fenómenos en la sociedad así como en la naturaleza (y en los casos en que la ciencia se haya equivocado en el corto plazo, el método científico sigue siendo lo que ofrece los medios para reconocer ese error y corregirlo).

No debe sorprender —siendo yo comunista, y de hecho siendo yo una persona que ha desarrollado un avance importante en la teoría comunista científica, el nuevo comunismo— que uno de los ejemplos más patentes del razonamiento errado y conclusiones inválidas, el cual me parece importante disputar, es la creencia sostenida ampliamente (lo que “todos saben”) de que la revolución comunista y los estados socialistas que ésta ha creado han sido “una pesadilla totalitaria”. Esto es igual de falso que las afirmaciones de Robert F. Kennedy Jr sobre las vacunas. Si bien ha habido problemas y errores reales —algunos de ellos serios, incluso muy graves— en la experiencia histórica del comunismo, el hecho, la verdad establecida con la ciencia, es que esta experiencia en su conjunto ha sido principalmente, hasta abrumadoramente, positiva. El nuevo comunismo defiende esta experiencia principalmente positiva a la vez que hace una crítica sustantiva con fundamentación científica, a su lado negativo real pero secundario en un sentido general (el nuevo comunismo es una continuación de la teoría comunista como se había desarrollado anteriormente, pero también representa un salto cualitativo más allá de ésta, y en algunos sentidos importantes, una ruptura con ésta).

Los criterios sobre cuándo corresponda sostener el debate y la forma en que debe sostenerse

Mi propósito en este artículo no es dedicarme a refutar las calumnias contra el comunismo las que propagan amplia e incesantemente los medios de comunicación y otras instituciones dominantes del sistema del capitalismo-imperialismo que impera en Estados Unidos, ni las burdas tergiversaciones las que repiten las personas por su crasa ignorancia y aquellos funcionarios políticos anticomunistas cuyas distorsiones son deliberadas y sistemáticas. Para cualquier persona que se interese sinceramente en abordar este tema con la mente abierta, y con un método científico racional, existe una refutación, detallada y basada en la evidencia, de esta calumnia anticomunista —y una discusión extensa de la verdadera historia y hazañas históricas del comunismo, así como una presentación de los principios, métodos y objetivos del nuevo comunismo— en obras mías, y de otros, que están disponibles en el sitio web revcom.us.

Un asunto de principios e importancia fundamentales, al cual sí creo que hay que abordar aquí, es cuál enfoque se debe adoptar para determinar si corresponde discutir con seriedad cuestiones controvertidas en general, o si no corresponde hacerlo —incluido por medio del debate cuando sea apropiado— y cómo ello se aplica específicamente a la cuestión del comunismo.

Los criterios para hacerlo deben determinar, en primer lugar, si el tema en cuestión tiene suficiente importancia para merecer examinar y contestar con seriedad las posiciones opuestas. Además, se tiene la cuestión de que si este proceso de examinar y contestar así haría avanzar, no solamente la verdad sobre el tema de marras sino el método correcto y necesario para llegar a conocer la verdad, o si al contrario lo socavaría. Y un elemento clave en ese proceso es si habrá o no habrá una expectativa razonable de que participen en examinar y debatir así las personas que sostienen las posiciones opuestas presentando argumentos que se basan en acarrear hechos y evidencia, argumentos que es posible refutar sobre esa base, y la evaluación de esos hechos y evidencia sometiéndolos a la prueba de la realidad mediante el razonamiento racional y lógico — una cuestión que se juzgará, en gran parte, por si en el pasado las partes respectivas han aplicado en general o no han aplicado este método y enfoque. (Por supuesto, quizá las personas tengan discrepancias, y tendrán que hacer sus propias determinaciones, sobre si se cumplen o no, o si se cumplirán o no, estos criterios en cualquier circunstancia particular, y por lo tanto si es correcto y si vale la pena dedicar el tiempo y esfuerzo a examinar el tema con seriedad; pero esa determinación en sí debe hacerse de acuerdo con estos criterios básicos, con una aplicación honesta.)

En este sentido, puedo citar de mi propia experiencia de aquellos tiempos de la guerra de Vietnam. Siendo una persona que llegó a oponerse a esa guerra desde inicios del año 1965, tras una investigación seria de las causas, el carácter y el curso de esa guerra, y en particular del papel de Estados Unidos en la guerra, yo sostuve incontables discusiones informales con las personas, entre ellas soldados y ex combatientes de las fuerzas armadas estadounidenses, que defendían lo que era de hecho una guerra inmoral genocida de agresión que Estados Unidos libraba en Vietnam, con terribles consecuencias para el pueblo vietnamita (incluida la muerte de 2 millones de civiles vietnamitas causada por Estados Unidos en el curso de esa guerra); y participé en muchos debates formales con estudiantes de derecha y otros que apoyaban a esa guerra. En aquellos tiempos, cuando la cultura era más propicia para la discusión racional (en contraposición a las “opiniones” infundadas y frecuentemente lunáticas que se vomitan continuamente en las redes sociales, y por otros medios, hoy día), como un fenómeno general incluso los defensores del papel de Estados Unidos en la guerra de Vietnam se sentían obligados a defender su posición tratando de acarrear evidencia y participar en el discurso racional — por infundada y errónea que se mostrara ser su posición. Por esta razón, yo creía en ese entonces y sigo creyendo que, en un sentido general y por norma general, valía la pena y era productivo participar en la discusión y el debate con tales personas — no tanto con el objetivo de convencerlas sino para sacar a la luz la verdad ante un público más amplio de personas (tanto el público para los debates formales pero también las multitudes que frecuentemente se acercaban a escuchar los argumentos informales en aquellos tiempos, y que a veces llegaban a participar en éstos).

