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En medio de la embestida contra Palestina, la gente necesita la ciencia, no el consuelo religioso

Hoy, a raíz de la resistencia de Hamas a Israel, algunas personas están considerando el islam como una religión que puede mantener la resistencia y proporcionar resiliencia. Pero esto dirigirá a la gente a un lugar muy malo, el que tarde o temprano supondrá un obstáculo a la verdadera emancipación de toda la humanidad, incluidas especialmente las mujeres y las personas LGBTQ.

Como dice el líder revolucionario Bob Avakian: “Los oprimidos que sean incapaces o no estén dispuestos a reconocer la realidad tal como es, están condenados a permanecer esclavizados y oprimidos”.

Lo que la gente necesita es la ciencia, no los grilletes mentales de la religión.

En el libro ¡FUERA CON TODOS LOS DIOSES! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo, Bob Avakian (BA) analiza con mucha profundidad las religiones del cristianismo, el islam y el judaísmo. En su libro, BA desmitifica las creencias religiosas y examina la manera en que, aún con sus interpretaciones más progresistas, la religión se interpone en el camino de la emancipación de la humanidad.

A continuación reimprimimos dos citas de Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian y dos capítulos de ¡Fuera con todos los dioses! sobre el islam:

El islam no es mejor (ni peor) que el cristianismo

¿Por qué está creciendo el fundamentalismo religioso en el mundo actual?

Recomendamos fuertemente que todos aquellos que quieran ver un mundo sin explotación y opresión —lo que incluye la liberación del pueblo palestino— le entren a lo que BA ha escrito aquí y lo exploren.

LO BASICO 4:16

¿Cuál es el papel de la religión y por qué es en realidad dañino? Mucha gente dice: “Está bien, tal vez no sea verdad, pero ¿a quién perjudica? Ayuda a la gente a sentirse mejor. Muere un ser querido y quieren creer que se va al cielo y, al morirse, verán otra vez a su ser querido. O algo terrible ocurre en la vida de alguien, y quiere buscar consuelo en la creencia de que existe un propósito más grande, bajo la dirección de algún dios, que le da sentido de alguna manera. ¿Cuál es el problema con eso, cuál es el daño?”

Bueno, para parafrasear la canción “Superstición” de Stevie Wonder, “Cuando crees en cosas que no existen, sufres, la superstición no es el camino”. (En realidad, dice “Cuando crees en cosas que no entiendes…”, pero es lo mismo). Uno sufre cuando cree en cosas que no solamente no entiende sino que, por definición, no puede entender. Esto definitivamente es aplicable a la religión independientemente de que Stevie Wonder lo dijera teniendo la religión en mente o no.

 

LO BASICO 4:17

La noción de un dios, o dioses, la inventó la humanidad en su infancia debido a la ignorancia. La han perpetuado las clases dominantes por miles de años desde entonces al servicio de sus intereses de explotar y dominar a la mayoría de la gente y mantenerla esclavizada bajo la ignorancia y la irracionalidad.

Gestar un mundo y futuro nuevo y mucho mejor para la humanidad implica derrocar a tales clases explotadoras y liberarse de tal ignorancia e irracionalidad esclavizante y dejarla atrás para siempre.

Away With All Gods cover 300

 

¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundo   

A continuación, presentamos dos pasajes del libro de Bob Avakian, ¡Fuera con todos los dioses! Desencadenando la mente y cambiando radicalmente el mundoSegunda parte: “El cristianismo, el judaísmo y el islam — arraigados en el pasado, bloquean el camino al futuro”. La edición en español salió en 2009.

El islam no es mejor (ni peor) que el cristianismo

Hasta ahora he venido tratando el cristianismo y la Biblia. Si bien hay diferencias importantes, en teología y en términos de prácticas religiosas, entre el islam y el cristianismo (y el judaísmo), la concepción del mundo que cada religión expresa y el contenido social que cada una encierra —lo que dicen acerca de la naturaleza de la sociedad y cómo debería ser— no solo tienen similitudes en muchos aspectos sino que en lo fundamental están al servicio de sistemas de explotación y esclavización de la misma clase. En el sagrado libro del islam, el Corán, no menos que en la Biblia cristiana (y toda la “tradición judeocristiana”), se defiende y hasta se celebra toda clase de relaciones opresivas1.

Los orígenes históricos del islam establecen un contexto y revelan más acerca del contenido y el papel del islam, como religión y como fuerza geopolítica en el mundo, en la historia y hasta hoy día. La figura central y fundamental del islam es, como se sabe, el fundador, Mahoma, quien nació hace cerca de 1.500 años en la Meca y pasó sus primeros años ahí. Mahoma (Muhammad bin Abdullah) era de un subgrupo relativamente pequeño de la tribu dominante de la región de la Meca, los Quraish. Ganó cierta posición social cuando se casó con una acaudalada viuda, Khadija; pero, pese a esta seguridad económica relativa, todavía no era una figura prominente entre los Quraish de la Meca. En ese entonces, la Meca cobraba importancia como centro de comercio y negocios. Además, era un centro religioso importante; y el templo de la ciudad, la Kaaba, era un lugar sagrado para muchas tribus, con sus diferentes religiones locales, que viajaban a la Meca y participaban en el comercio. Esto también era una fuente de riqueza para los Quraish. Pero, al mismo tiempo, el papel de la Meca como emergente centro comercial socavaba en algunos aspectos importantes la vida tribal tradicional y la respectiva superestructura —la política y las estructuras políticas, la ideología y la cultura que se manifestaban en un grado importante en términos religiosos— que correspondía más o menos al estilo tradicional de vida.

En estas circunstancias, Mahoma empezó a pasar largos períodos a solas en el desierto en las zonas montañosas alrededor de la Meca. Durante estos períodos de soledad, en que a menudo ayunaba durante varios días, empezó a escuchar, según el propio Mahoma, revelaciones de Dios (Alá), relatadas por el ángel Gabriel, las cuales Mahoma memorizaba y recitaba. Mahoma continuaba recitando estas revelaciones el resto de su vida y estas llegaron a formar los elementos fundamentales de la religión islámica, registrados en el Corán y otras obras sagradas del islam.

Por supuesto que es imposible que yo (ni, de hecho, nadie, a estas alturas) diga si Mahoma de verdad creía (ni en qué grado creyera) que recibía las revelaciones de Alá ni si estaba consciente (ni en que grado estuviera consciente) de que él mismo era la fuente de estas supuestas revelaciones. Algunas partes de los suras (capítulos) del Corán (tal como el Sura LXVI, “La prohibición”, en que Mahoma hizo saber cierta revelación de Alá a sus esposas, diciéndoles que dejen de tener envidia, que sean más sumisas y que dejen de causarle tantos problemas a Mahoma, y les advierte que si no, es posible que Alá pueda darle esposas mejores al profeta — ver el versículo 5 en particular) parecen, para decir lo menos, muy convenientes para Mahoma y parece más probable que él mismo se los ingenió a propósito. Pero es muy probable que, por lo general y en esencia, Mahoma estuviera convencido de que recibía y comunicaba la palabra del único Dios verdadero, Alá. No sería sorprendente que en el transcurso de pasar los días en el desierto o en las montañas mientras ayunaba, probablemente con muy poco agua, Mahoma escuchara voces y llegara a creer que escuchaba que la voz del ángel Gabriel en particular transmitía las revelaciones de Alá. Lo que queda claro es que Mahoma llegó a conocer al menos algunas doctrinas y creencias de los cristianos y de los judíos, y se refleja esto en el Corán — tanto en lo que parece que Mahoma adoptó de estas religiones como en lo que llegó a rechazar e incluso denunciar. También queda claro que, de estas diversas experiencias y fuentes de influencia, Mahoma creó, a lo largo de varias décadas, lo que llegó a ser el Corán y la nueva religión del islam.

Desde luego que no estaba predeterminado que las recitaciones de Mahoma llegaran a estar dotadas del aura de revelaciones divinas — se podían haber ignorado o descartado como los desvaríos de un lunático. De hecho, así lo trataron por un buen tiempo los ancianos y poderosas fuerzas de la tribu Quraish de la Meca. Cuando Mahoma persistió y, además, empezó a desafiar a los gobernantes establecidos y las creencias y las prácticas religiosas y a denunciarlos como corruptos, se vio obligado a retirarse a Yatrib (hoy conocido como Medina). Ahí, Mahoma encontró una situación más favorable y, con el tiempo, pudo establecerse como autoridad política y religiosa.

Mahoma fue un político hábil —en Medina ayudó a zanjar conflictos en la población que incluía a un grupo de judíos que vivían en la zona, si bien a la larga estos judíos rechazaron a Mahoma y su nueva religión de islam— pero también resultó ser un líder militar capaz. De Medina, una vez que había consolidado su dominio, empezó a dirigir sus fuerzas en ataques contra las caravanas de comerciantes que iban a la Meca, lo que causó importantes pérdidas y presionó mucho a los Quraish en la Meca. Finalmente, después de varias batallas en que Mahoma logró infligir daños a sus enemigos de la Meca y evitar su propia muerte o captura, pudo volver marchando triunfante a la Meca y, con una combinación de presencia militar y diplomacia hábil —con promesas de no tocar la vida y la propiedad de sus adversarios—, pudo conseguir que claudicaran los dirigentes de los Quraish. La Meca llegó a ser el centro de la nueva religión del islam y la Kaaba llegó a ser un templo sagrado de esa religión.

De nuevo, en todo esto podemos ver el papel del accidente (o la contingencia) así como la causalidad, y su interpenetración mutua. Si ciertos sucesos hubieran tenido otro resultado, en varios momentos, es posible que esta nueva religión nunca hubiera llegado a cuajar completamente, o por lo menos, jamás hubiera llegado a ser una fuerza de peso en el mundo. Mahoma podría haber muerto mucho antes de lo que fue el caso, y en particular lo podrían haber asesinado durante los años en que estaba en Medina y trabando combate con los poderosos enemigos centrados entonces en la Meca. Pero no todo fue accidente. La nueva doctrina religiosa y las nuevas instituciones políticas y religiosas que Mahoma forjó y desarrolló durante varias décadas, incluido su reino en Medina, tuvieron un poder de atracción, no solo debido a la fuerza militar que Mahoma logró movilizar, sino porque esta religión proporcionó un sistema cohesionado de creencias y prácticas para los crecientes y diversos grupos de personas atraídas a la Meca, que pudo unificarlas por encima de los intereses y costumbres tribales más limitados. No simplemente en un sentido lineal y mecánico sino de una manera más amplia y global, el islam correspondió a las nuevas condiciones que se habían gestado como resultado del crecimiento de la Meca como centro comercial, que atraía a personas de muchas regiones y tribus.

Así que vemos la relación dinámica —o, en términos marxistas, la relación dialéctica— entre el modo económico de vida y la superestructura de política e ideología (incluida la religión), una relación en que los cambios de la economía (en este caso, el desarrollo de la Meca como un centro comercial y las transformaciones acompañantes) dio origen a nuevos modos de pensamiento, y a su vez estos llegaron a formularse en doctrinas y programas en torno a los cuales la población se organizaba y luchaba, en oposición a aquellas fuerzas (en este caso, los gobernantes de los Quraish de Meca) que buscaban defender e imponer el viejo modo de vida, incluso ante importantes cambios. Desde luego, como se ha subrayado arriba, en esta relación los cambios en la superestructura no provienen directa ni automáticamente de los cambios del modo económico de vida ni están destinados a prevalecer en un sentido predeterminado ni a corto plazo las fuerzas que representan la nueva superestructura que más o menos corresponde a esos cambios del modo económico de vida. Como ya se ha mencionado, en todo esto obra el papel del accidente, pero no todo es accidente, pues también hay causalidad —existen factores materiales reales, en particular los cambios del modo económico de vida y las relaciones entre las personas, que proporcionan un impulso hacia los cambios correspondientes y sientan bases más favorables para estos en la superestructura de ideología y política— y opera una continua interacción entre los cambios en la base económica y los acontecimientos, y las luchas, en la superestructura. Todo esto se manifiesta en que no era seguro que se desarrollaran y triunfaran Mahoma y la nueva religión del islam, pero de hecho se desarrollaron y a la larga triunfaron en las nuevas circunstancias que emergían como resultado de los cambios en la Meca (que en sí, a su vez, estaban relacionados con el mundo mayor, más allá de la Meca y más allá de Arabia, que daban un impulso mayor al desarrollo de Meca como centro comercial).

Los mismos principios y dinámica básicos se aplican a la propagación del islam después de los tiempos de Mahoma. Mediante una combinación de conquistas militares y medios político-administrativos y diplomáticos a menudo hábiles, el islam y las instituciones del dominio islámico se extendieron sobre una región muy grande durante los siglos después de Mahoma. Aun en los lugares donde el califato islámico ya no es la forma del estado (así como en los lugares, como Irán, en que una república islámica existe hoy), el islam y sus instituciones político-religiosas han seguido ejerciendo, hasta hoy día, una poderosa influencia sobre gran cantidad de personas en el Medio Oriente y otras partes del mundo.

En todo esto, también podemos ver una similitud fundamental con el desarrollo y la propagación del cristianismo, desde sus orígenes en las pequeñas sectas en una región geográfica hasta su surgimiento como una fuerza de peso con poder e influencia en grandes partes del mundo y en una enorme cantidad de personas. En ambos casos, vemos el papel crucial de ciertos individuos centrales —tales como el propio Jesús así como Pablo y Constantino en la historia del cristianismo y Mahoma y los primeros califas en la historia del islam— y vemos la manera en que todo esto encaja, en un sentido global, en la dinámica mayor (la interacción dialéctica y viva) entre el accidente y la causalidad y entre la base económica y la superestructura de ideología y política (incluida la lucha militar). Como resultado de todo esto —y no de la existencia y la voluntad de uno u otro dios, ni la encarnación de un dios (sea Jehová, el dios de los antiguos israelitas; Alá; la Trinidad cristiana; o cualquier otro ser o fuerza sobrenatural)—, como resultado de los factores materiales y terrenales, hoy las personas todavía creen y rinden culto a un dios (o dioses), u otros seres o fuerzas sobrenaturales, pero todas estas personas no crean en el mismo dios o dioses, y de hecho a menudo denuncian a los dioses y las religiones de otras personas por falsos e incluso blasfemos.

Volviendo específicamente al islam, de una lectura de los relatos históricos de la vida y las enseñanzas de Mahoma, así como del Corán en particular, queda claro que los puntos de vista de Mahoma —lo que él sabía y lo que ignoraba, lo que defendía y elogiaba, así como lo que atacaba y condenaba— eran un reflejo de la sociedad y el mundo en que él vivía, y encerraban muchas relaciones opresivas, crueles y desiguales, y los respectivos valores, puntos de vista y costumbres que Mahoma consideraba necesarios, legítimos y justos. Estos incluyen: la esclavitud; la noción de que los niños, así como las mujeres, son esencialmente la propiedad de los hombres; la subordinación de las mujeres a los hombres; el derecho y de hecho el deber de los creyentes de ir a la guerra contra los infieles y llevarse el botín, incluidas las mujeres, como recompensa de la guerra; y las relaciones generales en que algunas personas están por encima de otras y las explotan y las oprimen — todo a nombre y bajo el estandarte del dios misericordioso y benéfico, Alá.