La ignorancia y los prejuicios NO constituyen una base válida para determinar la verdad

En contraste con aquella experiencia en los años 1960, hoy son demasiadas las ocasiones en las que los que somos promotores del nuevo comunismo nos topamos con la frustración de nuestros intentos de conseguir que entren en una discusión seria las personas sobre lo que tenemos que decir al respecto — lo que incluye a muchas personas que, en otros contextos, insistirían en un enfoque científico racional basado en la evidencia pero se negarán a aplicar este enfoque a la cuestión del comunismo. Al contrario, una respuesta común (o la falta de una respuesta) es desechar que esto sea una cuestión seria y recurrir a la evasión de que “todos saben” que el comunismo ha sido un desastre — que esto es una “cuestión resuelta” la que no vale la pena examinar o debatir.

En respuesta a esto, retomaré los criterios que abordé anteriormente para determinar si vale la pena y es importante explorar y entrar en un debate sobre un tema particular — y aplicarlos a la cuestión del comunismo y la necesidad de que las personas exploren con seriedad el nuevo comunismo. En primer lugar, ¿es importante la cuestión del comunismo, y su experiencia histórica? La respuesta es, irrefutablemente, SÍ. El movimiento comunista y las sociedades socialistas que éste creó representan, sin duda, una de las experiencias más significativas de los últimos 175 años y pico, desde que Marx (junto con Engels) proclamó el “Manifiesto Comunista”. ¿Aquellos que somos promotores del nuevo comunismo estamos dispuestos y preparados a participar en el discurso y debate sobre esta cuestión con la base de presentar hechos y evidencia y evaluar los hechos y evidencia sometiéndolos a la prueba de la realidad por medio de un razonamiento lógico racional? Sí —nuestra práctica, al transcurso de años y décadas, demuestra que este es el enfoque que insistimos en aplicar— y ¡estamos decididos y tenemos ganas de continuar aplicando este método y enfoque! Finalmente, ¿hay una expectativa razonable de que la verdad sobre el comunismo y su experiencia histórica, y los medios para llegar a conocer la verdad al respecto, se salgan a la luz más claramente, para cantidades más grandes de personas, como resultado de tal exploración y debate? De nuevo, la respuesta es sí.

A la luz de esto, no puede haber una razón válida para que cualquier persona que dice preocuparse por el estado del mundo y el futuro de la humanidad, se niegue a abordar lo que tenemos que decir sobre el comunismo y su importante avance con el nuevo comunismo. Cualquier persona decente, pensante que esté en una posición de tener al menos un sentido básico de lo que está pasando en Estados Unidos, y en el mundo en su conjunto, debe tener la capacidad de reconocer que en la actualidad las cosas están encaminadas en un sentido extremadamente negativo, y que objetivamente ello presenta la pregunta en términos muy agudos y cada vez más urgentes: ¿existe una alternativa positiva a esta situación? En estas circunstancias, cuando aquellos que somos promotores del nuevo comunismo estamos firmemente convencidos de que la única alternativa positiva real es lo que el nuevo comunismo representa —y que estamos preparados a hacer el argumento a su favor con hechos, evidencia y argumentos con una fundamentación científica—, negarse a abordar con seriedad este tema es en sí especialmente perjudicial e intolerable.

Quizá, de la mano con la influencia de la desinformación que se propaga ampliamente sobre el comunismo, una de las razones por las que algunas personas se niegan a entrar en este tema sea que ellas saben que en realidad no tienen ningún conocimiento sustantivo sobre el comunismo ni tampoco una base sólida para su opinión negativa. Y algunas personas, al parecer, tienen al menos un sentido (y temor) poco desarrollado de que semejante discusión las obligará a abandonar lo que al parecer son perjuicios confortantes — de que una discusión seria sobre el comunismo mostrará precisamente que la opinión ampliamente sostenida de que “todos saben” que el comunismo ha sido un horror, es una vil calumnia fundamentalmente alejada de la realidad, y que el nuevo comunismo, en su impugnación a este sistema del capitalismo-imperialismo, y su visión, tanto panorámica como concreta, de un mundo radicalmente diferente y mejor, representa algo profundamente positivo, algo verdaderamente emancipador, el cual hay que asumir y aplicar activa y urgentemente en el mundo.

Para muchas personas, ello requiere hacer frente a verdades aparentemente inconvenientes pero en realidad liberadoras — y “salirse de su zona de confort”. ¿Hace falta decir que esto no es una razón legítima ni una justificación para no explorar con seriedad al nuevo comunismo, o negarse a explorarlo con seriedad? Recurrir a veredictos negativos al estilo de una “tierra plana” respecto al comunismo, sin explorarlo con seriedad, en particular el nuevo comunismo, no hará que esos veredictos tengan validez. No eliminará, sino que contribuirá a perpetuar, el gran daño que han hecho semejantes veredictos inválidos. No borrará la realidad de que, por un lado, bajo la dominación de este sistema del capitalismo-imperialismo —con su imposición de las relaciones horrorosas de explotación y opresión, su destrucción acelerada del medio ambiente y su peligro intensificado de una guerra nuclear—, se está arrastrando a la humanidad hacia un verdadero desastre; y que, por otro lado, el nuevo comunismo representa la única salida de esta locura, hacia un mundo y un futuro dignos de los seres humanos y dando expresión a las aspiraciones más elevadas de la humanidad.