He aquí unas citas del Corán que ilustran esto de manera clara y, en muchos casos, gráfica. Al leer estos pasajes del Corán, hay que tener en mente que según el Corán, es Alá el que le está hablando a Mahoma por lo común por intermedio del ángel Gabriel.

Te interrogarán sobre las reglas de las mujeres. Diles: Es un inconveniente. Separaos de nuestras esposas durante este tiempo y no os acerquéis a ellas hasta que estén purificadas. Cuando estén purificadas, vedlas, como Alá os lo ha ordenado…. Vuestras mujeres son vuestro campo. Id a vuestro campo cuando queráis; pero haced antes algo a favor de nuestras almas. Temed a Dios y sabed que algún día estaréis en su presencia. (del Sura II, “La vaca”, versículos 222-223, El Corán. Traducción de Joaquín García-Bravo, doctor en Filosofía y Letras. Barcelona: Editorial Teorema, 1983. Todas las citas del Corán son de esta edición; a menos que se indique lo contrario, todas las palabras y frases entre paréntesis son del original.)

Esta cita tiene una sorprendente similitud con la Biblia, y las leyes y los mandamientos del Viejo Testamento en particular, que presentan a las mujeres que tienen la regla como algo sucio que los hombres tienen que evitar. En ambos casos, esto es parte de una tradición que trata a las mujeres en general como una fuente de contaminación y como inferiores e indignas en relación con los hombres.

Así que en el Corán se lee:

Si no halláis dos hombres, llamad a uno solo y dos mujeres entre las personas hábiles para testimoniar, a fin de que, si una se olvida, pueda la otra recordar el hecho. (“La vaca”, v. 282.)

Aquí vemos que se considera que el testimonio de las mujeres solamente tiene la mitad de la confiabilidad y valor que de un hombre en los procedimientos legales: se requiere a dos mujeres para sustituir o reemplazar a un hombre en tal procedimiento.

Este punto de vista sobre la mujer también aparece en lo siguiente del Corán:

El amor a los placeres, tales como las mujeres, los niños, los tesoros de montones de oro y plata, los caballos con marcas impresas, los rebaños, los campos, todo esto parece hermoso a los hombres; pero no son más que goces pasajeros de este mundo; el retiro hermoso está junto a Alá. (Sura III, “La familia de Imrán”, v. 12.)

Este sura señala que las cosas terrenales, si bien pueden tener valor, no se pueden comparar con la gloria de Alá y una vida de servicio y sumisión a Alá — que es lo que significa el islam: la sumisión. Pero el punto de vista de lo que es hermoso para la humanidad refleja unas relaciones sociales en que las mujeres, así como los niños, junto con los caballos con marcas impresas, rebaños y campos, son en efecto y literalmente posesiones de los hombres. De nuevo llama la atención una sorprendente similitud con la Biblia — por ejemplo, los Diez Mandamientos y el décimo en particular, en que describe a las mujeres, junto con los esclavos, casas y bueyes y asnos, como cosas de “tu prójimo” que “no codiciarás”.

Otro pasaje del Corán presenta de manera aún más gráfica este punto de vista sobre la mujer: “Os está prohibido casaros con mujeres casadas, excepto con las que hayan caído en vuestras manos como esclavas”.

De esa manera se defiende y se celebra que se tome a mujeres como esclavas o concubinas de los fieles (hombres). (Ver el Sura IV, “Las mujeres”, v. 28.)

Y se encuentra lo siguiente:

Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Alá ha elevado a estos por encima de aquéllas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Alá ha ordenado que se conserve intacto. Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temías; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra. Alá es elevado y grande. (Sura IV, “Las mujeres”, v. 38.) 

El significado de esto, y las relaciones sociales opresivas y desiguales que encarna y promueve entre hombres y mujeres, son bien conocidos.

El Corán enseña: “En cuanto al ladrón y a la ladrona, les cortaréis las manos como retribución a la obra de sus manos; como castigo proveniente de Alá; Alá es poderoso y prudente. Todo el que esté arrepentido de sus iniquidades y se haya corregido, Alá acogerá su arrepentimiento, pues es indulgente y misericordioso”. (Sura V, “La mesa”, v. 42-43.)

Les cortarán las manos a las ladronas así como a los ladrones — en este caso vemos que las mujeres reciben un trato igualitario. [risas]

Otro pasaje del Corán:

Te interrogarán respecto del botín: Respóndeles: El botín pertenece a Alá y a su enviado. Temed a Alá. Arreglad vuestras diferencias entre vosotros, y obedeced a Alá y a su enviado, si sois fieles. (Sura VIII, “El botín”, v. 1.) 

Este sura hace hincapié en la regulación de la distribución del botín de guerra y la prioridad que es necesario darle en esta distribución a Mahoma, el enviado de Alá, y al emergente estado que dirigía Mahoma, en que gobernó como el representante de Alá. Además, se debe tener en mente que el botín de guerra a distribuirse entre los fieles (hombres) incluye a las mujeres capturadas y tomadas como esclavas (ver lo de arriba en el sura “Las mujeres”, v. 28).

Los siguientes pasajes del Corán también defienden y alaban la posesión de esclavos, así como tratar las esposas como propiedad de sus maridos y botín de guerra:

Felices son los creyentes. / Que hacen la oración con humildad, / Que evitan toda palabra deshonesta, / Que hacen limosnas, / Que saben dominar sus apetitos carnales / Y que limitan sus goces a sus mujeres y a las esclavas que les ha procurado su mano diestra; en este caso no son de vituperar. (Sura XXIII, “Los creyentes”, v. 1-6.)

Casad a los que no están aún casados, a vuestros criados probos que vuestras criadas; si son pobres, Alá los hará ricos con el tesoro de su gracia, pues Alá es inmenso, lo sabe todo. (Sura XXIV, “La luz”, v. 32.)

¡Oh profeta! Te está permitido casarte con las mujeres que hayas dotado y con las cautivas que Alá haya hecho caer en tus manos. (Sura XXXIII, “Los confederados”, v. 49.) 

En otra parte del Corán, en boca de Mahoma, Alá dice:

Nosotros prolongamos los dones de tu Señor a estos y a aquellos. Los dones de tu Señor no serán negados a nadie. He aquí cómo hemos elevado a los unos por encima de los otros mediante los bienes de este mundo. Pero la vida futura tiene grados más elevados y superioridades mayores aun. (Sura XVII, “El viaje nocturno”, v. 21-22.)

Así que vemos que, junto con la esclavitud y el botín de guerra en forma de mujeres, elevar a unos sobre otros es el camino y la voluntad de Alá.

O, de nuevo:

Nosotros somos los que distribuimos su subsistencia en este mundo; los elevamos a unos por encima de otros, de suerte que los unos toman a los otros por servidores. Pero la misericordia del Señor vale más que los bienes que amontonan. (Sura XLIII, “Ornamentos de oro”, v. 31.)

Los bienes terrenales se consideran un valor en un contexto pero no son nada en comparación a la gloria y la generosidad de Alá. Según el Corán, en esta parte Mahoma transmite las palabras de Alá, que está molesto por la ingratitud de algunas personas que dudan de la palabra de Alá tal como esta se transmite a su enviado, Mahoma. Pero también se expresa, de parte de Mahoma, y a nombre de Alá, una clara aprobación y defensa de las divisiones terrenales en que algunas personas son elevadas por encima de otras y las explotan.

Mahoma proyecta desde esta vida a la prometida vida después de la muerte el mismo punto de vista y concepción de cuáles son y deben ser las relaciones entre diferentes grupos de personas (hombres y mujeres, amos y esclavos, etc.), que he citado hasta ahora del Corán (y estos son solamente unos cuantos ejemplos representativos):

El castigo del Señor es inminente. / Nadie podría alejarlo…. Ese día, desgraciados de los que acusan de impostura a los apóstoles, / Que están sumidos en las cosas vanas. / Ese día serán precipitados en el fuego de la gehena [el infierno]…. Los que teman al Señor estarán en los jardines y en las delicias, / Regocijándose de aquello con que les ha gratificado su Señor. Su Señor les ha preservado del suplicio del fuego…. Reclinados en lechos, les hemos casado con doncellas de grandes ojos negros…. En torno a ellos circularán jóvenes servidores, semejantes a perlas encerradas en su concha. (Sura LII, “El monte Sinaí”, v. 7-8, 11-13, 17-18, 20, 24; se agregó entre corchetes “el infierno”.) 

Un poco más adelante, el Corán desarrolla y amplía más esta visión del paraíso, e incluye lo siguiente:

Allí habrá vírgenes de modesta mirada, que no han sido tocadas jamás por hombre ni por genio alguno [espíritus capaces de asumir una forma humana]. (Sura LV, “El misericordioso”, v. 56; se agregó entre corchetes la frase: “espíritus capaces de asumir una forma humana”.)

He aquí las muy comentadas vírgenes que son premios en el paraíso para los fieles — los hombres. Más adelante, se repite esta visión, y se desarrolla más:

Mujeres vírgenes de grandes ojos negros, encerradas en pabellones. / ¿Cuál, pues, de los beneficios de vuestro Señor negaréis? / Jamás hombre ni genio las ha tocado. / ¿Cuál, pues, de los beneficios de vuestro Señor negaréis? Sus esposos descansarán sobre cojines verdes y magníficas alfombras. (Sura LV, “El misericordioso”, v. 72-76.

Y en otro sura:

En torno a ellos circularán jóvenes eternamente jóvenes…. Tendrán bellezas de grandes ojos negros, esas bellezas semejantes a las perlas cuidadosamente ocultas. / Tal será la recompensa de sus obras. (Sura LVI, “El acontecimiento”, v. 17, 22-24.)

En vista de todo eso, se plantean muy agudamente las preguntas: ¿son las palabras, los mandamientos y la visión del islam algo a que la gente debería someterse y llevar a cabo? ¿Es distinto, en un sentido significativo, el Alá del islam al “Díos, el fascista original” de la tradición religiosa “judeocristiana”? ¿No es cierto que, como la Biblia y la(s) religión(es) que se basan en ella, el islam y el Corán encarnan y defienden horrores que la humanidad ya no puede darse el lujo de soportar ni tiene que soportar — y que, al contrario, puede y tiene que dar pasos adelante a fin de abandonar y finalmente enterrar en el pasado?

¿Por qué está creciendo el fundamentalismo en el mundo actual? 

Entre los factores distintivos de la situación actual están los saltos que se están dando en la globalización, vinculados a un proceso acelerado de acumulación capitalista en un mundo dominado por el sistema capitalista imperialista. Esto ha llevado a cambios importantes, a menudo dramáticos, en la vida de enormes cantidades de personas, que con frecuencia debilitan las relaciones y costumbres tradicionales. Aquí me enfocaré en los efectos de esto en el tercer mundo —los países de África, América Latina, Asia y el Medio Oriente— y las formas en que eso ha contribuido al actual crecimiento del fundamentalismo religioso en esas regiones.

Por todo el tercer mundo, cada año desplazan a millones de personas del campo, donde han vivido y han luchado duramente por subsistir en condiciones sumamente opresivas, pero donde ahora ni siquiera pueden hacer eso: se encuentran desplazadas a las zonas urbanas, especialmente a los barrios marginados, que crecen descontroladamente, en cinturón tras cinturón que rodean los centros urbanos. Por primera vez en la historia, hoy la mitad de la población del mundo vive en las zonas urbanas, especialmente en esos enormes y crecientes barrios marginados.

Desarraigadas de sus condiciones tradicionales —y de las formas tradicionales en que las han explotado y oprimido—, masas de personas son arrojadas a una existencia sumamente insegura e inestable, en que no se les puede integrar, de una “manera articulada”, al tejido de la estructura económica y social y del funcionamiento de la sociedad. En muchos países del tercer mundo, la mayoría de los habitantes de las zonas urbanas trabajan en la economía informal — por ejemplo, como vendedores ambulantes o comerciantes en pequeña escala, de varios tipos, o en las actividades clandestinas e ilegales. En gran medida debido a eso, mucha gente está acudiendo al fundamentalismo religioso en busca de un ancla en medio de todo este desplazamiento y trastorno.

Otro factor en todo esto es que, en el tercer mundo, estos cambios y desplazamientos enormes y veloces se están dando en el contexto de la dominación y explotación por los imperialistas extranjeros — y que esto está asociado con las clases dominantes “locales”, que dependen económica y políticamente del imperialismo y están subordinadas a él, y que para muchos son agentes corruptos de una potencia extranjera que fomentan la “cultura decadente del Occidente”. Esto, a corto plazo, puede fortalecer a las fuerzas y los líderes fundamentalistas religiosos que componen la oposición a la “corrupción” y la “decadencia occidental” de las clases dominantes locales, y a los imperialistas a los cuales estas sirven, en términos de retomar, e imponer con renovada fuerza, las relaciones, costumbres, ideas y valores tradicionales, que a su vez tienen sus orígenes en el pasado y representan formas extremas de explotación y opresión.

Donde el islam es la religión dominante —en el Medio Oriente pero también en otros países como Indonesia— eso se expresa en el crecimiento del fundamentalismo islámico. En gran parte de América Latina, donde el cristianismo, especialmente en la forma del catolicismo, ha sido la religión dominante, el crecimiento del fundamentalismo se caracteriza por una situación en la que una gran cantidad de personas, especialmente los pobres, que han llegado a sentir que la iglesia católica los ha fallado, se ven atraídas por varias formas del fundamentalismo protestante, como el pentecostalismo, que combina formas de fanatismo religioso con retórica que alega que habla en nombre de los pobres y oprimidos. En partes de África también, en particular entre las masas apiñadas en los barrios marginados, se ve el fenómeno del crecimiento del fundamentalismo cristiano, incluido el pentecostalismo, de la misma manera que el fundamentalismo islámico es un fenómeno en crecimiento en otras partes de África2.

Pero el crecimiento del fundamentalismo también se debe a grandes cambios políticos, y a las medidas y acciones conscientes de parte de los imperialistas en la esfera política, que han tenido un impacto profundo en la situación en muchos países del tercer mundo, entre ellos los del Medio Oriente. Una dimensión clave de esto es que es muy importante no descartar o restarle importancia al impacto de los sucesos en China desde la muerte de Mao Tsetung y el cambio total en ese país, de uno que avanzaba por el camino del socialismo a uno en el que de hecho se ha restaurado el capitalismo y donde la orientación de promover y apoyar la revolución, en China y por todo el mundo, ha sido reemplazada por una orientación de buscar una posición más fuerte para China en el marco de la política de relaciones de poder mundiales dominadas por el imperialismo. A corto plazo, esto ha tenido la consecuencia —profundamente negativa— de socavar la sensación en muchos oprimidos por todo el mundo de que la revolución socialista les ofrecía la salida de su miseria y ha propiciado condiciones más favorables para aquellos, y en particular los fundamentalistas religiosos, que buscan movilizar a la gente en torno a algo que en ciertos aspectos se opone a la potencia opresiva dominante del mundo pero que en sí representa una cosmovisión y un programa reaccionarios.

Este fenómeno se refleja en los comentarios de un “experto en terrorismo” que dijo de ciertas personas acusadas hace poco de terrorismo en Inglaterra que hace una generación, hubieran sido maoístas. Bueno, a pesar de que las metas y estrategia, y las tácticas, de los auténticos maoístas —los que se guían por la ideología comunista— son radicalmente diferentes de las de los fundamentalistas religiosos, y que los comunistas rechazan, en principio, el terrorismo como método y enfoque, hay algo de cierto e importante en lo que dice este “experto en terrorismo”: hace una generación muchos de esos mismos jóvenes y otros que por el momento se encuentran atraídos por el fundamentalismo islámico y otras formas de fundamentalismo religioso, se hubieran encontrado atraídos por el polo radicalmente diferente y revolucionario del comunismo. Y este fenómeno cobró más fuerza con el derrumbamiento de la Unión Soviética y el “campo socialista” que encabezó. En realidad, la Unión Soviética dejó de ser socialista a mediados de los años 50, cuando los revisionistas (comunistas de nombre pero capitalistas en realidad) tomaron el poder y empezaron a dirigir el país de acuerdo con los principios capitalistas (pero en la forma de capitalismo de estado con un camuflaje “socialista”). En los años 1990, los dirigentes de la Unión Soviética empezaron a deshacerse abiertamente del socialismo, y luego la Unión Soviética misma dejó de existir, y Rusia y los demás países que eran parte del “campo” soviético dejaron de fingir que eran “socialistas”.

Todo esto —y, en relación con ello, una ofensiva ideológica implacable de parte de los imperialistas y sus representantes intelectuales— ha resultado en la idea, propagada y transmitida ampliamente, de la derrota y la muerte del comunismo y, por el momento, el desprestigio del comunismo en amplios sectores populares, inclusive entre quienes buscan con impaciencia una manera de luchar contra la dominación, opresión y degradación imperialistas3.

Pero no es solamente al comunismo que los imperialistas se han esforzado por derrotar y desprestigiar. También han atacado a otras fuerzas y gobiernos laicos que en algún grado se han opuesto o han representado obstáculos objetivos a los intereses y metas de los imperialistas, en particular en las regiones del mundo que estos consideran de importancia estratégica. Por ejemplo, en los años 50 Estados Unidos fraguó un golpe de estado que tumbó al gobierno nacionalista de Mohammad Mossadegh en Irán, porque vio las medidas de ese gobierno como una amenaza al control del petróleo iraní por Estados Unidos (y en segundo plano por Inglaterra) y a la dominación estadounidense de la región más ampliamente. Eso ha tenido repercusiones y consecuencias durante décadas. Entre otras cosas, contribuyó al crecimiento del fundamentalismo islámico y con el tiempo al establecimiento de una república islámica en Irán, cuando los fundamentalistas islámicos conquistaron el poder en medio de una oleada de lucha del pueblo iraní a finales de los años 70, que resultó en el derrocamiento del gobierno sumamente represivo del sha de Irán, que Estados Unidos apuntalaba y de hecho mantenía en el poder desde el golpe de estado contra Mossadeg4.

En otras partes del Medio Oriente, y en otros lugares, durante las últimas décadas los imperialistas también se han dedicado conscientemente a derrotar y aniquilar incluso a la oposición nacionalista laica; y de hecho a veces han contribuido conscientemente al crecimiento de fuerzas fundamentalistas religiosas. Palestina es un claro ejemplo de esto: ahí las fuerzas fundamentalistas islámicas recibieron apoyo de Israel —y de los imperialistas estadounidenses, para quienes Israel es una plaza fuerte armada— para socavar a la Organización para la Liberación de Palestina, un grupo más laico. En Afganistán, especialmente durante la ocupación soviética de los años 80, Estados Unidos apoyó y armó a los mujaidines fundamentalistas islámicos, porque reconoció que serían luchadores fanáticos contra los soviéticos. Otras fuerzas, no solo los nacionalistas más laicos sino también los maoístas, se opusieron a la ocupación de la Unión Soviética y a los gobiernos títeres que esta instaló en Afganistán, pero por supuesto que los maoístas en particular no contaron con el apoyo de Estados Unidos y muchos de ellos murieron a manos de los fundamentalistas islámicos “jihadíes” que Estados Unidos apoyaba y armaba.

En Egipto en los años 50, se presentó el fenómeno del líder popular nacionalista Gamal Abdel Nasser y del “nasserismo”, una forma de nacionalismo árabe que no se limitaba a Egipto y cuya influencia llegó a muchas partes después de que Nasser tomó las riendas del poder estatal en Egipto. En 1956 se dio una crisis cuando Nasser impuso más control sobre el canal de Suez; e Israel, junto con Francia e Inglaterra —que todavía no se habían resignado del todo a haber perdido sus grandes imperios coloniales— se opusieron a Nasser. Bueno, un ejemplo de la complejidad de la situación es que en esa “crisis de Suez” Estados Unidos se opuso a Israel, Francia e Inglaterra. El motivo estadounidense no era apoyar al nacionalismo árabe ni a Nasser en particular, sino seguir reemplazando a los imperialistas europeos que habían colonizado esa región del mundo. Para examinar brevemente los antecedentes de esto, después de la Primera Guerra Mundial, con la derrota del viejo imperio otomano, basado en Turquía, Francia e Inglaterra esencialmente dividieron el Medio Oriente entre sí — unas regiones fueron a la esfera de influencia francesa, como colonias francesas en lo fundamental, y otras regiones al control inglés. Pero después de la Segunda Guerra Mundial —en la que Japón, Alemania e Italia sufrieron derrotas arrolladoras, Francia e Inglaterra resultaron debilitados, y Estados Unidos se fortaleció enormemente— Estados Unidos se empeñó en forjar un nuevo orden en el mundo y, como parte de esto, en imponer en el tercer mundo, en lugar del colonialismo de viejo cuño, una nueva forma de colonialismo (neocolonialismo) por medio del cual Estados Unidos mantendría un control efectivo de los países y su estructura política y vida económica, aunque estos se independizaran formalmente. Y, como parte de esto, obligó a Israel a encajarse en relación con la dominación estadounidense del Medio Oriente, ya forjada en lo general y reafirmada agresivamente.

Pero, como resultado de su posición ante lo que se llamó la “crisis de Suez” y como consecuencia de otras medidas nacionalistas, Nasser y el “nasserismo” adquirieron muchos seguidores en los países árabes en particular. Ante esta situación, Estados Unidos, aunque no buscó tumbar abiertamente a Nasser, obró por minar al nasserismo y a las fuerzas más laicas en general —inclusive, claramente, las fuerzas comunistas— que se oponían o eran un estorbo para el imperialismo estadounidense. Y especialmente después de la guerra de 1967, a través de la cual Israel derrotó a los estados árabes que lo rodean y se apoderó de más territorio palestino (que ahora son conocidos como “los territorios ocupados”, fuera del estado de Israel que en sí está en tierra robada a los palestinos), Israel ha recibido el firme apoyo del imperialismo estadounidense y ha sido una fuerza al servicio de sus intereses.

La derrota a manos de Israel en la guerra de 1967 contribuyó en gran medida a la decadencia de Nasser y el nasserismo —y de otros líderes y tendencias más o menos laicos parecidos— entre los pueblos del Medio Oriente; cuando murió en 1970, Nasser ya había perdido gran parte de su lustre ante los ojos de las masas árabes.

De nuevo, vemos otra dimensión de la complejidad de las cosas. Las derrotas prácticas y el fracaso de Nasser efectivamente socavaron, a los ojos de cada vez más personas, la legitimidad o viabilidad de lo que Nasser representaba ideológicamente. Ahora bien, de hecho el “nasserismo” y las tendencias ideológicas y políticas parecidas no representan y no pueden conducir a una ruptura completa con la dominación imperialista y todas las formas de opresión y explotación del pueblo. Pero esto es algo que hay que establecer y que de hecho se establece por medio de un análisis científico de lo que esas ideologías y programas representan y de lo que proponen y son capaces de lograr; no lo demuestra el hecho de que, en ciertos casos particulares o aun por cierto tiempo limitado, los dirigentes que personifican y buscan poner en práctica tales ideologías y programas sufren reveses y derrotas. En las formas en que las masas de los países árabes (y otros) respondieron a los reveses y derrotas de Nasser y de quienes más o menos representaban la misma ideología y programa, había un elemento claro de pragmatismo: la idea de que, inclusive a corto plazo, lo que prevalece es cierto y bueno y lo que sufre pérdidas es defectuoso e inservible. Y, por supuesto, una tendencia espontánea al pragmatismo entre las masas populares ha sido reforzada por los veredictos pronunciados por los imperialistas y otros reaccionarios — no solo, por supuesto, con respecto a las fuerzas laicas como Nasser sino, aún más, con respecto a los comunistas y el comunismo, que representan una oposición mucho más fundamental al imperialismo y a la reacción.

Es importante tener en cuenta que durante las últimas décadas y a lo mínimo hasta muy recientemente, Estados Unidos e Israel se han esforzado por debilitar a las fuerzas laicas entre las que se les oponen en el Medio Oriente (y otras partes) y han favorecido al menos objetivamente, si no han promovido deliberadamente, el crecimiento de las fuerzas fundamentalistas islámicas. Durante la “guerra fría” lo hicieron en alto grado en respuesta a una creencia de que había mucho menos probabilidad de que esos fundamentalistas islámicos se aliaran con el campo soviético. Y en no poca medida, la decisión de favorecer a los fundamentalistas religiosos en vez de las fuerzas más laicas la ha motivado el reconocimiento de la esencia intrínsecamente conservadora y en realidad reaccionaria del fundamentalismo religioso y el hecho de que en gran medida puede ser para los imperialistas (e Israel), un complemento ideal que los resalta como fuerzas democráticas a favor del progreso.

Bueno, una de las ironías de toda esta experiencia es que Nasser y otros jefes de estado nacionalistas árabes reprimieron brutalmente no solo a la oposición fundamentalista islámica (como la Hermandad Musulmana en Egipto) sino también a los comunistas. Pero con lo que ha sucedido en el escenario mundial, por así decirlo, en las últimas décadas —entre otras cosas lo que pasó en China y la Unión Soviética (como se dijo anteriormente) y el muy propagado veredicto de que eso representa la “derrota” del comunismo; la toma del poder en Irán por los fundamentalistas islámicos, tras la caída del sha de Irán a finales de los años 70; la resistencia a la ocupación soviética en Afganistán, que para finales de los años 80 obligó a los soviéticos a retirarse y contribuyó de una manera importante a la caída de la Unión Soviética; y con los reveses y derrotas de los dirigentes más o menos laicos como Nasser (y recientemente de Saddam Hussein) en el Medio Oriente y en otras partes—, a corto plazo son los fundamentalistas islámicos, mucho más que los revolucionarios y los comunistas, los que han logrado reorganizarse y experimentar un crecimiento importante en cuanto a su influencia y fuerza organizada.

Otro ejemplo de toda esta trayectoria de los años 50 hasta hoy —que pone de manifiesto en términos muy duros y gráficos lo que estoy recalcando aquí— es Indonesia. Durante los años 50 y 60 Indonesia tenía el tercer partido comunista más grande del mundo (solo en la Unión Soviética y China había partidos comunistas más grandes). El Partido Comunista de Indonesia tenía una enorme cantidad de seguidores entre los pobres de las zonas urbanas (donde los barrios marginados en la ciudad de Yakarta y otras ciudades eran legendarios, en el sentido negativo) así como entre los campesinos, sectores de los intelectuales y aun entre las capas burguesas más nacionalistas. Desafortunadamente, el Partido Comunista de Indonesia también tenía una línea muy ecléctica — una mezcla de comunismo y revisionismo, de buscar el cambio revolucionario pero también tratar de trabajar con el sistema parlamentario en el marco de las estructuras gubernamentales establecidas.

En ese entonces, el líder nacionalista Achmed Sukarno encabezaba el gobierno. En los años 70 durante una visita a China, tuve la oportunidad de entender eso más a fondo. Algunos miembros del Partido Comunista de China hablaron de la experiencia del Partido Comunista de Indonesia y específicamente dijeron: Discutíamos con el camarada Aidit (el líder del Partido Comunista de Indonesia durante el gobierno de Sukarno); le advertíamos de lo que podría pasar como consecuencia de tener un pie en el comunismo y la revolución y el otro en el reformismo y el revisionismo. Pero el Partido Comunista de Indonesia persistió en seguir ese mismo camino con un enfoque ecléctico; y en 1965 Estados Unidos, por medio de la CIA que trabajaba con las fuerzas armadas indonesias y un importante general, Suharto, llevó a cabo un golpe de estado sangriento y masacró a centenares de miles de comunistas indonesios y otros, destruyó completamente al Partido Comunista de Indonesia y reemplazó a Sukarno como jefe de estado con Suharto.

Durante ese golpe de estado, los ríos alrededor de Yakarta estaban atascados de los cadáveres de las víctimas: los reaccionarios mataban a los comunistas o a los presuntos comunistas y tiraban enormes cantidades de cadáveres a los ríos. Y en un fenómeno que ha llegado a ser muy, pero muy familiar, una vez que iniciaron y dieron ese golpe —que la CIA dirigió, organizó y tramó—, mucha gente que tenía disputas y enemistades personales o familiares acusaba a otros de ser comunistas y los delataba ante las autoridades, y como consecuencia muchas personas que no eran comunistas murieron en las masacres, junto con muchas que sí eran comunistas. Una vez que los imperialistas y reaccionarios desataron esa orgía de sangre, eso alentó, impulsó e incorporó a mucha gente en una especie de sed de venganza. La CIA se jactaba descaradamente de no solo haber organizado y orquestado el golpe sino también de haber singularizado a varios miles de dirigentes comunistas y de haberlos eliminado, en medio de la masacre de centenares de miles.

El problema fundamental con la estrategia del Partido Comunista de Indonesia era que la naturaleza del estado —y en particular de las fuerzas armadas— no había cambiado: el parlamento constaba en gran medida de nacionalistas y comunistas, pero el estado todavía estaba en manos de las clases reaccionarias; y como nunca les habían arrebatado el control del estado y no habían aplastado ni desmantelado al viejo aparato estatal por medio del cual mantenían control, Suharto y las demás fuerzas reaccionarias podían, junto con la CIA y bajo dirección de ella, dar ese golpe de estado sangriento con todas las consecuencias horrorosas.

Respecto a esto, otra anécdota que me contaron los militantes del Partido Comunista de China es muy diciente y penosa. Me dijeron que Sukarno tenía un cetro que llevaba consigo, y los funcionarios chinos que se reunían con él le preguntaban: “¿Qué es ese cetro que lleva con usted?”. Y Sukarno les contestaba: “Este cetro representa el poder estatal”. Bueno, después del golpe, esos camaradas chinos resumieron: “Sukarno todavía tenía el cetro, dejaron que lo conservara, pero no tenía el poder estatal”.

Acabaron casi totalmente con el Partido Comunista de Indonesia físicamente —exterminaron a casi todos los militantes y solo quedaron unos pocos regados por ahí— y le dieron un golpe devastador del cual nunca se ha recuperado. Y el aniquilamiento no solo ocurrió en el sentido físico sino que también se expresó en la forma de una derrota ideológica y política, la desorientación y la desmoralización. Durante las décadas subsiguientes, ¿qué ha pasado en Indonesia? Uno de los sucesos más destacados es el enorme crecimiento del fundamentalismo islámico ahí. Acabaron con la alternativa comunista. En su lugar —en parte fomentado conscientemente por los imperialistas y otras fuerzas reaccionarias pero en parte cobrando fuerza de su propio momento en un contexto donde habían destruido a una poderosa oposición laica y a lo mínimo en nombre comunista—, el fundamentalismo islámico llenó el vacío dejado por la falta de una auténtica alternativa al gobierno sumamente opresivo de Suharto y sus compinches instalados y mantenidos en el poder durante décadas por Estados Unidos5.

Todo esto —lo que ha ocurrido en Indonesia, así como en Egipto, Palestina y otras partes del Medio Oriente— es una dimensión política que se combinó con los factores económicos y sociales mencionados arriba —los trastornos, la volatilidad y los cambios rápidos impuestos desde arriba y que parecen tener fuentes desconocidas y ajenas y/o de potencias extranjeras— para minar y debilitar a las fuerzas laicas, como los revolucionarios y comunistas auténticos, y fortalecer al fundamentalismo islámico (de una manera parecida el fundamentalismo cristiano ha estado cobrando fuerza en Latinoamérica y partes de África).

No cabe duda de que este es un fenómeno sumamente importante. Es un aspecto muy importante de la realidad objetiva que la gente por todo el mundo que busca gestar un cambio en una dirección progresista —y aún más los que se esfuerzan por hacer un cambio auténticamente radical guiados por un punto de vista revolucionario y comunista— tienen que confrontar y transformar. Y para hacer esto, es necesario, primero, abordar en serio y entender esa realidad, en vez de quedarse en una peligrosa ignorancia o adoptar una orientación terca de no hacerle caso. Es necesario y en realidad crucial examinar a fondo este fenómeno y sus varias manifestaciones para captar más profundamente la dinámica subyacente y motriz —las contradicciones fundamentales y las expresiones distintivas de las contradicciones fundamentales y esenciales a nivel mundial y en los países y las regiones individuales— de las cuales este fundamentalismo religioso es una expresión y cómo sobre la base de ese conocimiento más profundo, se puede forjar un movimiento que pueda desviar a las masas populares de eso y atraerlas hacia algo que ofrece una auténtica posibilidad de plasmar en realidad un mundo radicalmente diferente y mucho mejor.

Rechazar la “arrogancia engreída de los ilustrados”

Hay una clara tendencia entre los que son “gente de la Ilustración”, por así decirlo —entre ellos, hay que decirlo, unos comunistas— de caer en lo que viene a ser una actitud de arrogancia engreída hacia el fundamentalismo religioso y la religión en general. Ya que parece tan ridículo, y difícil de entender, que estando en el siglo 21 pueda haber gente que se aferre a la religión y en realidad se adhiera, de una manera fanática y absolutista, a dogmas e ideas que claramente carecen de fundamento en la realidad, es fácil descartar todo ese fenómeno y no reconocer, o no abordar correctamente, el hecho de que en realidad muchas masas lo toman muy en serio. Entre ellas figuran no pocas personas de los sectores más abajo y más a lo hondo del proletariado y otros oprimidos que tienen que ser la base y los cimientos —y una fuerza motriz— de la revolución que realmente puede conducir a la emancipación.

Es una forma de desprecio hacia las masas no tomar en serio la profunda creencia que muchas tienen en la religión y en particular en el fundamentalismo religioso de una u otra clase, al igual que ir a la zaga de la realidad de que muchas de ellas creen en esas cosas y no bregar con ellas para que la abandonen es también en realidad una expresión de desprecio hacia ellas. El dominio que ejerce la religión en las masas populares, inclusive en las más oprimidas, es una gran traba y obstáculo que impide movilizarlas a luchar por su propia emancipación y a ser emancipadores de toda la humanidad — y hay que tratar este dominio y luchar en su contra con ese entendimiento, mientras que al mismo tiempo, en cualquier momento dado es necesario, posible y crucial en la lucha contra la injusticia y opresión unirse lo más ampliamente que sea posible con gente que todavía tiene creencias religiosas.

El crecimiento de la religión y el fundamentalismo religioso:
Una expresión peculiar de una contradicción fundamental

Otra expresión extraña o peculiar de las contradicciones del mundo actual es que por un lado, existe una tecnología altamente desarrollada y una técnica avanzada en los campos como la medicina y en otras esferas, como la informática (y aun tomando en cuenta que grandes cantidades de personas en muchas partes del mundo e incluso en los países “avanzados en tecnología” no tienen acceso a ella, cada vez más gente sí tiene acceso al Internet y a grandes cantidades de información por este medio y de otras maneras), pero por otro lado, se ve un enorme crecimiento de (llamémosla lo que es): ignorancia organizada, en la forma de la religión y el fundamentalismo religioso en particular. Esta contradicción no solo salta a la vista sino que parece peculiar: tanta tecnología e información por un lado y por el otro, tanta ignorancia y creencia en la superstición oscurantista y tanta tendencia a aferrarse a la misma.

Bueno, además de analizar esto en términos de los factores económicos, sociales y políticos que lo han fomentado (a lo cual ya me he referido), otra manera aún más básica de entender esto es que es una expresión sumamente aguda en el mundo actual de la contradicción fundamental del capitalismo: la contradicción entre la producción altamente socializada y la apropiación privada (capitalista) de lo que se produce.

¿De dónde viene toda esta tecnología? ¿Sobre qué base se ha producido? Y hablando específicamente de la difusión de información, y la base sobre la cual la gente adquiere conocimientos, ¿en qué se basa? Toda la tecnología que existe —y, en realidad, toda la riqueza que se ha creado— la han producido en formas socializadas millones y millones de personas por medio de una red internacional de producción e intercambio; pero todo esto ocurre bajo el mando de un puñado relativamente pequeño de capitalistas, quienes se apropian la riqueza que se ha producido —y los conocimientos que se han producido también— y la utilizan al servicio de sus propias metas.

¿Qué ilustra esto? Por una parte, es una refutación de la “teoría de las fuerzas productivas” que sostiene que cuanto más tecnología hay, tanto más “ilustración” habrá, más o menos directamente en relación con esa tecnología — y en su expresión “marxista”, sostiene que cuanto más se desarrolla la tecnología, tanto más se acercará al socialismo o al comunismo. Bueno, miren lo que está pasando por todo el mundo. ¿Por qué no es eso lo que está sucediendo? Por un hecho muy fundamental: toda esta tecnología, todas las fuerzas de producción, “pasan por” y tienen que “pasar por” ciertas relaciones de producción definidas — solo puede desarrollarse y utilizarse si se incorporan al conjunto imperante de relaciones de producción en un momento dado. Y, a su vez, existen ciertas relaciones sociales y de clase que en sí son una expresión de las relaciones de producción imperantes (o que de todos modos corresponden a ellas en general); y existe una superestructura de política, ideología y cultura cuyo carácter esencial refleja y refuerza todas esas relaciones. Así que, no se trata de que las fuerzas productivas —con toda la tecnología y los conocimientos— existan en un vacío social y que se distribuyan y se utilicen de una manera divorciada de las relaciones de producción por medio de las cuales se desarrollan y se utilizan (y de las relaciones sociales y de clase y la superestructura correspondientes). Esto ocurre y solo puede ocurrir por medio de un conjunto u otro de relaciones de producción, sociales y de clase, con las correspondientes costumbres, culturas, maneras de pensar, instituciones políticas, etc.

En el mundo actual dominado por el sistema capitalista imperialista, esa tecnología y esos conocimientos “pasan por” las relaciones y superestructura capitalistas e imperialistas existentes; y una de las principales manifestaciones de esto es la extremadamente grotesca disparidad entre lo que se apropia un pequeño puñado de personas —y una cantidad menor que se distribuye a amplios sectores de la población en algunos países imperialistas, para estabilizarlos y aplacar y pacificar a unos sectores de la población que no son parte de la clase dominante— mientras que con respecto a la gran mayoría de la humanidad hay pobreza, sufrimiento e ignorancia increíbles. Y junto con esta profunda disparidad, presenciamos esta contradicción extraña entre tanta tecnología y tantos conocimientos, por un lado, y una creencia tan fuerte en la superstición oscurantista y una retirada a ella, en particular en la forma del fundamentalismo religioso — todo lo cual es de hecho una expresión de la contradicción fundamental del capitalismo.

Es sumamente importante entender este punto. Si, en vez de entenderlo así uno adopta un enfoque y método más lineal, sería fácil terminar diciendo: “No lo entiendo, hay tanta tecnología, tantos conocimientos, ¿pero por qué la gente es tan ignorante y por qué está tan sumida en la superstición?” Una vez más, la respuesta —y es una respuesta que toca las relaciones más fundamentales del mundo— es que se debe a las relaciones de producción, sociales y de clase, las instituciones, estructuras y procesos políticos imperantes, y el resto de la superestructura — la cultura predominante, los modos de pensar, las costumbres, los hábitos y así sucesivamente, los cuales corresponden al sistema de acumulación capitalista y lo refuerzan, de la manera que eso se expresa en la época en que el capitalismo ha pasado a ser un sistema mundial de explotación y opresión.

Esta es otra perspectiva importante desde la cual poder entender el fenómeno del fundamentalismo religioso. Cuanto más crece esta disparidad, tanto más se crea un semillero del fundamentalismo religioso y las tendencias relacionadas. Al mismo tiempo y en contradicción aguda con esto, existe una base potencialmente más poderosa para la transformación revolucionaria. Todas las profundas disparidades del mundo —no solo en términos de las condiciones de vida sino también en relación con el acceso al conocimiento— se pueden superar solo por medio de la revolución comunista, cuya meta es arrebatarle el control de la sociedad a los imperialistas y otros explotadores y avanzar, por medio de la iniciativa cada vez más consciente de cada vez mayores cantidades de personas, para lograr (según la formulación de Marx) la abolición de todas las diferencias de clase, de todas las relaciones de producción en que estas descansan, de todas las relaciones sociales que acompañan esas relaciones de producción y la revolucionarización de todas las ideas que surgen de esas relaciones sociales — para plasmar en la realidad, final y fundamentalmente a escala mundial, una sociedad de seres humanos que se asocian libremente, que cooperan consciente y voluntariamente por el bien común, a la vez que se da cada vez más campo a la iniciativa y creatividad a todos los miembros de la sociedad en su conjunto.

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NOTAS:

1.  En este libro, he tratado las tres principales religiones monoteístas del mundo —el islam, el judaísmo y el cristianismo— y no he intentado abordar directamente ni de manera detenida otros sistemas de creencias religiosas y “espirituales” que se basan en entidades que supuestamente son distintas y están por encima de la esfera del universo material o por lo menos postulan la existencia de tales entidades — sean dioses, otras fuerzas sobrenaturales, una “fuerza de vida universal única”, etc. Tampoco he tratado con detenimiento las variadas tendencias de cada una de estas religiones monoteístas, pues, si bien existen diferencias, incluidas diferencias muy importantes, entre estas tendencias en cuanto a la doctrina y la práctica religiosas, son de importancia secundaria en relación con la concepción del mundo y los principios de la religión de la cual forman una parte. Además, estoy firmemente convencido que las críticas fundamentales y esenciales planteadas aquí acerca del cristianismo, el judaísmo y el islam también se aplican a todos los sistemas de creencias semejantes.  [volver]

2. Por muchas de las mismas razones que he mencionado aquí, el fundamentalismo religioso también ha cobrado fuerza en las últimas décadas entre algunos sectores de los pobres, oprimidos y marginados de Estados Unidos. En parte esto se debe a una estrategia consciente, de parte de poderosos sectores de la clase dominante estadounidense, con el propósito de fomentar el fundamentalismo entre las masas populares cuya situación clama por un cambio radical, y atraparlas en la ideología y el programa político reaccionarios de que este fundamentalismo religioso es una expresión concentrada. 

El crecimiento del fundamentalismo entre las personas de una parte importante de la categoría general de la “clase media” de Estados Unidos se debe en gran parte a otros factores, como: una mayor sensación de ansiedad provocada por una economía y una cultura que fomentan y proporcionan el consumo aparentemente sin fin sobre la base de la expansión del crédito y la deuda; una sensación de volatilidad e inseguridad en la economía y en la sociedad en general; una sensación de haber perdido el control incluso de sus propios hijos ante los cambios tecnológicos (la televisión de cable y satelital, el Internet, etc.); una sensación de haber perdido su “lugar” y comunidad en una sociedad y cultura que produce atomización y fomenta un individualismo extremo. Pero es muy importante captar que, especialmente con respecto a la “clase media” de Estados Unidos, este fenómeno del crecimiento del fundamentalismo también es producto del parasitismo del imperialismo — del hecho de que el imperialismo estadounidense en particular es la potencia dominante del mundo, que se ceba de la superexplotación de las masas populares por todo el tercer mundo y no puede subsistir sin ella, y la gente que vive en Estados Unidos, especialmente de la “clase media”, ocupa “un lugar muy alto en la cadena alimenticia” de los habitantes del mundo. Y es importante ver que la clase de fundamentalismo religioso que encuentra adeptos, especialmente en los suburbios y “exurbios” [fraccionamientos acomodados alejados de las ciudades] de Estados Unidos, se caracteriza por una sensación profunda del papel de Estados Unidos como “la nación elegida por Dios”, acompañada por una reafirmación agresiva del chovinismo estadounidense, así como de las relaciones y valores tradicionales que encarnan la supremacía blanca y la supremacía masculina.

Este fenómeno del fundamentalismo, y en particular el fundamentalismo fascista cristiano, en Estados Unidos será tema de otra sección de este libro. [volver]

3. Además de lo que se encuentra en varios escritos y charlas míos sobre este tema, el proyecto Pongamos las Cosas en Claro ha hecho un análisis de ciertos aspectos importantes de la experiencia del socialismo en la Unión Soviética y en China —tanto los errores y deficiencias muy reales como los logros sin precedente histórico— y da algunas respuestas a las calumnias y tergiversaciones de esa experiencia. Se puede acceder a esto, y a más información sobre el proyecto, en el portal The Real History of Communist Revolution.   [volver]

4. Una fuente importante de información y análisis sobre estos sucesos en Irán y sus consecuencias es el libro Todos los hombres del Sha: un golpe de estado norteamericano y las raíces del terror en oriente próximo, de Stephen Kinzer (Editorial Debate, 2005). [volver]

5. Además de oprimir salvajemente a los pueblos de Indonesia, el régimen de Suharto llevó a cabo un reino de terror genocida en Timor Oriental y masacró a una gran parte de la población — y en esto también contó con el apoyo y la ayuda del imperialismo estadounidense durante varias administraciones consecutivas, entre ellas la de Bill Clinton. [volver]

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